«¡QUÉ MAL GÉNERO, EL GÉNERO HUMANO!» (III)

Cerramos esta trilogía de reflexiones derivadas de la Situación de Aprendizaje propuesta para tratar la Prehistoria y la evolución humana desde sus orígenes hasta la actualidad, planteando qué futuro nos espera como especie. Como siempre la selección ha sido difícil. Finalmente se van a exponer tres reflexiones realizadas desde planteamientos distintos (ahí está la gracia) después de haber analizado y comprendido la famosa etiqueta de Anís del mono y de haber consultado las diversas fuentes de información propuestas, más las que ellos y ellas mismas hayan usado para ampliar y concretar. Lecturas, audios y audiovisuales para plantearnos las ancestrales preguntas existenciales de quiénes somos, de dónde venimos y, sobre todo, hacia dónde nos encaminamos.

Dibujo de María Cristina Vílchez González.

A modo de introducción a esta segunda Situación de Aprendizaje, comenzaremos comentando y relacionando el logotipo del licor del Anís del mono con el creador de la teoría de la evolución de las especies, Charles Darwin. Detrás de todo esto hay una historia bastante interesante que, además, sirvió de estrategia comercial. Nos remontamos al año 1870. Vicente Bosch i Grau crea su licor y le asocia a este la imagen de un mono. ¿Pero cuál es el motivo? Recordemos que en 1859, once años antes, Charles Darwin publica su teoría de la evolución de la especies, contraponiéndose a la hasta entonces oficial teoría creacionista. Así que Bosch supo aprovechar este debate sobre el origen del Hombre y el mono de su licor no era un simio cualquiera, sino que adquirió rasgos humanoides basados en el mismísimo Darwin. Así que, sin duda, era y es un guiño a la polémica entre creacionistas y evolucionistas. Lo más gracioso de todo es que el propio Bosch era creacionista. ¿Fue entonces una manera de burlarse de Darwin, o una magnífica estrategia comercial? Ambas dos. Sea como sea, la verdadera intención solamente ha estado en la cabeza de Vicente Bosch, y de una forma u otra ha conseguido posicionarse como uno de los licores más populares.

Entonces… ¿venimos del mono?

Esta es una cuestión que no era capaz de contestar antes de elaborar este trabajo de investigación. Tenía muchas ideas en la cabeza y no sabía cómo enfocarlas para dar respuesta, hasta que investigando y con ayuda de las fuentes de información propuestas por el profesor he conseguido llegar a una conclusión

El caso es que mucha gente cree que somos monos evolucionados. Siempre que pensamos en nuestra evolución nos viene la imagen clásica de un mono que se va humanizando hasta llegar a lo que somos hoy día. Lo cierto es que no venimos directamente del mono, lo correcto es decir que compartimos un antecesor común. «Es mejor afirmar que somos una especie más del orden de los primates», explica el paleontólogo José María Bermúdez de Castro en un artículo sobre la evolución humana en la BBC («Un error muy común es pensar que descendemos de los monos», publicado en BBC News el 22/11/2019).

Este ancestro común divergió en dos linajes diferentes: el que dio lugar a los chimpancés se quedó en el oeste de África; y el que dio lugar a lo que somos actualmente evolucionó en el sur y este de África.

«Compartimos el 99% de nuestra genética con los primates, pero ese 1% supone entre 20.000 y 25.000 genes operativos»

Esta reparación del linaje de los chimpancés ocurre hace 5 millones de años, y el primer homínido que conocemos es el Ardipithecus Ramidus, cuyos restos fueron descubiertos en Etiopía por el paleontólogo Tim White y su equipo. Por lo visto, este primer homínido era incapaz de elaborar herramientas y se alimentaba de vegetales. Pero no he respondido a quién fue ese primer «hombre-mono» ancestro común entre humanos y chimpancés. El motivo es que aún no se ha encontrado ese eslabón perdido entre ambas especies. Si observamos el siguiente dendograma, veremos que no expresa los distintos grados de parentesco entre las especies, puesto que no se mueve de izquierda a derecha, lo que importa es cómo se conectan por debajo entre sí las diferentes especies.

Si nos fijamos, no aparece ninguna especie fósil de chimpancé, puesto que n ose conoce ninguna. De hecho no se cree que en el pasado existiesen chimpancés más bípedos e inteligentes que los actuales. En cambio, lo que sí se necesitan son formas de algún modo intermedias entre ambas especies, esos eslabones perdidos de los que hablaba antes.

¿Humanizados?

