Historia del centro

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Carta de José Zamudio al Centro: Recuerdos del Colegio.

Compañeros y compañeras, he aquí todo lo que he podido hilvanar a grandes retazos de esta historia que me pedís: la de nuestro querido colegio (nada menos).

Hasta que llegué a él, el día 8 de enero de 1955 con 19 años, en calidad de sustituto de Dº Claudio Castilla Gamero -que preparaba las oposiciones- todo lo anterior, relativo a su Historia, excepto la etapa de mi escolarización en el mismo- entre los años 1942 y 1947- que empecé el bachillerato- ha ido llegando a mí de forma esporádica y probablemente, no del todo fiable, pero sí aceptable, por eso os la transcribo.

De esa manera supe que en la última década del siglo XIX y -por lo menos- las tres primeras del XX (imaginaros las anteriores) sólo había dos unidades escolares en el pueblo: una de niños y otra de niñas. Como podéis suponer –unitarias por excelencia- en las que mis padres, por ejemplo y un bajo porcentaje de zagales coetáneos pudieron alfabetizarse, ya que dadas las circunstancias esa posibilidad sólo la tuvieron niños y niñas, cuyos padres tenían una situación acomodadita, por decirlo de algún modo.

Historia_foto1Me refiero –naturalmente- a la singular precariedad de la “veta” que fue la causa determinante que disparó los niveles de absentismo escolar que pudiéramos considerar insólitos. Pudo haber otros condicionantes que omito por falta de información fidedigna, pero éste fue el decisivo y el que nos lleva a justificar –de alguna manera- lo injustificable: los escolares tenían que ganarse el sustento y era muy común oírles decir a los mismos papás, que antes de aprender a leer y escribir, tenían que comer. Y con, no más de 8 ó 9 añillos , ya andaban por esos campos ganándoselo de “ganaerillos” y las niñas en el servicio doméstico: de niñeras, “mandaeras”, barrendera de corrales o cualquier otro quehacer complementario de las faenas del hogar.
Imaginaros como andarían las cotas de analfabetismo, que cuando, más de 30 años después, hice el servicio militar, los quintos rozaban el 40 %. incuestionablemente, el de las mujeres era -con diferencia-, superior.

Qué donde se ubicaban esas “aulas”, sí así podían llamarse, en las que impartían las clases. Hasta el curso 1929-30 fueron locales alquilados, más o menos habilitados o salones de casas particulares -muchas veces compartidas con los dueños- con el acceso, la iluminación y ventilación que cada uno de ellos tuvieran. Sirvan de ejemplos estos de los que he tenido razón directa: las plantas baja y alta de las oficinas de Unicaja, la casa de Francisco Gómez Cabeza, en C/ Miguel Sánchez nº 5, el Miramar y la casa nº 9 de la C/ Ronda.  Historia_foto5La histórica fotografía tiene más de medio siglo. Data de octubre de 1962 y me la ha dedicado uno de los chicos del grupo, Tomás García Gil, casi sexagenario ya. Ese curso (1962-1963) fue el último de los cuatro que ejercí como «encargado idóneo» en el Colegio «La Inmaculada», todos con nombramiento oficial de la Delegación de Magisterio de Sevilla, tal era la falta de maestros.
La razón de dicha carencia era obvia: un maestro interino ganaba entonce poco más de 1.000 pesetas al mes, con lo que la subsitencia les resultaba poco menos que imposible (seguía vigente el dicho popular que relacionaba «la jambre con el maestro-escuela).
Habría que ver los retretes con que contaron de escolares nuestros mayores, yo me imagino aquellas salas masificadas, y mejor sería no detenernos.

Una particularidad que no podemos pasar por alto, es que tanto el maestro como la maestra contaban, para aliviar la atención requerida por su nutrida matrícula, con unos señores denominados Auxiliares (cada cual tenía el suyo) que pertenecían a un colectivo –me imagino- con alguna titulación determinada y en el “aula “ o en cualquier otro espacio aledaño, prestaban toda su colaboración -que buena falta le haría-, al titular.

