Tener o ser

Este mes vamos a hacer unas cuantas reflexiones sobre el loco mundo en el que se ha convertido la Navidad y las compras asociadas a ella. Hoy nos paramos a apuntar una serie de ideas para valorar la relación entre tener o ser. 
¿En qué se está convirtiendo nuestra vida? Esta es una pregunta que cada día me hago con más frecuencia. Miro hacia atrás y contemplo mis recuerdos en estas fechas cargados de una gran dosis de nostalgia, tristeza y desencanto y, cuando estoy a punto de responder que es una cuestión relacionada con el paso del tiempo, con los años, se vienen a mi memoria situaciones que no tiene que ver con mi diferente perspectiva, sino más bien con el tipo de cosas que en la actualidad rodean nuestra vida. 
Para ser feliz, para vivir bien, ahora hace falta dinero, mucho dinero. No es que desprecie el valor del dinero, en absoluto, pero me entristece pensar que no hace tanto que se podía vivir y ser incluso muy feliz con muy poco dinero, con casi nada. Las cuestiones indispensables para la vida no eran tan caras, ni tantas y tan necesarias, ni se tenía que invertir tanto tiempo y esfuerzo en conseguirlas. Esta combinación permitía disfrutar intensamente de cada momento en el que nos sentíamos realizados, en compañía de los que queríamos o simplemente celebrábamos alguna circunstancia ocasional (cumpleaños, santos, aniversarios, fiestas, etc.)En la actualidad eso es más bien un arte que se convierte en algo difícil o casi imposible. 

Ahora, cuando hay suerte y tenemos trabajo, gastamos buena parte de nuestro tiempo en eso, trabajar, y lo hacernos todos y todas las que podemos y en todas las familias. Y lo que es mucho peor, con ello no hemos mejorado en absoluto nuestras posibilidades de vivir mejor y ser más felices. Por mucho que trabajemos, nunca podemos comprar todo lo que podríamos para ser felices, para no tener que preocuparnos de nada. Esta situación nos lleva a comprar más para intentar paliar el inmenso hueco que deja la insatisfacción de no poder vivir sin preocupaciones y con total satisfacción. Y no sólo para nosotros, también lo intentamos con todo el que nos rodea. Les compramos sus deseos o sueños, ya que no podemos estar con ellos todo lo que quisiéramos, les pagamos extraordinarios, por no poder disfrutar de lo ordinario y organizamos banquetes, ya que no tenemos tiempo de hacer las comidas sencillas y tradicionales que compartíamos antes y tanto nos gustaban. 
Y con todo esto no hemos conseguido más que acumular objetos, poner las cosas más difíciles con tantos requisitos y pasarnos más tiempo del que no tenemos en las tiendas buscando felicidad en ofertas. 
Creo que es el momento de pararse a reflexionar sobre todo esto, intentar dedicar el tiempo a compartir momentos, repartir las tareas y simplificar las ocupaciones y  es muy importante recuperar los aspectos sencillos que nos hicieron tan felices antaño y que son gratis. 


VALE MÁS LA FELICIDAD QUE SOMOS CAPACES DE SENTIR Y COMPARTIR QUE UN MONTÓN DE DINERO PARA COMPRAR MÁS COSAS DE LAS QUE PODEMOS DISFRUTAR. 
HASTA LA SEMANA QUE VIENE.

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