«Tolerancia mal entendida», MARIANO JOSÉ de LARRA (I)
La cuarta Situación de Aprendizaje propuesta al alumnado de 2º de bachillerato para la materia de historia de España, plantea una reflexión sobre el convulso siglo XIX español y los múltiples intentos de instaurar y consolidar el estado liberal, de tal modo que concluyeran sobre el éxito o fracaso de la revolución liberal en nuestro país. Para ello se propusieron una serie de lecturas al respecto, junto a las que el propio alumnado consultara como complemento y ampliación. De esta manera, tras una breve caracterización de la sociedad de Antiguo Régimen y de las nuevas propuestas del liberalismo político y económico, debían analizar el impacto de los ideales liberales a lo largo del siglo XIX y las resistencias, reticencias y permanencias de los elementos y estructuras de Antiguo Régimen. Además debían de analizar nuestra sociedad actual con la idea identificar la pervivencia, o no, de esas estructuras y elementos socioeconómicos del «Antiguo Orden». Igualmente se les exponen una serie de referencias y citas de Mariano José de Larra y una viñeta satírica publicada tras la llegada al trono de Felipe VI, a partir de las cuales iniciar su investigación y reflexión.
Empezamos la cuarta entrega de las situaciones de aprendizaje hablando sobre una viñeta. Y no de una viñeta cualquiera. Encabezada por el eslogan “elegidos por todo Dios”, vemos cómo desciende desde el cielo una mano que vota en nombre de “todo el mundo”. Esta fue mi primera impresión sobre lo que nos intenta contar este dibujo: los reyes caricaturizados hipotéticamente han sido elegidos por el pueblo, cuando realmente han sido seleccionados por ellos mismos con el argumento de la “elección divina”. Una monarquía heredada generación tras generación, “inmanente al carácter español” como hemos estudiado en este tema con Cánovas del Castillo.
La curiosidad me pudo, y traté de investigar quiénes son los reyes de la viñeta. Estamos acostumbrados a ver este tipo de críticas ilustradas de la política desde hace siglos (mismamente con las del caciquismo, en las que se representa a los muertos votando). Pero entonces, ¿por qué si buscamos información en internet sobre esta viñeta en específico apenas aparecen referencias? Después de una larga investigación, encontré tres alusiones en Twitter. Los tweets no contenían información sobre la misma, pero bastó con una etiqueta: #censura. El tweet fue publicado el 26 de junio de 2014, justo una semana después de que Felipe VI fuese proclamado rey tras la abdicación de su padre Juan Carlos I. Con la firma que encontramos en la esquina inferior izquierda del dibujo “Atxe” encontré a la ilustradora: Iraxte Fernández.
Ya tenía las suficientes pruebas para hacerme una idea de lo ocurrido, y afortunadamente me topé con un artículo de ElDiario.es que lo corroboró: la editorial del periódico censuró la viñeta por la fecha en la que había sido publicada, por hacer alusión a la elección “divina” de la monarquía española en el momento de la abdicación del Rey. Lo dijo la misma Iraxte: “están en su derecho de censurar, pero la manera en la que lo han hecho evidencia que no quieren publicar según qué información”.
Pero, entrando ya en faena, voy a hablar y caracterizar la sociedad del Antiguo Régimen, que resumo con tres palabras: jerárquica, estanca y desigual. A nivel económico, se caracterizaba por una economía agraria y de subsistencia, con un mercado interior desestructurado y no integrado por las malas y deficientes comunicaciones (aduanas y peajes). A ello sumar las crisis de subsistencia catastróficas para la población (alta mortalidad, sobre todo infantil, hambrunas y enfermedades). Existía un régimen de propiedad de la tierra a manos de los sectores privilegiados, propietarios del 80% de las tierras a pesar de ser una minoría.
A nivel social, estamos ante una sociedad estamental, jerárquica y estanca, dividida en: privilegiados: (nobleza y clero), los cuales disfrutaban de ventajas jurídicas, administrativas, sociales y económicas, pero ni generaban riqueza para el Estado ni pagaban impuestos. Y luego estaban los no privilegiados, la mayor parte de la sociedad (campesinos, artesanos y especialmente la burguesía), los cuales sostenían el peso fiscal de la población y no gozaban de ventajas de ningún tipo.
En el ámbito político predomina el absolutismo monárquico «por la gracia de Dios». El rey tiene todo el poder, y es ilimitado. Le pertenece todo, incluso el pueblo.
Turno de hablar del Liberalismo. Considero importante hacer referencia a Cádiz en 1812, con el nacimiento de la primera constitución española, un contrato social cuyos principios serán las líneas de actuación de los gobiernos liberales, unas veces de carácter más progresista y otras de carácter más liberal. En ella se establece, a nivel político, que la soberanía nacional reside en el pueblo, y establece la separación de poderes: legislativo (Cortes), ejecutivo (Gobierno y Rey) y judicial, con el objeto de limitar el poder del monarca. A nivel social se busca la igualdad jurídica para todos los ciudadanos, acabando con la sociedad estamental para pasar a una sociedad de clases, donde la posición social no la establezca el nacimiento de cada uno. Además, todos los ciudadanos deben ser iguales ante la ley y la justicia, prevaleciendo los derechos individuales más elementales. Y, finalmente, a nivel económico se busca abolir el vasallaje y el régimen feudal, dando lugar a la liberalización de las personas, del trabajo y de las propiedades.
