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15. 3. Arte del siglo XX y XXI (1951-…). Pintura, Página 4

El arte de Banksy arrastra multitudes en Los Ángeles

Es arte callejero conecta con el público de medio mundo y en Los Ángeles no fue distinto. La La rata que pintó el artista británico Banksy en una calle de Nueva York. | ELMUNDO.esexposición de arte ‘graffitero’ del artista británico Banksy batió un nuevo récord en el Museo de Arte Contemporáneo (MOCA) de la ciudad del sur de California, con más de 200.000 personas como testigos de una muestra con mucha dosis de ironía y provocación.

Gran parte de ese poder de convocatoria se debió a la propia propuesta del artista de proclamar la entrada libre todos los lunes, lo que sumado a las dos semanas más en exposición que la muestra con el récord anterior —una retrospectiva sobre Andy Warhol— ayudó a batir la marca de asistencia.

Unas 2.500 personas diarias visitaron la exhibición durante los 81 días que estuvo en el MOCA, con más de 4.000 de media durante los lunes de puertas abiertas.

Propuesta del artista

«Creo que no deberías tener que pagar por mirar graffiti«, explicó el pintor de Bristol, Inglaterra. «Sólo deberías hacerlo si te quieres deshacer de él», añadió con su sarcasmo habitual. Lo cierto es que este hábil dibujante ha conseguido revolucionar el mundo de las llamadas pintadas callejeras con manifestaciones figurativas que algunos coleccionistas han llegado a adquirir con el paso de los años.

La exposición vino precedida de unas fotos distribuidas por la prensa británica en la que el artista aparecía intentando replicar algunos de sus trabajos ingleses en suelo californiano, aunque nunca se pudo confirmar que se trataba de él realmente.

Pablo Scarpellini | Los Ángeles: El arte de Banksy arrastra multitudes en Los Ángeles, EL MUNDO, 11 de agosto de 2011

¡Pintor el último!

A la pintura aún le quedan muchas cosas por contar. Artistas como el asturiano Luis Fega, infatigable y optimista, así lo manifiestan
Uno de los cuadros del asturiano, Luis Fega

En este tiempo nuestro post-postmoderno me ha sorprendido la docilidad con la que se comporta un buen número de creadores, sobre todo jóvenes, ante el reparto de papeles de influencia decretado por los «funcionarios» que rigen el «mundo del arte». El nuevo orden lo establecen galeristas, comisarios, directores de museos y hasta críticos de alguna notoriedad.

Ellos fundan la contradicción enunciada por el Habermas de El espacio público de un arte en apariencia liberado pero bajo la nueva tiranía de los «expertos». La novedad es tanto más chocante cuanto que la inversión de papeles ha venido a romper con la mitología romántica del artista insobornable, orgulloso como genial, alimentada desde Miguel Ángel. No es mi propósito terciar en los acostumbrados perfiles de sociología barata sobre la cuestión. Porque las estrategias suelen argumentar como pretexto, al paso, sobre la extinción sin retorno de la pintura, cuando no por elevación, sobre la de la tan aventada hipótesis de la muerte del arte. En la resistencia Visito con frecuencia el estudio madrileño de Luis Fega, con quien mantengo últimamente diálogos enconados en torno a estas cuestiones.

Fega, además de uno de nuestros abstractos más sensatos y atractivos, es un intelectual informado y un dialéctico tenaz con hábitos polémicos de resistente. «Sólo cabría plantearse la muerte de la pintura –sumariza Fega– si admitiésemos una historia de la misma limitada a la reproducción de la realidad. Si fuera así, quizá podría concluirse que su itinerario evolutivo en busca de la perfección en lo representado había llegado a su final con Delacroix y los grandes maestros del naturalismo europeo del XIX». A mí no deja de parecerme original esta salida en positivo de Fega sobre el agotamiento del arte figurativo. Más problemática me resulta la extensión de su razonamiento a espacios más evanescentes del discurso histórico sobre los mecanismos emotivos del arte: «Si admitimos que el contenido está en la forma y que las emociones pictóricas son provocadas por la acción combinada de los elementos plásticos, eso nos lleva a preguntarnos si todavía son posibles aportaciones formales tras la gran eclosión creativa registrada en el siglo XX.

Yo pienso que sí, aunque mi experiencia me inclina a considerar que no es nada fácil. Pero trabajo en la confianza de que siempre será posible seguir renovando y reproduciendo las conexiones inéditas entre entendimiento y sensibilidad». Le hago observar sin éxito completo que lo que él arguye como «emociones plásticas» fruto de la acción conjunta de los «elementos pictóricos», que tanto reclamaron como específico los abstractos fundacionales, no constituye un factor diferencial y privativo de la renovación abstracta en el siglo XX. Y le recuerdo que la cosa ya la veía de esa manera el viejísimo Aristóteles en su Poética en relación a la pintura de su tiempo. Allí identificaba el placer vinculado a la «perfección de la forma» como alternativo al específico de «reconocimiento» vehiculado por la mímesis figurativa. Un argumento destinado a perpetuarse en la historia de la estética hasta sus versiones más recientes, constituido en lugar común de las frecuentadas apologías del abstracto. En buena compañía Me complace ambientar mis discusiones con Fega en la estimulante compañía de sus cuadros.

El vigor gestual, rotundo, de su pintura más veterana se ve contrapesado en los últimos meses por una serie de grandes formatos que desarrollan una pintura de pincelada corta, más comprimida, aunque no menos vibrante. Al participarle al pintor estas sensaciones sobre la conmovedora profundidad que denota el denso espesor espiritual en la mayor parte de sus obras, Fega suele corroborar, modesto, recordándome la percepción de Klee: «Si fuera así, sería que habría alcanzado alguna vez lo que me propongo. Porque las cosas no se agotan en su exterioridad. Son más de lo que nos ofrecen a la vista. Klee decía que la pintura ha de revelar cómo el objeto se amplía hacia su interior a través de nuestro conocimiento. Y pocas artes nos proporcionan esa inmediatez reveladora de la pintura, gracias a la inmediatez de su capacidad para crear mundos nuevos con una enorme economía de elementos. Ese es el sentido constante de mi experimentación madura».

Defender tan lúcidamente la legitimidad superviviente de la pintura ataja las exageraciones sobre la extinción contemporánea de la bella pintura-pintada del Moderno, presuntamente sobrepasada por la pragmática visualidad tecnológica de la pintura hoy. Sobre la insensatez excluyente y antieconómica practicada por el nuevo malthusianismo de los administradores drásticos del mercado y el museo, uno puede constatar la eficacia de tantos de los artistas modernos cotidianamente activos, incluso sin movernos de este país nuestro tan de «pintores» como me recuerda Fega. Así, repaso con él el listado de los que nos son a ambos próximos y familiares: la reciente invitación del ya clásico Canogar a la pintura pura, o la del joven Javier Riera cuando invierte los órdenes plásticos del género en sus «paisajes intervenidos».

