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15. Arte del siglo XX y XXI (1951-…), Página 2

Luc Tuymans: «El primer arte conceptual fue la pintura»

Sus retratos de personajes que representan el poder o los de excluidos sociales contrastan con difusas flores mecánicas. El artista belga va de la violencia a la ternura mediante una serie de óleos que expone por primera vez en España

Luc Tuymans en Málaga.- JULIÁN ROJASEl debate sobre si la pintura está viva o muerta responde a un malentendido», afirma Luc Tuymans (Mortsel, Bélgica, 1958), uno de los pintores más reconocidos del arte internacional. Su utilización y referencia a imágenes del cine, la televisión o los medios de comunicación pasan por un filtro reflexivo y son abordados mediante la pintura en una especie de realismo de fuerte carga emocional. Retratos y vegetación es el título de la muestra que se expone en el CAC Málaga, la primera de este artista en España, tras varios proyectos que no se concretaron. Según él «hablar de la muerte de la pintura es estúpido, como también discutir si un medio artístico es mejor que otro. Esto es sólo una cuestión de opción».

PREGUNTA. ¿Cuáles fueron las razones de su opción?
RESPUESTA. Me decidí por la pintura porque no es un medio naíf, no es un medio ingenuo. El cuadro es además un artefacto, un objeto con el que estableces vínculos físicos y eso me parece importante.

P. Al decir que la pintura no es un medio naíf, ¿le confiere usted una dimensión intelectual?
R. Creo que el primer arte conceptual fue la pintura y quizá esto sea así desde las cavernas: al pintar, fijaban conocimientos sobre la caza, el alimento, las costumbres, y los reservaban a unos pocos, a los detentadores del saber. Es significativo que muchos artistas hayan comenzado pintando. Stan Douglas, que trabaja con filmes, o Douglas Gordon, que emplea el cine y otros medios, empezaron trabajando con la pintura. No sé de ningún artista que no haya comenzado así. Por eso creo que la pintura es la piedra angular del arte.

P. Su propio modo de trabajar es notablemente reflexivo.
R. Para crear una imagen visual, un cuadro, sigo un proceso que puede durar meses. Con sucesivos esbozos, voy conceptualizando y analizando el proyecto. Busco además información mediante fotografías polaroids o examinando sitios web u otras imágenes. Luego, cuando ese trabajo ha madurado, hago el cuadro. Siempre en un día. Creo que la inteligencia, ya enriquecida, va entonces de la cabeza a la mano, pero en ese circuito la atención es limitada. Ese es el atractivo de la pintura: la exactitud y el timing.

P. De la cabeza y la mano como claves de la acción inteligente ya se ocupó Aristóteles. Me gustaría que lo relacionara con el dibujo.
R. El dibujo es decisivo pero muy diferente de la pintura. El dibujo es obra de un momento y aunque se pueda borrar, las huellas quedan ahí. La pintura se parece más a la cinematografía, porque siempre puedes seguir trabajando sobre ella, mientras que el dibujo está más cerca de la fotografía: es la imagen de un instante. La pintura permite un trabajo sucesivo sobre la imagen, pero el comienzo es siempre el dibujo. Es el punto de partida. Una línea en pintura puede ser un marco o una sombra -como en Velázquez-, mientras que en el dibujo la línea es trazo, comienzo.

P. Hay en su exposición retratos y cuadros de flores. Entre los retratos, hay figuras anónimas, como Soldado, El hombre de Wiels I, o las imágenes de enfermos tomadas de una revista médica. Son individuos que amaron y sufrieron pero permanecen en el anonimato. Otros, como Secret -retrato de Alfred Speer- o Rumour, parecen ante todo emblemas del poder, ¿hay una doble reflexión sobre el individuo: una se interroga críticamente por su asimilación al poder y otra, humanitaria, que insiste en su desamparo?
R. Puede ser así. Entre los retratos hay figuras emblemáticas, como Rumour o Secret, en el que no está sólo el secreto de Speer sino el del poder que detentó. Estos cuadros son iconos. Los otros hablan del sufrimiento pero también de la violencia. En estos últimos hay claves psicológicas pero que emanan de la misma imagen, y aunque hay en ellos una impronta humanitaria, la reflexión sobre el sufrimiento se hace desde cierta distancia, casi desde la indiferencia. Junto a los retratos, los cuadros de flores son contraste y complemento: es verdad que oponen la ternura a la violencia, pero la mayor violencia es la que está mezclada con ternura.

P. No creo, como dicen, que sea usted pintor de historia, pero pienso que no desdeña la política. No voy a entrar en aspectos ya sabidos, como su rechazo al nacionalismo o su difícil infancia en un hogar donde la madre procedía de la Resistencia holandesa mientras la familia paterna, belga, colaboró con los nazis. Lo que me interesa es que la carga política que advierto en sus cuadros deriva de la imagen, sin mediar alegato, sea señalando la violencia o al construir iconos del poder más allá de la ideología: Rumour alude tanto a Adenauer como a Mitterrand.
R. No creo que sea pintor de historia. Político… puede ser. Cierto arte político incluye desde el principio un elemento ideológico y aun surge de él. Entonces no es arte sino propaganda. Pero puede que en el proceso de elaboración se incorporen a la imagen aspectos políticos porque en realidad forman parte del problema que la constituye. El cuadro entonces no se ve como un discurso político, sino como una imagen que por sí posee implicaciones políticas. Hay algo más: la política en cierto momento abandona metas específicas porque, como compromiso, debe conjugar intereses diversos. El arte no. El arte es ante todo posicionamiento. Me interesan los artistas que, cada uno a su modo, se posicionan, como Manet, Velázquez, Goya o El Greco.

P. Hay en sus retratos una fuerte relación con la imagen cinematográfica y con la del cartel, como en El hombre de Wiels, el magrebí sin nombre cuyos restos se encontraron al construir en Bruselas ese centro de arte.
R. De 1981 a 1985 no hice pintura sino cine. Dejé la pintura porque se había convertido para mí en algo demasiado existencial, casi doloroso. En el cine, en la elaboración cinematográfica aprendí algo que me permitió volver a la pintura: el distanciamiento de la obra. Conseguir cierto distanciamiento de la imagen es característico de la pintura. Esto me lo enseñó el cine. En el retrato de la mujer enferma, hay un encuadre propio del cine y un énfasis, que aumenta levemente algunas partes de la imagen, característico de la edición cinematográfica. Me he movido además entre dos mares: Gerhard Richter, que parte de la imagen fotográfica, y Andy Warhol, que legitimó la imagen impresa y no negaba esa cualidad a sus obras sino que la fomentaba. La televisión, por último, ha bombardeado a mi generación en auténtica sobredosis, y la televisión permite congelar la imagen haciéndola más dura, más angustiosa. He mamado todo eso y no cabe luchar contra un medio que forma parte de la vida y de la caja de herramientas con que trabajas.

