LLUVIA NEGRA – Masuji Ibuse

El autor de esta obra no vivió el horror desatado por la primera bomba atómica de una manera instantánea y tan directa como el protagonista activo de su novela, pero su trabajo como propagandista le permitió ver los estragos que causó en la ciudad de Hiroshima, en sus alrededores y en los núcleos poblacionales de esa prefectura y las aledañas, adonde llegaron millares de desplazados y de víctimas en la peor de las condiciones. Posteriormente, una vez terminada la guerra, también fue testigo de los estragos causados por la enfermedad de la radiación.

Gracias a ello, desde la perspectiva de varias víctimas de lo que podría catalogarse como uno de los mayores crímenes de guerra de la Historia, conjuga magistralmente tres mundos muy diferentes en esta ficción que tiene poco de ficticia: el Japón en guerra, previo a la detonación de la bomba atómica en Hiroshima; el Japón en guerra, tras la detonación; y el Japón de posguerra.

Tras la guerra, las gentes de la prefectura de Hiroshima le tienen verdadero pavor a la extraña enfermedad de la radiación, pues todos saben de casos en los que personas aparentemente sanas han sucumbido, en cuestión de meses, semanas e incluso unos pocos días, desde la aparición de los primeros síntomas, a un nuevo tipo de agonía. No conocen con exactitud las causas de una enfermedad latente tan extraordinaria, su avance en una persona afectada es un misterio, las conjeturas acerca de los posibles disparadores de la misma son todo lo que se tiene para prevenirla en las víctimas de la bomba.

La terribilidad de la enfermedad de la radiación y el respeto que nace de su desconocimiento, han supuesto la adopción tácita de medidas pragmáticas por parte de toda familia con jóvenes sanos en edad casadera: la mejor manera de evitar que la familia se vea afectada por los posibles problemas derivados de la enfermedad de la radiación, es evitar la unión con personas que la adolezcan; la única manera de evitarla es investigar a los posibles candidatos, para garantizar que sean sanos… pero la enfermedad es impredecible, y es mejor prevenir que curar, con lo que la sospecha sirve, en muchos casos, para descartar a alguien aparentemente sano. El pragmatismo dicta que cualquier tipo de exposición durante el día en que cayó la bomba, es motivo suficiente para el descarte.

Ésta fue la realidad, y la novela ahonda en ella. El argumento es sencillo y su título no podía ser más acertado: Yasuko es una joven que vive con sus tíos (Shigematsu y Shigeko), está en edad casadera y, en condiciones normales, hace tiempo que ya se habría casado. La casualidad, madre de las dichas y de las desdichas, quiso que tuviera la suerte de no encontrarse en Hiroshima, aquel fatídico día; lamentablemente, el encontrarse relativamente cerca de la ciudad y a cielo abierto tras el desastre, la expusieron a la lluvia, una lluvia de gotas tintadas que la pintaron de un tenue color negruzco que no se fue en días, aun habiéndose lavado concienzudamente en múltiples ocasiones.

El comienzo del libro, con una nueva oportunidad de casar a Yasuko, nos muestra la vida cotidiana de posguerra en un pueblo de la prefectura de Hiroshima que trata de recuperar la normalidad, donde los enfermos de radiación, imposibilitados para trabajos que supongan esfuerzo, son vistos con suspicacia, como si esa imposibilidad fuera simple ociosidad, pese a toda una vida previa de sacrificios; un pueblo donde esa suspicacia que desdeña los efectos reales por no ser visibles hasta que es demasiado tarde, se compagina, irónicamente, con un cierto recelo hacia toda persona sana susceptible de haberla contraído.

Shigematsu, testigo directo del poder aniquilador de la bomba, se siente impotente ante la desdicha de su sobrina, convencido, a fuerza de fé ciega, de que es una joven sana. Al ver que las sospechas de la familia del posible futuro marido se materializan con indagaciones en el pueblo acerca de la condición de Yasuko, decide desmentirlas, para lo que retoma la copia de las páginas de su diario que abarcan las vicisitudes del matrimonio y de su sobrina en los días previos y posteriores a la tragedia de Hiroshima. Desde este punto, se van entrelazando las vivencias de diversos personajes que relatan el holocausto nuclear con toda crudeza de detalles.

La novela está escrita de una forma un tanto aséptica. Su estilo es ameno, es correcto, muy fácil de leer, pero, al consistir mayoritariamente en extractos de varios diarios que exponen sucesos terribles de una manera demasiado concisa, la historia se hace más fría de lo que ya es, de por sí. Muy realista, en su acepción más trágica.

Lluvia negra, de Masuji Ibuse. Barcelona, Libros del Asteroide, 2007, 408 pp.

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