Leopoldo Panero

Biografía:

Nace en Astorga (León) en 1909, en el seno de una familia acomodada. Al estallar la guerra es detenido y encarcelado, acusado, entre otras cosas, de haber pertenecido durante su estancia en Inglaterra a la organización comunista Socorro Rojo Internacional. Queda en libertad gracias a la mediación de su madre ante doña Carmen Polo y se incorpora al ejército de Franco.

En esas fechas de la guerra civil se produce una conversión ideológica que lo aproxima a la Falange, circunstancia en la que debió influir su amistad con Rosales. Asimismo, evolucionó desde el agnosticismo de su juventud hacia un profundo catolicismo y sentimiento religioso que se verá reflejado en su obra.

En 1941 se casa con la escritora Felicidad Franc. A lo largo de esa década se reafirma su prestigio poético. A finales de la década dirige el Correo literario, revista del Instituto de cultura hispánica. Viaja, favorecido por la institución, en 1949 a Hispanoamérica, en compañía de Rosales. A su vuelta, publica Escrito a cada instante (1949), que lo consagra definitivamente como poeta.

En 1950 obtiene la jefatura del departamento de cooperación intelectual del Instituto de cultura hispánica. Su Canto personal le acarrea problemas e incomprensiones que le amargan la vida. Muere de forma repentina de un ataque al corazón el 27 de agosto de 1962.

En el libro de memorias de Felicidad Blanc Espejo de sombras (1977), se desmitifica la imagen pública del poeta: su viuda nos lo presenta como juerguista y alcohólico y, además, nos muestra el infierno de su vida conyugal y familiar. Con ella fue padre de Juan Luis Panero (1942–2013), Leopoldo María Panero (1948–2014) y  José Moisés, ‘Michi’ Panero (1951–2004), los dos primeros también poetas y el tercero intelectual y diletante.

Principales rasgos de su poesía:

Dámaso Alonso define a Panero como un poeta ‘enraizado en la tierra, entroncado en la familia, ascensorialmente atraído hacia Dios’. Su poesía mantiene fuertes ataduras con el mundo en que vive, con los seres que hay a su alrededor. Según Maravall ‘su poesía es un instrumento de apropiación del mundo’, y según Lopez Castro ‘su poesía es una insaciable búsqueda de lo trascendente. Insiste en la necesidad de atenerse a la realidad viva del mundo con el fin de sobrepasarla, vive en relación con las cosas para aproximarlas a Dios’. Por tanto, la creación poética se convierte en una vía de penetración en lo más profundo de la existencia.

Estoy solo, Señor, en la ribera
reverberante de dolor. Las nubes
se espacían, vastas, grises, mar adentro.
Entre el salado, vaho de los pinos
la luz en estupor de la distancia,
lo mismo que un barranco. Estoy yo solo.
Estoy solo, Señor. Respiro a ciegas
el olor virginal de Tu palabra.
Y empiezo a comprender mi propia muerte
mi angustia original, mi dios salobre.
Crédulamente miro cada día
crecer la soledad tras las montañas

Entabla en sus versos un permanente diálogo con la divinidad, cuyo misterio aspira a desentrañar. La imagen que nos transmite es la de un Dios que vive derramado en el mundo, al cual el poeta se une a través del amor a sus semejantes. Para Nora ‘en la reiterada oración que constituye gran parte de su obra, hay probablemente más búsqueda machadiana de Dios y apetencia unamunesca de supervivencia, que confortadora certidumbre’, pues en ella late siempre ‘un vislumbre sobrecogedor y doloroso de la muerte’. Sin embargo, pese a la afirmación de Nora, afirma Raffuci que el hambre de inmortalidad y la inquietud religiosa de Leopoldo Panero desembocan en la ‘final afirmación de Dios, que aparece dominando y disipando sus temores y angustias’.

Su poesía es sencilla y destaca por su tono conversacional. Pese a ello, existe en su obra bastantes recursos estilísticos e imágenes de extraordinaria plasticidad. Maravall asevera que detrás de esa fluida y fácil naturalidad, detrás de esos versos sosegados existe un hombre con una violenta condición personal, individual y lírica.

Asistimos a una meditación íntima que, a la luz de la memoria, despierta en el yo poético emociones incontenibles:

Como el faro

golpea la penumbra solitaria

del mar, mi corazón gira en la sombra,

alumbra la extensión de mi tristeza,

arde en la soledad, entre las islas

de verde palidez que la memoria

rodea tiernamente.

Desde el primer momento, el tema religioso y el existencial quedan enlazados. A pesar de las zozobras que agitan el alma del poeta, acaba imponiéndose la presencia consoladora de Dios en su corazón, lo que no le impide rematar con un conmovedor soneto en que vuelve a expresar su incertidumbre:

y se llena de preguntas

el corazón del hombre donde suenas.

Escrito a cada instante (1949) hace honor al título, pues, según López Castro ‘es la plenitud del instante, lema de la vida y de la poesía, la que configura afectivamente la mirada amorosa del poeta en su vivir concreto’. El poeta entabla un emotivo diálogo con Dios, a cuya voluntad se somete, “abandonando a ella hasta la raíz de mis cabellos”, buscando consuelo a esa desazón existencial que nunca lo abandona:

No sé de dónde brota la tristeza que tengo.

Mi dolor se arrodilla como el tronco de un sauce,

sobre el agua del tiempo, por donde voy y vengo,

casi fuera de madre, derramado en el cauce.

Lo mejor de mi vida es el dolor. Tú sabes

cómo soy. Tú levantas esta carne que es mía.

Tú esta luz que sonrosa las alas de las aves.

Tú esta noble tristeza que llaman alegría.

Vuelve también sus ojos hacia el Cristo redentor, ‘desprendido en la cruz y mal suspenso’, a cuya humanidad se aproxima amorosamente.

Por otra parte, en 1953 se publica la única obra polémica de Leopoldo Panero: Canto personal. Carta perdida a Pablo Neruda, que obtuvo el premio nacional de poesía, el llamado 18 de julio, con asistencia del ministro Raimundo Fernández-Cuesta. Es una réplica al Canto general que el chileno había publicado en 1950. Panero comienza por reivindicar su poesía nítida, diaria, que llama a las cosas por su nombre, frente a la “vana jerga”. Expone asimismo su concepción religiosa y metafísica del quehacer poético, equiparable a la oración en su intensidad. Desde esa posición, menosprecia a la poesía social. La actitud de Neruda, diametralmente opuesta a la suya, es objeto de una crítica directa:

Pablo: con tus palabras te derrotas

enteramente solo; y con tu acento

de tempestad no empujas las gaviotas.

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