UNIDAD 1.- LOS ORÍGENES DE LA EDAD MEDIA
UNIDAD 1.- LOS ORÍGENES DE LA EDAD MEDIA
1. INTRODUCCIÓN
La Edad Media es la etapa de la Historia que se sitúa entre la Edad Antigua y la Edad Moderna. Cronológicamente abarca 10 siglos, entre los siglos V y XV, y podemos fecharla entre el 476, cuando desaparece el Imperio Romano de Occidente, y 1453, cuando se produce la caída de Constantinopla en manos de los turcos otomanos, o 1492, cuando se produce el descubrimiento de América. Ambas fechas están aceptadas por los historiadores como final de la Edad Media.
Sin embargo, para el estudio de este vasto periodo histórico, los historiadores suelen dividirlo en varias etapas con unas características similares que, aunque mantienen los rasgos básicos del mundo medieval, establecen significativas diferencias entre cada una de ellas. La periodización de la Edad Media será la siguiente:
- ALTA EDAD MEDIA entre los siglos V y X. Esta etapa se caracteriza por la definitiva desaparición del mundo romano en Europa Occidental, el afianzamiento del Imperio Bizantino como heredero del Imperio Romano de Occidente y la aparición del Islam en la Península Arábiga y que pronto se extenderá por Asía Central, el norte de África y la península Ibérica. Igualmente este periodo se caracteriza por la ruralización profunda de Europa, en contraposición con el mundo urbano romano, lo que provocará un cambio económico profundo marcado por el desarrollo de la agricultura de subsistencia, así como el descenso de la artesanía y sobre todo del comercio. Políticamente asistiremos a la fragmentación de Europa en los reinos germánicos, siendo éste el origen del feudalismo, y destacando el intento de reunificación imperial por parte de Carlomagno con el Imperio Carolingio; también destacar el auge y posterior crisis del Imperio Bizantino; y, sobre todo, la fuerte expansión del Imperio Islámico a través del Califato Omeya de Damasco y posteriormente el Califato Abassí de Bagdad. Ideológicamente este periodo asistirá a la definitiva implantación del cristianismo como religión más poderosa del continente europeo, estableciendo desde este momento el concepto de Cristiandad en Europa.
- PLENA EDAD MEDIA entre los siglos XI y XIII. Esta etapa se caracteriza fundamentalmente por varios hechos: en primer lugar el afianzamiento de los reinos medievales que serán el germen de los futuros estados europeos; en segundo lugar la consolidación del feudalismo como sistema sociopolítico y económico que predomina en Europa durante toda la Edad Media, basado en un sistema de relaciones personales de vasallaje y servidumbre; en tercer lugar, un fuerte desarrollo de la agricultura que va a provocar un crecimiento demográfico y ayudará de manera determinante a la aparición y resurgimiento de las ciudades y del comercio, por lo que aparecerá una nueva clase social, la burguesía, que pronto intentará ascender en la escala social y será clave para la posterior lucha entre los monarcas y los nobles. Y en último lugar, el desarrollo de la Cristiandad trajo consigo el desarrollo de los estilos artísticos religiosos en Europa, destacando durante este periodo dos: el románico entre los siglos XI y XII; y más tarde el gótico entre los siglos XIII y XV.
- BAJA EDAD MEDIA entre los siglos XIV y XV. Esta etapa asistirá al definitivo asentamiento de los grandes reinos europeos que comenzarán un periodo de luchas entre ellos, destacando la Guerra de los Cien Años entre Francia e Inglaterra. Igualmente este periodo está caracterizado por una profunda crisis económica debido a la caída de la producción agrícola que favoreció un descenso de las artesanías y sobre todo del comercio. A ello hay que añadir un descenso poblacional debido a los continuos conflictos armados así como a los estragos que causó la peste en Europa en el siglo XIV. Es por ello que esta fase está marcada por una profunda crisis que se plasma en continuos conflictos políticos, entre países o internos, y sociales, donde destacarán las numerosas revueltas campesinas. La caída de Constantinopla a manos de los turcos otomanos y la consiguiente pérdida de la ruta hacia las Indias por el este, llevará a los europeos a buscar rutas alternativas, a través de África y del Atlántico, lo que provocará el inicio de la mundialización con la que comenzará la Edad Moderna.