«Aquí yace media España, murió de la otra mitad».
Mariano José de Larra fue un escritor, periodista y ensayista español del siglo XIX. Nació en Madrid en 1809, y murió en 1837, lamentablemente de un pistoletazo suicida. Es conocido por su crítica social y política, así como por su estilo irónico. Ya somos conocedores de la inestabilidad política y las tensiones entre liberales y absolutistas (y entre los propios liberales) durante la época en la que vivió, por lo que denunciaba la pasividad del pueblo ante los desorbitados impuestos, la obligatoriedad del servicio militar, la falta de libertad de imprenta, etc. Publicó esta célebre frase en el periódico «El Español» el 2 de noviembre de 1836, refiriéndose a que los muertos, quienes no estaban sometidos a dichas represiones, eran más libres y estaban más vivos que aquellas personas que ese día iban a ofrecer flores a sus familiares. Pero también le podemos sacar otro sentido, que era la manera que tenían los españoles de resolver sus diferencias: la muerte, la desaparición física. Lo que se arrastró hasta 1936 con el último exterminio de «unos por otros» hasta la fecha. Me ha hecho recordar bastante a otra frase de Machado: «españolito que vienes al mundo te guarde Dios, una de las dos Españas ha de helarte el corazón».
El siguiente asunto que quiero abordar es sobre si realmente la implantación del liberalismo y el estado liberal fue un éxito o un fracaso. Tal y como expone Xavier Andreu Millares en el capítulo sobre la revolución liberal, esta no fue ni propiamente revolución, ni al parecer muy liberal. Sería mas apropiado decir que fue un «lavado de cara al Antiguo Régimen que permitió la supervivencia de sus figuras en el mundo contemporáneo». Esto lo puedo relacionar con lo estudiado en clase sobre lo de la «simbiosis entre una aristocracia venida a menos y una burguesía venida a más», como nos dijo el profesor.
Pero analicemos punto por punto esta revolución. El primer gran éxito liberal fue la constitución de Cádiz de 1812, con la que se asentaron las bases. Más tarde llega Fernando VII y la abole, pero ese intento democratizador no fue en vano, ya que con el Trienio Liberal (1820-1823) tras el Pronunciamiento militar de Riego, se empiezan a poner en práctica los mandatos de «La Pepa», intentando modernizar ciertas estructuras socioeconómicas y políticas del Estado. Pero todo acaba con la llegada de los «Cien mil hijos de San Luís» y la «Ominosa Década» (1823-1833).
Más tarde, ya en periodo isabelino (1833-1868) a partir de una monarquía parlamentaria (primer gran éxito liberal y burgués) surgen y se alternan los gobiernos liberales, empezando a distinguirse entre liberales conservadores y liberales progresistas. Llegados a este punto podemos decir con seguridad que hay ya una pequeña batalla ganada contra el Antiguo Régimen.
Sacando conclusiones, la implantación liberal tuvo de todo: tanto éxitos como fracasos. Esa pequeña victoria al absolutismo quizás sea el “lavado de cara” al que Andreu se refiere, ya que muchos de los elementos de poder político y económico de Antiguo Régimen se mantiene en el poder (como con la transición tras el franquismo).
Hablemos ahora de algo interesante, algo de actualidad. Abro la pregunta: ¿mantiene nuestra sociedad actual elementos del Antiguo Régimen? En primera instancia, sigue presente la figura del monarca, pero su influencia política es prácticamente nula. Es, más bien, una figura simbólica y representativa. Por otro lado, hay personas y sectores que tienen un amplio poder económico e influencia política y social, gracias a que sus antepasados, grandes terratenientes y aristócratas del Antiguo Régimen, hicieron fortuna a base de los privilegios que su estamento le otorgaba, tanto antes como posteriormente. Esta quizás sí que tenga un alto grado de repercusión en nuestros días y sea algo influyente. Y claro, si nos ponemos en lo económico, la familia real sigue siendo la gran beneficiada.
¿Qué hay también de esos títulos nobiliarios que mantenemos hoy día? Aunque teóricamente sean honoríficos y de reconocimiento, y no aporten beneficios (habría que ver hasta qué punto), no dejan de ser un elemento que estuvo vigente durante el Antiguo Régimen. En España hay en vigor 2.824 de estos: 155 ducados, 1369 marquesados, 946 condados, 140 vizcondados, 169 baronías, y seis señoríos. (Fuente: Economist&Jurist, 2023).