Funcionaban además en la Villa como elementos complementarios y no sé si acogidos a alguna norma –creo que no- varias “Migas”, expresión vulgar con la que se denominaban “Las Escuelas de la Amiga”. Estas recogían a los párvulos que les llevaban sus familias y les cobraban una cuota, cuya cuantía tenemos que imaginar. Algo parecido a las actuales Guarderías pero “en bruto” diría yo.

No dejaron de echar su mano los “maestros rurales”, que iban por las cortijadas dejando su “reguero” de conocimientos a los chicos del campo. Incluso algún que otro “piratilla” –dicho sea con afecto- que se establecía en su domicilio y allí acudía el alumnado (algunos muy estimados). Eran jóvenes o no tan jóvenes, que así se buscaban la vida, pues estaban preparaditos y aprovecharon sus conocimientos de esta forma.

Este fenómeno, por llamarlo de alguna manera, se prolongó bastante en el tiempo. Sus últimos coletazos pudieron llegar hasta finales de los 60 o más y con esta catadura o muy aproximada, continuó nuestro “periplo cultural” hasta el curso 1929/1930 en el que –por fin- en las postrimerías de la Dictadura de Primo de Rivera, se inauguran en Pruna las 3 primeras aulas escolares –propiamente dichas- que tuvo el pueblo, lo cual supuso todo un acontecimiento memorable. Se destinaron a las niñas. No sé por qué razón, sería por diferencia. Eran amplias y muy bien iluminadas y ventiladas, una de ellas, que era un poco más grande, se convertía en Salón de actos populares infantiles, llegada la ocasión. (Allí empecé mi andadura farandulera en la navidad de 1942).

Por supuesto, contaba el edificio con un cuarto de servicios desahogado, con varios inodoros independientes, equipados con cisternas, un par de lavabos con grifos, un espléndido patio de recreo, con árboles frutales, una galería descubierta muy hermosa, que en las ferias se convertía en pista de baile, pues la Caseta Municipal se instaló allí muchos años. Sus grifos en el patio etc.

Historia_foto4O sea que con este logro –que lo fue auténtico- empezamos a ver un poco de luz en el tenebroso túnel que la Escuela Primaria de Pruna atravesó. Los niños no tuvieron la misma suerte y hubo que esperar décadas para que esa luz les llegase también con nitidez.

De momento y a partir –probablemente- de las mismas fechas, estuvieron instalados, hasta bien remontadas la década de los “50” en el actual edificio del “El Liceo” (Casino) donde ya, por lo menos, contaban con 3 amplios salones –uno en los bajos y dos en los altos- el del bajo pésimamente iluminado y peor ventilado, pero –sin duda- con evidentes mejoras. De los servicios, mejor no abundar en detalles, por acabar pronto les diré que eran equiparables a poco más de una “letrina cuidada”, una pileta con un grifo, en el patinillo que compartían con la familia que vivía allí, completaba todas las instalaciones relativas a la fisiología e higiene del centro escolar.
Allí transcurrió mi escolaridad y me permito este curioso inciso: al aprovechar lo que teníamos, por andar los sueldos como andaban (847 ptas ganaba el interino en el curso 1955/56 y 1.160 ptas en el 1960/61, y los propietarios poco más) allí se instalaba también la Academia “San Antonio” de bachillerato –adscrita al Instituto “Rodríguez Marín” de Osuna- en horas extraescolares-. En ella preparé , bajo la dirección de D. José Calderón, los 7 cursos de que constaba el Bachiller del Plan “38” y el examen de Estado, que nos daba acceso directo a la Universidad.

Bien remontada la década quincuagésima y –supongo- que porque este edificio estaría ya en pésimas condiciones, se llevo a cabo otro cambio de ubicación que hemos de destacar:

Se habían creado dos aulas inmediatas a las tres ya existentes y comentadas. El aula mayor (salón de actos”), lindaba con los servicios –pared por medio- se derribó ésta y tomando parte del espacio de la grande, nos encontramos, con sólo levantar un muro divisorio, con otra aula más. Ya teníamos seis.