P. En sus cuadros de flores, el distanciamiento es aún mayor que en los retratos y Singing flowers, flores mecánicas que emiten sonidos, recuerda al ready-made. Incluso su idea de la pintura como una cuestión de exactitud y timing recuerda a Duchamp, a su «belleza de indiferencia y pintura de precisión» y al relojismo del ready-made.
R. Marcel Duchamp era más esteta que artista y como buen francés, racionalizaba con exceso las cosas. En las flores, aunque haya un elemento de ternura, también está presente la violencia: algunas están cortadas por el límite del lienzo y otras, amenazadas por el cambio climático. Por otra parte, aunque tengan una diferencia formal con los retratos (éstos se expanden hasta llenar todo el lienzo y las flores se contraen hasta quedar sólo en el centro), las flores están sometidas a la abstracción: unas son mecánicas y otras, meros símbolos. Quizá estas últimas remitan al Bosco, pero las mecanizadas podrían recordar la imagen deshumanizada del Desnudo bajando la escalera. Lo que más me interesa de su apreciación (nunca había pensado en ello) es la relación entre el distanciamiento, la exactitud y el timing con que pretendo hacer mi pintura y las observaciones de Marcel Duchamp.

Luc Tuymans. Retratos y vegetación. Centro de Arte Contemporáneo. Avenida de Alemania, s/n. Málaga. Hasta el 4 de septiembre.

Juan Bosco Díaz Urmeneta: «El primer arte conceptual fue la pintura», EL PAÍS / Babelia, 2 de julio de 2011

Anish Kapoor pide que los museos cierren un día en solidaridad con Ai Weiwei

Anish Kappor, delante de su obra en el Grand Palais. EFE

En una entrevista con la BBC, Anish Kappor no se anduvo con medias palabras sobre el arresto de Ai Weiwei. Kappor calificó al gobierno chino de «bárbaro», dedicó la escultura que se inauguró en Paris a Ai Weiwei e hizo un llamamiento a la comunidad internacional para que cierre todos sus museos un día en protesta por su detención.

Kapoor fue igualmente crítico con la comunidad internacional señalando que su fracaso para alzar la voz la dejaba en «ridículo».«Como artistas tenemos una voz. Es importante que la hagamos escuchar. Una posibilidad es que los museos y galerías cierren un día en señal de protesta», señaló Kapoor.

El artista se mostró particularmente preocupado porque nadie sabe nada de su paradero. «La familia no tiene idea dónde está. Esto es inaceptable», señaló Kapoor. A pesar del arresto, probablemente motivado por la involuntaria publicidad y su connotación política, la obra de Ai Weiwei está conociendo un éxito sin precedentes en Londres. A principios de mayo concluyó la exitosísima instalación «Semillas de girasol» en la Tate Modern. Mañana Somerset House inaugura «Círculo de animales» del artista chino, similar a la que se ha instalado en una plaza de Nueva York, mientras que la Lisson, abre el viernes una exposición enteramente dedicada a su obra en los últimos seis años, exposición acordada con el artista a principios de año.

Marcelo Justo, Londres: Anish Kapoor pide que los museos cierren un día en solidaridad con Ai Weiwei, ABC, 11 de mayo de 2011

Fabricando protestas en Londres ’68

La Asociación de Derechos Civiles del Norte de Irlanda (NICRA), constituida en 1967, exigía terminar con los privilegios de los unionistas y otorgar "a cada persona, un voto", y terminar con las políticas discriminatorias en las políticas de vivienda y empleo, entre otras demandas.The Poster Workshop’ fue el principal taller británico de donde salieron los carteles que alimentaron los movimientos reivindicativos entre 1968 y 1970

Si redes sociales como Facebook y Twitter han demostrado su importancia en las recientes revueltas del mundo árabe, en aquellas lejanas protestas de 1968 difundir consignas y mensajes no era tan rápido, ni tan sencillo, ni tan económico. En un verano convulso, donde la revolución esperaba a la vuelta de la esquina y existían mil motivos para alzarse en defensa de una causa, un grupo de idealistas se unió para crear The Poster Workshop (el taller de carteles) en un sótano de Camden Town, en Londres. Inspirados por la imprenta del Atelier Populaire de la escuela de Bellas Artes de París y gracias a un pequeño taller de serigrafía, infinidad de colectivos dieron forma gráfica a sus reivindicaciones de una manera rudimentaria pero relativamente rápida y económica.
«La mayoría de aquellos carteles se perdieron en una inundación a finales de los 70», afirma Sarah Wilson, una de sus componentes y la persona que, junto con Jo Robinson, está detrás de su página web. Hoy es una pintora de 66 años, cuando llegó al taller apenas contaba con 24. De todos aquellos originales apenas conservan una veintena que podrían acabar pronto en el Victoria and Albert Museum de Londres, con quien mantiene conversaciones para donar los fondos; «el resto son fotografías» tomadas de la colección de Peter Dukes, uno de los miembros fundadores a quien localizaron hace 10 años antes de perder su rastro de nuevo.

Desde verano de 1968 hasta fines de 1970, y bajo la premisa de «paga lo que puedas», acudieron en busca de carteles toda clase de grupos que se movilizaban por multitud de causas, desde los derechos civiles en Estados Unidos o Irlanda del Norte hasta la lucha contra el apartheid, las subidas en los precios del alquiler o distintos movimientos de liberación de todas partes del mundo, opositores a la guerra de Vietnam, compañías de teatro y de cine radicales, asociaciones estudiantiles…

«Éramos más altruistas y menos materialistas. Pensábamos que la igualdad era más importante; estábamos intentando hacer del mundo un lugar mejor». Wilson llegó al taller tras visitar Argelia, Cuba y París; unas experiencias que influyeron decisivamente en ella. «Creo que fue en Argelia donde empezó todo. El país había sido liberado poco antes y la gente me preguntaba mucho, ya que yo había crecido en Sri Lanka, otro país colonizado, y eso me hizo pensar», recuerda. «También estaba en París en abril del 68. Luego volví a Londres, porque quería hacer algo útil y político con mi arte». Tanto ella como el resto de miembros de The Poster Workshop tenían sus propios trabajos y su labor en el taller era completamente voluntaria. «Teníamos veintipico años y nos parecía que había trabajos de sobra, el alquiler era barato, no había problemas haciendo auto-stop… Podías obtener el dinero que necesitabas. Hoy, en cambio, la vida parece mucho más cara y con mucha más pobreza. El hueco entre los más ricos y los más pobres ha crecido».

Las protestas, recuerda Wilson, no fueron tan grandes ni tan relevantes como las de París, pero aún así hubo numerosas huelgas y movimientos de protesta contra el racismo, la opresión y la injusticia. Aquellos fueron años «con una energía increíble, creíamos que se iba a producir un gran cambio pronto». Las revueltas de los países árabes le recuerdan a las de entonces por el mismo efecto dominó. «Unos países inspiraban a los siguientes».

Aunque la mayoría de los carteles salieron del taller de Candem Town, en varias ocasiones les pidieron crear talleres en algunas universidades -como la London School of Economics– e incluso en Irlanda del Norte, adonde acudieron a petición de People’s Democracy, una organización política de derechos civiles que defendía a la minoría católica. «Contaban tanto con protestantes como con católicos y también profesores de universidad», cuenta Wilson. En agosto de 1969, acudieron a una isla del oeste irlandés a petición de la Liga de la Tierra, quienes querían unos carteles para protestar por la venta de tierra de cultivo a las grandes corporaciones, que iban a construir unos campos de golf. Imprimieron los posters sobre una mesa al aire libre, y los secaron colgados de cuerdas tendidas entre los árboles. Era una organización muy reservada y celosa de su identidad, así que dos hombres remaron a la isla cuando estuvieron listos y se llevaron con ellos todo rastro de los carteles, incluidos borradores y plantillas.

