Forges II

Queridas Cosma y Blasa

Sergio del Molino, El País 23 de febrero de 2018

Si no la primera, sí fue una de las primeras veces que salieron a escena. En los años de Pueblo, a mediados de los años sesenta. Cosma y Blasa aparecen un poco más estilizadas que como nos acostumbramos a verlas (se ve que Forges las sometió a una dieta de cuchara que las ensanchó y les dio un aire más compacto), pero ya tienen todos los elementos que les van a acompañar durante 50 años: el pueblo con su campanario al fondo y en una esquina, y el pañuelo y los vestidos austeros, casi siempre de luto. Cosma (o Blasa, nunca he sabido quién era quién) está de pie y se remanga la falda ante una Blasa (o Cosma) que la contempla ya con ese escepticismo aburrido tan suyo. “Tal que así llevan la falda”, le dice. Son los años del desarrollismo franquista y la viñeta sintetiza, con una genialidad a la que nos hemos malacostumbrado —y que vamos a añorar siempre— el mayor conflicto social y cultural de la España de su época: la transformación de un país rural y atrasado en otro urbano y moderno.

Cosma le lleva a Blasa noticias de esa juventud que tal vez ha visto en su última visita a la ciudad. “Tal que así llevan la falda”, y todos vemos a las chicas yeyé, el conflicto generacional y la válvula de presión por la que escapan las represiones sexuales del franquismo. Pero la potencia del chiste, o su hondura, está en la mirada de Blasa, en su desinterés, en la forma en que entrecruza los dedos y el estoicismo con que recibe la nueva. No se escandaliza, no se persigna, no condena.

Por eso, Cosma y Blasa han aguantado 50 años, porque Forges no las concibió como caricaturas de dos catetas beatas superadas por el vértigo de los tiempos. A diferencia del retrato canónico del campesino (ridículo, ignorante, bruto), Cosma y Blasa son dos sabias que subrayan las contradicciones de la sociedad española con apostillas llenas de sentido común. A través de ellas (y también, aunque menos, de sus contrapartes masculinas, Cosme y Blas, los blasillos), Forges incorporó a su retrato de España toda una cultura en extinción, arrasada por las nuevas ciudades, los seiscientos y los talgos. Una España en la que nadie se fijaba si no era para burlarse de ella. Su gran acierto fue incorporarla a su humor desde la dignidad y la ternura que le eran propias. Desde su prado, con su pueblo mesetario en lontananza, llevaban medio siglo bajándole los humos a una sociedad que se ha pasado demasiadas veces de frenada, a menudo, ridícula y pomposa, que se toma demasiado en serio, fatua y acomplejada. Como el señor Cayo de la novela de Delibes (con quien están íntimamente emparentadas), no se creen nada ni les importan los frenesíes absurdos del país. Forges les obligó a hacer tanto footing como running, según la década; les llevó el rock, el rap y los programas de la tele donde se grita la gente; les puso Internet en el pueblo, y hasta las reclutó como detectives de CSI. Y nunca, ni en las escenas más absurdas, pierden ni un poco de su dignidad. Es el mundo alrededor el que quedaba caricaturizado ante la paciencia, fortaleza, gracia y sentido común de Cosma y Blasa.

Esa España en extinción le debe uno de los pocos retratos humorísticos donde sale favorecida. Era muy difícil conseguirlo en un país tan acostumbrado a parodiar a la gente de campo. Como tantas otras veces, Forges comprendió y nos hizo comprender una parte complejísima del país en dos trazos y tres palabras.

Forges

Una bandada de chistes

Rosa Montero, El País 23 de febrero de 2018

Tengo guardados bastantes chistes de Forges. Algunos de manera virtual, en mi ordenador; otros físicamente, en papel, recortes amarillos que empiezan a crujir, como las cartas de los novios adolescentes. Ahora mismo aliso uno de esos rectángulos con la punta de mis dedos: el diminuto Mariano, con dos pelos disparados en lo más alto de la cocorota, camina por la calle muy alicaído, colgado del brazo de la majestuosa y cetácea Concha. Sin levantar la mirada del suelo, él dice: “Te quiero mucho”. Y la gran, sabia Concha le responde: “Tranquilo, Mariano, ya estamos llegando al médico”. La mayoría de esas historietas, sin embargo, se encuentran almacenadas en mi memoria. Hay viñetas de Forges que yo, que soy amnésica perdida, recuerdo con mayor claridad que muchas de las peripecias de mi propio pasado. Forman parte de mi carne y de mi sangre. Seguir leyendo Forges

Raza o valores

Máriam M-Bascuñán, El País 17 de febrero de 2018

Occidente sufre de melancolía colectiva. Su identidad se difumina y la democracia, su gran aportación al progreso del mundo, se erosiona desde el mismo corazón de sus sistemas políticos. La ansiedad aumenta en la medida en que perdemos el viejo rol como modelo de valores, o como ejemplo de estándares de vida deseables. Será por eso que, mientras unos líderes siguen volando sin instrucciones, otros aprovechan estas desvencijadas travesías para explotar nuestras contradicciones.

