HISTORIA SE ESCRIBE EN FEMENINO

Uno de los propósitos y objetivos que proyectamos en la materia de Geografía e Historia es la de hacer visible la figura de la mujer como sujeto histórico activo que es, ha sido y continuará siendo, recuperándola de la oscura alacena del olvido a la cual ha sido condenada y defenestrada desde el principio de los tiempos, más allá del injusto papel secundario y pasivo que se le ha otorgado de madre, esposa y encargada de “sus labores” domésticas.

Un papel que no hace justicia al verdadero rol que la mujer ha tenido en todas las sociedades históricas y prehistóricas. Un rol mucho más activo, decidido, innovador, decisivo y protagonista en los procesos sociales, económicos, culturales y en definitiva históricos, que desde siempre nos han dado a conocer. La mujer, pues, ha quedado eclipsada por el omnipresente androcentrismo.

No por nada las principales revueltas y revoluciones hechas “desde abajo”, las más reivindicativas y transformadoras socialmente, han sido lideradas y protagonizadas por las mujeres, tal y como la historiografía está empezando a evidenciar últimamente. Así, investigaciones recientes han puesto de manifiesto que en época prehistórica las mujeres eran grandes cazadoras, además de ser en muchos casos las autoras de las pinturas rupestres. Se confirma que el rol de la mujer no era el de “sus labores”, sino que va mucho más allá en el desarrollo socioeconómico de las comunidades prehistóricas.

Pero sin irnos demasiado atrás en el tiempo, son claros ejemplos los casos de la revolución francesa (siglo XVIII), las demandas obreras en el proceso industrializador de los siglos XIX y XX, las revoluciones de 1848, la Comuna de París de 1871, las revoluciones de 1905 y 1917 en Rusia, o las más cercanas de la Semana Trágica de Barcelona (1909), la huelga de La Canadiense (que consiguió establecer la jornada laboral de 8 horas en España en 1919) o en la lucha contra el fascismo y el totalitarismo durante la Guerra de España (1936-1939) y la II Guerra Mundial, entre otros. En todos estos hechos el elemento femenino fue clave y necesario ante las insostenibles situaciones de injusticia social y económica contra las que se quejan y revelan.

Así de claro hablaban Amalia Alegre y Amparo Montoliu, portavoces de las reivindicaciones ante el aumento de precios de productos tan básicos como el carbón, el aceite, la carne o el pescado de 1918:

Tenemos hambre, no hay carbón, no podemos vestir ni calzar. Nuestros hijos pasan frío y no tienen la alimentación necesaria. ¿Puede esto seguir así? Hoy hemos sido unas cuantas mujeres del barrio de las Atarazanas, mañana será el barrio entero, luego, todas las mujeres de Barcelona, y si no basta y nuestras reclamaciones no son atendidas, propondremos el cierre de fábricas y acudiremos a pedir solidaridad, no solo a las mujeres de Barcelona, sino a todos los elementos que integran las Sociedades y cuya vida en las actuales circunstancias es imposible”.

En este sentido, un claro y reciente ejemplo lo encontramos en la lucha que están llevando a cabo las mujeres kurdas de la región de Rojava ante el radicalismo islámico, las cuales han conseguido resistir los ataques del yihadismo y establecer sus propias instituciones de gobierno autónomas, a través de las cuales impulsan la igualdad y el empoderamiento femenino frente al machismo y tribalismo islámico ortodoxo.

Todos y cada uno de estos hechos y procesos históricos han dado lugar a una serie de cambios político-sociales de gran relevancia, no sólo para las mujeres, sino para el conjunto de la sociedad en general, detrás de los cuales, y abanderadas por una decidida movilización femenina, están las demandas por la emancipación, empoderamiento y visibilidad de la mujer, tanto en el ámbito social como en el económico, el político y el cultural ya desde el siglo XIX (tareas domésticas, aborto, derechos e igualdad laboral, prostitución, amor libre, familia, derecho a voto, etc.), hartas como estaban (y están) de su penelopiana paciencia y resignación.