La mayoría de las veces, la labor de los voluntarios de The Poster Workshop se limitaba a hacer los carteles, no a colgarlos, aunque había excepciones. «En Irlanda del Norte, por ejemplo», recuerda Wilson, «la situación era muy difícil. Recuerdo un joven que fue apresado poniendo carteles y fue enviado a la cárcel durante tres años; hubo muchas protestas». Y a veces, si el encargo provenía de un grupo de activistas negros, también se encargaban de la distribución. «Para ellos era más complicado porque había entre siete y ocho veces más probabilidades de que la policía los arrestara que siendo blancos», afirma.

Wilson no olvida las condiciones de trabajo en el taller, precarias y muchas veces peligrosas. Los disolventes eran tóxicos e inflamables, y no llevaban ninguna máscara: «A pesar de ello, mucha gente fumaba. Hoy esos líquidos serían ilegales». Después de aquellos años, Wilson colaboró también con movimientos feministas, y participó en la protesta que, con bombas de humo y harina saboteó el certamen de Miss Mundo de 1970, conducido por Bob Hope y televisado en directo por la BBC. Hoy, Robinson y Wilson centran sus esfuerzos en recuperar más originales.

Fish & Chips en tiempos de Franco. Este cartel llamaba a movilizarse frente a las torturas del régimen franquista en España, durante el cual numerosos turistas británicos acudían ya a la Costa Brava.
En algunos casos, como en el de la huelga en la fábrica de Ford en Dagenham, The Poster Workshop tuvo que actuar rápidamente. La huelga se aprobó a las 10 de la noche y los enlaces sindicales correiron a los teléfonos para encargar unos carteles que debían estar listos para el turno de mañana, que comenzaba a las seis.
¡Congelen los alquileres, no las pagas! El Consejo del Gran Londres (Greater London Council), titular de numerosas viviendas públicas para gente de bajos ingresos en Londres, aprobó una excepcionalmente elevada subida de alquileres, y se produjeron numerosas revueltas de protesta pidiendo una congelación en los precios e incluso llamando a la ocupación de viviendas vacías.
The Poster Workshop. Cartel anunciador del taller, que afirma "pertenecer al pueblo, necesitar al pueblo y luchar por el pueblo", y animaba a la gente a usarlo para luchar por aquello en lo que creían.
Armas para Sudáfrica NO. Fueron numerosas las campañas que, como esta, protestaban contra la discriminación racial y el apartheid, pidiendo que no se suministraran armas al régimen de Pretoria y solidarizándose con la lucha de su pueblo.
Festival revolucionario en Essex. Las organizaciones estudiantiles, como esta de la universidad de Essex, fueron numerosas y muy activas, aunque algo desorganizadas y con reducidos recursos económicos. En aquel sistema de "paga lo que puedas", estas asociaciones eran las que menos se podían permitir.
Educar para morir. The Poster Workshop estuvo en funcionamiento hasta finales de 1970, cuando empezaron a surgir imprentas litográficas relativamente asequibles, y otras organizaciones comenzaron a producir carteles a tarifas comerciales más accesibles.
Interior del taller. Fotografía de una de las paredes de The Poster Workshop, situado en un sótano del popular barrio londinense de Candem Town.

Nacho Meneses, Madrid: Fabricando protestas en Londres ’68, EL PAÍS, 28 de marzo de 2011

Arte de colores, texturas y olores

Una muestra sobre el aceite de oliva aúna tradición y vanguardia en Córdoba

Hay maridajes la mar de interesantes. En Córdoba, se inauguró la semana pasada una exposición que aúna un elemento básico en la cultura mediterránea -el aceite de oliva- con el arte contemporáneo más vanguardista. La muestra se llama Paradeisos y aglutina fotografías, instalaciones y videocreaciones firmadas por 17 artistas. Ellos, de alguna manera, han adaptado a su propio lenguaje el resultado de prensar las olivas.

Un aspecto de la exposición Paradeisos, que se celebra en Córdoba.- F. J. VARGAS

«El 80% de las obras han sido encargadas expresamente a los artistas para esta exposición en concreto», destaca Óscar Fernández, uno de los dos comisarios de la exhibición, que puede visitarse en el Palacio de la Merced, sede de la Diputación de Córdoba, hasta el próximo día 31 de enero. Posteriormente, la exposición se convertirá en itinerante y viajará por una docena de municipios de la provincia.

Paradeisos está llena de sorpresas. «Hemos buscado combinar colores, texturas e incluso olores en las obras», apunta Fernández. Una buena muestra de lo que dice es la instalación Metamorfosis sobre el olivo de mi jardín, del artista portugués Alberto Carneiro. La pieza, literalmente, huele a campo. Una estructura compuesta por ramas de olivo y una superficie de hojas de este árbol, dispuestas en un denso manto sobre el suelo, consiguen transportar a una sala cerrada parte del ambiente y los aromas que podemos encontrar en un olivar.

Los creadores también juegan con la historia. Es el caso del dúo Bleda y Rosa con su fotografía Campos de Bailén, 1808, fechada entre 1995 y 1996; o la artista Julia Montilla, en Veguetas de las Revueltas. La primera imagen -un paisaje de olivar jiennense allí donde las tropas invasoras napoleónicas fueron masacradas por primera vez a manos de los españoles- pertenece a la serie Campos de Batalla. Su proyecto recoge un acercamiento a escenarios que son hitos históricos bélicos, pero de los que ya no queda nada en el paisaje. En cuanto a Julia Montilla, la creadora se asoma a la España más mística de la posguerra para, en su serie Réplicas (de la que forma parte la fotografía que se expone), registrar los puntos donde se dieron apariciones marianas tras la victoria de los franquistas.

La muestra también guarda tesoros. «Esta es la joya de la corona», confiesa Óscar Fernández delante de dos de las botellas de aceite de oliva que obtuvo el artista Joseph Beuys como resultado de una compleja experiencia artística de los años setenta. La idea implicaba una vuelta a la naturaleza, pero reflexionando sobre la relación del ser humano en la misma. Beuys trabajó en una parcela agrícola en un pueblecito de Italia, que se convirtió así en su propio taller artístico.

En la vertiente de videoinstalación destaca una pequeña pieza muy divertida de Daniel Silvo, llamada Technoaceitunas. Una pieza de dos minutos en los que una mano agita un plato sobre el que saltan, vibran y brincan un montón de aceitunas, negras y verdes al ritmo de música techno, como si fuesen habitantes enloquecidos de una discoteca.

Más inquietante -aunque no menos divertido- es el vídeo Another pa amb tomaquet, de La Ribot, una artista que, en opinión de Óscar Fernández, es de las «que está haciendo las cosas más interesantes». En los 12 minutos de esta pieza -filmada en 2001- el cuerpo de una bailarina sirve para restregar en él todos los ingredientes de uno de los platos nacionales de Cataluña.

El objetivo final de la exposición es «actualizar y generar nuevos imaginarios en torno a un contexto y una serie de ideas e imágenes que se han fosilizado en la cultura andaluza», según comenta Fernández.