Lo vemos en la proteica Italia, en la ambigüedad de sus códigos políticos y en su afán de vanguardia. Pero sus fluctuaciones, esta vez, no preludian ningún movimiento político de fondo: simplemente se suman, con exabruptos racistas, a los vientos de reafirmación supremacista a lo Wilders y Le Pen. Y parece que es hora de hablar de racismo pues, como sostenía Sartori, “las palabras son nuestras gafas; equivocar la palabra es equivocar la cosa”.

Escuchamos al ultramontano derechista Fontana predicar en defensa de “la raza blanca” ante la “invasión de los inmigrantes”. Y a Salvini, paladín de la Lega, recoger el guante advirtiendo contra la imaginaria “invasión que conduce al caos total en nuestras sociedades”. Todo gira en torno a la desorientada identidad occidental, que ya no se reivindica en nombre de los grandes valores ilustrados, sino desde el más rancio esencialismo, aquel que se presenta como el auténtico “ser” de las naciones. De ahí los impenitentes ataques a la Unión Europea, diseñada precisamente para evitar los odios nacionales.

El antieuropeísmo y el racismo surgen de la inseguridad, de descubrir que ya no somos el heraldo del mundo sino una parte más de él. Esencializamos la diferencia porque no queremos ser específicos, sino seguir hablando en nombre de la humanidad. Y es ahí donde brota el miedo a la permeabilidad entre un ellos y un nosotros. Europa sigue buscando el papel que quiere jugar en el mundo, y se equivoca evaluando su crisis por el color de la piel antes que por su decadencia de valores. Si finalmente triunfan las interesadas fuerzas que retornan a la identidad entre raza, fe y geografía, Europa merecerá con creces su futura insignificancia.

La soledad

Julio Llamazares, El País 17 febrero de 2017

Cada vez hay más gente que vive sola, y de ella la mayor parte son personas mayores. En los países más desarrollados principalmente, la anomalía ya es epidemia y un problema que afecta cada vez más a las sociedades y a los Gobiernos, que ven cómo se disparan las psicopatías derivadas de él así como el gasto público encaminado a su amortiguamiento.
Hay una idea perversa que identifica modernidad con desinterés familiar, alentada por un capitalismo feroz más que por un verdadero cambio moral de la sociedad. Las condiciones a las que el trabajo obliga, más que la conversión de la virtud de la compasión en rémora, ha hecho que desde hace ya tiempo en los países desarrollados los ancianos hayan sido apartados del centro de la vida y desprovistos de la atención de sus familiares. Abandonados en casas en las que se mueren solos (y no es una exageración: la última, una anciana esta semana en León, hallada dos meses después de morir) o en residencias que son auténticos guardamuebles de viejos, esperan a Godot mirando la televisión y aguardando las horas de las comidas, lo único que les pauta el día y les distrae de su aburrimiento. La visita de sus hijos los domingos, si es que se da, lejos de consolarlos de su soledad la acrecienta. Seguir leyendo La soledad

Caníbales

Manuel Vicent, El País 18 de febrero 2018

El canibalismo era una antigua práctica gastronómica que consistía en comerse los humanos unos a otros mediante sacrificios rituales o simplemente por hambre. Aunque está asociado a algunas tribus de cazadores de cabezas que devoraban el cerebro del enemigo para adquirir su fuerza, el canibalismo hoy sigue vigente bajo la especie informática a través de las cuatro o cinco empresas que dominan el mundo de la comunicación. De la misma forma con que se ceba a las ocas por sonda para obtener un exquisito paté de su hígado hipertrofiado, así convierte el sistema nuestro cerebro, a través de las redes sociales, en una de esas sopas, que tanto le gustan a Drácula. Hubo un tiempo en que unos gigantes de la filosofía y de la ciencia, Pitágoras, Sócrates, Copérnico, Galileo, Newton, Einstein y Hawking, nos hicieron creer que el conocimiento sin límites depararía progreso, libertad e independencia a la humanidad. Ese sueño se ha desvanecido. Puede que usted aún se crea libre e independiente, pero no es más que un producto nutritivo, atiborrado de publicidad e información tóxica, dispuesto para el festín de los nuevos antropófagos del sistema quienes por medio de los dispositivos móviles, de los big data, de los blockchains,de las múltiples aplicaciones de la inteligencia artificial controlan todos los movimientos, hábitos y tendencias de nuestra vida. Somos como nos quiere el poder: consumidores autómatas, controlados, alegres y desarmados. El conde Drácula ha adquirido una forma digital. Hoy todo el mundo va con el móvil en la oreja, pegado a la yugular, sin saber que es el lugar más propicio para que el vampiro ponga a trabajar sus colmillos. Pero al final del banquete, ¿dónde depositará los cráneos y carcasas vacías cuando el conde Drácula nos haya chupado toda la sangre? En el móvil tiene que haber una aplicación. Pulse infierno.

