LA ROMERÍA.

Autor:D. Antonio Giménez Azcona.

FIESTAS EN HONOR DE LA PATRONA DE ESPIEL

«VIRGEN DE LA ESTRELLA”

Estas fiestas, perdidas en los tiempos, se celebraban con algunos actos distribui­dos en los días 24, 25, 26 Y 27 de Abril, pero en la actualidad para favorecer la venida de espeleños de todas las partes de España, se conmemoran el último domingo del mencionado mes; con lo cual, al ser día de descanso laboral, la fiesta ganó en romeros y, por tanto, en brillantez. El cambio tuvo lugar en 1.972, aunque, como feria, se había trasladado a los primeros días de Septiembre en sesión municipal del 1 de Junio de 1.925.

Ya en el libro donde se recogen las cuentas del Concejo, iniciado en 1.607, se habla de la «traída y llevada de la Virgen» y «de misas y procesión» en su honor, siendo presbítero Pedro de Sepúlveda (Doc. 11, Leg. 5). También se explica el motivo: «por voto que tiene fecho -el concejo- por cierta necesidad de salud» (Doc. 13, Leg. 5, apartado 13).

ACTOS QUE SE HAN CELEBRADO O QUE AUN SE CELEBRAN

– Día 24 de Abril.

Este día las mujeres de Espiel lo dedican a preparar principalmente la comida, que consiste en: tortilla de patatas, huevos duros, lomo, chorizo casero, carne y el «jornazo» tradicional compuesto por un bloque de masa en cuyo interior se encierra: lomo, chorizo, jamón y huevos. Después se cuece en el horno, con lo que adquiere la forma de un pan de superficie irregular.

Muchos romeros guisan en el campo, así como los “hermanos de la Virgen” por lo que este día también preparan los ingredientes para tal fin.

– «El Patatun»

Tampoco sé de qué fecha datará esta tradición ni cuál es su origen ni motivo. D. Antonio Pérez Pineda le supone un origen profano, tal vez relacionado con «alguna ceremonia de carácter mágico o de exorcitación destinada a sanar endemoniados o epilépticos». Posteriormente pasaría a formar parte del, ritual de invocación a San Sebastián, patrón de la villa e intercesor en la curación de enfermedades, de distinto tipo. Puede ser que relacionado con el voto que tenía el Concejo y que ya hemos mencionado, pasase a formar parte de los actos a celebrar en las fiestas de Nuestra Patrona y con la intención que el mismo D. Antonio le atribuye, de «conjurar cualquier maleficio que pueda interferir el normal desarrollo de los festejos que anuncian». 

Por mi parte me limitaré a relatar el hecho: Sobre las cuatro de la tarde, el tambo­rilero oficial de estos actos (desde pequeño he conocido en este puesto a Rafael Bravo hasta su muerte, ocurrida en 1974. Hoy lo suele hacer algún aficionado y el acto carece en parte de la importancia que en los años anteriores tenía para la chiquillería) salía de su casa y a toque de tambor reunía a los muchachos del pueblo. Después siguiendo un pasacalles recorrían el pueblo haciendo algunas paradas en la cuales se bailaba de la forma que seguidamente narraré. Se comenzaba con una carrera de unos treinta o cuarenta metros alejándose del tamborilero; al cambiar el toque de tambor, los chicos volvían junto a éste; seguidamente y con un nuevo toque, la chiquillería se tiraba al suelo en tendido supino y «pateaban», a la vez que tocaban las palmas durante medio minuto aproximadamente; posteriormente y siguiendo un nuevo cambio de tambor, se ponían en cuclillas tocando también las palmas y durante el tiempo que el tamborilero juzgase oportuno; un nuevo cambio de tambor ponía a los muchachos de pie dando saltos y palmeando frenéticamente para recibir las golosi­nas , monedas, nueces y demás chucherías que la gente arrojaba a los bailarines. Una vez recorrido el pueblo en su totalidad, el acto había terminado de la misma forma que comenzó, llevando al tamborilero a su casa o mejor acompañándole.

