Louise Bourgeois en el Guggenheim Bilbao: donde habitan la memoria y el olvido
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La artista Louise Bourgeois, dentro de su obra «Guarida articulada» (1986) – PETER BELLAMY / COLECCIÓN MOMA |
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La artista Louise Bourgeois, dentro de su obra «Guarida articulada» (1986) – PETER BELLAMY / COLECCIÓN MOMA |
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La artista Louise Bourgeois, dentro de su obra «Guarida articulada» (1986) – PETER BELLAMY / COLECCIÓN MOMA |
Su identificación con el personaje no era nueva. Bourgeois le había dedicado hasta una oda lírica y repetidas referencias a lo largo de su vida. La consideraba un prototipo de «la mujer que no se ha realizado, a la que nunca dieron la posibilidad de crecer».
Bourgeois y Grandet fueron dos mujeres unidas por una relación íntima: la que confiere la experiencia compartida. El padre de la artista, un autoritario bigotudo, también la obligó a dejar la escuela para reparar tapices junto a su madre moribunda, a quien tendría que suceder al frente del negocio familiar. Y después saboteó un matrimonio con su primo, del que estaba enamorada, como ocurre en el libro de Balzac.
Hace cinco años, la Maison de Balzac decidió pedir permiso a Bourgeois para montar una exposición sobre este vínculo. «La escribí para que nos dejara exhibir las obras que tratan sobre las relaciones entre padre e hija. Por sorpresa, Bourgeois fue más ambiciosa y nos pidió que la dejáramos trabajar en nuevas creaciones para la ocasión», cuenta el director de la casa-museo, Yves Gagneux. Se convirtió en su primer trabajo de encargo. El resultado se expone por primera (y última) vez en la casa parisiense del escritor, una residencia de tres plantas en el barrio de Passy, que a Bourgeois le recordaba a la mansión donde creció.
La artista pasó los últimos tres años de su vida trabajando en estas 30 creaciones originales, que van de carnales siluetas con aspecto de modelo anatómico a una delicada serie de miniaturas que funcionan como retrato del personaje balzaquiano en 16 partes.
Ternura infrecuente
Lejos de su trabajo más agresivo, de arañas gigantescas y falos patriarcales, Bour-geois elabora diminutas representaciones de la mujer dominada a base de flores de tela, botones y agujas dispuestas en círculos concéntricos, con una poesía y una ternura que, vista su producción anterior, cuesta no leer en clave irónica.
Para Bourgeois, Eugénie constituyó tanto un referente como un modelo del que distanciarse. Se convirtió en el memento mori que le recordaba que tenía que escapar de la cárcel familiar. Escogió el exilio neoyorquino y logró convertirse en una de las primeras mujeres de verdad reconocidas por el establishment del arte contemporáneo. Hasta tuvo el coraje de convertirse en madre de tres hijos. Pese a que Bourgeoisodiara ser reducida a este concepto, puede que el feminismo fuera esto.
Como todos los obituarios, el suyo debe incluir el obligado repaso a los primeros datos de su biografía. Pero, su caso, esa memoria no se reduce a que nació en París el 25 de diciembre de 1911 o que desde muy pequeña Bourgeois ayudó a sus padres en el negocio de restauración de tapices que regentaban e inició sus estudios artísticos en la capital francesa con artistas de la talla del pintor Fernand Léger. Para ella, la vida artística fue un retorno constante a la infancia, una exploración a través de pinturas, instalaciones y, sobre todo, esculturas; de la huella y los traumas que dejaron un padre adúltero, una amante que le llevó a explorar sus sentimientos hacia el asesinato y una madre demasiado connivente. «Mi infancia –dijo en una ocasión– nunca ha perdido su magia, nunca ha perdido su misterio y nunca ha perdido su drama» -precisamente una de sus obras, que representa una escena de canibalismo, se llamó «La destrucción del padre» (1974)-. La vuelta constante a esa infancia, la indagación arriesgada y lejos de convenciones de aspectos a menudo olvidados por muchos de sus contemporáneos, hicieron una artista única de Bourgeois, que había emigrado a EEUU en 1938 tras casarse con el historiador de arte estadounidense Robert Goldwater, con el que tuvo tres hijos.
Si bien ya destacó en esos inicios, Bourgeois fue ignorada durante décadas. Desde la Gran Manzana permaneció a la vanguardia de las artes visuales durante siete décadas, configurando una singular visión creativa en la que se aprecian toques del surrealismo, expresionismo, postminimalismo y el arte abstracto. Y tuvo que esperar a tener 70 años para que el Museo de Arte Moderno de Nueva York (MOMA) le dedicara en 1982 una retrospectiva que cambió todo. Bourgeois fue desde entonces respetada y reverenciada como una de las grandes damas del arte, una de las que más ha influido a siguientes generaciones. Fue, según el crítico de arte de Time Robert Hughes, «la madre del arte de identidad feminista americano».
La artista francesa era muy conocida por sus trabajos abstractos, con connotaciones oníricas, y surrealistas, en especial sus esculturas y dibujos, algunas de ellas de renombre como la gigantesca araña en bronce, de más de nueve metros de altura, titulada «Maman». Ejerció toda su carrera, con gran influencia sobre artistas jóvenes de Estados Unidos. Sus esculturas, realizadas en acero, bronce, cristal, madera o piedra, eran en ocasiones de contenido sexual explícito, y entre ellas está la provocativa «Fillette» (1968), con forma fálica. Realizó pinturas, trabajos en papel, madera y cristal, así como murales hechos con objetos recogidos de la calle y esculturas de distintos materiales, como mármol, metal, plástico y látex.
Como expresión de las emociones surgidas de sus vivencias personales, en su producción artística Bourgeois destacó las figuras humanas deformadas y los conceptos abstractos, que en sus comienzos profesionales se plasmaron en cuadros para derivar con los años en esculturas en las que explotaba las posibilidades de materiales maleables como el látex, la resina y la escayola. En los años noventa creó sus famosas «Celdas», que eran obras en forma de pequeñas habitaciones cercadas en las que colocaba tanto sus objetos como los recogidos de la calle.
En 2008 el museo Guggenheim de Nueva York le dedicó una exposición retrospectiva sobre su extensa carrera artística, que recorría todos los aspectos creativos de la nonagenaria artista francesa. Bourgeois estuvo trabajando hasta el final de sus días y su último trabajo lo acabó la semana pasada. Se sumará a la magna obra que deja tras de si, un conjunto donde utilizó los más variados métodos, expresiones y materiales, un legado en el que destacan sus esculturas antropomórficas, su serie de arañas o trabajos de fuertes componentes de género y sexo como Filette o Nature Study. Era, y le gustaba serlo, una provocadora y en una entrevista en 1984 lo confesaba: «Realmente quiero preocupar a la gente, molestarle». Lo consiguió, e hizo de esa incomodidad provocada arte.
Fuentes:
– Agencias, Nueva York: Fallece en Nueva York la escultora Louis Bourgeois, ABC, 31 de mayo de 2010
– Idoya Noain, Nueva York: Fallece Louise Bourgeois, figura clave de la escultura del siglo XX, El Períodico, 1 de junio de 2010