Esto, sin perjuicio de asumir la franca acogida a la tecnología informática en la abstracción deconstructiva del consagrado Broto o de la fotográfica a lo Rauschenberg de la del gran pintor consagrable que es José Sanleón. Tecnología contemporánea aún más intensamente integrada en las imágenes fascinantes de un abstracto tan rigurosamente tal como Darío Urzay. La inquietud magistral del irrepetible Gordillo, la irreductible capacidad de riesgo al límite de Campano. Y como para poner un final arbitrario a una nómina felizmente numerosa, me recuerda Fega la exquisita pintura de Javier Grau.

La prudencia bien nutrida de Fega acostumbra a espantar a menudo la perspectiva de los radicalismos excluyentes tan al día –legitimidad necesaria del «arte visual» versus presunta caducidad insalvable de la «bella arte» pictórica–, al recordarme la limitación histórica en cualquier tiempo del número de artistas incuestionablemente sublimes; y, por tanto, su convivencia graduada con los simplemente medianos. Inconformismo leal Un ejemplo sería el de Velázquez con su suegro Pacheco o su colaborador Del Mazo: «Todo artista valioso se caracteriza por un rico mundo propio, por su originalidad y personalidad sincera. Yo lo concibo experimentando antes las emociones a transmitir. Es el inconformismo del creador de siempre junto a la novedad de una dosis inevitable de inquietud y bagaje intelectual en el caso del moderno. Todo lo opuesto a la autocomplacencia. Lo que sucede es que vivimos una época de formidable aceleración, un tiempo más propicio para la evanescencia de las imágenes virtuales. La pintura exige el sosiego minucioso de un tiempo también detenido para contemplarla».

Antonio García Berrio, Madrid: ¡Pintor el último!, ABC, 31 de julio de 2011

Entre el ojo y lo mirado

Mehri, Zarin Series (2005), de Shirin Neshat.-Ahondar en el concepto del espacio intermedio, acuñado por el filósofo francés Jacques Rancière, es el punto de partida de la muestra que puede verse en el MACUF de A Coruña. Más allá del pretexto elegido para agrupar las obras de un puñado de artistas de inquietudes y trayectoria muy diversa, lo más interesante es poder admirar un buen número de piezas que nos acercan al universo creativo de artistas tan reconocidos como la iraní Shirin Neshat, la egipcia Ghada Amer o el malagueño Rogelio López Cuenca.

Los comisarios Mónica Maneiro y David Barro plantean una reflexión sobre la existencia de un espacio intermedio entre el espectador y la obra de arte en el que precisamente habita el arte contemporáneo. Cada uno de los artistas que participan en la muestra incluyen conceptos en sus piezas que permitirían reforzar esta conclusión. Además de los ya citados, también están presentes el gallego Rubén Ramos Balsa y el iraní Rheza Farkhondeh.

El poder de fascinación que conserva la imagen se hace patente en las piezas de Shirin Neshat. La artista logra atraer al espectador por la belleza estética de sus fotografías y vídeos, pero, al mismo tiempo, plantea en ellos cuestiones tan importantes como la religión o el papel de la mujer en el mundo árabe. Las referencias a su condición de emigrante (reside desde muy joven en Estados Unidos) también aparece en sus fotografías y vídeos, llenas de símbolos de espacios de huida: desiertos, el mar, etcétera.

La tensión entre el universo masculino y femenino que aparece en la obra de Neshat también está presente en los dibujos realizados conjuntamente por Ghada Amer y Rheza Farkhondeh. Los dibujos de mujeres tomados del lenguaje de la pornografía y pasados por el tamiz de Amer y los jardines dibujados por Farkhondeh conviven en forma de díptico o superposición en un mismo cuadro.

Por su parte, Rogelio López Cuenca es el artista en quien puede verse más claramente las huellas de la filosofía de Rancière, quien defiende la necesidad de que el arte reimplante su componente política para conseguir liberarse de las imposiciones del mercado. López Cuenca investiga en el espacio intermedio existente entre las imágenes y los símbolos y crea un gran archivo de imágenes que utiliza para cuestionar el valor que solemos atribuir a las mismas y para ofrecer una visión crítica de los acontecimientos actuales.

El espacio intermedio. Museo de Arte Contemporáneo Unión Fenosa (MACUF). Avenida de Arteixo, 171. A Coruña. Hasta el 15 de octubre



José Luis Estévez: Entre el ojo y lo mirado, EL PAÍS / Babelia, 30 de julio de 2011

¿Es posible tener un pedacito de un picasso?

2011 está siendo un gran año para la industria de los fondos de inversión de arte. En medio de la incertidumbre económica mundial, un mercado de valores volátil y una gigantesca crisis inmobiliaria, una oleada de dinero fluye hacia el arte en busca de pingües beneficios y de la posibilidad de ser propietario, al menos en parte, de un pollock o un picasso.
Picasso: Tete de Femme (Dora Maar).Después de la marea viene la calma y una élite recién globalizada ha puesto su dinero a trabajar dando lugar a interminables especulaciones acerca de qué significa todo esto para el futuro de la industria del arte. Por supuesto China está en el centro de este debate con una cuota mundial del 33% en cuanto a ventas globales, pero Rusia, India, Oriente Medio y otros mercados en desarrollo, como el latinoamericano, también juegan un papel importante. Que el mercado se ha recuperado a niveles de 2008, es ya un hecho. Y no hay mejor indicador que la fulgurante actividad en fondos de inversión y bolsas de arte que viene sucediéndose desde 2010.

China fue el primero en hacerlo al lanzar el pasado año su cartera de arte emitida por Shenzhen Cultural Assets and Equity Exchange (SZCAEE). Fundada por el gobierno chino en 2009, esta corporación funciona como una plataforma alternativa para la comercialización de una amplia gama de bienes culturales entre los que se encuentran obras de arte. El primer día, una cartera de 12 pinturas del artista contemporáneo Yang Peijiang, reportó 350.000 dólares a pesar de que su valor de mercado había sido estimado en 880.000. Ye Qiang, presidente de la sociedad emisora Shenzhen Artvip, declaró a Global Times “ésta es una de las estrategias de precios. De momento el mercado carece de un sistema de evaluación justo y queríamos dejar un margen para el incremento de su valor”. Ahora preparan lanzar otro porfolio de acciones similar con otras 40 obras del artista.

En París Art Exchange, una compañía operada por A&F Markets, se convertía en enero de 2011 en la primera bolsa de intercambio de arte en la que los clientes pueden comprar acciones de obras pertenecientes a las galerías participantes en el nuevo proyecto empresarial. Sobre la base de un modelo clásico de mercado de valores, Art Exchange ofrece la posibilidad de participar, a través de acciones que van de los 10 a los 100 euros, en la propiedad de obras de arte que en las galerías se estarán vendiendo por un valor mínimo de 100.000 euros. A cambio de una comisión del 5%, Art Exchange se hace con el derecho de vender acciones de una obra durante un período que va de los tres a los seis meses. Si en el plazo máximo de 6 meses no ha logrado vender al menos el 20% de las acciones, la galería recupera las participaciones que habían sido vendidas y mantiene la propiedad de la obra.

