Carlos Laorden, El País 22 de marzo de 2018
El año pasado, el informe de 2016 sobre crisis alimentarias globales publicado por distintas organizaciones internacionales arrojaba unos números casi tan alarmantes: 108 millones de personas en 48 países se encontraban en situaciones límite de falta de comida. Y, pese a que la reacción internacional permitió mitigar los brotes de hambruna en Sudán del Sur, la realidad mundial ha ido a peor, según el estudio de 2017 que se ha presentado este jueves en Roma. “Con estos datos, ¿podremos seguir contentos en nuestra zona de confort solo porque conseguimos evitar la palabra fatal?”, se pregunta con irónica amargura Dominique Burgeon, director de Emergencias de la FAO (agencia de la ONU para la alimentación y la agricultura).
Uno de los casos más sangrantes sigue siendo el de Yemen, donde la guerra ha dejado a 17 millones de personas (casi dos de cada tres yemeníes) sin apenas posibilidades de asegurarse la comida diaria. Por si fuera poco, el informe prevé que la situación empeore a lo largo de este año, dadas las dificultades de asistencia humanitaria, el gran número de personas que han perdido sus hogares y medios de vida y el colapso de la economía.