Este inicio de curso coincide, con el siempre feliz acontecimiento, del nacimiento de un nuevo libro sobre el fascinante mundo de “las altas capacidades intelectuales”. Su autor, Antonio Piñar, fue hasta octubre del pasado curso académico orientador del IES CÁSTULO de Linares.
Me cupo la satisfacción de ser quien presentara este libro, siendo testigo en primera persona de su nacimiento. Esa mañana, la de la presentación, fue para mí de un lado “MOTIVO DE GRAN SATISFACCIÓN” y, de otro, “DE COMPLICIDAD”.
De satisfacción al comprobar que la percepción que tengo desde hace algún tiempo va tomando cuerpo, va consolidándose. Desde principios de la década de los 20 (siglo pasado) comenzada la macro investigación de Terman, con resultados hasta comienzos del presente siglo, el tema de las “las altas capacidades intelectuales” no ha seguido una línea uniforme. Ha tenido momentos de interés alternados con otros de abandono, incluso de desidia.
El hecho de que la UNIA decida ponerse del lado de la palanca y mover resistencias en este tema, me llena personalmente de satisfacción, al considerar a esta como una UNIVERSIDAD NUESTRA, CERCANA, a pesar del término “Internacional” que aparece en su nombre.
De satisfacción por otro lado, como he señalado, al asistir en primera fila y dando testimonio del nacimiento de este nuevo libro sobre el fascinante mundo de las altas capacidades.
Esta satisfacción personal aumenta si les participo “LAS COMPLICIDADES” que alrededor de un evento como este se dan. Porque nada de lo anterior ocurriría, o sería poco probable su ocurrencia, si no existiera la complicidad de ciertas personas. En toda empresa, actividad, gran obra, esta lo es y así lo entiendo, tan importante es el producto o productos obtenidos, como las complicidades o “CÓMPLICES” que lo hacen posible.
En este caso, el primero de los cómplices no es otro que la “UNÍA”; como cualquier otra UNIVERSIDAD, último escalón en la formación de nuestros jóvenes. Pero también, como cualquier otra Institución, no deja de ser un “ENTE” y son las personas, grupos humanos, que la gestionan las que pueden y deben dirigir el empuje de estas en la dirección deseada. Aquí la “COMPLICE” la encontramos en la Sra. Vicerrectora de Igualdad y Desarrollo de este campus de Baeza, Yolanda de la Fuente. Su sensibilidad hacia todo lo relativo a la igualdad, accesibilidad, la inclusividad… término que utilizamos como el objetivo a conseguir en nuestras escuelas del futuro, hace que el tema las altas capacidades intelectuales lo vea, y está en lo cierto, como algo propio de su campo, al mismo nivel que cualquier otro de los diferentes aspectos que la diversidad presenta. Los “MATICES DE LA DIVESIDAD” son muchos.
El segundo de los cómplices, y el protagonista principal, es Antonio Piñar autor del libro que nos ocupa. Tannenbaum (1986) nos señala las características de las personas superdotadas, de altas capacidades que les hacen rendir de manera sobresaliente en cualquier área del conocimiento humano: Inteligencia general, aptitudes especiales específicas, combinación correcta de rasgos intelectuales, un ambiente estimulante, y la suerte en los períodos cruciales de la vida. Es este último aspecto el que nos pone sobre la pista de la importancia y la necesidad de personas, de “COMPLICES”, que harán posible la actualización de las potencialidades excepcionales que presentan estas personas de altas capacidades.
Pero no hemos de olvidar que a las características de estos jóvenes, necesariamente hay que enfrentar unos docentes con otras, igualmente diferenciadoras, que, como ruedas dentadas, se acoplen y hagan posible que este alumnado trabaje, disfrute, continúe aumentando su curiosidad… Y esta es sin duda la personalidad del autor. De tecnólogo a humanista. Del campo científico-tecnólogíco al sociológico y de humanidades (psicólogo). Un cambio de esa naturaleza necesita de algunas dosis de inconformismo, de no tener miedo a lo novedoso, lo distinto…
El libro es una rica e interesante “exposición de sus vivencias” con el alumnado de Altas Capacidades intelectuales, abriéndonos al mundo interior de estos jóvenes, sus intereses, emociones, sentimientos, miedos… con los que ha tenido oportunidad de convivir, mediar, acompañar…, y en definitiva ser “EL CÓMPLICE” que ha servido de palanca para la actualización de sus potencialidades, de su crecimiento personal.
Quiero terminar haciéndome eco de las palabras de Wihtmore, recogidas en mi primera publicación (Rayo Lombardo, J. 1997), cuando ante el descuido de los superdotados hasta entonces y la comprobación del fallo persistente en proporcionarles las oportunidades educativas adecuadas, señalaba que estas debían ser subsanadas “con un compromiso con los derechos de todos los niños a recibir una educación estructurada para adecuarse a sus necesidades y para desarrollar enteramente su potencial de crecimiento de la inteligencia y destrezas. Debemos aceptar esta responsabilidad derivada del hecho de que, a través de nuestro tratamiento de los niños en nuestras comunidades y colegios, modelamos su futuro como “MARGINADOS” o como personas con “ÉXITOS EMINENTES”. Y lo que elijamos hacer con el potencial humano mundial, influirá sustancialmente en el curso futuro del género humano”.