El nuevo coleccionista. Por otro lado, si un inversor consigue acumular el 80% de las acciones, tendrá la oportunidad de proceder directamente a la compra de la obra. Actualmente participan en este proyecto seis galerías parisinas, pero la compañía promotora tiene la intención de expandirse y entrar en los mercados de EE.UU., Reino Unido y China. Por su parte Rusia ha lanzado uno de los mayores fondos de arte del mundo. La empresa de gestión de activos Agana, ha apostado por un fondo denominado Photoeffect valorado en 467 millones de dólares. Pretende vender entre el 5 y 10% en una subasta anual y el reparto de dividendos se realizará a los 15 años con la liquidación del fondo. La directora general de Agana, Ekaterina Aleksandrova, desveló al Financial Times que el fondo espera una rentabilidad anual de entre el 12 y el 14%. La inversión mínima requerida es de 16.700 dólares. De este modo pretenden atraer a instituciones y grandes inversores privados. La cartera es de lo más diversa y dispar. Contiene daguerrotipos de Joseph-Philibert Prangey Guirault, grabados de Tazio Secchiaroli, fotografías del célebre Henri Cartier-Brenson pero también grabados de la vanguardia rusa o retratos de zares del siglo XIX. En la misma línea Plural Capital ha lanzado un fondo en Brasil, BGA Private Equity Investment Fund valorado en 24 millones de dólares. Su estrategia se fundamenta en invertir en arte contemporáneo brasileño durante tres años, para después pasar a vender en los dos siguientes.

También de reciente formación es Artemundi Global Fund con sede en Miami. Su fundador, socio-director y miembro de The Art Fund Association, es Javier Lumbreras. Para este experto, este tipo de fondos conllevan un mayor riesgo de inversión. “Uno de los éxitos en la gestión de un fondo de arte, se centra en tener definida la estrategia de salida. Es necesario evitar que al final de la vida del fondo se cuente con un volumen de obras que no se puede colocar en el mercado y cuanto mayor sea la cartera, mayor será la dificultad de venta. Si además el fondo se basa en artistas emergentes como puedan ser los brasileños que se sitúan muchos de ellos en una escala baja en cuanto a precio, al problema del ingente volumen de obra se le aúna la dependencia al mercado local para su venta”. Por eso Lumbreras es reacio a invertir por ejemplo en un Sorolla. “Cuando una obra del valenciano sale a subasta en el mercado londinense o americano, el comprador siempre es un español, y resulta clave para la buena gestión del fondo poder vender la pieza al mejor precio en cualquier parte del mundo”.

La apuesta de Artemundi es clara: la de no correr riesgos. El fondo ha concentrado sus objetivos en una cartera conservadora de obras de arte perteneciente a artistas universalmente conocidos y que abarcan desde el Renacimiento hasta el arte de postguerra. La mayor parte del capital se invierte en pintura de principios del siglo XX y en movimientos como el Impresionismo, el Postimpresionismo, el movimiento de Postguerra americano y firmas latinoamericanas consolidadas. De reciente formación, es un fondo a 5 años valorado en este momento en 70 millones de dólares con un promedio de 700.000 por obra y que requiere de una aportación mínima de 250.000 dólares. Ya han empezado a desinvertir y registran un retorno medio anual del 18%.

Estrategias para el éxito. Para el director de Artemundi, la clave del éxito se reduce a varias consignas básicas. Además de la exigencia de establecer y determinar la vida del fondo conforme a la estrategia de salida, resulta fundamental jugar con otros aspectos. Conocer el rango de precio en el que se quiere comprar y vender, valorar los artistas que se colocan con más facilidad y los que tienen un porcentaje menor de fallidos en subasta e invertir sólo en aquellos artistas que garanticen la venta privada en el peor de los casos. “El esfuerzo de vender un cuadro de 20.000 ó 200.000 dólares es el mismo. Sin embargo si colocas 200.000 has hecho una venta mucho mayor. Si tienes 20 millones de dólares distribuidos en diez obras, corres el riesgo de limitar el oxígeno, ya que el promedio es 2 millones por obra y cuanto más arriba esté el precio de la obra menos compradores hay. Si la mayoría de tus obras están por encima del millón, estás limitando mucho tu clientela pero si de lo contrario, están muy por debajo, entre 40.000-50.000 dólares, el esfuerzo de administración, transporte, custodia, embalaje y comisiones de venta, se convierte en un aparato muy complejo y de difícil manejo”.

Un desafío importante y novedoso que ofrece este fondo hace referencia a la esencia del propio disfrute del arte. De forma casi excepcional en la industria de los fondos de inversión, sus clientes pueden gozar del placer de poseer algunas de sus obras. “Realizamos un contrato de consignación y nos encargamos de que la obra quede instalada en condiciones óptimas. Esta fórmula también es una ventaja frente a las compañías aseguradoras que prefieren claramente diversificar el riesgo”. Si se posee un 10% de acciones en el fondo, es de suponer que será dueño de un 10% del total de las obras que lo conforman.

Entre las últimas adjudicaciones de este año se encuentran obras en rango de precio en torno a 5 y 10 millones de dólares. Las estrellas: Pollock, Giacometti y Picasso. “También hemos adquirido una pintura antigua bajo contrato por 22 millones de dólares. No hacemos este tipo de operaciones grandes si no tenemos una estrategia de salida, y ésta es una obra que ya tenemos colocada para el momento de su venta”. En este tipo de transacciones, el riesgo es muy elevado. Hasta hace poco, una obra importante no vendida en subasta podía volver a sacarse en dos o tres años. Ahora es una obra quemada y de difícil venta. En algunos casos puede ser una buena estrategia si se compra en buen precio y se realiza una transacción privada. “Las razones por las que no se vende una obra son muchas veces inexplicables. Puede tratarse de una obra de calidad, ser del año correcto, contar con documentación, haber participado en retrospectivas y estar avalada por la opinión de los expertos, y que no se venda. Puede suceder que tan sólo se trate de los últimos lotes de la exclusiva y sólo al alcance de grandes coleccionistas, segunda sesión nocturna de Sotheby’s. Cuando llegó el momento de la puja, ya se habían vendido otros lotes del mismo artista y se había agotado el dinero previsto. ¿Y qué pasó en las subasta? ¡Ah, las subastas son así! Pero llega un museo y la compra”.

Olga Martínez: ¿Es posible tener un pedacito de un picasso?, EL MUNDO / El Cultural, 22 de julio de 2011

Fallece Lucian Freud, el pintor de los desnudos carnales

El nieto de Sigmund Freud fue, junto a Francis Bacon, uno de los más brillantes representantes de la Escuela de Londres

Nacido en Berlín el año 1922, Lucian Freud, que era nieto de Sigmund Freud, se instaló en Londres en 1932, llevado allí con solo 10 años por su familia, huyendo de la inmediata barbarie nacional socialista, y su presumible plan implacable de exterminio judío. Dada la corta edad con la que desembarcó en Reino Unido, se comprende que su formación artística y posteriormente su brillante desarrollo como pintor se llevase a cabo como si se hubiese tratado de un genuino artista británico. De hecho, adquirió la nueva nacionalidad en la temprana fecha de 1939. Por todo ello, aunque su origen germánico es indudable, se le ha considerado siempre como uno de los más brillantes representantes de la llamada Escuela de Londres, un grupo informal que aglutinó a un conjunto de artistas de primer rango, surgidos todos ellos tras la II Guerra Mundial, entre los que se contaron figuras tan prominentes como Francis Bacon o Frank Auerbach, los cuales se caracterizaron por estar de alguna manera vinculados a una figuración de estirpe expresionista.

