LAS HERMANAS ROMANOV – Helen Rappaport

9788430617098“Dile a papa (el zar) que la guerra sólo traerá la derrota y la ruina de todos. He visto un baño de sangre en el que todos nos ahogaremos”, Rasputín 1914

“¿La guerra? Si dura un mes, bien. Si dura más de seis, el país se hundirá en la revolución. Y eso siempre que no nos derroten los alemanes”, Ministro de defensa ruso 1913

De entrada, portada incluida, podríamos pensar que estamos ante otra obra menor, una recopilación de anécdotas poco contrastadas y embellecidas para producir un libro destinado a un público poco exigente ansioso de curiosidades e intimidades sobre miembros de la realeza. Es decir, un libro breve, con un tipo de letra enorme, gran cantidad de relleno y opiniones, con un material más propio de cierto tipo de prensa, dignificado solo por recordar hechos de hace 100 años.

No. No es el caso.

Para nada. 

Es una obra documentada y seria donde se dibuja el escenario en el que van a nacer y crecer las últimas cuatro grandes duquesas y su hermano, el pequeño y enfermo zarévich. Una obra que va a profundizar en la vida familiar de una pareja fundamental para la historia, la del último zar, Nicolás II y su esposa, describiendo las costumbres a la par que la psicología y los condicionantes de quienes tuvieron todo el poder y toda la responsabilidad en el curso político de la gigantesca nación a la que van a arrojar de cabeza al comunismo.

Las archiduquesas crecieron en un mundo cerrado. Nicolás II y su esposa veían el mundo exterior como una amenaza. Un mundo dónde ellos mismos no eran bien aceptados por otras cortes reales y dónde sus hijas estaban amenazadas por los revolucionarios y sus puñales. Por eso crearon un mundo pequeño, doméstico, dónde mantuvieron encerradas a sus hijas. Hijas que, para espanto de las grandes casas, no vivían en sociedad, no se relacionaban con sus iguales, y no tenían más esparcimientos que juegos infantiles pero muy poco apropiados con los jóvenes oficiales de la guardia, que no tenían las mejores credenciales aristocráticas (La gran nobleza rusa huía de las obligaciones del servicio militar a tiempo completo)

Cuatro hijas en un escenario autocrático, sin otros parientes masculinos aceptables, suponían un problema. Cuatro hijas potencialmente hemofílicas, con padres sobreprotectores, impedían alianzas políticas y matrimoniales que habrían sido muy valiosas. Cuatro hijas sanas y vigorosas, junto a un hermano enfermo en cuya salud nadie podía confiar, suponían un problema enorme. Agravado por una madre con la salud destrozada, puesto que después del nacimiento del zarévich, la aún joven zarina era una invalida postrada continuamente, que tiranizaba su mundo desde su lecho de enferma.

Naturalmente, también aparece Rasputín, una más de las figuras en las que una zarina al borde de la crisis mental depositó su confianza. Pero, naturalmente, en lo religioso (o místico, ya que otras formas de conexión con lo espiritual también eran populares) ya que en lo político, la cortedad de miras de su esposo era tal que le resultaba imposible contemplar lo evidente: que un país al que una guerra lejana con Japón había puesto al borde de la catástrofe, se iba a lanzar ahora a una guerra contra la pavorosa potencia industrial y la inquebrantable voluntad del Imperio Alemán. Con el notable añadido de que Japón había provocado una humillación militar sin precedentes, a pesar de no haber derrotado nunca antes a una nación occidental. Y que Alemania había aplastado sin problemas al ejército francés que había vencido a Rusia en la Guerra de Crimea.

En suma, un libro de lectura amena, lleno de información llamativa sobre la vida familiar de los últimos zares, pero también sobre las tensiones domésticas que condicionaban el pensamiento del que no pasaba de ser un hombre cariñoso, un padre afectuoso, un marido entregado y, más destacadamente, un autócrata corto de miras, ignorante, incapaz y con la crueldad infinita de los que creen tener la razón a la vez que no ven otro camino posible.

El coste de su ceguera y su incapacidad lo pagarían decenas de millones de rusos. Y entre ellos, toda su familia y él mismo.

 

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