JUAN JOSÉ DE AUSTRIA – José Calvo Poyato

9788499894560«Quien se eleva demasiado cerca del sol con alas de oro las funde». (William Shakespeare)

Para los Austrias la figura del valido fue esencial. Gobernante en la sombra tras la figura del rey de turno, a pesar de haber acumulado grandes parcelas de poder, fueron necesarios para que la gigantesca nave imperial siguiera surcando un mar de guerras y ambiciones sin fin. Conocemos el nombre de algunos de ellas, los más famosos, como el Duque de Lerma, Antonio Pérez, y en cambio desconocemos otros como por ejemplo el que nos trae aquí, el bastardo (léase como atributo y no como insulto) Juan José de Austria (1629 – 1679), hijo del libidinoso Felipe IV y hermanastro de otro rey, Carlos II, más conocido como El Hechizado. La historia de Juan José de Austria, nombre recibido en recuerdo al otro gran héroe del Imperio español, es la de un hombre, un bastardo, que por su condición de persona allegada a la realeza y al trono, y por emular en su ser las condiciones necesarias para ser rey (en vez de su hermano altamente discapacitado), siempre vivió poseído por la ambición de asaltar el trono y proclamarse ser omnímodo. Eso le estuvo corroyendo desde siempre. Y si no, vean un incidente, entre otros muchos, que propició en la corte: Un día que Felipe IV estaba descansando, debido sobre todo a su vejez, en Aranjuez se acerco por allí Juan José de Austria y tras solicitar audiencia real se presentó ante su padre para enseñarle un cuadro. Era de corte mitológico y en él se podía apreciar a un anciano Saturno presenciando los amores incestuosos de Juno y Júpiter (que como bien recordaran eran hermanos). Pues bien según parece el cuadro había sido retocado y donde debía estar la cara de Saturno estaba la de Felipe IV, y en las de Juno y Júpiter estaban igualmente las de Juan José y la de de la Infanta Margarita. Con esto, el avispado bastardo quería decirle a su padre que pretendía casarse con su otra hermanastra. El rey, aunque ya estaba bastante enfermo, se levantó de su asiento y gritando a pleno pulmón, ordenó que lo echaran de allí. Como resultado de esta treta, Juan José nunca más volvió a ver a su padre. 

Éste era en esencia el personaje al que el historiador José Calvo Poyato dedica su libro: Juan José de Austria, un bastardo regio.  Sin lugar a dudas, este don Juan es uno de los más desconocidos, para mucha gente, dentro de la Historia de España. Parece ser que la mayor parte de las veces, sobre todo los profanos en la materia, centran su atención en la zona más vistosa de los Austrias, es decir los Austrias mayores llegando como mucho al reinado de Felipe III y Felipe IV por aquello de ser el periodo del Siglo de Oro, de Cervantes, Velázquez, y de las lanzas enhiestas en Breda,  quedando  la última mitad de siglo XVII como un mero epilogo para entrar en la época de los Borbones. Es decir que al pobre Carlos II, que ya bastante tenía con ser como era, se le pasa de puntillas en los planes de estudio, provocando que la mayoría de estudiantes no lleguen a asomarse a lo apasionante que fue aquella época de corazas rotas, ambiciones desmedidas y sueños de honra apolillados. Pero dejémonos de lamentarnos y centrémonos en hablar de aquel hombre que siempre quiso ser rey. Juan José de Austria, fue uno más de los excesos sexuales de Felipe IV. Siempre tuvo fijación por las mujeres guapas, y sobre todo por las actrices de teatro. En este caso se trató de la actriz María Inés de Calderón, más conocida como La Calderona. Y aunque estaba casada, el rey no tuvo repararos en amancebarse con ella y de estos amores ilicitos, pasado dos años, tener un bebe al que en un principio se le consideró “hijo de la tierra”, pero que con el tiempo, y tras el subsiguiente arrepentimiento espiritual Felipe IV tuvo que reconocerlo en público (1642) y llamarlo Juan José de Austria.

No era muy común que el rey reculara en estos casos y reconociera a uno de sus bastardos, pero aunque lo hizo debido a sus escrúpulos religiosos, eso no hizo posible que al joven Juan José se le abrieran las puertas de la corte. Tal vez fuera por no querer ver cerca  uno de sus pecados, o tal vez porque la reina no quisiera verlo ni en pintura, ya que eso podría recordarla los continuos devaneos de su marido. Y es precisamente este hecho el que marcaría la conciencia de nuestro protagonista: ser rechazo por los poderosos a pesar de haber nacido antes de aquel que años después sería rey a la muerte de su padre. Es decir Carlos II.   Cuando tenía 18 años, en 1647, fue nombrado Príncipe del Mar, y, tras asignársele una flota, se le ordenó luchar contra el enemigo del momento, o sea los franceses, a la vez que sofocar la revuelta que se estaba produciendo en Nápoles. Misión que cumplió con éxito de manera brillante, con lo que en 1652 se le ordenó de nuevo sofocar otra rebelión, pero en Cataluña.