Se instaló una alambrada estratégicamente (en diagonal) que permitió la división de las seis en dos grupos de tres. La valla mantenía la separación preceptiva de niños y niñas y así el Colegio Nacional de Pruna, siguió contando con sus dos parcelas bien diferenciada. Una: la Escuela Graduada de niños, cuyo director durante décadas fue mi querido y recordado, Dº José Calderón Aguilar. Y otra: la Graduada de niñas, que dirigió la también recordada y muy querida Dª Constanza Fernández Porras, desde 1932, que además fue Presidenta de la antigua Junta Municipal de Enseñanza Primaria.
Ambas Graduadas contaban con 3 grados o niveles: los pequeños (del que puedo dar fe –por vivencias- que era “un cajón de sastre”) los medianos y los mayores. (Incomparable con lo anterior).

La fusión de las Graduadas no llegaría hasta entrados “los 60” con lo que comenzamos un nuevo ciclo en el panorama docente de la Villa: el del C. Nacional, luego Público, después C.E.I.P….. pero siempre “La Inmaculada”, cuya honrosa denominación sigue ostentando.

Concretamente el curso 1960/61, pero en el tercer trimestre del mismo, fueron inauguradas 12 nuevas aulas, ubicadas ahí en el espacio que ocupa el centro actual, y esto sí que supuso ya “el non plus ultra” en nuestra escabrosa andadura hacia una escuela digna, dicho sea con todo el debido respeto a quienes no tuvieron culpa de sus profundas deficiencias.

Un grupo de jóvenes, seis señoritas y otros tantos muchachos, las inauguraron como interinos y nos trajeron una bocanada de aire fresco, que buen falta nos hacía. Las chicas se hospedaron juntas en una casa particular y revolucionaron –un poco- hasta el histórico paseo de la C/ Real.

Y, a partir de aquí, querida Ana Mª, queridos todos, os dejo paso, tanto a mis estimadísimos Juan y Paco, a quienes también pediste “una mano”, como a los “talluditos” que afortunadamente tenemos aún ahí en activo, que es gente nuestra –como tú- y que de su devenir, en las últimas décadas, sabéis mucho más que yo, que desde 1998 (nada menos) todo lo que he hecho ha sido admirar –incondicionalmente- vuestro buen hacer.

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José Zamudio.

 


“El Puñaito del moro”

A este apartado lo podríamos considerar como el “puñaito del moro” de estas parrafadas (dicho sea entre nosotros).

He aquí un apéndice, que supone otra curiosidad y que me va a servir de colofón.

Se trata de una breve reseña que tengo en mi “haber” y que incluye a varios de aquellos insignes colegas, verdaderos artífices en sus roles –así me consta- que vivieron y sufrieron en sus carnes, algunos -como Dº Cristóbal Rodríguez- en total plenitud, los efectos devastadores del revelador y tan popular adagio que caracterizó a los docentes de aquellas generaciones, sobre todo a los de Primaria, que además, son de los que podemos dar más fe. Decía: Pasas más hambre que un maestro escuela.

En un orden, que pudiera ser –más o menos cronológico, fueron, entre ellos, el citado Don Cristóbal (finales del siglo XIX) maestro de dos de mis tíos mayores que, como profesional fue muy estimado, pero “el melón que llenó el serón” en su curriculum vitae, fue que compartía sus pobres sopas, todos los días, con los alumnos más indigentes.
Pruna conserva aún una calle céntrica con su nombre. Es un detalle a tener en cuenta.

Don Joaquín León Trejo, del que se conservaron gratos recuerdos mucho tiempo, pues se identificó tanto con los pruneños que nunca perdió el contacto y esto dio como fruto que uno de sus hijos –Antonio- se casara con una muchacha del pueblo, Dª Ana Mª López Gamero.