Esta fotografía sin fechar, cedida por el Centro Pompidou de París, muestra al artista británico en su taller.- CENTRE POMPIDOU (EFE)

No se puede, sin embargo, tampoco negar la impronta artística alemana que configuró la personalidad de Lucian Freud. Hay que tener en cuenta que su padre, que era arquitecto, había sido asimismo un prometedor pintor, en la época de la Secesión de Viena, y que no solo Lucian Freud, sino el resto de los representantes de la Escuela de Londres, coquetearon en su juventud con el surrealismo y con los pintores alemanes de la llamada Nueva Objetividad, como Otto Dix o Georg Grosz. Al margen de estos precedentes artístico-culturales, Lucian Freud estudió en la Central School of Art y en el Goldsmiths’ College, antes de iniciar su carrera artística, hacia comienzos de 1940. Su primera exposición colectiva se produjo en 1944, pero la maduración de su estilo y el comienzo de su proyección pública no se produjo hasta una década después, a partir de 1951. Desde entonces, habiéndose librado de esas primeras influencias artísticas continentales, Freud se centró en una peculiar interpretación de la pintura realista, conectada en parte con el precedente británico de Stanley Spencer, pero también dejándose contagiar por el morboso sentido físico, carnal y existencial del primer Francis Bacon, con el que mantuvo siempre una relación dialéctica y artística muy vivaces. La pintura de Lucian Freud debe su original peculiaridad al modo con el que supo abordar la figura humana, fundamentalmente desnuda y haciendo siempre valer su turbadora densidad carnal. En su interpretación del desnudo, Freud unió la peculiar visión forzada con que Edgar Degas espiaba los desnudos femeninos, para obtener un punto de vista insólito, y un sentido matérico que les daba una fuerza táctil, muchas veces de efecto turbador. En realidad, como él mismo declaró, pretendía que la propia pintura tuviese una densidad elástica, como la de la carne: «Quiero que mi pintura funcione como carne. Para mí, la pintura es la persona. Que ejerce sobre mi mismo un idéntico efecto que la carne».

El pintor Lucian Freud, junto a su madre.- DAVID MONTGOMERY (GETTY)

Esta versión del desnudo tan directa y, valga la paradoja, descarnada, así como su independencia de juicio y de costumbres le valieron, en el siempre puritano mundo británico, una fama de alocado libertino, atravesándose con ello muchas veces la frontera del sensacionalismo barato. No hace muchos años, cuando Freud era ya un octogenario, causó malestar la exhibición pública de un autorretrato en el que él se mostraba de pie, pintando sobre un lienzo, mientras una joven desnuda se abrazaba a una de sus piernas. Tomar esta autorepresentación como un delirio exhibicionista, no solo es un error, sino que significa desconocer la historia de la pintura occidental, a la que este genial artista rindió un sagaz culto, plagando con citas inteligentes de grandes maestros del pasado muchos de sus mejores cuadros. En cualquier caso, no cabe la menor duda de que Lucian Freud ha sido no solo uno de los mejores pintores británicos del siglo XX, sino que, todavía más importante, uno de los artistas figurativos más originales y poderosos de la época contemporánea.

Autorretrato. Pintura titulada 'Autorretrato, reflexión', de Lucien Freud, expuesta en Londres. MATTHEW FEARN (AP)Autorretrato de Lucien Freud que muestra su ojo morado. SOTHEBY'S

Francisco Calvo Serraller: Fallece Lucian Freud, el pintor de los desnudos carnales, EL PAÍS, 21 de julio de 2011

La poderosa expresión de Lucian Freud

Lucian Freud: 88 años de hiperrealismo

Lucien Freud, el maestro del hiperrealismo británico se fue. Pero sus lienzos se quedan. Muchos de sus cuadros pertenecen a colecciones privadas de multimillonarios y coleccionistas que los adquirieron a través de subastas. Pero otros, repartidos por todo el mundo, pueden verse en los museos de arte moderno más importantes. Aquí están algunos:

  • «Supervisora de ganancias durmiendo» (1995). Este lienzo, en el que aparece una mujer obesa recostada sobre un sofá, convirtió a Freud en el pintor vivo más cotizado al vendérselo, en 2008, por 33,6 millones de dólares en la sede de Christie’s, en Nueva York, al empresario ruso Román Abramóvich.
  • «Retrato de Rose» (1978-1979). Pertenece a la colección privada de uno de los mayores coleccionistas de arte de Estados Unidos, Steven Cohen. En 2009 cedió el lienzo para una exposición en la casa de subastas inglesa Sotheby’s.
  • «Le docteur Robert Le Masle» (1946). Se trata de un retrato del doctor y coleccionista francés Robert Le Masle, amigo de pintores, escritores y músicos. Tras su muerte, en 1970, la familia donó el lienzo al centro Pompidou, en París, donde puede verse.
  • En España se pueden contemplar cuatro lienzos de Lucian Freud en el Museo Thyssen- Bornemisza de Madrid: «Reflejo con dos niños, autorretrato» (1965). «Gran interior. Paddington» (1968-1969), «Último retrato» (1976-1977) y «Retrato del Barón Thyssen Bornemisza» (1981-1982). Todos pertenecen a la colección permanente del museo desde los años 1979 al 1984.
  • Retrato de la Reina Isabel II (2001). En casos excepcionales, Freud realizaba retratos oficiales. Este lienzo, donde se ve a la monarca inglesa luciendo una corona de diamantes, causó un gran revuelo de opiniones entre críticos y público. Pertenece a la colección privada de la Casa Real británica.
  • «Girl with a Kitten» (1947). La primera esposa del pintor, Kitty Godley, fue su musa en las primeras pinturas de Freud. Esta, que representa la más importante, pertenece a una colección privada.
  • «Mujer sonriendo» (1958-1959). La protagonista esta vez Suzy Boyt, otra de las esposas del pintor. El cuadro, que estuvo algún tiempo en la colección de la viuda de Ian Fleming, el creador de James Bond, fue subastado el pasado 28 de junio.

Lucian Freud: 88 años de hiperrealismo, EL PAÍS, 22 de julio de 2011

[…]. En la Bienal veneciana de 1954, el Reino Unido presentó tres «jóvenes artistas»: dos relativamente curtidos, Francis Bacon y Ben Nicholson, y un casi novato, Lucian Freud. Por entonces, Freud mostraba aún, pese a su estricto realismo, fuertes influencias de Giacometti y Picasso (a quien conoció personalmente en 1947), y utilizaba pinceles de pelo de marta. Eran pinceles que le permitían regocijarse en los detalles, como las ventanas reflejadas en las pupilas de Retrato de una chica (la chica era su primera esposa, Kitty Epstein), y en plasmar con exactitud los frutos de su minuciosa observación.

