La Educación en la II República

LA EDUCACIÓN EN LA II REPÚBLICA

Observo con cierto estupor que el Congreso de los Diputados ha sido incapaz de consensuar una Declaración Institucional para reconocer «los avances políticos, sociales y culturales producidos durante la II República», con motivo de su 82 aniversario.

Según el Diccionario de la Real Academia Española de la Lengua el término “desagraviar” significa “borrar o reparar el agravio hecho, dando al ofendido satisfacción cumplida”. Espero que estas líneas sirvan de desagravio a tan lamentable falta de acuerdo de nuestros políticos, al menos en lo que más de cerca nos toca: la educación.

Decía el “venerable” monje Jorge de Burgos (mira por dónde) en una escena de la película “El nombre de la rosa”, que “la risa mata el miedo y sin miedo no puede haber fe, porque sin miedo al diablo ya no hay necesidad de Dios”.

Como se ha apuntado anteriormente, hoy domingo-14 de abril se conmemora el ochenta y dos aniversario de la proclamación de la IIª República Española. Una guerra civil y casi cuarenta años de dictadura fueron más que suficientes para inocular en toda una generación, la de nuestros padres, la idea del miedo a ese diablo con nombre de Libertad y Democracia. Esa generación creció con el miedo en el cuerpo a todo lo que representó la República, único momento democrático en la historia de España, haciendo bueno el dicho de que “un pueblo analfabeto es fácilmente manipulable”.   Sigue leyendo….

 

 

A principios del S. XX, España era un país derrotado. Aunque se había ido gestando mucho tiempo antes, su “principio del fin” comenzó cien años antes con la derrota de Trafalgar, frente a los ingleses, en 1805; continuó a lo largo del S. XIX con la Guerra de la Independencia; la pérdida de las colonias americanas (ya se sabe, a río revuelto…); una primera Constitución liberal cuyo bicentenario aún estamos celebrando; un trienio liberal, que trajo aire fresco pero aplastado por un rey, Fernando VII, de infausto recuerdo, que no dudó en traer a un ejército extranjero para aplastar a su propio pueblo y luchar por su propia supervivencia; regencias; varias guerras civiles; dos monarcas extranjeros; un intento de Iª República que fracasó y una restauración borbónica por aquello de “más vale lo malo conocido...”. La puntilla nos la dio Estados Unidos en la Guerra de Cuba, después de la cual el Imperio Español, aquel en el que no se ponía el sol (a sacar pecho no hay quien nos gane) quedó reducido a Guinea, El Sahara y unos cuantos peñones y perejiles al norte de África.

A propósito de esto, conviene recordar que los políticos de este país que gobernaron a nuestros bisabuelos, libraron de esa guerra de ultramar a los ricos, terratenientes, caciques pueblerinos y demás “patriotas” que se cuidaron muy mucho de poner a buen recaudo a su prole y enviaron a luchar “por el honor nacional” a los deseredados, a los humildes, a los pobres y analfabetos españolitos que no tenían dos mil pesetas para librarse de aquel infierno. Los pocos que tuvieron la suerte de sobrevivir y volver al suelo patrio, “cantando habaneras”, siempre fueron vistos como un ejército derrotado; seguramente porque no habían luchado con el suficiente ardor guerrero como para salvaguardar las propiedades y negocios de aquellos “patriotas” que contemplaron la guerra fumando un puro, habano por supuesto, y leyendo el periódico desde el casino de su localidad.

En esta situación, el panorama educativo de España era desolador. En el primer tercio del S. XX, más de la mitad de la población no sabía leer ni escribir y nuestro país presentaba, junto con Portugal, Italia y Grecia, los porcentajes más elevados de analfabetismo en Europa. ¡Qué casualidad! ¿De qué nos suenan hoy estos países?

La proclamación de la IIª República el 14 de abril de 1931, prometía acabar con este analfabetismo, casi atávico, propiciado y defendido al ultranza por la clase dirigente. La Constitución Republicana de 1931 proclamaba la escuela única, la gratuidad y obligatoriedad de la enseñanza primaria, la libertad de cátedra y la laicidad de la enseñanza. En palabras del catedrático Antonio Molero, la educación “fue la piedra angular de todas las reformas: había que implantar un Estado democrático y se necesitaba un pueblo alfabetizado. Era el Estado educador«. Sólo un mes después de la proclamación de la República, se promulgó el Decreto de 29 de mayo de 1931 por el que se creaban las “misiones pedagógicas” inspiradas en la Institución Libre de Enseñanza, con el encargo de difundir en las aldeas, villas, cortijadas y los lugares más recónditos, “la cultura general, la moderna orientación docente y la educación ciudadana”. Estas misiones pedagógicas finalizaron el 18 de julio de 1936.

Según los datos estadísticos, a comienzos de la República, España tenía 32.680 escuelas. El Gobierno Republicano estimó que aún eran necesarias 27.151. Para ello, las autoridades educativas elaboraron un plan quincenal según el cual se crearían ¡¡5.000 escuelas al año!!, excepto el primero que se crearían ¡¡7.000!!. Se fundieron las escuelas normales masculinas y femeninas en escuelas normales mixtas, esto representó el comienzo de la coeducación en España (por cierto, hoy en algunos colegios se tiende a lo contrario). Se modificó el sistema de oposición que daba acceso a la docencia. Por último, el Gobierno Republicano dio una importancia capital a la formación del maestro pues empezaba a ser considerado como el verdadero eje vertebrador de la escuela.

¿Somos capaces de intentar imaginar hoy el esfuerzo tan enorme que hizo la República en pro de la educación y la alfabetización en este país? A la luz de estos datos hay una realidad incuestionable: la República apostó decididamente por la idea de que una sociedad culta es la mejor inversión de futuro; una sociedad culta no se manipula fácilmente. Desgraciadamente este proyecto ilusionante se vio truncado por el alzamiento en armas de una parte de la sociedad española que no estaba dispuesta a perder los privilegios de los que había venido gozando. El resto ya lo conocemos.

Hay un viejo aforismo que dice: “la Guerra Civil la ganaron los curas y la perdieron los maestros”. No estaría de más que nos preguntáramos qué está pasando hoy.

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