FELIZ NAVIDAD.
En las fechas que nos encontramos quiero renovar el compromiso con la creencia en los valores de la navidad. Recuperar el auténtico espíritu de la navidad, el espíritu que cree que ciertos valores merece la pena recordarlos, fomentarlos y celebrarlos, en algún momento del año, de una forma extraordinaria.
Como bien sabemos todos y todas, la Navidad es una fiesta religiosa, pero también con el paso del tiempo, se ha convertido en la celebración de un conjunto de valores que nos dignifican como humanos. Está claro que el fenómeno religioso ha sufrido una caída generalizada en nuestras sociedades contemporáneas o, en el mejor de los casos, ha sufrido una fragmentación que debilita su fuerza y su implantación. En esta situación, el general consumismo del sistema económico en el que vivimos ha fomentado que la navidad se convierta en el mejor escaparate del consumo mundial y con ello los valores asociados a la navidad se compran y se venden como kilos de trigo en un mercado de subastas. Hoy en día se compra todo tanto que parece que no podremos tener ni disfrutar, nada auténticamente bueno, si no tenemos dinero para comprarlo.
La Navidad ha dejado de ser el tiempo en el que encontrarnos con familias y amigos y cooperar con los más desfavorecidos que nosotros. Ha dejado de ser un momento para recordad y hacer buenas intenciones en cuanto a nuestras actitudes de paz, compromiso y honestidad. Y poco a poco se está convirtiendo en un angustioso modo de vivir el estrés de las compras, hacer el equilibrismo de la economía y soportar viajes e incomodidades para estar con quienes, la mayoría de las veces ni queremos estar. Así voy viendo que, con el tiempo, por más dinero que tenemos o que tengamos casi estamos haciendo que la navidad sea un lastre, un temeroso lugar al que llegar y que con un poco de paciencia se pasa lentamente.
Me parece importante que nos paremos a pensar más en si merece la pena celebrar la Navidad, la familia, encontrarnos, contarnos la vida y las experiencias que vivimos, compartir y repartir quehaceres y placeres, comer, hablar, reír, pelearnos, comprendernos, conocernos, apoyarnos y por fin, seamos lo que seamos y como seamos, QUERERNOS, porque somos nuestra familia, tanto la que en suerte nos tocó, como la que vamos eligiendo por la vida mientras vivimos.
Sería importantísimo para nosotros y nuestra felicidad que no olvidemos si nos merece la pena celebrar la solidaridad y la paz, apoyar a los más desfavorecidos, ayudar a los que tiene más dificultades, consolar y acompañar a los que sufren o están solos, o las dos cosas que es lo normal, sobre todo porque por más que lo intentemos evitar, siempre corremos el riesgo todos y todas de encontrarnos en tales situaciones. De la misma manera que si queremos recordad si queremos vivir en una sociedad en la que todos y todas podamos convivir en paz o ya nos apañaremos cuando empiecen las dificultades y la violencia se acerque a nuestras vidas.
Y es muy importante que tengamos claro todo eso porque nos enfrentamos cada día más a que nos roben nuestros ideales por una oferta al mejor precio que tardemos toda la vida en pagar.
FELIZ NUEVA OPORTUNIDAD DE RECORDAR Y CELEBRAR LO MEJOR QUE TENEMOS, NUESTROS VALORES.
HASTA EL AÑO QUE VIENE.
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