El día de su inauguración, el presidente de la Diputación de Córdoba, Francisco Pulido, señaló: «Cuando hablamos de aceite, no nos referimos solo a un alimento, sino a una seña de identidad de nuestra tierra, cuyo contexto, el olivar, ha servido de inspiración artística en muchas ocasiones, y hoy se plasma en esta exposición».

Manuel J. Albert, Córdoba: Arte de colores, texturas y olores, EL PAÍS, 20 de diciembre de 2010

Arte de colores, texturas y olores

Una muestra sobre el aceite de oliva aúna tradición y vanguardia en Córdoba

Hay maridajes la mar de interesantes. En Córdoba, se inauguró la semana pasada una exposición que aúna un elemento básico en la cultura mediterránea -el aceite de oliva- con el arte contemporáneo más vanguardista. La muestra se llama Paradeisos y aglutina fotografías, instalaciones y videocreaciones firmadas por 17 artistas. Ellos, de alguna manera, han adaptado a su propio lenguaje el resultado de prensar las olivas.

Un aspecto de la exposición Paradeisos, que se celebra en Córdoba.- F. J. VARGAS

«El 80% de las obras han sido encargadas expresamente a los artistas para esta exposición en concreto», destaca Óscar Fernández, uno de los dos comisarios de la exhibición, que puede visitarse en el Palacio de la Merced, sede de la Diputación de Córdoba, hasta el próximo día 31 de enero. Posteriormente, la exposición se convertirá en itinerante y viajará por una docena de municipios de la provincia.

Paradeisos está llena de sorpresas. «Hemos buscado combinar colores, texturas e incluso olores en las obras», apunta Fernández. Una buena muestra de lo que dice es la instalación Metamorfosis sobre el olivo de mi jardín, del artista portugués Alberto Carneiro. La pieza, literalmente, huele a campo. Una estructura compuesta por ramas de olivo y una superficie de hojas de este árbol, dispuestas en un denso manto sobre el suelo, consiguen transportar a una sala cerrada parte del ambiente y los aromas que podemos encontrar en un olivar.

Los creadores también juegan con la historia. Es el caso del dúo Bleda y Rosa con su fotografía Campos de Bailén, 1808, fechada entre 1995 y 1996; o la artista Julia Montilla, en Veguetas de las Revueltas. La primera imagen -un paisaje de olivar jiennense allí donde las tropas invasoras napoleónicas fueron masacradas por primera vez a manos de los españoles- pertenece a la serie Campos de Batalla. Su proyecto recoge un acercamiento a escenarios que son hitos históricos bélicos, pero de los que ya no queda nada en el paisaje. En cuanto a Julia Montilla, la creadora se asoma a la España más mística de la posguerra para, en su serie Réplicas (de la que forma parte la fotografía que se expone), registrar los puntos donde se dieron apariciones marianas tras la victoria de los franquistas.

La muestra también guarda tesoros. «Esta es la joya de la corona», confiesa Óscar Fernández delante de dos de las botellas de aceite de oliva que obtuvo el artista Joseph Beuys como resultado de una compleja experiencia artística de los años setenta. La idea implicaba una vuelta a la naturaleza, pero reflexionando sobre la relación del ser humano en la misma. Beuys trabajó en una parcela agrícola en un pueblecito de Italia, que se convirtió así en su propio taller artístico.

En la vertiente de videoinstalación destaca una pequeña pieza muy divertida de Daniel Silvo, llamada Technoaceitunas. Una pieza de dos minutos en los que una mano agita un plato sobre el que saltan, vibran y brincan un montón de aceitunas, negras y verdes al ritmo de música techno, como si fuesen habitantes enloquecidos de una discoteca.

Más inquietante -aunque no menos divertido- es el vídeo Another pa amb tomaquet, de La Ribot, una artista que, en opinión de Óscar Fernández, es de las «que está haciendo las cosas más interesantes». En los 12 minutos de esta pieza -filmada en 2001- el cuerpo de una bailarina sirve para restregar en él todos los ingredientes de uno de los platos nacionales de Cataluña.

El objetivo final de la exposición es «actualizar y generar nuevos imaginarios en torno a un contexto y una serie de ideas e imágenes que se han fosilizado en la cultura andaluza», según comenta Fernández.

El día de su inauguración, el presidente de la Diputación de Córdoba, Francisco Pulido, señaló: «Cuando hablamos de aceite, no nos referimos solo a un alimento, sino a una seña de identidad de nuestra tierra, cuyo contexto, el olivar, ha servido de inspiración artística en muchas ocasiones, y hoy se plasma en esta exposición».

Manuel J. Albert, Córdoba: Arte de colores, texturas y olores, EL PAÍS, 20 de diciembre de 2010

Las olimpiadas del arte actual

Carolyn Christov-Bakargiev adelanta los ejes de la Documenta 13 que dirige

Idee di Pietra, de Penone, escultura de bronce y piedra en el parque de Kassel.- ROMAN MENSING (DOCUMENTA)

Carolyn Christov-Bakargiev se explica bien. Basta leer los 15 folios de la carta al mundo que adjuntó, casi camuflada, en la nota de prensa de presentación de la Documenta 13 a finales de octubre (documenta.de) para darse cuenta de que tiene las ideas claras. Otra cosa es que sea sencillo resumir el torbellino de conceptos y propuestas que maneja esta estadounidense de 53 años afincada en Italia. Dirige la exposición que el 9 de junio de 2012 convertirá la ciudad alemana de Kassel en el epicentro del arte y, tal vez, del pensamiento contemporáneo.