Dos grandes actores de la escena española actual, Paco y María León, son sus nietos.

Dº Antonio Moreno Balbuena, no sé si natural de Pruna, pero sí que una hermana suya estaba casada aquí. Sus sobrinos eran los hermanos Rodríguez Moreno, Dª Lola, Dº Juan y Dº José (practicantes)… Tuvo como auxiliar a un señor, cuyo nombre no he podido conseguir, pero le apodaban “ El rubito”. Quizás de su familia.

Andando mucho el tiempo, a uno de sus hijos (Dº Rafael) propietario den el Colegio de Pruna, lo sustituí yo algunos meses.

Don Antonio fue destinado a Sevilla y lo nombraron Director de las Escuelas anejas a la Normal, donde los estudiantes de Magisterio hacíamos las prácticas. Allí ejerció mucho tiempo como profesor de Prácticas de enseñanza.

Historia_foto-matrimonioDº José Luis Asián Peña, que siempre fue un honor para nosotros el haberle tenido de maestro en el pueblo, pues de aquí pasó –por oposición- a centros de estudios superiores y escribió libros –que hasta mí llegaron- en diferentes disciplinas, sobre todo de Geografía e Historia que era su especialidad.

Y Dº Benicio Calvo, a quien le ocurrió en Pruna el mejor “chasco” de su vida: llegó soltero y al cabo de un par de años se casó con una morena guapísima de aquí, Dª Salud Luque Cueto, íntima amiga de mi madre.

Uno de sus alumnos, Dº Juan Barroso Castilla, me habló muchas veces de él, siempre con total admiración y destacaba lo fácil que era aprender con él por su temple.

Me dijo que en una ocasión, un inspector, Dº Pedro (el párroco) y el alcalde, lo visitaron en la escuela y le entregaron un diploma.
Me imagino que sería un Voto de gracias.

Y entre ellas, Dª Dolores Alcántara, que también se quedó con nosotros, pues se casó con un tío de mi abuelo que se llamaba, Dº Francisco Zamudio Delgado, auxiliar de farmacia era el hombre.
Sus métodos y procedimientos de enseñanza (supongo que originales) fueron publicados en una revista que pudiera ser “Escuela Española”, pero nos tenemos que quedar en el supuesto; no sé siquiera, si esa revista existía ya.

Dª Carmen Nuñez, esta señora, que según me contaron era de una gran simpatía, también echó raíces aquí (procedía de Córdoba).
Se casó con Dº José García, empleado del Ayuntamiento (Dº José “a la fuerza” le decían al marido).

Dos de sus hijas se casaron con señores de Pruna y una de ellas, Dolores, fue auxiliar de su madre mucho tiempo y “parvulista” mía después.

Los hijos de ambas y sus descendientes, siguen muy vinculados al pueblo y, aunque están ausentes, nos visitan con frecuencia.
Dª Teresa Gallardo, creo que nacida en Pruna. Muy jovencita, recién titulada, ejerció aquí varios años, pero después, al casarse con un compañero natural de El Saucejo, se marchó allí.

Muy joven, con apenas 30 años murió, dejando a su única hija chiquita, que luego fue una afamada pediatra en la Comunidad Valenciana.

El padre de Dª Teresa también creo que era de El Saucejo. O lo traía de su pueblo o se lo pusieron aquí, este buen hombre “gozó” de por vida de un singular mote.

Dª Carlota, nos vino de un pueblo de nuestra comarca histórica. Los Corrales.

La acompañaron varios personas de su familia y tengo entendido que vivieron, quizás con intensidad, los efectos del comentado dicho popular. Una coplilla alusiva anduvo por ahí, que de casualidad llegó a mí y atestiguaba la cuestión.

