CANTAR DE LOS NIBELUNGOS – Anónimo

«La historia se convirtió en leyenda; la leyenda en mito.»
El Señor de los Anillos: la Comunidad del Anillo.

La transmisión de los hechos a lo largo del tiempo siempre ha estado sujeto a las distorsiones ocasionadas por el contexto, la forma de comunicación, los sujetos emisor y receptor,… Si narramos que en los años 436-437 el comes et magister utriusque militiae Flavius Aetius con tropas foederati hunas atacaron y destrozaron a los burgundios del rey Gunther en la provincia de Germania Secunda, ante las incursiones de este en la provincia de Bélgica Prima; suena algo soso para el oyente común ¿verdad? Pero si en cambio es un relato de héroes valientes y fuertes, hermosas princesas, tesoros ocultos, traiciones, batallas, masacres… parece más atractivo.

Con esos moldes a inicios del siglo XIII se elaborará una de las principales obras de la épica germana: el Cantar de los Nibelungos (Nibelungenlied), obra que junto a otras contemporáneas (como el Nibelungenklage con un final menos hamletiano) recoge las tradiciones orales que remontan a la noche oscura de la Alta Edad Media y más atrás, a un especie de era de guerreros heroicos para el imaginario medieval (véase el Ciclo Artúrico). Época de la que extraen y entremezclan los hechos de los francos de los siglos V a VII (lo que permite jugar a un quien es quien para identificar personajes y sucesos históricos) destacando la guerra entre las reinas Brunilda y Fredegunda, el fallecimiento de Atila, las luchas sucesoras tras la muerte de éste, la muerte del rey Sigberto, el desastre franco en la Moravia de Samo, el papel de Teodorico el ostrogodo,…, y el cruel final de la propia Brunilda (última representante del poder central romanizado) supone como su homólogo wagneriano el final de los dioses o más bien de la divinidad de los Merovingios ante sus nobles y sus mayordomos de palacio.

El Cantar se divide en dos partes. Una primera referida al héroe Sigfrido, vencedor de los Nibelungos, dueño del tesoro, matador del dragón,…, un protagonista tan tramposo como otros personajes de la mitología nórdica, germánica o céltica; que pondrá su espada al servicio del rey Gunther contra sus enemigos y para obtener para este la mano de la fuerte Brunhilda (con una escena que recuerda a una violación), logrando casarse con la bella Crimilda y terminar en un final ignominioso. La segunda parte del Cantar llevará a Crimilda, y al resto de personajes, hasta el reino de los hunos donde como Iñigo Montoya tomará venganza incluso de los suyos. Es por tanto una obra épica y trágica, donde el orgullo y la ambición empujan a los personajes hacia un destino funesto. Personajes que, aunque matizados por el Cristianismo, remiten a etapas arcaicas y paganas, con venganzas de sangre y honor; pero tampoco lejanas al Sacro Imperio de inicios del siglo XIII donde el emperador Felipe de Suabia morirá asesinado durante una boda (vamos que Juego de Tronos no crea nada nuevo).

Aunque parece una obra de caballerías con tantos valientes guerreros, machacando continuamente con tales epítetos, en combates caballerescos donde no paran de hablar, presentarse, apenarse y llorar por tan gentileshombres y héroes que se hacen pedazos entre sí (incluso el traicionero Hagen es considerado un valiente héroe), hay algunas discordancias. Así el papel femenino es mucho mayor y contradictorio con los valores de la época: las mujeres no quieren el matrimonio, ellas tomarán una parte activa en los hechos, asumen los deberes de sangre y venganza, vemos en Crimilda una evolución desde una gentil dama de corte a una guerrera cruel,… Destacando el Canto XIV donde sin blandir una espada ni llegar a las manos se ve una lucha de poder tremenda y brutal entre ambas reinas.