  • La idea. ¿De qué irá la próxima Documenta? Difícil decirlo. «Paso gran parte de mi tiempo pensando en cómo no tener un concepto. Vivimos en unCarolyn Christov-Bakargiev, durante su estancia en Barcelona.- MARCEL·LÍ SÀENZa sociedad de la información en la que todo está muy simplificado y dar el concepto es parte del problema». ¿Qué sucederá? «Esto ya es más interesante. Habrá unos 120 artistas, muchas cosas, pero aún no las puedo decir…, aunque dejo caer muchos nombres en mi carta». También, el de Chus Martínez, conservadora del Macba y una de las más estrechas colaboradoras de Christov-Bakargiev en esta Documenta: «Será una danza, una gran coreografía de obras, pensamientos, personas…».
  • Amor y deseo. «Estoy interesada en temas como la amistad, el amor… En los últimos 30 años se ha hablado mucho del deseo… Deleuze, deseo; Foucault, deseo; Lacan, deseo… Pero se ha dicho muy poco de cuestiones afectivas. Antes de Kant sí que se hablaba de amor. Para él, en el deseo había dos aspectos negativos: uno es la impaciencia; el otro el capricho. Ahora vivimos en un mundo en el que el deseo se ha vuelto capricho».
  • El negocio de la creatividad. «Vivimos ya en un mundo determinado por una nueva economía y política que pasa sobre todo por el trabajo intelectual, esto que los americanos denominan capitalismo cognitivo», señala. «Ahora, todo tiene que ser creativo, es lo único que se valora. Hace falta una alianza de sensibilidad y cerebros entre todas las disciplinas para imaginar una reacción a este matrix diabólico que es el mundo globalizado que considera a la creatividad como un producto».
  • Mujeres y filosofía. Christov-Bakargiev es la segunda mujer que dirige Documenta. De la primera, la combativa Catherine David, directora de la décima edición, solo tiene buenas palabras. «La conozco desde hace años, la admiro y respeto mucho. Pertenece a una segunda generación de mujeres [la primera fue la de María de Corral, Ida Gianelli…] que lo tuvo complicado porque estuvo muy sola. Para mí es más fácil porque ya somos muchas. David presentó a excelentes artistas e introdujo de nuevo el discurso en el arte tras la quiebra de los ochenta. En aquel momento era importante hacerlo, pero ahora ya es el concepto dominante. Por eso hay un cierto cansancio. Cuando digo hablar del amor y no del deseo me refiero a esto, a no hablar de lo discursivo sino de lo filosófico».
  • Archivo. «No se puede ignorar el tema porque vivimos en la época del archivo. Google es una navegación por archivos; YouTube es un gran archivo; incluso el mapa genético es un archivo de la vida. Pero en los noventa o incluso en los 2000 no se pensaba en lo que significa este impulso archivístico, se hacían y ya está. Una exposición era un gran archivo. Como la maleta de discos de los dj’s de los noventa. Ahora los artistas están más interesados en pensar lo que significa ser un sujeto en un mundo lleno de archivos».
  • ‘Arte povera’ e Internet. La Documenta ya ha empezado con dos proyectos opuestos pero paralelos. Uno es la puesta en marcha en la Red del proyecto And And And, en el que Ayreen Anastas y Rene Gabri van informando, de manera intermitente, de las acciones o encuentros que tienen con otros artistas o colectivos en lugares distantes como Armenia, Georgia, Estados Unidos, Perú o Afganistán. El otro es la instalación de la obra Idee di Pietra, de Giuseppe Penone en el Auepark de Kassel. «Es la misma obra, con la misma piedra, que se pasó meses mirando la bahía de Sidney durante y después de la bienal que dirigí en 2008. En cuanto me he estabilizado en Kassel la he traído. Es un signo de que la Documenta comienza con su preparación. Y también es una declaración de mi biografía. El arte povera forma parte de mi pasado, vengo de Turín, donde durante años dirigí el Castello di Rivoli, y de joven estaba muy ligada a Boetti, Merz, Pennone, Fabro… Me han enseñado mucho, sobre todo esta visión que tienen de que materia y concepto son una misma cosa que se conecta a través de la energía.
  • El poder de los artistas. «Efectivamente durante bastante tiempo los artistas no han sido muy poderosos. Es algo típico de los periodos académicos. Pasó en la segunda mitad del siglo XIX y fue entonces cuando Manet, enfadado porque le habían expulsado del Salón, retomó el poder inventando las exposiciones personales. Las personas libres recuperan siempre el poder de la cultura tras estos periodos convencionales. Simplemente, dicen no. Esta es la libertad. Ahora los artistas son muy potentes aunque el mundo del arte aún no se ha enterado. Están conectados, crean redes, están retomando las riendas. Vivimos un momento muy parecido a lo que pasó en 1965 o 1966. O en el periodo de 1906-1907».
Museo de 100 días
  • Historia. Desde su nacimiento en 1955, cada cinco años (o cuatro en sus inicios) la ciudad de Kassel acoge durante 100 días esta exposición que siempre suele generar polémica y debate. La anterior tuvo como artistas invitados a Ferran Adrià y Ai Wei Wei.
  • En 2012. Se celebrará del 9 de junio de 2012 al 16 de septiembre de 2012. La dirige Carolyn Christov-Bakargiev (Estados Unidos, 1957), que dirigió el Castello di Rivoli en Turín entre 2002 y 2008, que tiene en su grupo central de agentes a la española Chus Martínez.
Habrá entre 120 y 150 artistas. De la conversación con la directora pueden aventurarse los nombres de Dora García, Francis Alys, Pierre Huyghe o el escritor Mario Bellatin.

Más información: www.documenta.de

Catalina Serra, Barcelona: Las olimpiadas del arte actual, EL PAÍS, 10 de diciembre de 2010

Se impone el iColeccionismo

El móvil desbanca al museo en el arte digital

Las pantallas han demostrado ya que son los lienzos del futuro. El lanzamiento en versión aplicación de Reactable, el famoso instrumento electrónico táctil de Sergi Jordá cambia el modo de aproximarse al arte: el museo es ahora el móvil. Todo es nuevo, desde el modelo económico a las implicaciones como plataforma artística de estos soportes.

La versión de Reactable, de Sergio Jordá, para iPadEn 2003, el músico experimental y profesor de la Universidad Pompeu i Fabra de Barcelona Sergi Jordá empezó a trabajar en una nueva clase de instrumento musical electrónico que cambiase por completo el paradigma de uso de los sintetizadores. Probablemente, Jordá y su equipo no acababan de ser conscientes de cuál sería el exótico y emocionante viaje de su criatura: desde entonces, la ya célebre Reactable se ha paseado por los mejores escenarios, fue adoptada por estrellas como Bjork, recibió el Golden Nica de Ars Electronica, se expuso en bienales de arte contemporáneo como la BIACS de Sevilla, y está hoy presente en incontables museos de la ciencia repartidos por todo el mundo. A la vez pieza artística, prototipo innovador, herramienta pedagógica y finalmente producto funcional (desde hace meses se puede comprar a través de su web por cerca de 10.000 euros), la Reactable es el perfecto ejemplo de las dificultades para categorizar muchos proyectos de New Media.

La versión de 8 euros

El capítulo más reciente en la historia de la “mesa musical” se escribió a finales de octubre, cuando apareció una versión para iPhone y iPad, los populares dispositivos multitouch de Apple. Aunque evidentemente hay diferencias entre el instrumento original y la aplicación (en vez de manipular objetos físicos reales sobre la mesa, trabajamos con elementos virtuales), el software es el mismo y la experiencia es muy cercana a la de usar el instrumento original. Si para utilizar la Reactable original hace falta acercarse a una de las pocas unidades accesibles públicamente, la aplicación Reactable cuesta unos 8 euros y sólo requiere un iPad, Ipod Touch o Iphone. Después de que Apple la seleccionase recientemente como “aplicación de la semana”, hay miles de reactables virtuales en todo el mundo, y miles de personas interesadas por explorar sus posibilidades expresivas.

Junto a la Reactable, decenas de otros proyectos artísticos esperan en los stores de aplicaciones a la curiosidad de usuarios que quieran hacerles hueco en sus móviles o tablets, junto a sus otros programas normalmente más utilitarios -listas de tareas, mapas- o superficiales -juegos, bromas-.

La mejor distribución

¿Por qué querrían los artistas distribuir su trabajo a través de teléfonos móviles y otros dispositivo de consumo? Hay buenas razones. Por un lado, un modelo económico claro y sencillo que permite cobrar directamente por cada unidad, a precios muy bajos. Por otra parte, relativamente pocos intermediarios y un canal de distribución muy poderoso. Y, sobre todo, la posibilidad de trabajar con tecnologías sofisticadas, que permiten hacer muchas cosas, y que además están ya en los bolsillos de millones de usuarios en todo el mundo.

