Celia Morgado Estepa
El toro bravo suele comer paja, avena y pienso específico según la etapa de la vida del toro. Comen en torno a unos 60 kg de pasto y pienso y beben más de 30 litros de agua al día. Nacen con unos 10 kg y pueden superar los 500 kg en la edad adulta.
El toro bravo vive en libertad solo durante cuatro años, bajo una vigilancia del hombre en espacios abiertos en la naturaleza, en ese tiempo al toro lo intentan cuidar de forma específica para que cuando vaya a las plazas a torear, se vea como un toro perfecto, con unos buenos pitones y de gran fortaleza. En el campo los ganaderos les colocan fundas en los pitones para que no se les estropeen. Por si se pelean entre ellos no se hagan heridas graves ni mueran.
Cada vez más, vivimos en una sociedad donde predomina la rentabilidad y el beneficio que obtienen los ganaderos, que el bienestar de los animales. Reducen los cercados ahorrando espacios para actividades más productivas, así los toros no se alimentan de forma natural y le tienen que ayudar con otros productos artificiales, como los piensos.
Si queremos proteger la tauromaquia como patrimonio cultual debemos ser conscientes y aplaudir a los toreros, aunque el toro no esté en su mayor resplandor, deben aceptar que a veces los pitones estén astillados o ligeramente estropeados ya que estos defectos se deben a la naturaleza.
El toro bravo, por su imagen, su crianza y su comportamiento, se podría decir que está cada vez más cerca del animal de granja que del animal salvaje.
En los toros, como en la vida, hay que arrimarse y adelantar la pierna para tener futuro.