D. Hilario J. Solano Sánchez, belmezano enamorado de Espiel, escribía en el Diario Córdoba del 17 de Abril de 1913 un artículo sobre esta fiesta y decía que el patatún se bailaba «de pie, sentados en el suelo y tendidos». Eso fue a principios de siglo, ya que en el mismo artículo menciona «que hace muchos años que no asiste a ellas». Como se observa la forma de bailar el patatún difiere un poco de la reseñada por mí y de la que se practica ahora, totalmente desvirtuada, pero en lo esencial no ha cambiado: «llevaban con el cuerpo y manos el compás del repiqueteo más o menos ligero que imprimía el tamborilero». Hoy y desde 1979, en lugar de tamborilero el baile lo dirige la banda de tambores de la localidad, ganando en ruido y perdiendo en tradición.

Dentro de este día 24 se han celebrado otros actos, que puede que con el tiempo lleguen a formar parte de la tradición. En 1978 -con el cambio de fecha fue el 28 de Abril- tuvo lugar un pregón de fiestas en el cine San Rafael a cargo de un poeta. cordobés (creo que fue D. Juan Morales Rojas). A mi juicio, fue grandiosa, enorme, lleno de arte, pero deslucido por la incomprensión de alguna parte de los asistentes­ – no espero se haga tradicional, pues no se ha repetido-. En los ultimas años se Viene celebrando una reunión de cante flamenco y baile junto a la ermita. El acto tiene lugar por la noche. Está lleno de colorido, a la luz de las candelas que mitigan el frío creciente. Han actuado artistas tan afamados como: Luis de Córdoba, El Cabrero, Curro Díaz y otros muchos, que no por dejar de mencionados carecen de la talla de los aquí reseñados.

– Día; 25 de Abril.

Día grande, día de romería y de desbordante fervor mariano. Comienza la jornada con la salida de carrozas y caballistas desde el «Paseo Nuevo», antiguo «Barrero», por la carretera de la Estación hasta entrar en el camino de Estrella.

La ermita está a unos tres kilómetros. La hora de partida nueve de la mañana (en tiempos pasados las gentes iniciaban el camino muy de mañana, al tener que ir a pie o en bestias).

Llegado el romero al llano, en el llamado campo de «Estrella», después de un camino pesado y polvoriento, busca una sombra bajo las centenarias encinas donde dejar su comida antes de dirigirse a la ermita de su Patrona. Gente alegre y bulliciosa se derrama en el llano a través del camino, por lo general mal cuidado. La Virgen está sobre sus andas dentro del templo. Ante ella cientos de velas encendidas. El suelo es un charco de líquida cera. Comienzan a aparecer en el manto de la imagen los prime­ros billetes de sus devotos. El templo reducido y pequeño está lleno de colgados exvotos de madera pintada y cera; también se encuentran muletas y un sin fin de objetos que el culto milagrero ha llevado al recinto.

Son las once y media y, en los últimos años, ha comenzado un nuevo acto que los tiempos venideros harán tradicional, es la ofrenda de flores, claveles rojos y blancos para la virgen serreña, tantos que la imagen se pierde tras un montículo grana y blanco de valiosas flores. A las doce un nuevo acto litúrgico o más bien de culto tiene lugar. Es la Santa Misa. Esta tenía lugar dentro de la ermita unas veces, otras en el pórtico del templo por la abundancia de fieles. En estos últimos años se hace frente a la iglesia, colocando las andas de la imagen sobre un muro de cemento habilitado para este hecho. Ahora el manto de la Virgen está cubierto en su totalidad de dinero (En 1978 fueron unas 70.000 ptas.). Este dinero se suele colocar no sólo el día de la romería, sino durante todo el tiempo en el que la imagen se encuentra en la ermita (Desde el último domingo de Septiembre al último domingo de Abril) sobre todo los viérnes de Cuaresma en los que es especialmente visitada.