En cierta manera, la idea no es nueva. Situar en el mercado del arte muchas de las manifestaciones artísticas surgidas del encuentro con la tecnología digital supone a veces hacer un esfuerzo por ignorar algunas de sus características fundamentales. En el caso de aquellos proyectos que son sólo software, no existe ninguna noción de original, copia, o seriación; pueden existir dos unidades o doscientas mil, y todas serán idénticas.

Ante esto, muchos artistas se han planteado si el modelo de distribución de su trabajo no tendría en realidad más en común con el de las industrias de contenidos (editorial, discográfica, cine), que con el del mercado del arte. La evolución de este mercado en la coyuntura actual no invita tampoco al optimismo. De manera absolutamente predecible, la sección de ARCO dedicada a los Nuevos Medios, Expanded Box, ha sido una de las víctimas de la revisión a la baja de la feria para su próxima edición.

Arte descargable

Antes de internet, en los años 90, el CD-Rom supuso el primer formato que facilitaba la distribución en masa de contenidos multimedia, y ofrecía la oportunidad de hacer llegar contenidos artísticos desde galerías y festivales a los PCs de cada hogar. Publicaciones como la revista japonesa Shift exploraron a fondo las posibilidades del CD-Rom como soporte creativo. Otros artistas miraron hacia la industria de contenidos digitales más importante del mundo: el videojuego. Es el caso del nipón Toshio Iwai, que se coló en las Nintendo DS en 2005 con Elektroplankton, un juego que en realidad no dejaba de ser una pequeña retrospectiva de piezas artísticas que se encuentran en colecciones como la del ZKM de Karlsruhe (Alemania). El norteamericano Scott Snibe, con una larga carrera en la escena internacional del New Media, es de los que ha abrazado con más entusiasmo la transformación de su trabajo en apps descargables. Snibe recuerda que hay una tradición de artistas que intentaron producir su trabajo en masa, como Duchamp con sus rotorelieves o el Lumígrafo, un fallido dispositivo doméstico ideado por el maestro de la animación abstracta, Oskar Fishlinger. “En 2002 dejé de crear piezas interactivas para pantalla después de 12 años exponiendo en galerías. Ahora, después de dos meses en el app store, tengo un público de cientos de miles que crece diariamente”, dice Snibe. No exagera; durante días, su proyecto Gravilux fue la aplicación gratuita más descargada del mundo para iPad, por encima de periódicos o servicios meteorológicos.

No todo son buenas noticias, sin embargo. Para que una aplicación pueda ser vendida y descargada en iPhones y iPads, Apple tiene que autorizar su distribución. El artista Armin Heinrich realizó una aplicación llamada I am Rich que vendía a 999,99 dólares, el precio más alto que Apple permite que se asigne a una app. En realidad lo único que el programa hacía era mostrar en pantalla un rubí rojo que permitía presumir al propietario del teléfono de su estatus. El chiste no le pareció gracioso a Apple, que retiró el proyecto sin explicaciones ni posibilidad de apelación sólo un día después de su salida. El app store es un museo con un comisario caprichoso, Steve Jobs, que no le debe explicaciones a nadie.

José Luis de Vicente: Se impone el iColeccionismo, EL MUNDO / El Cultural, 3 de diciembre de 2010

Un atlas atomizado

A partir del Atlas Mnemosyne de Aby Warburg, el Museo Reina Sofía recorre la historia del arte del siglo XX y hasta hoy.

Rosemarie Trockel: El intus legere en el gótico manierista, 1988Cuando Aby Warburg ingresó en abril de 1921 en Bellevue, la clínica psiquiátrica del Dr. Binswanger, se decía culpable, por haber despertado a los demonios paganos del oscurantismo, del desencadenamiento de la I Guerra Mundial. Lo cuenta Georges Didi-Huberman en su fascinante libro La imagen superviviente. Historia del arte y tiempo de los fantasmas según Aby Warburg (Abada, 2009), germen de este proyecto expositivo. El historiador puso sobre sus espaldas el sufrimiento de la humanidad a imagen del titán Atlas, condenado a soportar la bóveda de los cielos. En la pequeña sala que abre la exposición se reúnen varios sufridos “porteadores”: un dibujo del s. XVI del Atlas Farnese, dos fotografías de August Sander y un dibujo de Goya, además de un amorfo “torso” atado de Bruce Nauman que hace pendant con el decapitado Atlas. La elocuente agrupación resume algunos de los conceptos fundamentales creados por Warburg: la supervivencia y la migración de las formas, el arcano lenguaje de los gestos, la imagen-síntoma o la consideración de sí mismo como “psico-historiador”, a la vez que hace referencia a su obra capital, el Atlas Mnemosyne.

El clave de esquizofrenia

Lamentablemente, esta coherencia inicial se va diluyendo a medida que se avanza en el recorrido. Se trata sin duda de una exposición muy ambiciosa y seria, con una voluntad de hacer historia, de explicar aspectos fundamentales en el devenir del arte del siglo XX, pero son tantos los focos de atención y las derivas de las ideas manejadas, con altibajos en la idoneidad de las obras para expresarlas… que acaba por no ser ni una muestra sobre Warburg, ni una muestra sobre el Atlas, ni sobre el archivo, ni sobre los mapas, ni sobre la sinrazón, y a la vez todo ello. La esquizofrenia, que padeció Warburg y que pasó a ser para él una clave interpretativa para el arte, planea sobre esta exposición, la cual empezó a gestarse estando Juan José Lahuerta vinculado al MNCARS, se canceló al cesar Ana Martínez de Aguilar como directora y fue retomada por Manuel Borja-Villel, que es su co-comisario más o menos a la sombra. Quizá esa bicefalia, que Didi-Huberman califica como enriquecedora, haya agravado la atomización.

La exposición, que viajará al Museum für Neue Kunst, Karlsruhe y a la Sammlung Falckengerg de Hamburgo, se estructura en cuatro grandes bloques y nada menos que dieciséis capítulos, bastante heterogéneos, en los que suelen yuxtaponerse, como en el Atlas de Warburg, obras de diferentes épocas y procedencias. El primer bloque, “Conocer por las imágenes”, arranca muy bien con la citada sala y proyectos de artistas que intentan ordenar con criterios caprichosos la historia del arte… pero se intercala una sección que es ya un poco confusa, pues mezcla diversos “álbumes” de imágenes con los abecedarios. A continuación entra en escena Walter Benjamin -tema para otra exposición- con la figura del trapero, asociada a recopilaciones de imágenes o documentos encontrados. El segundo bloque, “Recomponer el orden de las cosas” incluye buena parte de las obras más interesantes de la exposición en capítulos que tratan sobre la historia natural, lo informe y el juego con las imágenes. Blossfeldt, Painlevé, Paul Klee -un delicado herbario-, Ernst, Stieglitz, Brassai, Polke, Marey, Coleman… todas obras magníficas. Mas la coherencia queda ensombrecida por los depósitos de agua de los Becher, introducidos con calzador, como la obra de Hains y Villeglé. Tampoco es convincente la sección que cierra el bloque, sobre el tablero de juego, con trabajos muy discordantes de Giacometti, Pedro G. Romero o Fischli & Weiss, quienes, por mucho que ilustren un concepto que pueda ser pertinente, no tienen nada que ver ni entre sí. Y no queda clara su relación con la línea argumental. El catálogo no soluciona las dudas, pues el estupendo ensayo de Didi-Huberman habla de mil asuntos subyugantes a lo largo de más de 200 páginas pero dedica dos escasas a la exposición y al porqué de sus elecciones.