La obsesión por observar y comprender le provocaba terribles dolores de cabeza, le impedía trabajar sentado (desde hace cuatro décadas pinta de pie) y amargaba, como sigue amargando hoy, a sus modelos, a los que somete a jornadas de ocho horas diarias durante semanas o meses ininterrumpidos.

William Feaver, un inglés tímido y desgarbado, amigo del artista y director de la exposición del Correr, define a Freud como «un pintor de expresión poderosa que se concentra en la realidad, en lo que deberíamos ver, y no en lo que vemos». Freud se empeña en captar y plasmar lo más auténtico de sus modelos y el resultado son figuras de carne mórbida, tocadas por una luz pálida y delicada y contempladas desde perspectivas académicamente imposibles. Es el resultado de la exploración que inició a finales de los cincuenta, armado con drásticos pinceles de pelo de cerda que le permiten infinitos trazos gruesos e infinitas correcciones.

Sus modelos suelen ser amigos y familiares. La niña curvada en el suelo, hostil y fatigada, de Interior grande se convirtió, años después, en la madre de otras dos pequeñas modelos, Frances y Alice Costelloe. La Rose Boyt de Retrato de Rose fue 20 años más tarde la figura central del desasosegante retrato de La familia Pearce, elaborado con tal lentitud que hubo que corregir las posiciones para hacer sitio a un niño nuevo nacido entretanto. «No es un ermitaño, ve con frecuencia a su gente y mantiene una cierta fidelidad en las relaciones», explica Feaver.

Su gente es muy variada y, pese a todos los esfuerzos de los críticos aficionados al psicoanálisis, no incluye al célebre abuelo, a quien conoció por poco tiempo y al que recuerda como «un señor comprensivo y muy divertido». Lucian Freud no ha leído la obra de Sigmund Freud. Según contó una vez él mismo, sólo leyó el libro sobre Manía y humor, en busca de chistes. Lucian fue hijo de Ernst, hijo menor de Sigmund, arquitecto afincado en Berlín, y emigró con su familia a Londres en 1933 para escapar del nazismo. No hubo escuela que le resistiera y tras una breve temporada en la remota East Anglian School of Painting se alistó, en 1941, en la Marina de guerra. Sólo soportó el primer viaje al mar del Norte, no por miedo a los buques enemigos, sino a sus propios compañeros. Volvió a Londres, pasó seis meses en París y la isla griega de Poros al concluir la guerra y en 1947 conoció a Francis Bacon, que fue su amigo, su principal influencia, su compañero de correrías y su modelo ocasional.

Freud no quería que el primer retrato que le hizo a Bacon fuera recuperado para la exposición del Correr. Lo recordaba como un fracaso y prefería el segundo, inacabado porque el modelo se largó sin avisar y desapareció una temporada. El cuadro había permanecido en una residencia privada y William Feaver lo fotografió y se lo mostró al pintor. Freud examinó las imágenes, caviló durante un tiempo y finalmente accedió a que fuera expuesto en Venecia.

Doble retrato, de Lucian Freud-En 1947 conoció también a Picasso y colaboró brevemente con él. De pocos años después, 1953, es una obra extraña y de historia sugestiva. Se llama Bananas y muestra unos racimos de bananas trabajados con la habitual minuciosidad: son bananas platónicas. Esas bananas crecían en el jardín de Goldeneye, la finca del ex agente secreto británico Ian Fleming, que escribía en aquel momento, mientras alojaba a Freud (ambos se cayeron mal siempre, sólo les unía Ann, la esposa de Fleming), su primera novela, llamada Casino Royale, protagonizada por un agente con licencia para matar de nombre James Bond.

La mayor parte de lo que se expone en Venecia ya estaba incluido en la gran retrospectiva organizada en 2002 por la Tate de Londres, que pasó luego por la Fundación La Caixa de Barcelona y el Museo de Arte Contemporáneo de Los Ángeles. El máximo interés se concentra en las tres grandes novedades: Retrato de la reina Isabel II, El brigadier y El pintor sorprendido por una admiradora desnuda.

El retrato de Isabel II es el único en que Elizabeth Windsor es mostrada como una mujer anciana, afectada por un larguísimo reinado y por los abundantes desastres de su familia. Se trata de una pieza minúscula, que hubo que ampliar dos centímetros para que cupiera la corona. Nadie diría, mirando a poca distancia, que los montones de pasta de los que emerge el rostro costaron años de trabajo y largas sesiones de pose; hay que alejarse un poco para percibir la grandeza del resultado: las mejillas que cuelgan, la mirada apagada, los labios crispados de la primera funcionaria del reino. El retrato fue considerado insultante por buena parte de la opinión pública británica, pero figura en la colección personal de Isabel II y, por una vez, ha sido prestado a un museo.

El brigadier es el general Andrew Parker Bowles, compañero de Freud en las cabalgadas matutinas por Hyde Park (el pintor sigue montando sin silla a los 82 años) y protagonista de la más sonada historia de cuernos del siglo XX. El general luce todas sus medallas, calza botas impecablemente lustradas y con espuelas, cruza las piernas con elegancia sobre una butaca. Pero la guerrera está abierta, el cuello, desabotonado, y el abdomen abulta bajo la camisa.

Y la mirada lo dice todo. Se trata de un óleo de gran tamaño que, sin embargo, encierra la intimidad de una miniatura. Si por el retrato de la modelo Kate Moss embarazada, y piezas similares, se pagan cinco o seis millones de euros, resulta imposible calcular cuánto podría pagarse por una obra maestra como El brigadier. El pintor sorprendido por una admiradora desnuda viene a suponer el resumen final de la obra de Freud.

Con niños. Fotografía sin fechar cedida el 3 de febrero de 2010 por el Centro Pompidou de París. Muestra la pintura 'Reflejo con dos niños' (Autorretrato). CENTRE POMPIDOU (EFE) | 22-07-2011
Sonrisa femenina. Varios visitantes contemplan la pintura 'Mujer sonriendo', durante una presentación fotográfica en la sala Christie's, en Londres. AKIRA SUEMORI (AP)
Freud, hacia los años 90. Su carrera abarca casi medio siglo. Ha sido descrito como uno de los grandes pintores del siglo veinte, y una de sus pinturas más famosas es un gran desnudo de una mujer durmiendo en un sofá, que se vendió por la cifra récord de 33, 6 millones.DAVID MONTGOMERY (GETTY IMAGES)

Enric González, Venecia: La poderosa expresión de Lucian Freud, EL PAÍS, 10 de junio de 2005

Las distintas realidades pictóricas de Bombín y Vallejo

La galería Fernando Pradilla (Madrid) presenta una doble exposición de dos jóvenes artistas, Alejandro Bombín y Diego Vallejo, que analizan nuestra forma de percibir la realidad


Alejandro Bombín: «La primera pantalla 2», 2011

Ambos han pasado por las aulas de pintura de la Facultad de Bellas Artes de la Universidad Complutense de Madrid. Y ambos, en palabras de Víctor Zarza, Director del Departamento de Pintura de dicha facultad, «participan de la sensibilidad pictórica surgida a partir del modelo que ofrecen los medios audiovisuales de hoy, en la línea de pintores como Gerhard Richter, Luc Tuymans o Chuck Close». Ahora, por primera vez y de manera individual, la galería Fernando Pradilla otorga una oportunidad sin desperdicio a Alejandro Bombín y Diego Vallejo. La galería cumple así con su habitual tradición anual en los meses de julio y agosto, en los que realiza exposiciones de artistas más jóvenes.

