«¿Por qué corremos?» LA DESBANDÁ EN LAS AULAS (II)

«Imaginaos ciento cincuenta mil hombres, mujeres y niños que huyen en busca de refugio hacia una ciudad situada a cerca de doscientos kilómetros de distancia. No hay más que un camino. No hay más vía de escape. La ciudad que buscan es Almería y hay que andar hasta allá cerca de doscientos kilómetros. Lo que quiero contaros es lo que yo mismo vi en esta marcha forzada, la más grande, la más horrible evacuación de una ciudad que hayan visto nuestros tiempos».

                                                 Norman Bethune. “El crimen de la carretera de Málaga a Almería y otros crímenes “.

A comienzos de 1937 el ejército sublevado, junto a las tropas nazi fascistas italianas y alemanas, emprendieron el ataque para la ocupación definitiva de la ciudad de Málaga. Esta ciudad se había convertido en un refugio para muchas personas por ser una de las pocas que se mantuvieron fieles a la República. Desde el verano de 1936, todos los fugitivos que huían de la masacre que los golpistas estaban llevando a cabo en su avance por las provincias de Cádiz, Huelva, Sevilla y Córdoba, se refugiaron en la capital malagueña, aumentando de forma descontrolada su población. Se habilitaron infraestructuras públicas para acoger y dar refugio a todas estas personas que habían dejado atrás su hogar, y permanecieron allí hasta que en febrero de 1937 tuvieron que volver a huir. Málaga se convirtió en uno de los principales objetivos militares debido a su importante concentración de obreros y milicianos y ser uno de los principales puertos andaluces. Los días 6 y 7 de febrero la ciudad se encontró rodeada por las tropas fascistas, de tal manera que la única vía libre que le quedó a toda esa población para huir era la carretera que llevaba desde Málaga a Almería, la N-340.

Cientos de refugiados fueron alojados en la Catedral en condiciones muy malas.

Los buques y los aviones de guerra de las tropas sublevadas, con el apoyo decisivo de alemanes e italianos, bombardearon no solo a efectivos militares, sino sobre todo a la masa de población civil que huía por esa carretera. Una carretera de aproximadamente unos 200 kilómetros que vio a personas correr con maletas, llevando lo poco que les quedaba, echando a la espalda sus vidas, huyendo y dejando atrás todo lo que tenían. Muchas personas mayores agotadas, sin poder avanzar todo lo rápido que necesitaban, pero haciendo todo lo posible para proteger su vida. Personas que abandonaron toda esperanza y solo esperaban la muerte. Niños que perdieron de vista a sus padres y no los volvieron a ver, hermanos que tuvieron que separarse, madres que vieron morir a sus bebés en su regazo y que no se pudieron parar porque la muerte les perseguía.

         

La antigua carretera N-340, una carretera que por un lado tiene el mar Mediterráneo y por otra la montaña, fue una carretera sin salida para toda aquella gente. Una carretera que fue escenario de una huida, bombardeada por mar, tierra y aire por franquistas, fascistas y nazis, convirtiéndose en una masacre donde en torno a unas 5000 personas fueron asesinadas, personas inocentes que intentaban escapar del terror inmersos en la fatiga, el dolor y el miedo.

La desembocadura del río Guadalfeo fue escenario de uno de los episodios más dramáticos. El puente que cruzaba el río había sido destruido por los bombardeos y el río era lo suficientemente caudaloso como para que estas personas que ya llevaban 100 km andados no se atrevieran a cruzarlo. Se sintieron tan atrapados que finalmente algunos se atrevieron a pasarlo, siendo muchos de ellos (sobre todos niños y personas mayores) arrastrados hacia el mar, donde murieron ahogados. Este suceso fue solo una pequeña parte del gran genocidio que fue la Desbanda.

