¡VIAJE A ALCALÁ LA REAL DEL TERCER CICLO!

Viaje a Alcalá la Real de tercer ciclo.

Tocaba madrugar y nos esperaba un día con sorpresa. Después de un mes de planificación, la confluencia astral, nos regaló un día de lluvia, de mucha lluvia, que

comenzó a la subida del autobús y nos acompañó hasta el mismo momento de la llegada.

Empezamos, como siempre, con el recuento de rigor, y excepto una baja, todos preparados, cargados y abrigados. Un viaje agradable con muy buen ánimo y las canciones habituales, todos los grandes éxitos.

A la llegada a la fortaleza de La Mota, no confundir con castillo, nos esperaba Maika, nuestra guía en esta ocasión, que nos fue desgranando todos los entresijos del lugar.

Las puertas de las lanzas, de la imagen y la harina, nos dieron nos dieron paso a la fortaleza.

Escuchamos las historias sobre como Alcalá fue tomada, del origen de su nombre y de la importancia del agua para poder resistir, mientras nos mostraba los pozos y aljibes de su interior, usados como mazmorra en ocasiones.

Nos encontrábanos frente a la cuesta despiernacaballos, y nos tocó apretar el paso ya que la lluvia arreciaba. Llegamos a la Plaza de armas, con sus bolaños, que nos dio acceso a la torre del homenaje, donde nos presentaron a los personajes principales de la ciudad y sus funciones, y donde pudimos escuchar las historias de amoríos entre una moza musulmana y un capitán cristiano, que estuvo a punto de desbaratar el asedio y toma de la ciudad.

En nuestro trayecto vimos los aspectos defensivos de los trazados medievales, las estructuras de las casas, de dos habitaciones y que lograron contener a más de tres mil personas en su esplendor, como se marcaban las piedras para poder ser cobrado el trabajo de los canteros, y como se recaudaban los impuestos a la entrada de la ciudadela.

Nos dirigimos a la iglesia mayor, donde se nos recapituló, en un a magnífica proyección a cuatro paredes, la historia y declive de la ciudad, que tras un estado de semi-abandono por su difícil acceso y su ya no necesaria defensa en tiempos de paz, quedó casi desierta, hasta que se usó como polvorín en tiempos de la invasión francesa, lo que supuso su final definitivo al hacerla estallar para impedir dejar su armamento útil para el enemigo.

Ya llenos de información, repletos casi, terminamos en el ayuntamiento, donde se expone la maqueta de la ciudad medieval y allí, a lo importante de verdad, a comer, que después de nuestro periplo, ya estaba más que merecido.

Una vez comidos, corre que te pillo para el bus, que nos aguardaba para bajarnos hasta el centro y poder esquivar algo de lluvia, que ya estábamos bien saciados de ella.

Traficazo intenso, que para eso estaba lloviendo, pero nos dejó casi en la puerta de nuestro siguiente destino, El Palacio Abacial. Un magnífico edificio construido alrededor de un patio central que alberga el museo arqueológico de la ciudad, y su pinacoteca.

Allí nos dirigimos desde el paleolítico hasta la edad contemporánea, viendo algunos ejemplos de todo lo que en estos años se ha estudiado en historia, desde las armas de piedra tallada del paleolítico, hasta un retrato de Fernando VII, pasando por romanos, tartesos, íberos, nazaríes, con piezas de gran interés, y recreaciones entre las que destacaron los enterramientos, que llamaron más la atención del personal.

A la bajada ya se sabe, pirpir de rigor, que ya tocaba, y para el bus, no sin antes proveernos de los recuerdos de este día.

Recobramos los mejores temas de viaje (el colacao…) y amenizados llegamos de nuevo a nuestro pueblo, algo tarde sí, pero contentos de haber pasado un magnífico día, que aunque un poco deslucido por la lluvia, cubrió todas las espectativas, todo aderezado con un magnífico comportamiento de los viajeros, que en todo momento atendieron a nuestra instrucciones y colaboraron de buen grado.

Y ahora…A preparar la siguiente

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