Hopper, el misterio en los interiores

'Habitación en New York', del Sheldon Museum of Art.
‘Habitación en New York’, del Sheldon Museum of Art.
Edward Hopper es un artista único, una figura solitaria, un pintor casi
lírico, en opinión de Tomas Llorens, comisario de la primera exposición
«realmente importante» que se organiza en Europa dedicada al
estadounidense y que abrirá sus puertas el 12 de junio en el Museo
Thyssen.
Se trata de una retrospectiva que Guillermo Solana, director
artístico del museo, y Llorens querían organizar desde hace tiempo, ya
que el Thyssen posee el conjunto más grande de sus obras que se conserva
fuera de Estados Unidos.

Llorens recuerda que cuando trabajaba en la muestra tuvieron
conocimiento de que la Réunion des Musées Nationaux de Francia estaba
organizando otra exposición sobre este pintor, comisariada por Didier
Ottinger, director adjunto del MNAM/Centre Pompidou. 
«Decidimos unir fuerzas. Nuestra idea inicial era dar un
contexto amplio a la pintura de Hopper, exponiéndola junto a obras de
otros pintores realistas norteamericanos de su generación, pero nos
dimos cuenta de que no funcionaba porque Hopper es demasiado diferente
de todos los demás», señala. 
Así, los comisarios decidieron poner un acento más fuerte de lo
habitual en los primeros años de Hopper, quien hasta los 43 años no
había vendido un cuadro. «Dedicamos un espacio de la exposición a sus
inicios y en él, a efectos comparativos, se expondrán obras de otros
artistas, incluso obras de pintores europeos», indica Llorens.

Uno de los objetivos de la exposición es mostrar cómo Hopper,
que viajó por primera vez a París en 1907, descubre una cierta pintura
europea. «No le interesan las vanguardias, ni Matisse, ni Picasso, ni
siquiera llega a enterarse de que existen. Le interesan Albert Marquet,
Walter Sickert o Félix Valloton», presentes en la muestra.
La lectura de los comisarios se centra en ver el contexto
artístico de Hopper «y lo vemos como un seguidor de una corriente que
empieza con Manet y que es la pintura de la vida moderna. La de Hopper
es una continuación de esas escenas de café, de cabaré, de teatro o de
interior en la tradición de la pintura de genero y de costumbres del
siglo XVII».
La diferencia fundamental es que para él la vida moderna ya no
es la de los bulevares de París, sino la de la ciudad en Estados Unidos.
Esto enlaza con la de los escritores e intelectuales de los años 20 y
30.
«Esa vida moderna requiere un tono, un estilo, muy diferente del
más atractivo o anecdótico de los franceses. Es un tono más
introspectivo, austero, puritano, ético, seco y objetivo y, al mismo
tiempo, muy estilizado», opina el comisario de la exposición.

Espejo de esa vida, Hopper «no es un pintor narrativo como los
demás. Sus escenas son evocativas pero tienen un halo; parece que van a
contar algo pero no cuentan nada. Son extraordinariamente contenidas y,
al mismo tiempo, tienen una fuerza estilística enorme». 
Tiene la capacidad de extraer la quintaesencia de un carácter,
de una situación, y representarla sin narración, sin descender a los
detalles, «reduciéndolo casi a una especie de imagen del subconsciente»,
según Llorens.
Todo ello se podrá apreciar en la exposición, en la que se mostrarán unas 70 obras de Hopper, 40 de ellas de madurez. 
«Son muchas si se tiene en cuenta que pinturas de madurez tiene
unas cien. Nos ha costado mucho, pero va a ser un acontecimiento muy
importante» en el que estarán algunas de sus obras fundamentales como Habitación de hotel, propiedad del Museo Thyssen, o Casa junto a la vía del tren y Gas, ambas procedentes del MoMA.

Llorens destaca también el simposio en el que se tratará la
asociación con el cine que se puede observar en la pintura de Hopper:
«El cine, y en particular las películas del cine negro americano de los
años 30-40, convergen en la misma intención que su pintura». Son también
representaciones de la vida urbana presentadas como una jungla de
asfalto, como un medio natural en el que la lucha por la convivencia es
durísima. 
«Ese clima inquietante es el que encontramos implícito en los
cuadros de Hopper. Así como no es viable compararlo con pintores
realistas de su generación, ni relacionarlo con la fotografía, su
pintura tiene mucho que ver con el cine», considera el comisario.
Hopper se alimentó del cine «pero a partir de los años 50,
empezando por Hitchcock, son los directores de cine los que se alimentan
de él. Psicosis, por ejemplo, está inspirada en Casa junto a la vía del tren. 
Su influencia llega también a los poetas y existe todo
un género de poesía estadounidense dedicado a sus pinturas, «que dejan
un sello tan profundo» que quien se acerca a ellas «queda digerido»,
según Llorens.

EFE, Madrid: Hopper, el misterio en los interiores, El Día de Córdoba, 21 de mayo de 2012
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