Cuando los miles de fugitivos llegaron a Almería, la mayoría se metieron en almacenes donde ni siquiera se cabía. Supusieron un problema para las autoridades de la ciudad, ya que no pudo acoger y abastecerlos a todos. También se intentaron alojar en lugares públicos y se pidió a los almerienses que refugiaran a los exiliados en sus casas. Sin embargo, debido a la falta de recursos y espacio para tantas personas, muchos tuvieron que ser enviados a otras ciudades alejadas del frente de guerra, especialmente Barcelona y Valencia, en algunos casos siendo incluso transportados en trenes para ganado. Pero no todos emigraron, muchos otros decidieron volver a sus casas, y la cosa no fue mejor. No había suficiente transporte para todos y muchos tuvieron que desandar sus pasos, sucios, hambrientos y cansados. Cuando llegaron a sus pueblos y ciudades lo hicieron con una situación y condiciones diferentes a las que dejaron atrás con su huida. Encontraron sus casas totalmente destruidas u ocupadas, y además muchas personas fueron encarceladas por ser acusadas de fugitivas, «rojas» y traidoras, siendo encarceladas e incluso fusiladas sin juicio ni garantías judiciales. Se calcula que en Málaga, entre 1937 y 1940 fueron asesinadas unas 20.000 personas, muchas de ellas aún hoy día en fosas (algunas ya desaparecidas) del cementerio de San Rafael.

A sus 20 años Ana está embarazada de 5 meses y tiene una niña llamada Teresa. Cuando los bombardeos comenzaron, huyó junto a Antonio, de 24 años. Personas corriendo, sin mirar atrás. Teresa murió, o no, no la volvieron a ver. Antonio fue torturado y asesinado por los golpistas. Y Ana se refugió en algún lugar durante 6 años, sola. 

Anselmo Vilar García fue el farero de Torre del Mar (Málaga) el cual, durante las noches de la tragedia que se desarrollaba camino a Almería, apagó las luces del faro para que los buques y los aviones no alcanzaran a ver los miles de personas que huían. Evitó una matanza y lo pagó caro. Días más tarde fue fusilado por las tropas franquistas. 

Concepción Jiménez tenía solo 4 años cuando huyó de Málaga montada en una carreta empujada por su padre. «Me acuerdo del camino. Me acuerdo del sonido de las campanas, de los aviones, de los zambombazos que caían en mitad del campo y de la gente corriendo». 

«Me dejaron en la cuneta. Yo no sabía si había muertos. Había mujeres y niños chicos llorando. Y yo sola en la cuneta», cuenta Rosario con 86 años. 

Adela Molina recuerda que «de día nos teníamos que esconder en las cañas dulces, de noche seguíamos andando. Porque teníamos que escondernos de los barcos y de los aviones».

Ana Leiva dice que iban «pisando muertos, nada más que muertos, ya no nos dábamos cuenta de lo que pisábamos, solo queríamos correr “ 

Consuelo Torres comenta que «eso fue terrible, niños pequeñitos agonizando, y sus madres cavando un hoyo para enterrarlos. Eso fue terrible».

                                      

                  

Estos testimonios e historias pertenecen a personas que junto a miles más sufrieron este trágico suceso. Personas que tuvieron que aprender a vivir sin su familia; personas que vieron y soportaron cosas terribles mientras corrían por salvar su vida; personas que vivieron y han vivido con miedo desde entonces. En ellos, los que pudieron sobrevivir para contarlo, está la voz de todos aquellos que no lo lograron.

 A pesar de la magnitud de esta masacre, sigue siendo un hecho muy desconocido por la población en general, mientras que en diversas ciudades de nuestro país reciben reconocimiento público quienes llevaron a cabo este genocidio indiscriminado: 

  • El Ayuntamiento de Madrid recuperó en 2021 el nombre de la calle «Crucero Baleares», nombre de uno de los buques que efectuaron los bombardeos. En Motril, en 2023, gracias a la presión popular y de diversas agrupaciones se consiguió la retirada del nombre de la Calle Crucero Baleares, el cual bombardeó el 8 de febrero de 1937 las localidades de Salobreña, Motril y el paso del río Guadalfeo. En 2023…
  • Queipo de Llano, el genocida que ordenó esta masacre desde Sevilla, hasta hace nada se encontraba enterrado con honores en la Basílica de la Macarena (Sevilla), recibiendo su sepultura, junto a la de su mujer, cuidados y atenciones diarias por parte de la comunidad religiosa, haciendo uso de dinero público y de las donaciones de sus fieles.
  • Juan Cervera, Francisco Moreno y Salvador Moreno, responsables directos de los bombardeos, todavía permanecen enterrados con honores en el Panteón de Marinos Ilustres (San Fernando). Así como Julio Ruiz de Alda y Carlos Haya, aviadores falangistas que dan nombre a conocidos hospitales en Granada y Málaga.