2. LA DIVISIÓN DEL MUNDO ROMANO.
En el año 395 el emperador Teodosio dividió el Imperio Romano en dos partes: la parte occidental, con capital en Roma para su hijo Honorio, y la parte occidental, con capital en Constantinopla para su hijo Arcadio. A partir de ese momento el devenir de ambos espacios geográficos será muy diferenciado. Por un lado, en la parte oriental se acabará por imponer el Imperio Bizantino, heredero del antiguo Imperio romano, que mantendrá de manera testimonial la herencia romana, aunque posteriormente implantará como religión oficial el cristianismo ortodoxo y como lengua oficial el griego. Por otro lado, la parte occidental asistirá a la invasión de los pueblos germánicos a partir del siglo V lo que provocará la desaparición del Imperio Romano de Occidente en 476 y la posterior fragmentación política de Europa en los llamados “reinos germánicos”.
Ambas zonas, que posteriormente asistirán a la aparición de un tercer actor en liza, el Islam, serán las que dominen el periodo medieval con una evolución bastante diferenciada.
3. EL IMPERIO BIZANTINO.
Tras la división del espacio romano, y con la llegada de las invasiones germánicas, el Imperio de Oriente intentó mantenerse desviando las hordas bárbaras hacia el espacio occidental hasta su desaparición y fragmentación. Por lo tanto, la herencia romana pervivió en la zona oriental, ahora denominada Imperio Bizantino.
Precisamente esta impronta romana llevó al emperador Justiniano, que reinó entre 527 y 565, a llevar a cabo un vasto proyecto de recuperar el antiguo Imperio romano. Este proyecto supuso la época de mayor esplendor del Imperio Bizantino ya que Justiniano conquistó zonas occidental perdidas como la costa de Dalmacia, la península Itálica, parte del norte de África, las islas Baleares y el sur de la península Ibérica. Igualmente Justiniano, a imagen y semejanza de los emperadores romanos, acumuló en sus manos todo el poder político, militar y religioso, e incluso recopiló las antiguas leyes romanas en el llamado Código de Justiniano. Por lo tanto durante el siglo VI, el Imperio Bizantino vivió un periodo de prosperidad económica basada en una floreciente agricultura y renacido comercio mediterráneo.
Sin embargo durante los siglos VII y VIII, coincidiendo con el nacimiento y expansión del Islam, el Imperio Bizantino perdió gran parte de los territorios conquistados por Justiniano, replegándose a sus territorios orientales y dando lugar a una profunda helenización cuyo resultado fue la implantación del griego como lengua oficial.
Ya en los siglos IX y X, una nueva dinastía de emperadores logró reconquistar parte de los territorios perdidos en siglos anteriores, lo que unido a un fuerte desarrollo de la economía, sobre todo de la agricultura y el comercio, dio lugar a la llamada Segunda Edad de Oro de Bizancio. Este periodo está marcado por el poder absoluto del Basileus (emperador en griego) que además era considerado la máxima autoridad del mundo romano y de la Cristiandad. Sin embargo, las diferencias religiosas entre Bizancio y Roma cada vez eran mayores. Diferencias en las ceremonias y el nulo control de Roma sobre la iglesia bizantina acabará por provocar el llamado Cisma de Oriente en 1054, dividiendo desde ese momento a la Cristiandad entre la Iglesia Católica de Roma y la Iglesia Ortodoxa de Constantinopla.
La división religiosa vino unida a declive de la prosperidad económica de Bizancio a partir del siglo XI, lo que provocará una lenta descomposición del Imperio durante los siglos posteriores, sobre todo a partir de los ataques de los turcos otomanos. Finalmente, la caída de Constantinopla en 1453 a manos de estos supuso el final del Imperio Bizantino y, por lo tanto, del antiguo Imperio Romano de Oriente.