La cartografía del paseante

“Recomponer el orden de los lugares” nos lleva a otra acepción de la palabra “atlas” -de nuevo, a otra exposición-. La sección de mapas, aunque breve, es coherente, al igual que la de postales y sellos, pero la que nos quiere explicar la coexistencia de formas de representación en los atlas geográficos, aun presentando obras de grandes artistas como Matta-Clark, Smithson, Albers, Roni Horn… es muy inconexa. Luego lleva el comisario esa diversidad en la cartografía del espacio a la ciudad, de la mano de la figura del “paseante” y del situacionismo; algunas obras, como las de Haacke o LeWitt, sí denotan una intención de “mapear” las calles pero otras resultan accesorias. Finalmente, cuando llegamos a “Recomponer el orden de los tiempos” es casi mejor soltar el hilo de Ariadna y perderse en el laberinto, concentrándonos -una vez más en el Reina Sofía sin ayuda de las necesarias explicaciones- por las casi siempre muy interesantes obras individuales. Nos encontramos luego, sin saber cómo, en la I Guerra Mundial -¿qué hace aquí Ignasi Aballí?- y salimos atendiendo al lenguaje de gestos de diferentes obras con las que se quieren actualizar “las fórmulas del pathos”. Otra vez Warburg.

Una aventura arriesgada

Una conocida comisaria española me dijo hace poco que cuando los historiadores organizan exposiciones suelen querer meterlo todo, demasiadas obras. Es lo que le ha pasado a Georges Didi-Huberman, cuyo prestigio como investigador y escritor es enorme pero cuya experiencia curatorial es limitada: no tanto por el número de piezas que, siendo abundantes no resultan excesivas, sino por las ramificaciones del argumento. Ya sabemos que el método de Warburg tuvo que admitir en su seno lo inconcluso, lo fragmentario y hasta cierto punto lo inconcreto, pero llevar esas características al discurso expositivo es arriesgado. En cualquier caso, se trata de una aventura intelectual en la que merece la pena embarcarse, y demuestra una meritoria ambición, por parte del Museo Reina Sofía, de hacer exposiciones de gran calado.

Un comentario algo críptico, se supone, a los ideales de la Modernidad en el país que se relaciona con el Palm Pavilion de Tiravanija: una casa ideal para estas latitudes que reinterpreta, en la misma clave irónica, la mítica Maison Tropicale de Jean Prouvé. Hacia el modelo zoo El peligro de Inhotim es el de convertirse en parque temático o zoo del arte (incluido el trenecito: «A su derecha, el Matthew Barney en libertad; a su izquierda, el foso de Adriana Varejao»). Las condiciones «de laboratorio» pueden volverse en su contra y convertirlo en una institución fría, aislada de su contexto, higienizada. O quizá puedan explotarse al máximo: invitando a comisarios que replanteen la colección de forma crítica y a artistas que desplacen el interés desde la obra acabada y fetichista hacia el trabajo en red y los procesos creativos, facilitando el encuentro entre la comunidad cultural local y la gente de fuera: artistas, teóricos, gestores. Las posibilidades son muchas y el entusiasmo de todo el equipo muy palpable. La experiencia de la visita a Inhotim se parece a la de viajar por todo Brasil: con sus contradicciones y su energía potencial, siempre estimulante y (ojalá) debatible.

Atlas. ¿Cómo llevar el mundo a cuestas?.Comisario: Georges Didi-Huberman. Museo Reina Sofía. Santa Isabel, 52. Madrid. Hasta el 28 de marzo.

Elena Vozmediano, Un atlas atomizado, EL MUNDO / El Cultural, 3 de diciembre de 2010

El arte sonoro de Susan Philipsz gana el Turner

Susan Philipsz, en el momento de recibir el anuncio de su premio en Londres.- GETTYLa escocesa Susan Philipsz y sus audaces instalaciones sonoras se hicieron anoche con el Premio Turner de arte contemporáneo, desbancando a la española Ángela de la Cruz, que partía como una de las favoritas. El jurado del galardón -auspiciado por la Tate Britain- acabó decantándose por los montajes auditivos de Philipsz, que ha recurrido en sus propuestas a canales tan inusuales como los altavoces de una cadena de supermercados.

El fallo del Turner dio la razón a los pronósticos de las casas de apuestas británicas, que en los últimos días se habían decantado por la artista nacida en Glasgow, frente a las preferencias de un sólido sector de la crítica hacia las pinturas deconstruidas de Ángela de la Cruz. La artista gallega (A Coruña, 1965) ha marcado, en cualquier caso, un hito al convertirse en la primera española finalista del Turner en sus 26 años de singladura, una posición que afianza su nombre en los círculos internacionales y augura un tirón de sus obras en el mercado del arte. Sus pinturas escultóricas o esculturas pictóricas (ella no se define porque «ambos lenguajes se complementan») serán objeto de su primera exposición individual en España, el próximo 21 de enero, en la galería madrileña Helga de Alvear.

Susan Philipsz, de 44 años, atrajo la atención del panel seleccionador del Turner con la instalación audiovisual Espejos, que en su día exhibió el Museo de Arte Contemporáneo de Vigo. Artista rechazada en su día por la Escuela de Arte de su Glasgow natal, muchos británicos la recuerdan entonando a capella a través de la megafonía de un supermercado o interpretando sus propias versiones de temas de Radiohead, Marianne Faithfull, Nirvana y Velvet Underground frente a la parada de un autobús. Sus propuestas, según el jurado del Turner, reflejan «una tensión entre el sentimiento de las canciones y esos entornos descuidados».


La escocesa era la favorita de la propia De la Cruz entre sus rivales para obtener el premio de 25.000 libras. La crítica más conservadora esperaba, sin embargo, que esta edición confirmara un regreso a la pintura, en una ruptura con el habitual predominio de apuestas más radicales del arte conceptual. El inglés Dexter Dalwood, veterano artista que se inspira en acontecimientos culturales y políticos contemporáneos, era el candidato de este sector, pero anoche perdió su última oportunidad de hacerse con el galardón porque cuenta ya con 49 años. El Turner se concede anualmente a un artista menor de 50 años que, independientemente de su nacionalidad, haya exhibido sus trabajos en el Reino Unido en los últimos doce meses. En ninguna de las quinielas aparecían los cuartos contendientes, Otolith Ángela de la Cruz, en su estudio británico.- IONE SAIZARGroup, uno de los más destacados movimientos audiovisuales de vanguardia de Londres.

La candidatura de Ángela de la Cruz, residente en Londres desde hace 23 años, se ha traducido en una importante proyección publicitaria de su obra poderosa e inclasificable, de lienzos que se doblan y metamorfosean para, por ejemplo, acabar colgados de un clavo como si se tratara de un abrigo. Obligada a comenzar de cero después de que un derrame cerebral le dejara postrada en una silla de ruedas en 2005, su regreso con una exposición retrospectiva la pasada primavera (After) se vio premiada con la nominación al Turner. Ya de por sí, todo un triunfo.