Pasada la Santa Misa nuevamente la imagen es llevada al templo y comienza la fiesta: bailes, bullicio, alegría, vino, cante, diversión… Los mayores a «su» encina, donde la bota gira en torno al tronco alegrando a los presentes que, esperando la comida, degustan sabrosas tapas. Más tarde la abundante comida, que ya hemos reseñado, terminaba con la fotografía de rigor. Hoy vemos aquellas «fotos» un poco amarillentas, y nos alegra y divierte ver a muchachos que ya son padres y abuelos, modas que pasaron, corrillos que nunca más se repetirán, porque algunos nos dejaron, pero, pese a todo, serán cosas que nos gustarán siempre recordar.

El Concejo pagaba una comida a sus oficiales, eclesiásticos y otras personalidades en tiempos pasados.

La siesta ha llegado para los mayores. Tras una buena comida y bastante bebida, comienza la somnolencia a la benéfica sombra del «chaparro»; el botijo sustituye a la bota; la mosca y el abejorro terminarán por competir con el casset. A lo lejos, frente a la ermita, aún se puede ver a muchos jóvenes con fuerzas para saltar y bailar. Alguien, apoyado sobre el mostrador de una pequeña «tasca», rumia un no sé qué, mezcla de vino, cerveza y alguna que otra bebida exótica, que venida del extranjero, también ha querido acercarse a la romería. El pozo oculto por la gente. La cadena chirría. Agua, fresca para combatir la modorra.

La campana suena en la espadaña; un tambor redobla. Las seis de la tarde. Hay que partir. Cientos quizá miles de vehículos enfilan hacia el Puerto (Esto me recuerda las antiguas caravanas de asnos y mulos, tocados con vistosos arreos, que en otros tiempo hacían el mismo recorrido). Más tarde el devoto romero saldrá tras la imagen de su Virgen, cantando unos, rezando otros, algunos descalzos. En otros tiempos eran muchos los penitentes que se disputaban el llevar las andas colocando sus pañuelos atados a los barales muchos meses antes de la fiesta. Hoy lo hacen los «hermanos de la Virgen», aunque se vivió una enorme crisis en la segunda mitad de los setenta cuando la Hermandad apenas existía y los romeros, no sé los motivos, rehuían el hacerlo, salvo al entrar en el pueblo. Alguien, que con enorme orgullo llevó las andas durante todo el recorrido más de una vez, con aficiones de mal poeta escribió esta oración-lamento:

¡Que tengo dolorido el hombro

de llevarte de aquí hasta el Puerto,

del Puerto hasta la Ermita,

de la Ermita hasta el pueblo.

Más no, Señora, no pesa el leño

lo mucho ni lo poco para olvidarme

del gozo que en mi pecho

siento al llevarte.

Mi alma se ha llenado

de luz, que cual estrella,

ha desbordado el firmamento

y aquí en mi pecho, dejó su huella.

Y es Señora que en mi interior espero

que vengas con tu manto

allá, cuando yo muera,

para llevarme al cielo!.

Llegada la comitiva al «Puerto» se hace un alto para dar paso a los vehículos que vienen tras el cortejo y también para que el sacerdote pueda llegar al pueblo y organi­ce una procesión para recibir a la Virgen. En este momento se comienza a repicar todas las campanas de la parroquia, lo que permite a las numerosísimas personas que hay en el pueblo concentrarse en el «Barrero» y carretera de la Estación para el recibimiento, «La Reverencia», quizá el acto más emotivo y más puro en tradición de todos los que se celebran en Espiel. En este lugar, llamado hoy simplemente Puerto, en otros tiempos «Puerto de la Calera» (1900), antes, «Alto de los Porqueros» (1691) había una cruz humilladero (1691-1716, Doc. 8, Leg. 57) Y unos asientos de piedra para descansar. También era costumbre que el Concejo diera un refrigerio a los acompañantes. (Doc. 4, Leg. 107).

Se inicia la marcha, pasada una media hora. El camino pendiente favorece el paso de la comitiva, ya que ahora es bajada hasta el arroyo, donde se inicia otra subida. El romero, de pies cansados, se siente satisfecho de divisar las primeras casas y orgulloso de acompañar a su Patrona. Se ha llegado a la carretera de la Estación, casas, que como blancas palomas, reciben el cortejo, hecho de sudor, polvo, cansancio y alegría.