Detrás de todo se encuentra la codicia, sea sobre las personas como sobre la riqueza y el poder que esta implica. Lo que nos lleva al oro, el oro que se reparte como regalos distinguidos, el oro rojo que se ofrece a los valientes para que luchen, el oro de los Nibelungos (en el Cantar es un pueblo no una especie diferente) que va pasando de mano en mano por la fuerza llevando a trágicos finales. En conclusión el Cantar de los Nibelungos es un clásico, que aunque en momentos por su estilo puede parecer denso tiene detrás una buena historia.

No podemos hablar de esa obra sin su conocida adaptación. Richard Wagner realizaría su propia elaboración del relato para convertirlo en la magna obra operística que conforma la Tetralogía del Oro del Rin. Wagner toma el Cantar, las Edda, la Saga Volsurna y otras fuentes; pero incluye elementos sociales y filosóficos de su época (el mismo estuvo implicado en la Revolución de 1848), así el oro puede verse como la riqueza que se extrae a la Naturaleza, los nibelungos convertidos en obreros explotados del siglo XIX, la burguesía económica,… Al respecto Wagner y Nietzsche fueron amigos durante años, aunque el segundo rompería y escribiría contra Wagner cuando se hizo más Nietzsche por así decirlo, pero Sigfrido es en cierta forma el superhombre que desdeña el oro.

Además rompe con la versión más cristiana del Cantar y vuelve a las fuentes de las deidades germanas en las que el oro tiene un mayor significado, convirtiéndose en el símbolo de poder con una gran proyección en el anillo; lo que remonta a Platón y al anillo de Giges y a lo que significa el poder absoluto. Y aunque Tolkien diría que lo único en común con Wagner es que el anillo es redondo no se puede esconder la influencia de las fuentes que usaron ambos.

La Tetralogía sigue el discurrir del Oro del Rin, empezando por el El oro del Rin donde el nibelungo Alberich se apodera del oro, siendo objeto de atracción para los dioses con Wotan a la cabeza que lo necesitan para cumplir sus pactos, de ahí a los gigantes que ignorantes del uso de la riqueza, primero se pelean y luego es escondido. La valquiria es la tragedia de Sigmundo y Siglinda, de la injerencia de los dioses en la vida de los mortales, con la espada que se rompe (otra cosa que Tolkien no innova) y de la rebelión de Brunilda contra la ley de su padre. Sigfrido es la épica clásica, el héroe que se va formando y desarrollando hasta derrotar al monstruo, aquí retomamos la leyenda del matador de dragones, pero también el superhombre que rompe con la ley de Wotan y desdeña el oro. Finalmente El ocaso de los dioses es la obra que va a estar más apegada al Cantar medieval, con la pugna de las reinas, el rey Gunther y el asesinato de Sigfrido a manos de Hagen. Se trata pues de la lucha de los mortales por el oro, o el poder o la riqueza, que marca la caída de los héroes, pero también de los dioses inertes ante su Ragnarök. Lo que no deja de ser una reflexión de que al final todo vuelve a la tierra, completando el círculo el Anillo al regresar al Rin.

Incluso de estas óperas han realizado diversas adaptaciones a otros medios, y por citar algunas de las existentes en cómic o novela gráfica mencionar:

  • El Anillo del Nibelungo de P. Craig Russell se puede considerar la más canónica, siguiendo la obra de Wagner, parte por parte, trata de trasladar visualmente las imágenes operísticas en la imagen visual.
  • Frente a ello El Crepúsculo de los Dioses de Jarry y Dief tiene un estilo más moderno, se separa un poco de Wagner, los personajes ganan protagonismo y aventuras propias, los dioses adoptan una actitud más activa, como el propio Wotan tratándose de librarse de la maldición del oro.
  • Finalmente el Sigfrido de Alex Alice es plenamente imagen, con un dibujo muy detallado y atractivo. Reduciéndose la trama y los personajes que la integran; y donde se centra en el enfrentamiento amor-poder, que implica el anillo, pero un amor con múltiples vertientes: romántico, paternal, sacrificado…

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