Nuestro Huerto Escolar sigue latiendo cada día gracias al trabajo y la ilusión del alumnado, que acude por turnos para sembrar, cuidar, regar y observar cómo la naturaleza nos enseña a su propio ritmo.
Este espacio se ha convertido en un auténtico aula al aire libre, donde aprender se vuelve experiencia y cada acción se transforma en conocimiento vivido. Mientras siembran, remueven la tierra o preparan los bancales, los niños y niñas desarrollan aprendizajes que van mucho más allá del contenido del libro:
Respeto y cuidado del entorno, desde la delicadeza con la que colocan una semilla hasta la responsabilidad de mantener viva cada planta.
Trabajo en equipo, ayudándose, repartiendo tareas y tomando decisiones juntos.
Cálculo matemático, cuando miden los huecos para sembrar, calculan distancias o cuentan las semillas necesarias.
Investigación, observando cómo evoluciona la planta, qué necesita, cómo reacciona al clima o al riego.
Comprensión del ciclo vital, viendo con sus propios ojos cómo una pequeña semilla se convierte en vida.
Cada visita al huerto les regala un aprendizaje profundo, auténtico y significativo. Un aprendizaje para siempre, nacido de la práctica, del asombro y de la conexión con la naturaleza.
Maravilloso el trabajo de las/os docentes que confían en esta forma de transmitir conocimientos, que acompañan a su alumnado en cada visita y que dan valor a este entorno educativo tan especial.
Seguimos cuidando este espacio con la convicción de que aquí, entre plantas, tierra y manos pequeñas llenas de curiosidad, se cultivan no solo verduras… sino valores, habilidades y experiencias que acompañarán al alumnado toda la vida.

