Ana Pez

‘Mon petit frère invisible’ es un trabajo de la ilustradora Ana Pez que contiene dos historias: una sobre un niño invisible que puede ver cosas invisibles, y otra sobre un niño que se cree invisible, pero no lo es. Esto se consigue gracias a que el libro está impreso a dos tintas: naranja y azul verdoso, y que incluye cristales tintados en rojo que hacen invisible la tinta naranja y las ilustraciones cambian, mostrando cosas diferentes.

 

La primera versión de este libro fue su proyecto final mientras estudiaba el ciclo formativo de Ilustración en la Escuela de Arte Diez de Madrid. Para ese proyecto decidió hacer el tipo de libro ilustrado que le gustaría encontrar en una librería.   Basándose en la obra de Bruno Munari, especialmente ‘El circo en la niebla’, experimentó con el formato y con cómo se podían utilizar varios elementos para causar sorpresa y alterar la forma en que se lee el libro. De esta forma, comenzó a investigar troqueles, formatos y papeles poco comunes. De esa investigación surgió la idea de utilizar papel rojo transparente que oculte la tinta roja.

“El texto me llegó prácticamente al mismo tiempo que las imágenes. Era una consecuencia inevitable de cada escena”, dice la autora.

Hizo una primera versión del libro, que presentó como proyecto final en el ciclo de ilustración. “Esa versión hubiera sido imposible de llevar a cabo. Fue completamente hecho a mano y no me preocupé por cómo reproducir los colores en la impresión. Lo que quería hacer en ese momento era crear algo hermoso: causar una impresión estética y desarrollar un estilo gráfico” explica Ana Pez.

Es un libro con dos historias diferentes que cambiaban dependiendo de si leías el libro con o sin gafas: primero leías el libro con las gafas puestas y luego lo leías de nuevo sin ellas. para descubrir una historia diferente. El concepto era «lo invisible». Para ello pensó en los niños pequeños y en un juego muy popular que los adultos suelen jugar con ellos: taparse los ojos y preguntar dónde están, como si los niños se hubieran vuelto invisibles al no poder ver. Este juego le dio una base sobre la cual construir ambas historias: un niño que se tapa los ojos y se vuelve invisible; Un niño que se tapa los ojos y cree que se ha vuelto invisible, pero en realidad no es así. Al mismo tiempo se hizo un pequeño homenaje: “Soy hija única y de niña deseaba tener un hermano, pero no fue posible. Como no tenía hermano, inventé uno invisible. De ahí viene la hermana mayor del libro, que es un contrapunto al hermano pequeño”, dice la autora.
También trabajó más intensamente el desarrollo de la historia y el storyboard. La esencia de la primera versión seguía ahí, perfeccionada.
Redibujó varias veces las cuatro imágenes más complejas del libro, tanto dibujadas a mano como digitalmente, en las que se mezclaron la mayoría de los elementos cambiantes. En Photoshop agregó bloques de color que le mostraban dónde iba cada parte, lo que le permitió cambiar el tamaño y la posición de cada elemento para mejorar la composición y ver cómo funcionaban las imágenes completas con y sin gafas.
Una vez decidida la composición, abordó las ilustraciones con tinta china negra, utilizando en ocasiones plantillas de acetato para aplicar acrílico negro. Utilizó una capa negra sobre papel para cada color, como si fuera a serigrafiarse. Había al menos tres capas o dibujos por ilustración: una para el naranja, otra para el azul y otra para el color resultante de mezclar ambos tonos. Sin embargo, algunas ilustraciones requirieron más capas, como las que tienen detalles en blanco. Algunas ilustraciones acabaron constituyéndose en más de diez hojas. Como puedes imaginar, escanearlo fue un poco complicado.
Posteriormente se montó todo en Photoshop, dejando solo dos capas que se convertirían en naranja y azul.
Una vez aplicado el color en el ordenador, el resultado fue la ilustración final.
El uso de la tinta china como técnica le permite producir un estilo gráfico fresco, con líneas más sueltas al tiempo que juega con la ambigüedad de las formas, algo necesario para que las imágenes funcionaran con y sin gafas, cambiando de una cosa a la otra. El proceso de realización de las ilustraciones finales duró alrededor de dos meses. “Durante ese tiempo trabajé exclusivamente en este proyecto. Para crear un buen ambiente, inundé mi escritorio con bocetos, versiones anteriores de los pliegos, material de referencia e ilustraciones terminadas.” Desveló la autora. “Además de ser mi primer libro como autor, ‘Mon petit frère invisible’ es mi salto de ilustrador en prácticas a ilustrador profesional. Es divertido para mí ver cómo el proyecto y mi estilo de dibujo han evolucionado desde la primera versión, que fue un trabajo académico, hasta la versión final, que es un proyecto maduro y profesional.”
“La dificultad para crear las imágenes residió en construir ilustraciones que representaran una escena sin gafas, pero que contuvieran otra escena, la invisible, oculta. Y ambas escenas tenían que funcionar bien para construir una historia; tenían que estar completamente integrados en la narrativa. Sé que la idea de las gafas podría haberse quedado simplemente como un juego para encontrar lo oculto y lo revelado, pero eso no me interesaba. Quería usar el juego como parte de la narrativa. Por lo tanto, las imágenes debían tener bellas composiciones tanto en su modo visible como invisible. Además, el mundo invisible tenía que estar totalmente separado del visible –lo más oculto posible– para que la sorpresa se produjera al ver el contraste entre ambos. Tenía que ser como un truco de magia: el truco es realmente fácil si se explica, pero debe ser espectacular e inesperado.” Ana Pez