Turno de hablar del artículo “El Rey”de Salvador Sostres [https://abcblogs.abc.es/french-75/otros-temas/el-rey.html], quien muestra una perspectiva totalmente tradicionalista y monárquica. Basta con leer la primera frase: «Los reyes, como los papas, no tienen que ver con los hombres sino con Dios», verificando lo que hemos hablado en la introducción de este trabajo sobre la «elección divina». Sostres defiende la idea de que la monarquía no debe ser democrática, puesto que no está sujeta a las leyes humanas, considerando así que los reyes no pueden ser juzgados bajo criterio humano. A mi parecer, no veo necesario elevar a un ser humano a este nivel, porque no deja de ser una persona de carne y hueso, como todos nosotros. Es una figura hereditaria. A cualquiera le podría haber tocado. Me parece curioso que en 2020 (fecha de publicación del artículo de Sostres) se sigan teniendo estos ideales tan divinos y celestiales sobre la Corona, cuando la realidad es que todos somos humanos y estamos hechos de lo mismo. Pero al fin y al cabo, todo en esta vida son opiniones, y siempre debemos escuchar y respetar. El respeto es la base de todo.
Sobre la república y los republicanos, muestra un tono claramente despectivo, considerando que son «carentes de un alma trabajada», y llega a calificarles como «vulgares formas varias de afectación igualitaria». Pero si tengo que dejar un mensaje que aprendí en el film «1898, Los últimos de Filipinas» (aunque que adapto a esta situación), lo haré con las siguientes dos cuestiones retóricas: ¿Qué ha hecho personalmente ese rey tan divino por ti?, ¿De verdad que estarías dispuesto a dar tu vida a sus órdenes?
En lo que respecta al funcionamiento de la monarquía parlamentaria, la soberanía nacional queda a manos del pueblo, representada en el Parlamento. Ahí se reúnen los representantes (diputados) que son elegidos por sufragio. Todo está basado en un contrato social, la Constitución, donde el pueblo cede su soberanía a dichos representantes para que velen por sus derechos y libertades. Sus actores y protagonistas son: el Gobierno (poder ejecutivo), compuesto por presidente, vicepresidente (en su caso) y ministros; las Cortes Generales (poder legislativo), compuestas por dos cámaras: el Congreso de los Diputados y el Senado, y el Tribunal Supremo (poder judicial). En pocas palabras: el rey reina pero no gobierna.
Por su parte, un sistema republicano se caracteriza por la ausencia de monarca, siendo el Jefe de Estado elegido por los ciudadanos, bien de manera directa o indirecta, a través de mayorías en el Parlamento (cuyos integrantes también son elegidos por la población). Existen diversas formas de república, pero los principales protagonistas suelen ser el Jefe de Estado junto al Jefe de Gobierno (que en ocasiones suelen ser la misma persona) y el Parlamento.
Si tuviese que elegir un sistema político para la España actual, no tendría una respuesta muy clara. En ambos casos, es el pueblo quien ejerce el voto, y eso en mi opinión es lo correcto. El sistema actual de monarquía constitucional ha demostrado ser estable durante la transición democrática, siendo la Constitución de 1978 la más larga de nuestra historia. Sin embargo siempre queda la incertidumbre de qué ocurriría con una III República. He escuchado varias veces por ahí eso de «ya hemos tenido suficiente con dos Repúblicas» pero, ¿Cuántas monarquías desastrosas ha tenido nuestro país? De cualquier manera, el único argumento del que no dudo es el siguiente: si se respetan y garantizan los derechos y libertades de los ciudadanos, asegurando su participación activa ejercida mediante el sufragio y manteniendo la igualdad ante la ley, el sistema será adecuado. No importará si es una república o una monarquía, siempre que se cumpla esa condición.
Para finalizar, haré una reflexión sobre todos los conceptos que he aprendido, que no han sido pocos. Lo primero es sobre la censura de la viñeta, que me ha hecho ver la importancia que sigue teniendo la monarquía en la prensa a día de hoy. A nivel personal e intelectual, me ha servido para asentar mucho mejor los conceptos de monarquía y república, así como todos los intentos de implantación liberal. Meses atrás hemos discutido en nuestras sesiones de «El Braserico» sobre el rey y su papel, y los elementos del Antiguo Régimen que todavía perduran. Me parecía interesante añadir aquí una pregunta que nos propuso nuestro profesor de historia de España: ¿Todos somos iguales ante la ley, teniendo en cuenta que el rey y su familia están registrados como ciudadanos de España con los primeros números en el DNI? Porque el primero lo tuvo Franco, y se dejaron reservados los siguientes hasta el 99 para la familia real. También he aprendido sobre las dos Españas, que vivieron (y viven) eternamente enfrentadas e inevitablemente condenadas a anularse mutuamente. Aún no hemos llegado con el temario a 1923, pero empiezo a entender a Miguel de Unamuno. Me empieza a doler España.
Y como conclusión, lo que está claro es que un sistema no cambia de la noche a la mañana. Es evidente que arrastrará elementos del anterior en ese proceso de cambio, «si es que llega a permutar en su totalidad».
Manuel David Navarro Domingo
2º de bachillerato-A