En cuanto a la cultura y el arte bizantinos, ambos alcanzaron gran brillantez gracias a la mezcla de elementos romanos, griegos y orientales. Entre las aportaciones bizantinas podemos destacar la recopilación de obras y tratados científicos griegos que permitieron la pervivencia de la cultura clásica a lo largo de los años. También destacar la difusión a través de los pueblos eslavos del alfabeto cirílico. Por su parte, el arte conjuga una síntesis entre lo occidental y lo oriental. En arquitectura destacan grandes construcciones gracias al uso combinado de cúpulas y arcos, como podemos observar en la basílica de Santa Sofía de Constantinopla o en San Vital y San Apolinar de Rávena. Destaca de manera excepcional el uso de mosaicos como ornamentación de muros y suelos, mientras que la escultura y la pintura, fundamentalmente religiosa, destaca por su espiritualidad y rigidez.
4. LA FRAGMENTACIÓN DE EUROPA OCCIDENTAL.
4.1. La aparición de los reinos germánicos.
La invasión de los hunos, un pueblo procedente de Asia y dirigido por Atila, sobre los territorios de Europa del este a principios del siglo V, provocó que los pueblos llamados bárbaros que vivían en los límites del Imperio romano se introdujesen dentro de este huyendo de los hunos. Tras asentarse dentro del Imperio, y aprovechando la debilidad imperial gracias a la corrupción y las luchas internas, los pueblos germánicos acabaron por conquistar el Imperio y establecer diferentes reinos independientes en los antiguos territorios del Imperio Romano de Occidente. Algunos de estos reinos constituirán la base de las futuras naciones europeas actuales. Destacamos el establecimiento de los francos, visigodos y burgundios en la Galia; el asentamiento de ostrogodos y lombardos en la península Itálica y Dalmacia; la expansión de anglos y sajones en Britania; la llegada de suevos y vándalos a Hispania, que más tarde sería ocupada por los visigodos, pasando los vándalos al norte de África.
Estos pueblos poseían costumbres bastantes diferenciadas de las romanas ya que no tenían escritura, ni leyes ni estructura de Estado. Se organizaban en monarquías, primero electivas y más tarde hereditarias, en la que los reyes poseían el poder político y militar apoyado en una élite nobiliaria que le prestaba fidelidad al monarca a cambio de tierras y botines. Sin embargo el establecimiento en territorio romano les llevó a adoptar algunas formas romanas como el latín como lengua oficial y el cristianismo como religión oficial.
4.2. La ruralización de Europa.
La desintegración del modo de vida romano trajo consigo una profunda decadencia de la vida urbana, característica del mundo romano antiguo. Esto se debe a varias razones: en primer lugar, el aumento de la inseguridad en las ciudades debido a la crisis del poder imperial desde el siglo III; en segundo lugar el retroceso de las actividades artesanales y comerciales debido al progresivo abandono de la población de las ciudades; y en último lugar, el aumento de los impuestos sobre los cada vez menos habitantes de las ciudades, lo que dificultaba, cada vez más, su situación económica.
Por el contrario, la decadencia urbana trajo consigo una progresiva ruralización de Europa puesto que el mundo rural pasó a ser la base de la vida en Europa. Todo ello es debido a varias causas: por un lado, los sectores sociales más ricos se trasladaron a sus villas rurales, cada vez más seguras que la ciudad, que se convirtieron en residencias permanentes. En segundo lugar, estas villas, ante la decadencia de la artesanía y el comercio urbano, optaron por una economía autosuficiente que las convertían en zonas totalmente autónomas. Y en último lugar, la mayor parte de la población urbana acabó trasladándose al campo y convirtiéndose en campesinos, que serán la base de la economía medieval. Los antiguos esclavos se convirtieron en siervos; algunos ciudadanos se convirtieron en colonos, que explotaban las propiedades del señor a cambio de una parte de la cosecha; mientras que otros, campesinos con tierras propias, ante la imposibilidad de defenderlas, se convirtieron en encomendados, por lo que entregaban sus tierras al señor a cambio de protección.
4.3. El reino visigodo de Toledo.
A principios del siglo V, la península Ibérica asistió a la incursión de diferentes pueblos germánicos como los suevos, vándalos y alanos. Rápidamente Roma buscaría un aliado para expulsar de la península a los invasores. Ese aliado no fue otro que el pueblo visigodo.
