EL LLANTO DE LAS FLORES

Aquellas rosas rojas, malditas flores rojas.

Creí que eran amor…

pero resultó ser del que consumía.

También creí en su belleza,

un gesto tan dulce como regalar flores,

pero tan solo escondía espinas, frías y

punzantes, como promesas rotas.

Mis ojos se volvieron ciegos para aquella

belleza, solo sentía el tacto de sus tristes y

marginados pétalos marchitos, esos que al caer

eran absorbidos por el fracaso.

Un día contemplé aquel jarrón,

fue doloroso ver mi reflejo en el vidrio gastado,

mi vida tan marchita como aquellas flores,

llenas de heridas que, sin embargo, también me

pertenecían.

Por eso, decidí volar, ser libre y no prisionera,

como esos pétalos que se liberan antes de que

el tallo los retenga en el más eterno suplicio.

Esa noche él volvió a casa,

pero sólo halló silencio,

ya no lloraban las flores.

Así, una de esas rosas marchitas logró florecer,

brilló como el propio sol.

Nunca es demasiado tarde para una rosa.

AWKA JIMÉNEZ RUIZ 3º ESO C

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