El Tiempo del Sueño: Despedida de Nuestra Dori
Al cabo de los años, uno termina comprendiendo que la vida se nos va deseando otra vida que nunca viene.
Esto, afortunadamente, nunca fue problema para nuestra siempre compañera Dori (lo fue primero como maestra; luego, como inspectora). Ni siquiera cuando llegó el momento de despedirnos, de forma abrupta y cruel (jamás deja de ser cruel), este viernes 27 de mayo.
Salvadora Acedo, nuestra Dori, comprendió (de la mejor forma que hay, dando ejemplo con su existencia) que el vivir sólo viviendo se entiende. No con sueños ni con falsas expectativas, sino con la aceptación, tan valiente como generosa, de esa mezcla de comedia y tragedia que es la vida.
Por eso creo que, a pesar de todo, a pesar de todos los peros (esos malditos «peros»), Dori nos dio a todos los que tuvimos la suerte de conocerla, un recital de felicidad. Porque la felicidad no es más que la expresión exultante de la vida. Y la vida… ver, aceptar y disfrutar de las cosas tal como son. Dori era pura vida. Sin trampa ni cartón.
Ahora, en este momento que empieza su sueño eterno, podemos temer el cuánto tiempo nos acompañará su recuerdo. Se dice que la muerte empieza cuando empezamos a olvidar. ¿Cuánto tiempo Dori seguirá con nosotros?
Es una pregunta que no hace falta responder. Ni siquiera formular. Como decía Borges, «ya somos el olvido que seremos». Es cierto que podremos olvidar momentos, hechos, frases… pero no cómo Dori nos hizo sentir.
No olvidaremos la inmensa sensación de quietud, belleza y verdad que el compartir por un instante nuestra vida con su presencia provocaba. Solamente con su mirada, con la que nos asomábamos a un alma de humanidad y bondad.
Dori, te echaremos de menos. Porque gracias a ti, éramos mucho más.