Me encanta septiembre, si, se que no es políticamente correcto y que puede que alguna persona que se dedique a la docencia pudiera pensar “esta chica está loca”. Porque, es verdad, es un mes complejo: organizar los repartos de materias, los espacios, los horarios, llegar a un centro nuevo o reencontrarse, preparar material, propuestas de aula y, a veces, hasta limpiarla, decir adiós al descanso y hola a la burocracia, todo esto es septiembre para el profesorado. Pero, también es ilusión por un nuevo proyecto, por una nueva aventura, es momento del proceso creativo, de las propuestas que, con mucho cariño, preparas para personas que aún no conoces pero sabes que van a formar parte de tu vida para siempre.
Para mí, los procesos creativos son adictivos, pero también inesperados. En mi caso llevo tres semanas diseñando propuestas que arrancarán mañana, y a veces siento bloqueos. En uno de estos bloqueos, he visitado las diferentes redes sociales en las que comparto y de las que soy parte, porque son fuente de inspiración y aprendizaje. Cuál ha sido mi sorpresa, encontrar una publicación de un compañero compartiendo que había recibido un galardón y por la que, en un momento inicial, tengo que reconocer que sentí orgullo y admiración.
Pero, al leer el nombre del reconocimiento, me resultó muy familiar, estuve pensando y a mi mente veía un premio en el que no se premiaban a personas físicas, se premiaban a instituciones. No podía ser el mismo porque el compañero había posteado diciendo que era un galardón que le otorgaban a él personalmente. Y, de nuevo, cuál es mi sorpresa al comprobar que sí era ese el premio que yo recordaba y que efectivamente se había premiado a la institución, donde un día este compañero trabajó (tengo entendido que ya no lo hacía) y que el premio era al conjunto de acciones realizadas por la institución, entre las que estaban, eso sí, las impulsadas por este compañero.
Bueno, esto es simplemente una anécdota, no es más que una más de las múltiples que nos encontramos en este mundo de reconocimientos y premios, del que algo conozco. Simular la existencia de premios o reconocimientos, comprar algunos (incluso como uno que te otorga el osado premio a mejor del mundo), crear la convocatoria ex proceso, comprar seguidores, contar verdades a medias que conducen a la confusión y otras prácticas similares, se está poniendo de moda. Y, sobre todo, porque acaban recogiendo rédito de esta práctica de múltiples formas como ofreciéndoles espacios en eventos educativos, incluso, alguno de impacto nacional y mediático.
Pero tengo que decir que la Patry de dieciséis años que luchaba por un mundo más justo, la que decidió estudiar derecho para hacerlo posible, me sigue hablando, ella es mi pepito grillo. La que me dice que los premios, en nuestra profesión, no son el objetivo, deben ser el efecto secundario que a veces aparece y otras no, pero el foco no está en ellos. Y ojo, sí creo que son necesarios, son la palmadita en la espalda, son el “vas por buen camino” y a veces la oportunidad para hacer grandes cosas por nuestro alumnado. Los premios, en nuestra profesión son como los superpoderes y como diría el tío de Spiderman “todo superpoder implica una responsabilidad”.
Nuestra profesión se centra en la educación, no sólo de contenidos y habilidades de ciencias, lengua, arte, cultura o profesionales, también de valores. Somos ejemplo para la generación del futuro y es por ello que debemos cuidar aquello que decimos y, especialmente, que hacemos. Los aprendizajes intrínsecos de todo lo que hacemos como profesionales les llegan a nuestras alumnas y alumnos y si utilizamos medias verdades para alimentar nuestro ego o para progresar profesionalmente o si ninguneamos al equipo que te ha llevado a la cima enseñamos un modo de trabajar, un modo de relacionarnos y decimos “así serás reconocido”.
Quizás alguno me dirá “Patry, el mundo es así, competitivo, y para ganar todo vale” pero mi yo de dieciséis años sigue aún fuerte en mi cabeza y me dice que NO es verdad. Me encanta la frase de Freire “las cosas no son así, están así” por la puerta que deja abierta a que podemos cambiarlas. Tengo muy claro que estamos ante constructos sociales aprendidos, a veces no reflexionados. También que incluso no hemos pensado la repercusión de lo que decimos y hacemos, porque lo hemos heredado y así recientemente lo estamos viendo en las conductas machistas que se llevan a debate en la sociedad y que nos hacen reflexionar sobre cuando de dolo hay detrás de ellas y cuanto de herencia no reflexionada.
Hoy domingo, he desayunado con “pepito grillo”, me ha hecho plantearme mi propia práctica, me ha recordado el foco, la razón de ser por la que estoy ejerciendo esta profesión, mi ikigay como dicen los japoneses. Seguiré diciendo verdades incómodas, aunque esto despierte animadversión hacia mí, seguiré luchando por un mundo en el que no importe ser el primero si has luchado por lo que querías y has llegado con tu equipo, un mundo en el que valoras que somos lo que somos gracias a todas las personas que nos han impulsado a serlo.
Y por ello, quiero agradecerles a todas ellas, a mis padres, a mi familia y amigos, porque gracias a ellas, me siento orgullosa de esa Patry de dieciséis años que sigue con ese idealismo fuerte y que no deja que acabe varada.