Era tal la fuerza de estas demandas que conformaron uno de los pilares fundamentales de la ideología socialista, y especialmente la anarquista. Así se expresaba el anarquista Enric Rueda en el Comité Regional celebrado el 3 de julio de 1918 en aquella  “rosa de fuego” que era la Barcelona del primer tercio del siglo XX:

“Voy a tratar uno de los temas más interesantes, es el que se refiere a la organización de la mujer. Ha acordado el Congreso, para dignificarla y dignificarse […], dar a la mujer la intervención necesaria en sus Juntas Directivas y en sus Comisiones de propaganda y defensa. Esto es muy justo, compañeros, porque la mujer tiene que tener los mismos derechos del hombre. Ha demostrado plenamente su derecho a intervenir en las luchas sociales […]. Os decimos que sois iguales, que tenéis los mismos derechos, que tenéis las mismas necesidades”.

En este sentido, la historia de España está plagada de ejemplos pioneros de figuras femeninas de primer orden en el ámbito de las reivindicaciones feministas, desde las poetas andalusíes Wallada (hija del califa cordobés Muhammad II) o Hafsa bint al-Hayy al-Rumaikiyya (noble granadina del siglo XII) entre otras, que reivindicaban con sus poemas erótico-satíricos la libertad y el empoderamiento sexual de la mujer en un al-Andalus que se debatía entre el hedonismo andalusí y la estricta ortodoxia islámica imperante. En este caso concreto doblemente defenestradas por la historiografía: por mujeres y por musulmanas. Además, y aprovechando que el Cubillas pasa por Iznalloz, reivindicaremos lo que decía Gloria Fuertes con su gran lucidez en el juego de palabras respecto a que “la poesía es femenina, ¡la mujer es poeta! El hombre… que sea poeto”. Y es que, como decía el historiador Pierre Vilar: “la terminología no es inocente”.

Casos más conocidos (aunque bastante olvidados) los tenemos en el periodo de los siglos XIX y XX, con figuras tan ilustres como Mariana Pineda (la “Marianita” de Federico García Lorca), Concepción Arenal, la colosal Emilia Pardo Bazán, Teresa Claramunt, Francesca Bonnemaison, Carme Karr o Rosalía de Castro, hasta llegar a la científica recientemente fallecida Margarita Salas, pasando por Federica Montseny (“la mujer que hablaba” y que dejaba callados a los hombres y que fue la primera mujer ministra de un gobierno democrático en España, en 1937), o María Blanchard (“la gran dama del Cubismo”, que quedó totalmente eclipsada por la sombra de Picasso y Juan Gris). O las llamadas “Sinsombrero”, grupo de mujeres artistas, pintoras y escritoras de primer orden engullidas por la igualmente extraordinaria Generación del 27 de los García Lorca, Buñuel, Dalí o Altolaguirre los cuales, también es de justicia decirlo, eran los principales admiradores y reivindicadores de la obra de artistas “sinsombrero” como Maruja Mallo, María Zambrano, Ernestina Champourcin, Concha Méndez, Margarita Manso o Ángeles Santos Torroella.

A este objetivo responde esta “Historia se escribe en femenino” que nos planteamos en la materia de Historia y que consiste en la elaboración de pequeños trabajos de investigación realizados de forma voluntaria por las alumnas y los alumnos, a través de los cuales poder conocer y dar la visibilidad que se merecen las mujeres, que han sido protagonistas silentes y silenciadas de manera sistemática, ya que hasta hace escasamente media hora como quien dice, la historia no solo la han escrito los vencedores, sino que además, evidentemente estos eran hombres.

Por otro lado, estas pequeñas investigaciones se desarrollan siguiendo el método científico de investigación histórica basada en la búsqueda, el contraste y la divulgación tanto de las fuentes como de los datos e informaciones obtenidas, a través de las cuales elaborar un discurso propio, crítico y riguroso cuyo resultado, llegado el caso, se expone oralmente al resto de compañeras y compañeros para, posteriormente, ser publicado en el blog y revista del instituto. Porque el conocimiento no lo es como tal si no se divulga y llega a todas y todos.

De esta manera se llega a uno de los principales pilares de la ciencia histórica que tan bien expuso en su día el historiador Josep Fontana: el de conocer nuestro pasado para comprender mejor nuestro presente y luchar por un futuro mejor… y mejorable. Eso sí, de la mano de las mujeres, ya que “el futuro será de las mujeres o no será. Porque si no percibimos que las mujeres son y forman parte importante de las estructuras estatales y sociales, lo que tenemos que hacer es redefinir es el poder y la sociedad, no la mujer”, como acertadamente dijo Mary Beard, Premio Princesa de Asturias en 2016.

José María García-Consuegra Flores

Profesor de Geografía e Historia

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