CHRISTO Y JEANNE CLAUDE. ARTE QUE NO MUERE

“Es pasión. Te encanta y todo es real. Por eso es genial ser artista, tienes algo para ti. Ser artista no es una profesión, el arte no es una profesión. Uno no trabaja de 9 a 17… eres artista todo el tiempo. No hay un momento en el que no lo seas”. Christo

c -min 12:56-.  Película Walking on water, Italia, 2018.

Solo se me ocurre una manera de comenzar a hablar de Christo y Jeanne Claude, y es refiriéndome a la expresión popular quien la sigue la consigue. En una de muchas charlas a las que el octogenario artista había sido invitado recientemente, pude ver cómo sentía la pasión de ser artista, esa que arrastra al cuerpo a los rincones más excéntricos de la mente. Esta fuerza, para todo aquel que no esté familiarizado con ella o no la haya experimentado todavía, obliga a hacer realidad ideas que gritan, surrealistas, con una potencia insoportable. “¡Constrúyeme!”, dijo un parlamento Berlinés envuelto por polyester en su cabeza allá por 1970.

Christo y Jeanne Claude

Esa creatividad vigorosa y concentrada es la parte más poética del proceso artístico: es la que remueve, la que activa, la que engancha, pero también es la que nadie más ve. ¡Qué complicado -o desagradable- es enamorar a otro con palabras de arte cuando se trata de una idea no funcional y de la que no se va a obtener un beneficio económico! Es por eso que la pareja artística Christo y Jeanne Claude ni siquiera lo intentaron en vida: sus obras fueron enteramente financiadas a través de la venta de bocetos, maquetas y collages que habían hecho previamente. Así se cuidaron de no aceptar subvenciones o dinero público.

Christo y Jeanne Claude

Viniendo de Gabrovo -Bulgaria-, Christo pasó por Viena, Ginebra y se instaló en París, donde conoció la obra de Dubuffet, Miró, Nicholas de Stael y Pollock. Saludó a Yves Klein, al historiador de arte Pierre Restany, y estoy segura de que también a muchos otros. Así mismo, se dejó alimentar de las influencias de Casablanca, Marruecos, que Jeanne Claude le trajo al conocerse. Todo ello  estaba abocado a convertirse en un proyecto que de por vida girara en torno a un elemento rico pero tímido, intelectual, minimalista, plástico y radical: la tela. Material capaz de insinuar la forma o el aspecto más esencial de algo, de hacer desaparecer detalles innecesarios y exaltar su condición más plástica, un ejercicio idéntico al de la personalidad de los autores.

Christo y Jeanne Claude

Desde luego, ambos consiguieron acercar el arte contemporáneo a un público masivo, hacer de la calle una galería colosal. Definían sus obras como “perturbaciones” del espacio público, cosa que no les ayudaba nada con la burocracia: invirtieron 24 años de charlas con seis presidentes distintos hasta que pudieron desplegar la enorme cortina de Wrapped Reichstag en el 95. Pero ahí estaba siempre la insistencia del creador para luchar contra la negativa constante de los que no confiaban en sus proyectos. Y ahí quedará por siempre esa tozudez creativa para conseguir, aun cuando ellos ya no estén presentes, exponer piezas mayúsculas que estaban en proceso (L’Arc de Triomphe, Wrapped 2021). Conseguir, a fin de cuentas, que no muera (también) su arte.

 
 

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