Hablemos ahora de esos factores o rasgos que nos hacen humanos, Para dar respuesta a este tema debemos remontarnos a esas características que nuestro organismo ha ido adquiriendo progresivamente en el llamado proceso de hominización. Basándome en lo que Almudena Álvarez escribió en uno de los artículos recomendados por el profesor («Desde el mono hasta el Homo Sapiens», publicado en EL MUNDO Castilla y León el 01/12/2009), des han producido cinco hitos fundamentales que han cambiado y condicionado el rumbo de la evolución humana:

1.- -El cambio climático, hace seis millones de años, lo cual provoca la reducción de las selvas húmedas, obligando a los monos bajar de los árboles y caminar.

2.- El bipedismo, lo cual da lugar a importantes cambio morfoestructurales en nuestro cuerpo, siendo el más evidente la liberación y especialización de las manos, que con el tiempo permitió la elaboración de útiles.

3.- El descubrimiento del fuego, un gran avance en cuanto a la seguridad, el confort y la mejora de la alimentación, dando lugar, igualmente, a importantes cambios morfoneuronales.

4.- La toma de conciencia. Conforme pasa el tiempo, el ser humano toma por primera vez conciencia sobre su propia existencia, de que está vivo y de que puede morir, es por ello que empieza a elaborar creencias y rituales ultraterrenales que le den sentido a la vida y a la muerte.

5.- aparición del lenguaje simbólico. El Homo Sapiens reproduce tanto lo que percibe del mundo exterior como lo que imagina, y lo plasma en representaciones rupestres.

«Algo muy interesante es que ganar conciencia supone que el ser humano pueda tomar las riendas de su vida, tanto para lograr un mundo mejor y más justo, como para absolutamente todo lo contrario»

Además, a modo de curiosidad quería añadir algo sobre el estudio de National Geographic que expone la ausencia de un gen FOXP2 en los humanos («¿Qué nos hace humanos? Más que la presencia, la ausencia de genes», publicado por Ed Yong en NATONAL GEOGRAPHIC el 11/11/2009). La ausencia de este gen es crucial en el desarrollo del habla, una cualidad única en nuestra especie. Por tanto, eliminar el código genético también puede tener consecuencias positivas.

Resumiendo todo lo comentado hasta ahora, si tenemos que destacar qué es lo que realmente nos hace humanos, es tomar conciencia y poder expresarnos, tanto simbólicamente como a través del habla, lo que, además, supone un importante avance a nivel social para las comunidades de Sapiens sapiens. Es por ello que se dice que las formas más «humanizadas» de los homínidos somos nosotros y los neandertales, los más encefalizados, por otra parte. Veamos la siguiente imagen:

Como vemos en el dibujo, el neurocráneo actual es más alto y «moderno», mientras que el del neandertal es más alargado hacia atrás. El hecho de que estas dos especies se consideren las más humanizadas es por lo que ya hemos comentado: conciencia y comunicación. Porque hay que tener en cuenta que proceso de hominización y proceso de humanización no son sinónimos.

Es el momento de hablar sobre las causas y factores que provocaron la extinción del Homo Sapiens neanderthalensis. Hay muchas teorías al respecto que, incluso, cuestionan su desaparición. Unas dicen que esta extinción fue debida a que tras generaciones de hibridación con los Sapiens sapiens, los primeros acabaron perdiendo su identidad genética, siendo absorbida por el segundo, que eran superiores en número. Otras dicen que los neandertales no supieron, o no pudieron, adaptarse a los cambios y circunstancias medioambientales y se extinguieron por la actuación de la Ley Natural. Personalmente estoy de acuerdo con la teoría más aceptada, la cual dice que el Sapiens sapiens adquiere unos rasgos morfoneuronales concretos que le permiten adaptarse mejor al medio e imponerse demográficamente: gracilidad ósea, pelvis estrecha y alta que agiliza el movimiento y los grandes desplazamientos, mayores y mejores conexiones neuronales que permiten una organización social más compleja y una elaboración de útiles más específica y especializada adaptada a los nuevos condicionantes faunísticos, etc.

«Sólo hay una guerra que pueda permitirse la especie humana. Esta es la guerra contra su propia extinción» (Isaac Asimov)

En lo personal, creo que actualmente estamos en nuestro mejor momento como especie. Estamos viviendo una revolución científico-tecnológica imparable. Tenemos a nuestro alcance casi todo lo que queremos y estamos prácticamente a nada de hacer que nuestro proceso de evolutivo se acelere de manera exponencial gracias a la manipulación genética. Y aquí entra en juego el grave dilema moral, ya que la manipulación genética puede traer terribles consecuencias como la aparición de «clases sociales inquebrantables», como expondré más adelante. El caso es que no sé hasta qué punto jugar con nuestros genes puede llegar a ser positivo.