Tras su entrada en la península Ibérica, los visigodos consiguen expulsar a vándalos y alanos que cruzan el estrecho de Gibraltar y se asientan en el norte de África, mientras que los suevos quedan arrinconados en el noroeste peninsular, cerca de vascones y cántabros que vivían en la cornisa cantábrica. Tras ello, los visigodos fundaron un reino que ocupaba la parte sur de la Galia, con capital en Toulousse. Sin embargo, otro pueblo germánico, los francos, también asentados en la Galia, y con interés en ampliar sus territorios se enfrentan a los visigodos venciéndoles en la batalla de Voillé en el año 507. Como consecuencia de esto, los visigodos abandonan la Galia, excepto una pequeña parte del sureste, y se expanden por la península Ibérica, creando el reino visigodo con capital en Toledo.
El reino de Toledo se fundamentó en la alianza entre los visigodos y los grandes propietarios hispanorromanos que constituyeron un grupo social y privilegiado que se repartió la mayoría de las tierras peninsulares. La monarquía visigoda se mantuvo cerca de 200 años gracias a una serie de razones: en primer lugar, el establecimiento de una monarquía fuerte, electiva, aunque en muchas ocasiones se transmitió de manera hereditaria, que se apoyaba fundamentalmente en dos instituciones de gobierno, el Aula Regia, un órgano asesor formado por nobles y clérigos, y los Concilios de Toledo, asambleas de carácter religioso y civil); en segundo lugar, en el control de todo el territorio peninsular tras la expulsión de los suevos en el noroeste y la conquista de las posesiones bizantinas en el sureste, ambas en el siglo VI, y también a la detección de la expansión de los francos en el Norte; y en tercer lugar, la unificación jurídica y religiosa entre visigodos e hispanorromanos. Primero cuando Leovigildo derogó la ley que prohibía los matrimonios mixtos, más tarde Recaredo cuando se convirtió al catolicismo provocando la unificación religiosa, y por último cuando Recesvinto logra la unificación legislativa gracias al Liber Iudiciourum en 654.
Sin embargo, el carácter electivo de la monarquía provocaba a menudo luchas de poder entre diferentes facciones nobiliarias. Todo esto provocó una debilitación de la institución monárquica que llegó a su culmen en 711 con la lucha entre los hijos del fallecido rey Witiza y el rey electo don Rodrigo. Los primeros, buscando apoyos para acabar con su rival, pidieron ayuda a los musulmanes del norte de África, quienes cruzaron el estrecho de Gibraltar, vencieron a don Rodrigo en la batalla de Guadalete e iniciaron la dominación musulmana de la península Ibérica.
Culturalmente, el reino visigodo está marcado por varia ideas que debemos mencionar. En primer lugar las luchas religiosas, ya que los visigodos eran arrianos, una modalidad del cristianismo, lo que les enemistó con los hispanorromanos y sobre todo con la Iglesia Católica de Roma. Finalmente, la conversión de Recaredo afianzó el poder de la Iglesia Católica en la península Ibérica y como muestra de ello están los continuos Concilios de Toledo, cuyas resoluciones eran firmadas por el rey y se convertían en ley. En segundo lugar, el reino visigodo mantendrá el latín como lengua oficial, por lo que el papel de los clérigos, los únicos que sabían leer y escribir, sería clave para el mantenimiento de la cultura grecolatina clásica. Sin embargo, la población hablaba un latín vulgar que fue derivando en las lenguas romances, germen de lenguas como el castellano, el catalán o el gallego. Y en último lugar, el arte estará muy vinculado a la Iglesia y será el resultado de la fusión de la tradición romana con aportaciones germánicas. En arquitectura se han mantenido iglesias pequeñas, la mayoría construidas en el siglo VII, como San Juan de Baños. Destacan también la orfebrería visigoda donde se trabajaban materiales nobles, como el oro y la plata, a otros materiales como el bronce y el hierro. Será en este arte donde los visigodos se muestren como unos grandes maestros con el dominio de diferentes técnicas.