Una obra para quitarse el bombín

La obra de Alejandro Bombín (Madrid, 1985), titulada Reprotipográfica, tiene, según el artista Luis Mayo, «una superficie irónica y juguetona». Y es que Bombín habla en sus obras de la paradoja de la sociedad de consumo, una paradoja que, según la socióloga Nathalie Heinich y que Mayo cita, se caracteriza por que se puede elegir lo que se quiera siempre que se elija lo que elige todo el mundo. Esta es la segunda exposición de Bombín y la primera en Madrid, y según él, se trata de «pintura pantalla». El artista elige fotografías y las divide en líneas horizontales. A continuación, pinta en un lienzo proporcional cada una de esas partes sin ver el resto de la obra. Su intención es crear una realidad subjetiva (las partes individuales de cada imagen), privada (porque es la visión del autor) y abstracta. Sin embargo, en conjunto se crea una imagen global que transmite una realidad objetiva, coherente y pública (es la visión que el espectador recibe). En definitiva, una imagen reconocible construida por muchas que no lo son.

Alejandro Bombín: «Hipnosis», 2011
Alejandro Bombín: «Trabajo mental», 2011

Por su parte, Diego Vallejo (Salamanca, 1986) presenta su primera exposición individual titulada From a tree-house. Sobre este proyecto, Ana Pol Colmenares afirma que «en él aparece de nuevo el paisaje como protagonista frente a un ser humano desplazado de la imagen, al que solo se le intuye a través de ciertos rastros de luz». Así pues, la idea de Vallejo parte del inocente concepto de una casa de árbol, un espacio infantil y que invita a vigilar y también a observar. Por ello, en las piezas de Vallejo se muestran lugares donde lo humano ha sido borrado, casas, refugios, fragmentos de la naturaleza donde da la impresión de que algo va a pasar. Su obra proviene de pantallazos de escenas de películas y series de ciencia ficción, una exploración topográfica y humana de otros lugares que trasladan lo paranormal y extraño a la cotidinidad de manera que lo desconocido se convierte en conocido y familiar.

Diego Vallejo: «Sin título XXIV»
Diego Vallejo:  «Baumhaus 2»
Diego Vallejo: «Sin título II»
Diego Vallejo: «Sin título XVIII»

Bombín y Vallejo, dos jóvenes artistas que muestran sus obras en la galería Fernando Pradilla hasta el 9 de septiembre. Dos obras muy diferentes que a la vez convergen en el punto en que analizan la realidad, ya sea con partes (in)dependientes de una fotografía o con inescrutables pantallazos de películas y series.

Alejandro Bombín: «Reprotipográfica». Galería Fernando Pradilla Madrid. C/ Claudio Coello, 20. Hasta el 9 de septiembre. Http://www.galeriafernandopradilla.com

Noemí López Trujillo / Madrid: Las distintas realidades pictóricas de Bombín y Vallejo, ABC, 21 de julio de 2011

La emoción de la verdad

La esperada exposición de Antonio López en Madrid, la más completa realizada de la obra del pintor, se contempla como si se tratara de dos retrospectivas. Una más física, la otra más conceptual. El suyo es un largo camino hacia la desnudez de la luz

Nevera nueva (1991-1994), de Antonio López.-Con 129 obras, entre pinturas, esculturas, dibujos y bocetos, realizadas entre 1953 y 2010, al final la tan esperada muestra de Antonio López García (Tomelloso, Ciudad Real, 1936) ha resultado ser una retrospectiva. Cualquier exposición de gran calado en un museo de un artista vivo importante siempre genera expectativas sobre cuál será su definitivo curso. En este caso, al especular por si hubiera sido acotada a un periodo de tiempo concreto, el último, o por si se añadiría el contraste de etapas anteriores. Hay que tener en cuenta al respecto que está viva en nuestra memoria la gran retrospectiva de 1993, en la que el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía llegó a reunir 170 obras, lo que invitaba a pensar que la actual quizá se ciñese a lo producido por Antonio López durante estos últimos 20 años. Premio Velázquez de las Artes Plásticas en su edición de 2006, lo que implica según la normativa oficial la realización de una exposición en el MNCARS, también ha podido sorprender que no haya sido así, sino que ahora se exhiba en el Museo Thyssen-Bornemisza de Madrid y, luego, en el Museo de Bellas Artes de Bilbao. Sea como sea, teniendo en cuenta que Antonio López no se caracteriza por exhibir su obra con regularidad, tampoco hay que entretenerse demasiado con estas cavilaciones, sobre todo, porque, abarque 60 o 20 años, se presente aquí o acullá, ninguna muestra suya deja de ser una retrospección de un largo trayecto, y, en su caso, afortunadamente para él, le sobran museos en el mundo que pugnan por mostrar su obra.

Dividida en 10 capítulos (se podría decir que siguiendo la norma de la casa, que es el Museo Thyssen, capítulos que responden a los siguientes títulos, un tanto farragosos en el enunciado y contenido: Memoria, Ámbitos, Madrid, Gran Vía, Árbol, Desnudo, Personajes, Interiores, Alimentos y Proyectos), lo relevante en ella es la gran división física que separa, por un lado, lo exhibido en las salas de exposiciones temporales de la planta principal, y, por otro, lo que está ubicado en las correspondientes salas del sótano. Es verdad que el criterio de los comisarios, Guillermo Solana y María López, ha sido entremezclar géneros, temas y épocas, pero la impresión que recibe el visitante es que, en las segundas, gravita más el pasado remoto del artista, mientras que, en las primeras, lo hace la obra más reciente, como si hubiera dos retrospectivas en paralelo.

Cada cual puede vivir y valorar esta segmentación como guste, pero para mí ha resultado muy esclarecedora. En primer lugar -y si nos dejamos llevar, en efecto, por las primeras impresiones-, yo he sentido que la obra exhibida en las salas del sótano, donde predominan las primeras décadas de la trayectoria del artista, es como más física, matérica, terrenal, grávida, barroca, mientras que la que se muestra en la planta de arriba, la de las últimas décadas, es más conceptual, despojada, retroactiva, transparente; en suma, como más aérea. En cualquier caso, estas impresiones personales, incluso si son ilusorias, pueden ayudar a resituar, con un nuevo sentido, la segmentación separadora de partes, porque, según pienso, contribuyen a explicar la intensa y dramática evolución artística de Antonio López, a desentrañar su constante ansia de elevación, en lo que este término implica no sólo de superación, sino de conquista de una mayor ligereza, pureza, decantación, etcétera. Todo lo cual, de ser así, supondría, a su vez, no sólo la posibilidad de poder contemplar adónde se dirige Antonio López, sino, sobre todo, cómo, en el fondo, es.