Otro tema que me gustaría remarcar es el de nuestra propia extinción como especie. También tenemos a nuestro alcance la capacidad de destruir un proceso evolutivo que ha llevado millones de años en un sólo instante. Bueno, no exactamente todos nosotros. Con esto me refiero a los políticos que tienen el poder, esos que sacan a pasear bombas y misiles nucleares como si fuesen juguetes. Tienen en su mano el botoncito para derribar a la humanidad y parece que no son conscientes de ello. Hemos sido capaces de desarrollar una tecnología que de un momento a otro puede autodestruirnos, y para colmo está ligada a decisiones políticas y geoestratégicas de los intereses de unos pocos. ¡Bravo por nosotros! Es muy triste que estando en nuestro mejor momento, estemos más cerca que nunca de la extinción.

En este sentido quiero destacar algo que he leído a Eudald Carbonell: «Sólo somos monos inteligentes, nada más ni nada menos», asegurando que no llegaremos a ser humanos hasta que no adoptemos una conciencia crítica de especie, en la que pensemos sobre qué futuro queremos para nuestra especie en su conjunto y cómo debemos construirlo.

«Por primera vez disponemos de conocimientos suficientes para influir en el futuro de nuestra especie. El rumbo de los procesos evolutivos está en nuestras manos» (Eudald Carbonell)

Hablemos ahora sobre el futuro que nos espera como especie. Como he comentado anteriormente, la manipulación genética toca temas morales. Hay que tener especial cuidado en evolucionar genéticamente a unos individuos antes que otros. Si antes ya había estamentos y desigualdades sociales, imaginemos si ahora unos individuos predominan en fuerza e inteligencia sobre el resto. Sería el caos. Debemos aprender de nuestro pasado para mejorar las condiciones de vida de todos los seres humanos y transformar nuestro futuro como especie. Es cierto que el pasado sustenta nuestro presente, pero el futuro tiene que inventarse. Y este ha de ser construido  como una realidad colectiva y transdisciplinar, porque de lo contrario, y como decían los Sex Pistols, no tendremos futuro.

A pesar de que podamos autodestruirnos y de haber construido una tecnología letal, no podemos olvidarnos del factor azar. Como dice Carbonell en su «Elogio del futuro» (Arpa ediciones, 2018), de la experiencia de los saurios podemos extraer dos lecciones: la primera que el azar puede actuar y provocar el caos tal y como ocurrió con aquel meteorito. Y la segunda es que los crecimientos exponenciales se suelen regular provocando la desaparición de quienes no han sido capaces de adaptarse. «Ni nada ni nadie está seguro en el proceso de evolución».

Llegados a este punto, está claro que hay muchos futuros posibles y que algunos nos convienen más que otros. Lo importante es que tomemos conciencia y elaboremos un futuro colectivo mejor. «La sociedad se construye a partir de la individualidad de cada uno». Es por ello que debemos evitar:

1.- La homogeneización de comportamientos y culturas, lo cual se traduce en un no rotundo al paradigma del pensamiento único.

2.- Fomentar la igualdad de oportunidades y valorar que por suerte, al menos hasta día de hoy, la naturaleza humana nos iguala desde el nacimiento por homogeneidad genética, etológica y social. Aquí entra en juego lo que comenté anteriormente sobre si algún día el ser humano logra modificarse genéticamente. A nivel biológico quizás sí nos proporcionará beneficios, pero a nivel moral estamos cometiendo un gran error al anteponer unos individuos a mejores condiciones. Una mejores condiciones que, de serie, les proporcionará un mejor status. Así se crearán unas clases sociales que jamás se podrán abolir.

Eudald Carbonell habla de tres clases de humanos distintas para el futuro: los Cyborgs, humanos cibernéticos modificados biológicamente; el Homo Sapiens, simplemente con algunos cambios en sus genes; y por último, el Homo Sapiens tal y como lo conocemos hoy en día. Me cuesta imaginar esa realidad, la verdad, pero creo que sería un gran desastre. Al fin y al cabo, aquellas personas que no han sido genéticamente modificadas acabarán perdiendo.