Imprescindibles ONG

Carles Francino, La Ventana, Cadena Ser

El cinismo y la hipocresía son dos cosas que a mí personalmente me ponen de los nervios, pero por desgracia son muy visibles. Les digo esto a cuento de las voces que se han alzado en la unión europea, pero sobre todo en Gran Bretaña, sugiriendo un posible recorte de la ayuda económica a las ONG.

Estos días, como ya sabrán, ha estallado un gran escándalo que afecta a Intermón-Oxfam al saberse que algunos de sus trabajadores utilizaron parte de ese dinero para montar orgías y prostituir mujeres; y que eso habría ocurrido en Haití, tras el terrible terremoto de hace ocho años donde murieron más de 300.000 personas. Vamos a ver, la historia es repugnante, la negligencia –o el ocultamiento– de algunos responsables de esa ONG parece que es palmaria; y por lo tanto deben exigirse responsabilidades al máximo. Pero a mí sinceramente me choca, me chirría y también me cabrea que quiera aprovecharse este episodio para cuestionar la ayuda humanitaria. Seguir leyendo Imprescindibles ONG

Rebelión contra las redes sociales

Joseba Elola 17 febrero de 2018 El País 

 

Sean Parker siempre fue un tipo polémico. No en vano fue el creador de Napster, la plataforma de descargas que segó los tobillos de la industria discográfica en los años noventa. Cuando el pasado 8 de noviembre tomó la palabra en un acto de la firma Axios en Filadelfia para decir que se arrepentía de haber impulsado Facebook, echó un tronco más al fuego que viene quemando las redes sociales en 2017, su particular annus horribilis. Al fin y al cabo, él fue en 2004 el primer presidente de la plataforma que comanda Mark Zuckerberg. Explicó que para conseguir que la gente permaneciera mucho tiempo en la red, había que generar descargas de dopamina, pequeños instantes de felicidad; y que éstas vendrían de la mano de los me gusta de los amigos. “Eso explota una vulnerabilidad de la psicología humana”, afirmó. “Los inventores de esto, tanto yo, como Mark [Zuckerberg], como Kevin Systrom [Instagram] y toda esa gente, lo sabíamos. A pesar de ello, lo hicimos”.

Parker se declaró ese día objetor de las redes sociales. Culminó su intervención con una frase inquietante: “Solo Dios sabe lo que se está haciendo con el cerebro de los niños”.

Hubo un tiempo en el que al que renegaba de estas plataformas se le tachaba por defecto de resistente al cambio, de viejuno. Ese tiempo pasó. Una auténtica tormenta se está desatando en torno al papel que desempeñan las redes sociales en nuestra sociedad. Y son grandes popes de Silicon Valley los que han empezado a alzar la voz. Se acusa a Facebook y Twitter de haberse convertido en espacios que crispan el debate y lo contaminan con información falsa. Circula ya la idea de que hay que deshabituarse en el uso de unas plataformas diseñadas para que pasemos el máximo tiempo posible en ellas, que crean adicción; las redes (combinadas con el móvil) como invento contaminante, adictivo, el nuevo tabaco. Un problema de salud pública. Un problema de salud democrática. Seguir leyendo Rebelión contra las redes sociales

El error de Oxfam

El País 15 de febrero de 2018

Hay conductas que siempre son reprobables, pero aún lo son más cuando se producen en el seno de una organización que tiene como fundamento de su existencia los valores y principios éticos. Resulta del todo inaceptable que miembros de Oxfam contrataran prostitutas y organizaran orgías en 2011 mientras estaban en misión humanitaria en Haití tras el terrible terremoto que asoló la isla. El hecho es especialmente grave si se tiene en cuenta que el responsable de la misión ya había tenido una conducta similar en Chad en 2006. La repetición indica que, al menos en ese momento, los controles internos sobre la conducta ética del personal eran débiles o inexistentes.

La organización expresa ahora su “tristeza, indignación y vergüenza” y está bien que entone un mea culpa sincero. También lo es que a consecuencia del escándalo hayan presentado su dimisión altos responsables de la entidad. Pero lo más importante es garantizar que algo así no pueda repetirse nunca más. Aunque es cierto que la conducta reprobable es imputable a una ínfima parte de sus 10.000 trabajadores, tiene consecuencias devastadoras para todo el sector de las ONG. Hechos como este no solo dañan el prestigio de una organización humanitaria que opera en 90 países, tiene más de 2.000 programas en curso y cuenta con millones de colaboradores; también causa un daño directo irreparable a los millones de personas en situación de vulnerabilidad que pueden beneficiarse de la solidaridad internacional a través de este tipo de organizaciones.

Hay que aplaudir la voluntad de Oxfam de recuperar la confianza de la ciudadanía y celebrar su anuncio de que aplicará medidas de control interno rigurosas y eficaces para evitar que hechos tan graves se repitan. Ello requerirá un gran esfuerzo y mucha transparencia. No hay otro camino para recuperar la credibilidad de una organización que, como el resto de ONG, es y seguirá siendo muy necesaria.