Es necesario hacer que se recuerden los caídos y olvidados de la carretera de Málaga a Almería, y no los autores de este hecho que ha arruinado la vida de tantas personas inocentes. 

Esta carretera, la antigua N-340 que fue testigo de esta masacre, fue llamada «la carretera de la muerte» por Norman Bethune, el médico canadiense que fue el héroe de «La Desbandá» y el ángel de la guarda de muchas de las personas que la sufrieron. Bethune había creado el Servicio Canadiense de Trasfusión de Sangre y aplicó este sistema en la Guerra de España, primero en los frentes de Madrid y después en Valencia, donde se enteró del avance fascista sobre Málaga y supo de la situación que estaba viviendo la población civil. Junto a su equipo acudió a en su ayuda con una ambulancia llena de sangre. Durante varios días y noches estuvo transportando heridos hasta Almería. Mientras tanto su ayudante Hazen Sise tomó una serie de fotos que se registraron para la posterioridad, siendo la única prueba gráfica de esta masacre, siendo algunas incluso fuente de inspiración para una de las escenas de Guernica de Picasso. La labor de Bethune durante «La Desbandá» fue fundamental. Cuando llegó a Madrid editó en inglés, francés y español el libro con las fotografías de la masacre bajo el título «El crimen de la carretera Málaga-Almería». Después viajó a Canadá y allí estuvo recaudando fondos para la República. Sin duda este personaje fue un testigo, sobre todo, un héroe de aquel genocidio.

                                                        

Todos hemos escuchado hablar del bombardeo de Guernica, sin embargo, «La Desbandá» es una parte de la historia reciente de nuestro país que desconocía totalmente antes de realizar este trabajo. Y no solo yo, la gran mayoría de las personas saben muy poco o nada sobre este hecho. Por ejemplo, mi madre, a pesar de haber estudiado una carrera de Historia, ha conocido esta masacre, al igual que yo, con la realización de este trabajo.

El miedo y el terror ha hecho que hayan estado calladas todo este tiempo las personas que sufrieron no sólo «La Desbandá» y la guerra, sino sobre todo la durísima represión franquista posterior, una vez acabado el conflicto y a lo largo de los años 40 y 50, y con menos violencia pero igualmente constante, en las décadas de los 60 y 70. El miedo a ser reprimidas, el miedo a volver a pasar por lo mismo, ese miedo que nunca se irá del todo. La memoria se pierde porque no se transmite, y esto es lo que me ha aportado este trabajo, un poco más de la memoria de nuestro país, de esa memoria que debemos buscar y recordar para así poder honrar como se merecen a todas las personas que han pasado por todas esas cosas terribles, a los que se quedaron, y a los que salieron, pero nunca más volvieron a ser los mismos. 

Porque esto no solo fue una guerra, fue un genocidio, y es necesario decirlo y sobre todo recordarlo, hablar de que en 1937, la N-340 se convirtió en la carretera de la muerte, donde la crueldad del fascismo hizo que le cayeran bombas a una población indefensa que estaban huyendo del terror que este estaba sembrando.

 

¿POR QUÉ CORREMOS?

No entendía que ocurría, no entendía porqué mamá me sacaba de nuestra casa sin decir nada. Estaba tan asustada…

No pude coger a mi muñeca, después aprendería a echar de menos otras cosas…

¿Dónde estamos?,¿Por qué corremos?

A mi lado veo a más niños, nos miramos… ellos tampoco saben nada.

«Mamá quiero parar, estoy cansada», mi madre, con la mirada inundada de terror,

me dice que pronto llegaremos, pero, ¿a dónde?

En el cielo hay aviones, caen bombas, ¿por qué?,¿qué pasa?,¿a qué estamos jugando?

Miro hacia un lado, hay un río, oigo gritos y la gente llora…

me giro para preguntarle a mamá, pero, ¿dónde está?

Mamá se ha ido, seguro que estará buscando mi muñeca, pronto volverá conmigo…

 

 Dibujo de María Rosa Aránega.

CARMEN HUERTAS VEGA

1º de Bachillerato-B

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