«Por mucho que el Hombre valga, nunca tendrá el valor más alto que el de ser Hombre» (Antonio Machado)

Y para concluir este trabajo, he decir que he aprendido muchísimo sobre evolución. Antes no era capaz de responder a si veníamos del mono o no. Ahora puedo hablarte de que compartimos un ancestro común y sobre eslabones perdidos. Ahora tengo una idea más clara y una visión mucho más amplia acerca de todo este tema evolutivo. Me siento bastante satisfecho con los conocimientos que he adquirido, y a pesar de que el mundo de la paleoantropología no sea eso a lo que quiero dedicarme, cero que todo el mundo debería tener unos mínimos conocimientos sobre de dónde venimos y hacia dónde estamos yendo.

También me gustaría dejar una breve reflexión sobre el documental de Atapuerca que se nos ha propuesto para este trabajo («Atapuerca, el misterio de la evolución humana», David Trueba, 1997). Algo que me ha llamado la atención es cuando un paleoantropólogo dice al comienzo de la expedición en Atapuerca, al entrar en la cueva, simplemente el hecho de hablar les podía costar la respiración. Admiro mucho el trabajo que hace esta gente, al igual que su gran paciencia.

Otra cosa que me ha llamado la atención es que hayan estado allí personas antes que ellos. Personas de nuestros días, en 1831, las cuales indicaron la fecha de su visita en la pared. Esto da que pensar sobre la cantidad de pistas y secretos que nos estaremos perdiendo sobre nuestra historia sin darnos cuenta. Porque si alguien estuvo allí en 1831, no ha sido hasta 1994 que esos restos humanos, con 800.000 años de antigüedad, han visto la luz.

Con el visionado también me he dado cuenta de que los que aparecen en él son científicos y profesionales que firman algunas de las fuentes que he consultado, lo cual me da la seguridad de que lo que he consultado es fiable.

«Unir huesos es como jugar con varios puzzles a la vez»

Es increíble la paciencia que hay que tener para llevar a cabo un proyecto así. Reconstruir un esqueleto entero, incluyendo los huesecillos del oído y la falange del meñique del pie es un trabajazo digno de admiración. «En Atapuerca hay trabajo hasta dentro de mil años. ¿Pero acaso existirá la humanidad para entonces?» Es interesante y da para reflexionar este comentario de Eudald Carbonell en la entrevista que le hace Andreu Buenafuente en su programa LATE MOTIVE. ¿Tenemos entonces los días contados? ¿Se abrirá en un futuro nuestra especie en nuevas ramas evolutivas? Sea cual sea la respuesta, en un futuro no muy lejano esta estará en nuestra vida diaria. Tan sólo bastará con mirar alrededor y ver en lo que hemos convertido nuestra realidad. Está en nuestra mano, esa que liberamos con el bipedismo y nos permitió evolucionar y humanizarnos.

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

  • Capítulos seleccionados de «La especie elegida», de Juan Luís Arsuaga e Ignacio Martínez, Booket, 2001.
  • Capítulos seleccionados de «El collar del Neandertal», de Juan Luís Arsuaga, Debolsillo, 2002.
  • Capítulos seleccionados de «Elogio del futuro», de Eudald Carbonell, Arpa ediciones, 2018.
  • Entrevista a Eudald Carbonell «Sólo somos monos inteligentes, nada más y nada menos», publicada en LA VANGUARDIA el 30/03/2018.
  • Entrevista a Eudald Carbonell «La aventura de la vida», en el programa televisivo LATE MOTIVE el 20/12/2016.
  • Artículo periodístico «Desde el mono hasta el Homo Sapiens», de Almudena Álvarez, publicado en EL MUNDO CASTILLA Y LEÓN el 01/12/2009.
  • Documental «Atapuerca, el misterio de la evolución humana», David Trueba 1997.
  • Artículo periodístico «Anís del mono, el licor evolutivo y decimonónico», de Amanda Andrades, publicado en CINCO DÍAS de EL PAÍS el 20/01/2015.
  • Artículo periodístico «Un error común es pensar que descendemos de los monos», publicado en BBC NEWS MUNDO, el 22/11/2019.
  • Artículo periodístico «¿Qué nos hace humanos? Más que la presencia, la ausencia de genes», de Ed Yong, publicado en NATIONAL GEOGRAPHIC el 11/11/2009.
  • Artículo periodístico «¿Fue la hibridación con el Homo Sapiens lo que provocó la extinción de los Neanderthales?», publicado en NATIONAL GEOGRAPHIC el 29/11/2011.

Manel David Navarro Domingo

2º Bachillerato-A

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