LOS PRETORIANOS – Jean Lartéguy

“Ya hemos nombrado un César, el rey Charles (…) Ya somos pretorianos.” Es difícil que una obra tan redonda como Los centuriones precisase de una continuación, pero la historia con su avance caprichoso hizo inevitable que Largterguy retomase a sus personajes para enfrentarlos a los sucesos del 13 de Mayo. Es inútil recordar que la década de De Gaulle en el poder se mueve entre dos Mayos y diez años exactos. Entre una proclamación militar en Mayo de 1958 y una revuelta popular en Mayo de 1968. Tan inclasificable es una como la otra, tan única y tan francesa son la de Argel como la de Paris. Cómo ya estamos saturados de material sobre el Mayo del 68, no viene mal leer una obra que intenta explicarnos, o al menos narrarnos, el Mayo militar del 58, que se arrastró de un modo complicado para poner a los mismos dos personajes al frente del destino de Francia de nuevo en el 68, y de nuevo más allá de las fronteras del país: De Gaulle y Massu.

Esto no es más que mi obsesión mediterránea por la charla erudita y frívola, y evita el fondo real del asunto: La caracterización detallada de un cierto tipo de oficial colonial ( término que nos parece tan lejano en 2020 cómo a los pilotos de reactores de 1958 les debían parecer los biplanos de 1920 ) que se enfrenta sin remedio a los dos enemigos de Europa en 1958: El comunismo internacional y la rebelión de los pueblos colonizados. Es una novela pura. Exige un cierto conocimiento del desarrollo de los acontecimientos históricos; recordemos que el autor era periodista y que escribía en la proximidad de los sucesos para un público francés que los conocía perfectamente. Se concentra en la experiencia personal de los protagonistas sin digresiones ni explicaciones. Busca construir a los personajes y transmitirnos ese concepto tan literario como es el punto de vista. No tiene nada de histórica, aunque el tiempo ha podido darle ese matiz, y todo de novela. Son personajes enfrentados a sí mismos (“Lo dimos todo por Argelia, le dimos nuestra alma”) y que han tomado decisiones crueles y al final equivocadas (“Tuvimos que dar un paso más y no tuvimos el valor”) por lo que solo les queda la rutina y la decepción.

Y es que la historia se cuenta desde la decepción de un oficial dimisionario que elige el exilio interior. Todo el contenido de la primera novela, con el afán mesiánico de oponer una nueva fe a los comunistas y a los nacionalistas se enfrenta ahora a una ducha de realidad: “Dos divisiones paracaidistas de élite y un ejército de reclutas y mandos ineficaces. Pero ellos son la mayoría”, “¿Queremos que un legionario alemán le grite a un fellagha que se vuelva francés?”.

Escrita con el mismo ritmo apasionante, con la misma facilidad para la ocurrencia, la metáfora, el sarcasmo y hasta el silogismo, el autor vuelve a conseguir el prodigio artificial de construir una gran novela, una novela que nos sumerge en el alma, el tiempo y la razón de sus protagonistas. Una novela sobre un tiempo y un lugar.

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