Miré los muros QUEVEDO

MIRÉ LOS MUROS (soneto, esquema ABBA ABBA CDE CDE)

Miré los muros de la patria mía,                         A

si un tiempo fuertes ya desmoronados          B

de la carrera de la edad cansados                      B

por quien caduca ya su valentía.                        A 

Salíme al campo: vi que el sol bebía                 A

los arroyos del hielo desatados,                         B

y del monte quejosos los ganados                     B

que con sombras hurtó su luz al día.                 A

Entré en mi casa: vi que amancillada               C

de anciana habitación era despojos,                D

mi báculo más corvo y menos fuerte.               E 

Vencida de la edad sentí mi espada,                 C

y no hallé cosa en que poner los ojos               D

que no fuese recuerdo de la muerte.                E

La decadencia de España aparece en este poema magistralmente enunciada mediante el símbolo de los muros desmoronados, muros de un tiempo ya pasado, muros de una valentía temporal que han demudado en decrépitos, fugaces cual tempus fugit.

El tiempo, el principal protagonista del drama barroco, aparece de modo palmario en el soneto, y con este, las tres notas que definen la idea quevedesca del vivir humano: su incertidumbre, su fugacidad y su inconsistencia. Y es que el tiempo es, con seguridad, con su prolongada espiral de trabajo monótono y repetitivo, con sus vueltas constantes, el verdadero guía, el único trillo capaz de transformar con impasible constancia los haces de antaño en parva molida. Y de él no escapa tampoco la decadencia personal, la lenta agonía que deja éste a su paso, que en el soneto podemos verla reflejada -por ejemplo- mediante la imagen del báculo torcido.

Y junto al tiempo -sin duda a consecuencia del mismo- el recuerdo de la muerte, la muerte misma, el llanto en las esquinas del olvido, la ceniza que queda, los despojos, la espada briosa ya vencida de la edad, el báculo corvo y el corvo báculo, el naufragio de tantas certidumbres, el derrumbe de dioses y de mitos, el desmoronamiento del muro, de la casa, los años transcurridos tan deprisa… La soledad impregna todo movimiento humano. El hombre se encuentra solo e indefenso ante el inexorable paso del tiempo. Bajo este prisma Barroco –y me atrevo a decir que desde todos los prismas de todos los tiempos- podría considerarse que el hombre es un condenado a muerte al que cada día se le regala un día más. Y todo ello –tiempo, fugacidad, soledad, muerte- bajo un mismo halo antitético y pesimista, tan recurrente en el Barroco hispano: muros fuertes/desmoronados, sombras/luz, más corvo/menos fuerte; elementos estos –junto al tiempo- afectados por animaciones y personificaciones que aportan verosimilitud al contenido del soneto: vencida de la edad, fuertes, valentía, anciana, bebía…

Resumiendo, tanto el tema del soneto –el paso del tiempo y las marcas inexorables que deja a su paso- como el empleo de la antítesis o contraste, refuerzan o, mejor dicho, atestiguan el carácter barroco del mismo. Resultaría asimismo manco no mencionar el carácter conceptista que hallamos en el poema; bien, a lo que vamos: el conceptismo en el poema lo ofrece la identificación entre los muros y la patria, la casa y el alma o el bastón y la propia naturaleza física de la persona.

 

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