De todas formas, Antonio López, con 75 años cumplidos, de los cuales más de sesenta de labor artística ininterrumpida, merece que nos esforcemos en apreciar su obra al margen de los tópicos, sobre todo, porque es uno de los pocos artistas contemporáneos que se ha atrevido a ser, de principio a fin, intempestivo. Un gran solitario, pues. Así que olvidémonos del socorrido término del «realismo» y de su larga retahíla de adjetivos, «tradicional», «académico», «español», «madrileño», «moderno», «hiper», «fotográfico», etcétera, y observemos esa senda suya hacia la progresiva retracción, despojamiento y transparencia. Una senda, por tanto, ascética: la de no quedarse sino con lo imprescindible: retraerse de los innecesarios gestos subjetivos; despojarse de la distracción de la golosa materia o del entretenido anecdotario, y, claro, arribar, en lo posible, a la desnuda luz.

Desde mi punto de vista, el primer aviso serio que dio Antonio López sobre la dirección irreversible de su camino se produjo aproximadamente en torno a 1970, pero el momento culminante de la irreversibilidad del mismo es el que está viviendo desde 1990 y ahora mismo. ¿Cómo explicarlo? Hay para mí dos obras -aparentemente muy distintas, pero totalmente interrelacionadas- que explican la primera gran conmoción. Me refiero a Mujer en la bañera (1968) y Conejo desollado (1972): dos cuerpos, dos seres orgánicos, acoplados a dos espacios inorgánicos constrictores, respectivamente un rectángulo y una circunferencia, en los que los visajes de la luz, mediante la refracción acuática o el biselado cristalino, adquieren el poderío de la revelación. También me parece ejemplar de este mismo trance la pareja del dibujo María (1972) y el óleo Madrid desde Torres Blancas (1974-1982), el primero de los cuales marca la forma futura de tratar la figura con la fuerza intimidante de lo arcaico, sin la menor concesión a la mañosería y el sentimentalismo; esto es: con absoluto respeto, mientras el segundo marca, dentro de sus panorámicas urbanas, no sólo la obsesión de geometrizar el espacio para captar el orden cardinal y rítmico de la ciudad; esto es: dominar su horizontalidad, sino también la dimensión vertical del cielo, cuya animación es una inestable alquimia versicolor de celajes. Y aún no me he referido para lo mismo a una obra crucial: el dibujo Estudio con tres puertas (1969-1970), que, como tal espacio vacante, es, sin embargo, desde mi punto de vista, la mejor réplica que se ha hecho a Las meninas, de Velázquez, pero, además, obteniendo el efecto dinámico, zigzagueante, de la cinética luz.

Si en este momento, explicado con estas u otras obras, ya no había duda de que Antonio López no podía salirse del raíl de sí mismo, aún quedaba otra transición radical y emocionante. Es la que emprende, tras la retrospectiva del MNCARS, a comienzos de la década de 1990 y que alcanza su punto crítico a partir del nuevo siglo. De nuevo, con la esporádica ayuda de algunas obras, intentaré esclarecer el desafío emprendido. Por ejemplo, considero crucial para esta nueva etapa y, en general, para todas las panorámicas urbanas que Antonio López lleva pintando casi durante medio siglo, el monumental lienzo, de 250×406 centímetros, Madrid desde la torre de bomberos de Vallecas (1990-2006), obra que se ha replanteado y rehecho durante más de tres lustros. El progresivo cambio de perspectiva tenía mucho sentido porque nuestro país durante estos últimos años, y no digamos la zona elegida por el pintor en esta vista, ha sufrido un cambio enloquecido. De todas formas, al margen de esta situación incontrovertible del cambio urbano, está el problema de la luz del natural, que López consideró idónea al mediodía entre marzo y septiembre, pero lo más interesante fue la decisión de enfocar, concentrando o dilatando la lente, lo que debería ser el campo visual, todo ello, en su caso, sin que la ampliación del horizonte suponga la pérdida del detalle. El dispositivo inicial fue la captación del eje longitudinal desde Vallecas a la plaza de España, a lo que después se superpuso la del transversal desde la depresión del Manzanares hasta la plaza de Castilla. Pero la decisión de incorporar la terraza desde donde pintaba, que no sólo incorpora el «cerca» al «lejos», sino que crea como un vacío, un abismo, en el primer término, está en contraste total con el abigarrado panorama frontal. Aun contado de forma muy sumaria, creo que este embutimiento de todo en apenas un espejo convexo se asemeja a una obra de arte total de la transparencia.

Pero aún habría que hablar de la serie de cabezas de recién nacidos, que, a partir del óleo Carmen (1999), generan una serie indefinida de esculturas de diversos materiales y tamaños, que culminan con Carmen dormida (2006), a través de los cuales la retracción de Antonio López se hace giróvaga y, digamos, búdica. Ojos abiertos y ojos cerrados: el día y la noche, la vida exterior e interior. En fin, este periodo final, donde la escultura y el dibujo han cobrado ímpetu, es el periodo que confirma cómo Antonio López pinta algo más que la realidad: lo emocionante de su verdad.

Francisco Calvo Serraller: La emoción de la verdad, EL PAÍS / Babelia, 16 de julio de 2011

Las obras cubistas de Diego Rivera se expondrán en septiembre en Sevilla

Un cámara graba el cuadro 'Dos mujeres' de la muestra que actualmente se exhibe en Málaga.La Casa de la Provincia acogerá la primera muestra en Europa de las piezas que el mexicano pintó en su etapa en el Viejo Continente · En 1910, se instaló en el barrio de Montparnasse, donde vivían Picasso y Modigliani
La pintura mural de Diego Rivera (Guanajuato, 1886-Ciudad de México, 1957) es internacionalmente reconocida y ha sido objeto de múltiples investigaciones, libros y exposiciones en todo el mundo. Menos conocida es la obra que realizó en Europa, donde residió casi 14 años, entre 1907 y 1921, una etapa que representaría un tercio de toda su obra artística. Es precisamente esta parte de su producción la que protagoniza la muestra Diego Rivera, cubista. De la Academia a la Vanguardia. 1907-1921, que en septiembre inaugurará la temporada cultural en la Casa de la Provincia de Sevilla y que actualmente se exhibe en el Museo del Patrimonio de Málaga. La exposición, que patrocina la Obra Social de Unicaja y que visitará Sevilla hasta finales de octubre, supone la primera de temática cubista con la obra de Rivera que se realiza en Europa, como apunta Julio Niebla, comisario, junto con el mexicano Luis Martín Lozano, de este proyecto divulgativo.

