La trilogía de Ken Follet sobre el siglo XX (The Century)
The Century Trilogy (la trilogía del siglo), obra del autor británico Ken Follett, está compuesta por: La caída de los gigantes (2010), El invierno del mundo (2012) y El umbral de la eternidad (2014). Narra, por medio de historias entrelazadas entre sí, los principales acontecimientos acaecidos en el siglo XX a través de las vivencias de cinco familias de diferentes nacionalidades (americanos, británicos, alemanes, galeses y rusos) en tres generaciones distintas. Pese a ello, las obras pueden leerse por separado y no requiere comprensión de volúmenes anteriores para leerse uno posterior.
En algunos casos, por ejemplo cuando sir Edward Grey se dirige a la Cámara de los Comunes, mis personajes ficticios están presenciando un acontecimiento que sucedió de verdad. Lo que sir Edward dice en esta novela se ajusta a las actas parlamentarias, aunque he abreviado el discurso, sin que se haya perdido nada importante, espero.
En ciertos momentos un personaje real va a un lugar ficticio, como cuando Winston Churchill visita Ty Gwyn. En tal caso, me he asegurado de que visitó casas de campo con frecuencia y de que pudo haberlo hecho alrededor de esa fecha.
Cuando los personajes reales mantienen conversaciones con mis personajes ficticios,
Mi regla es: o bien la escena sucedió, o bien podría haber sucedido; o se pronunciaron esas palabras, o se podrían haber pronunciado. Y si encuentro algún motivo por el que la escena no podría haber tenido lugar en la vida real, o por el que las palabras no podrían haberse pronunciado —si, por ejemplo, el personaje se encontraba en otro país en ese momento—, la elimino.
«¿Era posible siquiera que el pueblo ruso lograra escapar e la tiranía de los zares? A veces no le parecía más que una fantasía. Sin embargo, otras naciones habían vivido su revolución y habían derrocado a sus opresores. Incluso los ingleses habían matado una vez a su rey.
Petrogrado era como una olla de agua puesta al fuego, pensó Grigori: de ella salían algunos remolinos de vapor y unas cuantas burbujas de violencia, la superficie cabrilleaba a causa del intenso calor, pero el agua parecía titubear y, como decía la sabiduría popular, la olla observada no arrancaba nunca e hervir.
Enviaron a su pelotón al Palacio de Taúrida, la inmensa residencia estival de Catalina II en la ciudad, reconvertida en sede del Parlamento títere de Rusia: la Duma. La mañana fue tranquila: incluso a los muertos de hambre les gustaba dormir hasta tarde los domingos. Sin embargo, el tiempo seguía soleado y al mediodía empezó a llegar gente desde los barrios de la periferia, a pie y en tranvía. Algunos se reunieron en el amplio jardín del palacio. No todos ellos eran trabajadores de las fábricas, comprobó Grigori. Había hombres y mujeres de clase media, estudiantes y unos cuantos empresarios de aspecto próspero. Algunos habían llevado también a sus hijos. ¿ Se estaba formando una manifestación política, o sólo habían salido a pasear por el parque? Grigori supuso que ni ellos mismos lo sabían.»