“Las Mujeres no son Brujas” en el CEIP Parque Clavero

¿Quién no ha odio alguna vez “eres una bruja”, dirigido a una mujer?, o “esa es una bruja” o “bruja más que bruja”. Dicho calificativo tiene un marcado carácter peyorativo y desigualitario entre los dos géneros puesto que no existe, con ese sentido descalificativo, aplicado para el género masculino.

Pero, ¿de dónde proviene y por qué? Con esta propuesta queremos dar a conocer la historia de este calificativo, sus matices misóginos y las repercusiones desigualitarias que causaron y causan en la sociedad, así como la necesidad de erradicarlo del vocabulario con dichas connotaciones ofensivas.

OBJETIVOS:

  1. Conocer el origen del calificativo peyorativo que se aplica a las mujeres de forma habitual desde hace generaciones.

  2. Sensibilizar al alumnado sobre los estereotipos misóginos que impidieron y siguen impidiendo, en cierta forma, la igualdad efectiva entre hombres y mujeres.

  3. Debatir sobre las consecuencias de perpetuar dicha calificación.

ACTIVIDADES PROPUESTAS:

La actividad que se propone para alcanzar dichos objetivos es:

  • TERCER CICLO DE PRIMARIA:

  • Lectura del texto extraído del artículo: “Bruja: la verdadera historia del insulto misógino que se arroja a las mujeres incómodas.”

Fuente: Gómez Urzaiz, B. (23-09-2021). Bruja: la verdadera historia del insulto misógino que se arroja a las mujeres incómodas. El País. https://smoda.elpais.com/feminismo/bruja-la-historia-de-un-insulto-misogino-que-se-arroja-a-las-mujeres-incomodas/

  • Breve coloquio sobre el texto.

TEXTO ADAPTADO: “Bruja: la verdadera historia del insulto misógino que se arroja a las mujeres incómodas.”

¡Bruja, más que bruja! Es el título de una película, una zarzuela noir sobre una bruja embustera en un pueblo de la España profunda, entre otras muchas. Y “bruja” es también un insulto misógino (como lo es “histérica”) de larguísimo recorrido que sigue vigente.

 Bruja”, explica la filóloga y rastreadora de la lengua Lola Pons, profesora en la Universidad de Sevilla, tiene un origen prerromano. Ya los primeros diccionarios del castellano, como el Diccionario de autoridades, de 1726, daban como un significado de la palabra el de “pájaro nocturno, similar a la lechuza”, con unas capacidades peligrosísimas: Vuela de noche y tiene el instinto de chupar a los niños que se amamantan. también se define ‘bruja’ como mujer perversa que se emplea en hacer hechizos y otras maldades con pacto del demonio y se cree que vuela de noche”.

Bruja” pasó pronto de ser un calificativo para ciertas mujeres a las que se temía para convertirse en un insulto. Ya en los siglos XVI y XVI, la palabra estaba tipificada como una injuria.

En la actualidad, el diccionario de la RAE también incluye los usos coloquiales de la palabra para referirse a una “mujer malvada” o a una “mujer de aspecto repulsivo”. Aunque “bruja” aún circula como insulto misógino.

(Misógino (RAE): 1. adj. Dicho de una persona: Que siente o manifiesta misoginia. Misoginia: 1. f. Aversión a las mujeres.)

No obstante, otras corrientes defensoras de los derechos igualitarios entre hombres y mujeres resaltan la figura de “bruja” como una idea antipatriarcal y a la que hay que tender puesto que se representa como una persona liberada de limitaciones por su género. ¿Y por qué eran mujeres a las que se llegó a temer? Veámoslo.

Las brujas, señala Ruiz, solían ser mujeres mayores, de unos 50 años, solas o viudas o que no seguían un patrón familiar habitual, y, por lo general, pobres “y, por tanto, mucho más vulnerables”. Además, dice, a menudo eran ellas quienes se ocupaban de la salud reproductiva. Parte de la sociedad masculina comenzó a ver a estas mujeres independientes e inteligentes, necesarias en el organigrama funcional, como una “amenaza” a su control patriarcal y los inquisidores de la época, hablamos de procesos que van desde el siglo XIV hasta el XVII comenzaron lo que conocemos como “la caza de brujas”. Hoy se usa dicha expresión, “caza de brujas”, para referirse a todo lo que consideran una injusticia para condenar a personas que, de hecho, no han cometido los delitos o acciones que se les atribuye. Así, a partir del siglo XVI, la brujería se considera un crimen exceptum, un delito distinto a todos los demás que conlleva casi siempre torturas y muerte. Delito en el que el simple “señalamiento” ya era válido para iniciar el proceso inquisidor. Miles de mujeres perdieron su vida por este “calificativo” simplemente porque tenían cualidades para realizar ciertas prácticas científicas y sanitarias que le otorgaban independencia como personas libres de ejercer un oficio.

 Finalmente, el abuso indiscriminado de dichos señalamientos puso fin al proceso inquisidor. Para entonces, sin embargo, “bruja” ya estaba incorporado plenamente al léxico común, una palabra lista para ser arrojada a cualquier mujer incómoda que ha llegado, con distintas connotaciones, pero esencialmente intacta hasta el siglo XXI. “Brujas, más que brujas.”

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