Otras tradiciones(San Blas, matar los judas, «dar la Majestad»…).

Autor:D. Antonio Giménez Azcona.

EL DIA DE SAN BLAS .

Se celebraba esta fiesta el 3 de Febrero. En ella los chiquillos llevaban a la iglesia un ramo de romero. Lo colocaban junto al altar, sobre el suelo, y el sacerdote lo bendecía.­

Algunas personas lo guardaban en su casa y lo utilizaban como protección contra

las tormentas y males hogareños. Otros lo esparcían en la sementera para proteger la cosecha de tormentas, granizo y plagas agrícolas.

BODA DE UN VIUDO O VIUDA.

Cuando se celebraba el matrimonio de un viudo (varón o hembra), ya fuese con soltera o soltero, ya fuesen viudos ambos; las gentes del pueblo les daban la «cencerrada».

Consistía en tocar grandes cencerros o cacerolas durante toda la ceremonia y después de ella. Durante toda la noche se prolongaba la fiesta y, en algunas ocasiones, varios días.

Esta tradición, si ha desaparecido, podemos considerar que lo ha sido recientemente, pues no hace muchos años ocurrió por última vez y recuerdo que, aparentemente, con el beneplácito de los interesados.

DAR LA MAJESTAD

Recibía el nombre de «dar la Majestad» el acto de llevar el viático a un enfermo. Las gentes, una vez escuchadas las campanas de rigor, marchaban hacia la Iglesia.

Allí, reunidos, iniciaban una procesión, acompañando al párroco con grandes y pesados faroles, hacia la casa del enfermo, mientras el monaguillo o acólito tocaba incesantemente una campanilla para que las gentes se arrodillasen al paso de la comitiva y encendiesen velas o mariposas en las ventanas de las casas junto a las que pasaban. Una vez en casa del enfermo, entraban al interior: el sacerdote, acólitos y portadores de faroles. Se celebraba el acto durante el cual la campanilla cesaba en su constante latir, que iniciaba, de nuevo, una vez terminado el; sacramento. Posteriormente volvía la procesión a la Iglesia en donde el sacerdote leía una serie de indulgencias, otorgadas á los acompañantes por su caritativo acto.

«HACER Y MATAR LOS JUDAS»

Los «judas» eran y son unos muñecos de trapo rellenos de paja o hierba que se realizan el Sábado Santo por la noche. En su realización intervienen, principalmente, grupos de jóvenes. Realizados, se cuelgan en una cuerda entre dos ventanas o balco­nes de una calle a elevada altura, hasta la mañana del Domingo de Resurrección en que se procedía a «matarlos».

El Domingo, a esto de las siete de la mañana, se celebraba la Misa de Resurrección en la Iglesia Parroquial. Era corriente en esta misa ver a muchos cazadores con sus aperos de caza, aunque la finalidad no era la práctica de ese noble deporte una vez terminado el acto litúrgico, sino la que veremos seguidamente: .

Terminada la misa se celebraba una doble y pequeña procesión a través de las calles: Iglesia, Góngora y parte de Andalucía.

En ella se sacaban dos imágenes: una la de la Virgen, en este caso se utilizaba la de una Virgen llamada «De la Nava» y otra la de un Niño Jesús Resucitado. La imagen de la Virgen salía por la puerta principal, que está orientada al NO, y bajando por la «Cuesta de la Iglesia» se dirigía a la calle Góngora. La imagen del Resucitado partía por la puerta contraria y siguiendo la calle Iglesia, se dirigía también a la calle Góngora. En esta calle tenía lugar el encuentro de la Madre y del Hijo Resucitado con Una pequeña «reverencia» parecida a la del 25 de Abril. En ese momento se hacía una descarga con las escopetas que portaban los cazadores. Una vez reunidas las dos imágenes, la procesión, siguiendo el itinerario, que había traído la Virgen, se dirigía a la Iglesia, donde terminaba el recorrido y comenzaba el acto de «matar los judas» propiamente dicho.

Los cazadores, en un solo grupo, recorrían y recorren las calles buscando los muñecos y disparando sobre ellos con cartuchos de fogueo hasta que, destrozados por la pólvora, caen en manos de la gente joven que se encarga de deshacerla con el regocijo de unos y la pena de los menos, en este caso, las vecinas que tendrán que barrer las puertas. De esta forma se van destruyendo uno a uno los horribles fantas­mones hasta llenar el pueblo de zapatos viejos, harapos, paja, serrín, etc. que pronto serán limpiados por las sufridas amas de casa que también colaboran en la fiesta dando la nota de limpieza.

Después de una decena de años en los cuales desapareció esta fiesta tradicional ­no mencionaré aquí al culpable-, ha reaparecido con una fuerza inusitada. El año 1978 fue de los más vistosos y celebrados por los espeleños, pero la fiesta, tras la fatal decena reseñada, perdió los actos religiosos y sólo quedan los profanos, eso sí con una pujanza cada vez mayor. Disminuyeron las escopetas, aparecieron algunos trabucos, con su ruido infernal, y lo más importante, la incorporación al acto de muchísimas personas mayores, que se mezclan con la juventud en una lucha despiadada de paja y serrín entre ellos, con los vecinos descuidados y, en muchas ocasiones, con los asombrados visitantes.

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