Mientras tanto, ha partido de la parroquia una nueva procesión con una imagen de Jesús, a la que acompañan las autoridades, párroco, banda de música y mucha gente, que con traje dominguero se ha preparado para el acto y para la fiesta. Van a recibir a su Patrona.

La imagen de la Virgen se detiene. De este grupo parte la imagen del paje, que no es otro que San Sebastián, nuestro patrón; el abanderado y el tamborilero de la Hermandad. Van a buscar al Niño Jesús Resucitado. Llegados a la procesión que ha partido del pueblo, vuelven a paso muy vivo, para comunicar a la Virgen la venida de su Hijo, que ha salido para recibida. Una vez anunciado el hecho, se inicia por parte de ambos grupos una marcha rápida que pronto se tornará en carrera. La imagen de Jesús y de la Virgen de Estrella se deslizan sobre la multitud. Se hace un gran silencio sólo roto por el redoble del tambor. Ha comenzado el gran momento. Los porteado­res de ambas imágenes llegan unos frente a otros. Los que portan los barales delante­ros hincan su rodilla en tierra. De esa forma las imágenes parecen fundirse en un abrazo. Es «La Reverencia», la bienvenida del Hijo a la Madre. Son segundos de gran emoción, diría yo, más bien, profunda emoción. Se ríe… se llora… La música lanza al viento los acordes del Himno Nacional… Cohetes, gritos, vivas a la Virgen de Estrella… La apoteosis de un gran acto.

El sudor y el polvo se mezclan con el perfume dominguero. Todos suben por la calle Estrella y Andalucía hasta la Parroquia. Primero San Sebastián, después la imagen del Niño Jesús Resucitado, finalmente la Patrona, nuestra Virgen de Estrella. Mientras se mezclan en hermosa sinfonía cohetes, campanas y los acordes de alguna banda. Allí se cantará La Salve y el Himno de la Patrona. Después nuevos vivas a la Virgen con lo que termina el acto religioso y la romería.

Ahora comienza el baile, la fiesta profana. La chiquillería inundará el «Paseo Viejo», buscando los tiovivos que han comenzado su carrera sin fin. Altavoces y sirenas mezclarán gritos y rugidos hasta la madrugada.

– Día 26 de Abril.

En este día la actividad festiva comienza tarde, con juegos y deportes para la gente joven, con copas de buen vino y quizá alguna tapa de lechón para los maduros. Algunos años hay tiro al plato o pichón, fútbol, atletismo o cualquier espectáculo deportivo.

Sobre las dieciocho horas, de nuevo, las campanas repican y con tres toques de llamada reúnen al vecindario para otros actos religiosos: La Misa Solemne en honor de la Virgen de Estrella y la posterior Procesión, también en su honor, por la llamada «Carrera Grande». Ambos actos son presididos por las autoridades. La misa es cantada, de las llamadas en otros tiempos de «Tres Capas».

Cuando la feria era en estas fechas, la Misa Solemne se celebraba el día 26, nombrando el sacerdote las dos hermanas que debían presidir al siguiente año (Artículo citado del Señor Solano). Terminada ésta «la Hermandad con su bandera a la cabeza y la banda de música, acompañando a las autoridades, bajaban al Ayuntamiento, frente al cual, los que sabían, revoloteaban la bandera en tanto que los hermanos, formando círculo a la misma, disparaban sus escopetas». “Autoridades, hermanos e invitados pasaban al local, donde se les servía una tan abundante como espléndido convite» (Hilaría J. Solano Sánchez. Diario Córdoba, 17-Abril-1913). .

Posiblemente ese convite sustituyó a la comida que antaño costeaba el Concejo en la Ermita el día de la romería y que pasó a ser obligación del hermano mayor de cada año.

– Día 27 de Abril.

En este día, tenía lugar la procesión. Se realizaba por la tarde y con la particularidad de que al llegar la imagen a la cuesta de la Iglesia se quemaban unos hermosos fuegos artificiales. (J. Sol).

Mientras tanto el «Barrero» es fiesta de luz y sonido para un vecindario verbenero y bullicioso.

Con esto las fiestas de Abril terminan y la Virgen queda entre los espeleños hasta el último domingo de Septiembre.