5. EL IMPERIO CAROLINGIO
Como hemos visto anteriormente, el espacio que ocupaba el antiguo Imperio Romano de Occidente se vio fragmentado en diferentes reinos germánicos. De todos ellos, el más destacado será el reino de los francos, cuya expansión entre los siglos VI y VII le llevó a ocupar toda la Galia y zonas de la península Itálica y Europa Central. Siguiendo la tradición germánica, los francos eran una monarquía electiva lo que provocaba una profunda debilidad de los monarcas, siendo los auténticos gobernantes y hombres poderosos del reino los mayordomos de palacio, nobles que dominaban el gobierno en nombre del rey. Será uno de ellos, Carlos Martel, quien en el siglo VIII, y tras derrotar a los musulmanes en la batalla de Poitiers en 732, poniendo fin a la amenaza de la expansión musulmana, consiguió reunir todo el poder en sus manos. Por esta razón, su hijo y sucesor, Pipino el Breve, se convertirá en rey de los francos y fundará la dinastía carolingia. Este continuó con la labor de concentrar el poder en su persona y será su hijo, Carlomagno, quien ostentará tanto poder que intentará reconstruir la antigua unidad del imperio romano de Occidente, el Imperio Carolingio.
Para ello, Carlomagno conquistó gran parte de las tierras de Europa Occidental y estableció fronteras seguras para todo el imperio, amenazadas por pueblos indoeuropeos al este y por los musulmanes al sur. Carlomagno también convirtió al cristianismo a todos los pueblos que dominó, además de reforzar la unión entre poder político y poder religioso, ya que obligo a todos los obispos a jurarle fidelidad. Tanto es así, que en el año 800, Carlomagno fue coronado Emperador por el Papa León III en Roma. Tras ello, Carlomagno estableció su capital en Aquisgrán y desde allí propició un renacimiento cultural en todo el Imperio.
Para la administración del Imperio, Carlomagno ideó un sistema basado en una cadena de relaciones personales de fidelidad y protección, germen del feudalismo, ya que Carlomagno protegía a los nobles, les entregaba tierras para su manutención y gobierno, pero a cambio los convertía en vasallos que le juraban lealtad, respeto y ayuda militar. Igualmente, estos nobles procedían a recibir juramentos de fidelidad de otros vasallos, que al igual que ellos, recibían tierras y protección a cambio de fidelidad y ayuda militar. Con ello se estableció una red de relaciones personales que dominarán Europa durante todo el periodo medieval. Territorialmente, Carlomagno dividió el vasto imperio de diferentes circunscripciones, por un lado los condados, dirigidos por un conde que administraba justicia, recaudaba impuestos, reclutaba al ejército y protegía a la población; por otro lado las marcas, territorios fronterizos dirigidos por un marqués, con las mismas atribuciones que los condes pero que además sumaba el control militar de un ejército encargado de defender las fronteras. Finalmente, Carlomagno estableció un cuerpo de funcionarios a su servicio, los missi dominici, que como comisarios reales eran los encargados de vigilar el cumplimiento de las leyes y de controlar a condes y marqueses.
Tras la muerte de Carlomagno en 814, le sucede su hijo, Luis el Piadoso, quien reinará hasta 840. Tras su muerte, éste divide el imperio entre sus hijos: Lotario, Luis el Germánico y Carlos el Calvo. Lotario, quien recibió el título de Emperador, intentó unificar los tres reinos pero sus hermanos se rebelaron y vencieron, obligándole a firmar el Tratado de Verdún en 843 que dividía definitivamente el territorio en tres reinos independientes.
En el siglo IX, Europa vivirá las segundas invasiones bárbaras a manos de pueblos como los vikingos entre otros. La falta de un poder central fuerte hacía que estas invasiones sembraran el terror entre la población, que cada vez más, se encomendaban a señores con ejércitos propios. Todo ello provocó un debilitamiento del poder real ya que los señores, vasallos teóricos del rey, ejercían en sus territorios un poder cada vez más autónomo que acabó siendo hereditario. Esta tendencia será la que domine Europa en estos siglos y será conocida como feudalismo.