Todos estos éxitos le catapultaron a la fama y le granjearon el favor popular. El pueblo llano y algunos nobles comenzaron a verle como un nuevo héroe del Imperio, un resucitado Juan de Austria que devolvería la fuerza a aquel gigante de barro, a aquel galeón medio podrido que hacía agua por todos los lados. Obviamente, a una persona resentida, y ansiosa de poder, aquellos halagos le hicieron soñar con ser el futuro rey.  Felipe IV entonces le encomienda otra misión, y es enviarle a Flandes para acabar con todos los enemigos que ansían echar de allí a los Austrias. El monarca, que ve en su hijo un ser capaz de levantar el orgullo caído, arroja en los hombros del joven Juan José una gran responsabilidad, pero aunque hubiera enviado al mismísimo Hércules resucitado no hubiera podido torcer el destino de Flandes. Juan José, que es diplomático y no un Spínola, no puede cumplir los deseos del rey, y debido a que el ejército es un coladero sin armas y que los enemigos son muy numerosos acaba perdiendo batallas e importantes plazas fuertes como las de Dunkerque, Gravelinas o Ypres. Felipe IV, para ocultar los desastres de su hijo bastardo, y sus errores propios, lo envía como Capitán General a Portugal, e igualmente sufre graves derrotas desde 1661 hasta 1664. Son tan calamitosas que por ejemplo en la Batalla de Ameixal pierde a 10.000 soldados frente a los 1000 que mueren en el bando luso. Obviamente es el fin de la carrera de Juan José como general.

El rey muere en 1665, y nuestro bastardo se ve como posible sucesor. Pero la regencia de la viuda del rey, Mariana de Austria, y su  consejero de confianza, el jesuita austriaco Everardo Nithard, le vuelven a cerrar las puertas del trono. Huye a Barcelona y desde allí emprende una campaña de desprestigio contra la reina madre y contra el religioso. Es altamente hipócrita que señale que todos los males de España provienen de la “ambiciosa viuda” y de la “tiranía del padre Nithard”. Estos opúsculos encienden poco a poco a los nobles y al pueblo llegándose a darse el caso de que muchos prevén una futura guerra civil. Don Juan José se envalentona y en 1669 hace una expedición desde Barcelona a Madrid engrosando poco a poco soldados en su camino. Llega a Zaragoza con una fuerza armada de más  de un millar de soldados rodeado de forofos que gritan cosas como “Viva el señor Juan, nuestro restaurador, que mira por la honra de España” o “Viva el rey y muera el mal gobierno”.  Esta revuelta tuvo como consecuencia que la regente echara de su lado a Nithard y lo enviara como embajador extraordinario al Vaticano. Por tanto asistimos al primer golpe de Estado de la Historia de nuestro país. Aunque no con un final feliz pues la regente, que tampoco era tonta, le nombra Virrey de Aragón.

Un nuevo escalón en el cursus honorum de Juan José. Su próxima oportunidad sería años después, en 1675, cuando Carlos II, ya nuevo rey por derecho alcanza su mayoría de edad. El mismo día del cumpleaños del rey es se le ordena acudir a Madrid y de forma secreta penetra en palacio. Todos los indicios parecían de indicar que sería nombrado nuevo valido de su majestad, pero la entrada in extremis de doña Mariana hizo que uno volviera a Zaragoza, y el otro, el soberano, se metiera en su habitación llorando como un niño. Fernando Valenzuela, por tanto seguiría ostentando el poder. La cosa no acabaría ahí pues los rumores de que don Juan José volvería a tratar de hacer un nuevo golpe de estado, y el enfado de los nobles, propició la caída de Valenzuela y de que se apagara el ascendiente que tenía la reina madre. Juan José emprendió la marcha desde Zaragoza en loor de multitudes y con una escolta de 1500 hombres. El 23 de Enero de 1677 los dos hermanos se encontraron  y el monarca, por fin, hace valido a Juan José. Aunque su valimiento solo le duró dos años. Emprendió un número importante de renovaciones en la columna central del Imperio, pero, según dicen, fueron tan intensas que al poco estuvo agotado. En 1669 murió de una repentina enfermedad (fiebres tifoideas)  dejando al rey  indefenso ante el mundo. Y no paso una semana sin que la reina madre volviera a Madrid. A pesar de su condición de bastardo está enterrado en el Panteón del Monasterio de San Lorenzo de El Escorial, aunque su corazón se halla en la capilla del Pilar de Zaragoza.

José Calvo Poyato es el historiador más indicado para hablarnos no solo de de la increíble historia de aquel bastardo que se creía designado por el destino para ser el rey de todas las Españas, sino que también nos evoca una época fascinante, en el que un Imperio, el de los Austrias,  estaba a punto de sucumbir ante un nuevo poder emergente en España, el de los Borbones. Un tiempo en el que los españoles comenzaban a resignarse a no ser caput mundi, y principiaban a rememorar los sueños placidos de aquel tiempo en el que fuimos poderosos. Una prosa clara y una erudición precisa hacen que nos sumerjamos en una época que por desgracia parece no atraer a muchos historiadores y que amenaza con desaparecer como aquel gigante con pies de barro que una vez gobernó todo un planeta. Juan José de Austria, un bastardo regio… una lectura que no deben olvidar.

Compra el libro

Ayuda a mantener Hislibris comprando JUAN JOSÉ DE AUSTRIA de José Calvo Poyato en La Casa del Libro.

Be Sociable, Share!