No borrar los emails contamina

Poner (buen) orden en nuestro armario físico se ha convertido en una evidencia y en una rutina desde que Marie Kondo llegó a nuestras vidas. Pero ¿qué decir de esos espacios de almacenamiento virtuales y sin embargo muy reales donde abandonamos emails y más emails, inconscientes como somos del impacto global y pernicioso que tienen sobre el planeta?

No somos conscientes de ello pero un email tiene un coste ecológico. Por cada email almacenado en nuestro correo, diez gramos de CO2 son generados al año. Dicho así, suena a una cantidad irrisoria. No lo es si tenemos en cuenta que cada día se envían en el mundo 293.000 millones de emails, según cifras del 2019. Y lo que es peor, el 90% de los correos recibidos son spams y el 60% de las newsletters enviadas no son abiertas nunca.

¿Qué pasaría si cada ciudadano  se pusiera también manos a la obra para liberar espacio virtual? Tengamos en cuenta que en 2019 eramos más de cuatro mil millones de internautas.

La polución digital hoy en día es más importante que la que provoca la aviación civil.

 

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