Poco más supe de ella, pero en los años 80 ó 90, saludé a unas sobrinas que vinieron a visitar el pueblo, una de las cuales había pasado aquí temporadas con su tía. Por supuesto que nuestra charla fue muy entrañable y, me dio la impresión, que sus recuerdos también.
Otra colega fue, Dª Rosario, cuyo eco tardío suena aún y de la que no pude conseguir el apellido por más que lo intenté, Sólo me llegó una curiosa anécdota relativa a la rigurosidad de sus lutos, pero –naturalmente- esto carece e interés en nuestro tema.

Por tanto con esta señora cierro “el ciclo” de nuestros docentes de antaño, con el ferviente deseo de que estas notas, que traté con el debido rigor posible –dado el siglo que nos separa- sirvan de sentido homenaje a sus respectivos recuerdos.

Y como la recompensa ha tenido que ser total, ya ellos desde ALLÁ, seguro que nos echarán una mano.


Evolución de la Educación Física en el Colegio La Inmaculada desde 1972

Cuando en Septiembre de 1972 fui nombrado maestro interino de este centro encontré en él a Guillermo Gómez, maestro muy implicado, que en los anteriores cursos ya había iniciado las clases de Educación Física.

Con mi llegada nos trazamos un plan de actuación:

– Especialización de cuatro maestros, Carmen María, Esperanza, Guillermo y yo en E. Física.

– Clases regladas de E. Física a nuestras tutorías y a la Segunda etapa de la EGB.

– Participación en los Juegos deportivos provinciales con más de doscientos alumnos.

– Adquirir material deportivo ya que sólo existían un par de balones de futbol.

-Adecentar y nivelar el terreno de juego del Campo de futbol y habilitar los patios del colegio para poder jugar a balonmano, voley ball y baloncesto.

En cuanto a la especialización nos inscribimos en un curso que se inició en Octubre de 1972 y que duró hasta final de 1973 y esto suponía ir todas las tardes a Sevilla.

Comenzamos con las clases de E. Física que fueron muy bien acogidas por los alumnos ocasionando una revolución en la vida del centro.- Estos acudían a ellas con ropa deportiva y era raro que faltasen los días que tocaba esta asignatura.

Al entrar en contacto con otros compañeros y con los profesores que nos daban clases nos enteramos que existían campeonatos provinciales de futbol, balonmano, voley ball, baloncesto, y atletismo. Ese mismo curso, 72-73, participamos en todas las modalidades y en la mayoría de los casos pagamos ser novatos, pero más de doscientos niños por vez primera se sintieron importantes compitiendo tanto en esta localidad como en otras.

Lógicamente esto suponía una inversión económica para comprar ropa deportiva, balones, porterías, arreglo de terrenos, desplazamientos (muchas veces en los coches de los maestros), etc.- Desde la Dirección del centro poco se podía aportar y nos pusimos en contacto con el Ayuntamiento, logrando que se pidiera y se concediera por el Gobierno Civil una subvención para allanar el terreno de juego del campo de futbol y echar grava a los patios del colegio.

La actividad deportiva en este curso fue frenética, de lunes a domingo, y en Noviembre de 1973 se nos concede por la Junta Nacional de Educación Física, Premio Nacional.-Se adjunta documento y placa acreditativos.

Historia_Doc-Premio-EFEste premio llevaba consigo un lote de material deportivo, balones de todos los deportes, porterías, saltómetro, colchoneta para ejercicios de suelo, plinto, potro, caballo, trampolín, etc.- Pasar de contar con un par de balones a todo este material supuso para el alumnado y para nosotros una fuerte subida moral, pero no obstante aun faltaban cosas, como se puede ver en las fotos de una exhibición de saltos sobre aparatos en un final curso de estos años, donde las colchonetas eran colchones y sacos llenos de trozos de esponja.- La exhibición fue un éxito, los niños disfrutaron, los padres y familiares asistieron emocionados y del maestro no digo nada.

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A principio de los noventa dejé las clases de E. Física a otros compañeros, y a finales de esta década marché al Instituto para impartir clases de Historia hasta mi jubilación.

Pruna Abril 2013
Paco Moreno Gavilán

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