Hasta una treintena de paisajes, bodegones y retratos componen este recorrido por la etapa europea de uno de los pintores americanos más celebres e influyentes del siglo XX. En todas ellas, el mexicano proyecta las tendencias que asimiló en ese «camino físico y artístico», apunta el comisario, desde el impresionismo al posimpresionismo, de Paul Cézanne a Auguste Renoir o Jean Auguste Dominique Ingres, hasta los neoclasicismos de vanguardia, con una etapa muy fructífera en relación con el cubismo. «Rivera entra en contacto con una realidad muy diferente a la suya, va haciendo indagaciones y estudios en torno a esas vanguardias que, finalmente, se reflejan en las obras que pintó en aquellos años», explica Niebla, director de la empresa de gestión cultural Inparce Barcelona.

La propuesta, que ha supuesto cuatro años de investigación y trabajo, según su responsable, reúne piezas, «muchas de ellas inéditas», cedidas por particulares e instituciones públicas procedentes de una decena de museos y colecciones americanas y europeas. Entre la nómina de colaboradores de esta celebrada cita pictórica figuran, entre otros, el Instituto Veracruzano de Cultura, el Museo Amparo, el de Guadalajara y la Fundación JAPS de México; también han participado la Colección Clarissa y Edgar Bronfman Jr., el Museo Voloshin de Ucrania y pinacotecas de Holanda y Noruega.

Retrato de Martín Luis Guzmán, de la colección Fundación Televisa. Aunque en su conjunto la exposición supone una «aportación novedosa» al estudio de la obra de Rivera, la cita cuenta con préstamos de enorme singularidad como Naturaleza muerta española, que forma parte de la colección permanente de la National Gallery of Art de Washington, pieza que es la primera vez que participa en una exposicion de Rivera en Europa después de que fuera presentada por el propio autor en Madrid en 1915. También sobresalen el célebre Techos de París, impregnado de la bohemia de la época, y procedente de los fondos de la Fundación Televisa, «es la primera vez que se incluye en un catálogo del Rivera cubista», indica el comisario. Y, por citar otra de las joyas de la exposición, el hermoso óleo Dos mujeres, de la colección de la Fundación Arkansas Art Center, fechado en 1914 y que ha sido elegido como imagen de la portada del catálogo de la muestra.

decisivo viaje a Europa

El repaso a la treintena de cuadros que componen esta cita es, además, un recorrido por los lugares y personajes que el mexicano encontró en su periplo europeo desde que en 1907 Diego Rivera lograra viajar al Viejo Continente gracias al apoyo del gobernador de Veracruz. En Madrid, frecuentó una academia de pintura durante dos años y se interesó por la obra de El Greco. En 1909, el mexicano emprendió un viaje por Europa que lo llevó a París, Brujas, Gante y Londres. En la ciudad belga, conoció a la pintora rusa Angelina Beloff, quien se convertiría en su primera esposa. Después de un breve viaje por su país natal, en 1910, Rivera se instaló en París con Angelina en el barrio de Montparnasse, donde también vivían Picasso, Braque y Modigliani, así como varios integrantes del movimiento futurista italiano. Es a partir de aquí cuando Rivera, como apunta el comisario Julio Niebla, desarrolla las claves del cubismo órfico, basado en la separación de los planos mediante el color. Ejemplos de ellos son algunos de los cuadros que viajarán a Sevilla como el Paysahe de Fontenay y Paisaje de Archachón, inspirado en las vistas y la cerámica típica de Palma de Mallorca.

Con el estallido de la Primera Guerra Mundial el mexicano buscó refugio en España, entre Barcelona y Madrid. El audaz Ramón Gómez de la Serna preparaba en aquellos años la exposición Los pintores íntegros (Madrid, 1915), que pasaría a la historia como la primera muestra de arte moderno en la capital española. Entonces, incluyó en el catálogo varios cuadros de Rivera de esta etapa. Algunos de los cuales, casi cien años después, llegan por primera vez a Sevilla.

Patricia Godino, Sevilla: Las obras cubistas de Diego Rivera se expondrán en septiembre en Sevilla, Diario de Sevilla, 13 de julio de 2011

Arte curativo tras los muros del claustro

'Maagdendale', de Lili Dujourie- DAEM KRISTIENEl Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía presenta en la Abadía de Santo Domingo de Silos la exposición de ‘medicinal’ de la artista belga Lili Dujourie

En la antecámara de la galería de la abadía de Santo Domingo de Silos, en Burgos, cuelgan dos cortinas de terciopelo verde oliva y granate. Casi de manera escenográfica, reciben al visitante como en un cuadro del pintor flamenco Van Dyck. Es la bienvenida de la artista belga Lili Dujourie a su Naturaleza sabia, la exposición que el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía organiza hasta el 25 de septiembre en la abadía.

Al cruzar el umbral de terciopelo llamado Maagdendale (1982), primera de la serie escultórica que Dujourie comenzó en la década de los 80 cuando abandonó la creación en vídeo, la sala alberga las otras dos partes que completan la exposición. Repartidas en tres mesas, pequeñas figuras de arcilla cocida, modelada a mano simulan hojas y follaje, vértebras de animales y fragmentos de maceta. Pequeñas esculturas que responden al título Initialen der stilte (2007). «Naturalezas muertas que recrean la tensión entre lo efímero que representan, y lo duradero de un material que el hombre ha utilizado durante siglos para fabricar sus utensilios», ha dicho Lynne Cooke, comisaria de la exposición y subdirectora del Reina Sofía en representación de la artista (que no ha podido asistir por estar enferma).

La tercera parte de la muestra se exhibe en una mesa alargada, dividida en pequeños compartimentos en los que Dujourie ha colocado sus Ballade (2011). Obras inspiradas en flores medicinales que la artista ha concebido para este espacio en la Abadía de Silos. Como ha recordado la comisaria Cooke, fueron los monjes, los monasterios, quienes se dedicaron al cultivo de estas plantas a partir de la Edad Media. La artista ha interpretado en papel maché aquellas partes de las flores que servían como remedio. «Se ha alejado del concepto más estético, nostálgico y bello de la planta como se entiende en la cultura occidental, para centrarse en el aspecto más espiritual», apostillaba la comisaria. La apariencia de fragilidad se contrapone con la esencia tan valiosa que encierran estas flores, la propiedad curativa.

Dujourie no solo le ha hecho un guiño al trabajo de los monasterios, sino en concreto a la botica del siglo XVII de la abadía que administraba remedios a la congregación benedictina. El Padre Abad, presente en la inauguración, ha recogido el guante y ha hecho las veces de guía en esta farmacia que mantiene en su rebotica los ungüentos que se utilizaban antaño. La sala en la que se atendían las peticiones mantiene la atmósfera de la época. Mientras el monje muestra la botica, el canto gregoriano se cuela entre los estantes de las paredes se pueblan de vasijas de cerámica de Talavera de la Reina a buen recaudo tras altas cristaleras, además de toda clase de libros de farmacia e historia natural.

La obra 'Initialen der stilte', de Lili Dujourie- COLECCIÓN LD. FOTO: DAEM KRISTIEN

Ana Marcos, Burgos: Arte curativo tras los muros del claustro, EL PAÍS, 9 de junio de 2011