El triunfo de la estudiante rechazada

Atractiva pelirroja dotada de una bonita voz, Susan Philipsz concibe sus experimentos auditivos para explorar cómo el sonido define el espacio arquitectónico. Uno de sus trabajos más recientes y afamados le condujo a grabar simultáneamente tres versiones de una preciosa balada escocesa del siglo XVI, el lamento Lowlands Away. Ella misma entonó las canciones bajo los puentes del río Clyde, en Glasgow. El resultado pudo apreciarse a través de tres canales de sonido en el último Festival Internacional de Glasgow, en el que emergió como gran estrella. Es la misma ciudad donde hace 21 años se le denegó a Philipsz la matrícula como estudiante de arte, lo que forzó su traslado primero a Dundee (en Escocia) y más tarde a Belfast, para acabar instalándose definitivamente en Berlín.

Patricia Tubella, Londres: El arte sonoro de Susan Philipsz gana el Turner, EL PAÍS, 7 de diciembre de 2010

Recompensa por las obras robadas de Botero

El juez declara el secreto de sumario sobre el robo de, al menos, 28 obras de arte valoradas en 5 millones de euros, producido el sábado en Getafe

Cuadro inédito de Botero, entre las piezas robadas

Fernando Pradillo aseguraba ayer, al otro lado del teléfono desde su galería El museo, en Bogotá, que está «dispuesto a pagar una recompensa por cualquier información sobre las obras de Botero». Cinco piezas, tres dibujos y dos óleos, sustraídas el pasado sábado junto, al menos, otras 22 obras más procedentes de una exposición en la galería Stefan Röpke de Colonia (Alemania). Las piezas regresaban a Madrid en un furgón, que pasó la noche del viernes al sábado aparcado en una nave industrial en Getafe, propiedad de la compañía Crisóstomo-Transportes. El sábado por la mañana, tres encapuchados robaban el vehículo en apenas unos minutos (las cámaras de vigilancia muestran como cogieron las llaves de un cajetín), a la una de la tarde, y saltaban las alarmas.La policía localizó el furgón abandonado el martes en Alcorcón. Por supuesto, completamente vacío.

El seguro, «irrelevante»

Mientras las 22 obras, todas ellas con seguro, venían de participar en una exposición colectiva en la galería alemana, las de Botero, de nueva creación, fueron recogidas en el taller del artista en París, en algo que viene a llamarse «transporte combinado» (hacer varias paradas para recoger distintos encargos y reducir así costes). En Madrid, dichas obras de Botero iban a reunirse con otras del artista colombiano para partir en unos días hacia Singapur, donde tomarán parte de una exposición a principios de enero. Valoradas «en algo más de 1.400.000 dólares» en el mercado, Pradillo no pudo confirmar, al cien por cien, si las cinco piezas estaban aseguradas o no. «En principio sí, digamos que sí —titubeó al otro lado del teléfono—. Pero esta información es irrelevante. Mañana nos reuniremos con la empresa de seguros», concedió para después confesar que desconoce el total del seguro «pero es por debajo de su valor real».

Pero ésto es lo menos preocupante para el director de la galería colombiana que abrió surcursal en Madrid hace nueve años. Lo realmente importante es localizar cuanto antes estas obras que van a tener muy difícil distribución y que se van a pagar muy por debajo del valor del mercado. En el caso de las 22 procedentes de Colonia —que incluyen 15 chillidas, un dibujo de Picasso y una obra de Antonio Saura, entre otras— porque son muy conocidas; y las de Botero, «porque carecen de certificado de autenticidad por lo que irían directamente al mercado ilegal». El pintor colombiano, informado del robo, se ha mostrado «preocupado y molesto», explica Pradillo. «Esta situación provoca mucha tensión porque no se sabe si el robo es cosa de las mafias o es un hecho circunstancial», afirmó el galerista, que defendió la solvencia de la compañía de transportes, «con la que llevo trabajando 13 o 14 años por toda Europa». Y se mostró convencido de que en este caso «hay que desconfiar de mucha gente».

Registro en Londres

Además de la galería colombiana, otras seis españolas se han visto afectadas por el robo de distinta manera. La más perjudicada económicamente ha sido la de Nieves Fernández, que había cedido la escultura «Topos IV» de Chillida, propiedad de la galerista y que no había salido nunca. Tasada por el seguro en 800.000 euros, en el mercado puede alcanzar un valor de un millón y medio de euros. Nieves Fernández se mostraba desolada. «Cada vez que lo recuerdo me dan ganas de llorar», confesaba.

Entre las medidas tomadas, además de una denuncia conjunta con las otras galerías, «por recomendación de la policía», Fernández ha comunicado el robo a numerosas galerías europeas y ha inscrito la pieza «en un registro de obras robadas que existe en Londres»para evitar así que las obras circulen con impunidad en el mercado del arte y que cualquiera pueda comprarlas. «Aunque ningún coleccionista serio las va adquirir», sostiene la galerista. «Muy afectado» se encontraba también ayer David Fernández Braso, director de la galería Juan Gris, que ha perdido dos obras de Chillida, un collagevalorado por el seguro en 60.000 euros y una escultura, «Óxido», en 200.000 euros (el total del monto asegurado ronda los dos millones y medio de euros). «Son dos piezas insustituibles», afirmó. Mientras la galería Senda de Barcelona no quería hacer declaraciones, el director de Oriol, también de la Ciudad Condal, Rafael Domenech era cauto. «La policía nos ha dicho que no hablemos con nadie porque podemos perjudicar la investigación».

¿Más obras robadas?

Mientras tanto, en la prestigiosa galería alemana, de la que partieron gran parte de las obras, decalararon estar «estupefactos» pues nunca les había sucedido nada así, y es la primera vez que oyen de un caso de este estilo. Aportaban además información interesante al afirmar que en el camión, «iban ya obras de otras galerías, pero no sabemos cuales, ni su procedencia ni su contenido, pues ya estaban cargadas y no hemos tenido contacto después con ningún otro afectado». Un dato que hace sospechar que son más de 28 las obras sustraídos. Según ha podido saber ABC, el robo podría haber afectado a algún coleccionista madrileño.

Bastantes sombras y silencio rodea la investigación, además de alguna declaración soprendente como la del dueño de la compañía de transporte que ayer aseguraba a Efe desconocer el contenido del furgón antes de ser robado. Virgilio Crisóstomo, que no ha querido hacer más declaraciones, podría ser expedientado, si se comprueba que incumplió las medidas de seguridad y custodia establecidas por la ley de Seguridad Privada relativas a las obras de arte. Según fuentes policiales, todo apunta a que alguien de la empresa dio un chivatazo a los ladrones del contenido del furgón, que llegó la víspera y que «durmió» una noche en el polígono. «Es un claro robo por encargo», indicaron fuentes cercanas al caso. Por su parte, el juez encargado del caso ha decretado el secreto de las actuaciones. Lo cierto y preocupante es que el tiempo juega en contra y, probablemente, las obras se encuentren ya a miles de kilómetros de distancia.

S. Gaviña / C. Hidalgo / M.J. Álvarez / R. Villapadierna, Madrid/Berlín:
Recompensa por las obras robadas de Botero, ABC, 3 de diciembre de 2010