UNIDAD 6.- NACIONALISMO Y UNIFICACIONES

UNIDAD 6.- NACIONALISMO Y UNIFICACIONES

1.- Introducción

El siglo XIX es el llamado “siglo de los nacionalismos” dada la importancia intrínseca de la idea de nación. A comienzos de siglo los Estados ya consolidados trataron de ampliar y modernizar su legitimidad política gracias al respaldo del principio de soberanía nacional. Por contraste, al final del siglo otras comunidades socioculturales, las naciones sin Estado, iniciaron su lucha por conquistarlo.

En la aparición del nacionalismo es fundamental el triunfo del romanticismo, pues la defensa, que éste hace, de las tradiciones populares, sobre todo la lengua y la literatura, le permitió postular al pueblo como un sujeto político, en contra del individualismo liberal.

El principio de las nacionalidades se extendió por Europa debido a que los nacionalistas defendieron la necesidad de hacer coincidir las fronteras de las naciones y de los Estados. El nuevo Estado Liberal, surgido con la Revolución Francesa, pretendía homogeneizar las diversas realidades nacionales a partir de la imposición de una conciencia cultural unitaria. Este hecho provocó el nacimiento de movimientos nacionalistas como respuesta a esta pretendida homogeneización cultural.

Aunque la gran eclosión del nacionalismo se produjese en el siglo XX, es en el siglo XIX cuando delimitó sus principales orientaciones ideológicas, así como cuando se suceden las grandes unificaciones europeas, de Italia y Alemania, y se produce el despertar de las culturas nacionales sometidas al dominio político de los Imperios plurinacionales.

2.- La ideología del Nacionalismo

En la ideología del nacionalismo confluyó una gran diversidad de tradiciones de pensamiento y de lealtades de los individuos. La palabra NACIÓN, en su acepción medieval, designaba a los nacidos en un mismo lugar, pero carecía de dimensión política. Será en el inicio de las revoluciones burguesas cuando el concepto nación adquiera un componente meramente político. Por lo tanto durante el siglo XIX el concepto de NACIÓN permaneció en la indefinición, aunque podemos señalar cuatro criterios diferentes, aunque complementarios, que servían para definir el concepto: en primer lugar, la identidad política que se identifica con el Estado; en segundo lugar, la unidad geográfica que se delimita con unas “fronteras naturales” y se identifica con los habitantes de ese territorio; en tercer lugar, la voluntad de un pueblo consciente de su identidad común, manifestada en una acción política colectiva; y en cuarto lugar, la distinción de un pueblo sobre la base de alguna característica “objetiva” de su realidad social (lengua, etnia, religión, pasado histórico común, etc.)

Por lo tanto podemos definir la visión ideal del nacionalismo en el siguiente supuesto: un pueblo consciente de su identidad común, con su propio Estado soberano, con una conciencia y una cultura nacionales plenamente desarrolladas, y una sociedad homogénea y diferenciada.

Por lo tanto, podemos observar como la ideología nacionalista admite posiciones políticas muy distintas, a lo que ayudará el hecho de que los movimientos nacionalistas del siglo XIX se apoyarán en tres pilares diferenciados:

  • Los ideales de la Revolución Francesa.- pues se opuso la idea de nación al concepto patrimonial que del territorio tenía el Antiguo Régimen.
  • El descubrimiento del pasado.- obtenido del romanticismo que rechaza los valores universales defendidos por los ilustrados. Así pues se buscó en las raíces históricas los signos de la identidad nacional.
  • La nueva realidad económica y social.- donde la industrialización necesitaba de un amplio mercado, para la que se fomentó la creación del mercado nacional unitario para lo que era necesario la unificación territorial.

Partiendo de estos presupuestos podemos distinguir dos grandes tipos de ideología nacionalistas: la orgánico-historicista, de raíz cultural; y la liberal, con un carácter más político.

3.- Tipos de Nacionalismo

3.1.- El Nacionalismo orgánico.

El nacionalismo orgánico tiene su mejor expresión en J.G. Herder, para quién la humanidad está formada por pueblos no por individuos, enfrentándose a la visión liberal individualista. Para Herder los pueblos son capaces de forjar un carácter peculiar a través del Volkgeist o “espíritu del pueblo”. La posición herderiana se reforzó desde principios del siglo XIX en Alemania durante la lucha de liberación nacional que Prusia acometió contra el expansionismo napoleónico. Fundamental será la aportación de J.G. Fitche, quién estableció dos ideas fundamentales: la primera, que ningún poder externo tiene derecho a imponer sus normas a un pueblo; y segunda, que todo pueblo que dispone de un carácter cultural propio tiene el derecho de convertirse en Estado nacional.

Las ideas de Herder y Fitche se opondrán al ideario liberal e ilustrado, pues la definición del concepto de pueblo viene dada por unos valores culturales específicos (lengua, tradiciones, pasado histórico común). Este hecho presupone que las naciones existen antes que los Estados, lo que significa que todo pueblo que ha sido capaz de forjar una cultura nacional debe adquirir su madurez histórica en la forma de un Estado nacional.

3.2.- El nacionalismo liberal.

La otra gran corriente ideológica del nacionalismo es la denominada liberal, que se caracteriza por el protagonismo concedido a la voluntad del individuo para formar parte de una unidad política definida como nación. En este caso, la nación sería la consecuencia de una decisión voluntaria de los miembros de la comunidad política.

En esta visión del nacionalismo están muy presentes las influencias de la época ilustrada (Locke, Monstesquieu), pero sobre todo el pensamiento revolucionario francés, dado que fue durante la Revolución Francesa cuando Sieyés definió la nación como la voluntad de ser “algo” y cuando se crearon los principales instrumentos de identificación entre nación y Estado.

Por lo tanto la definición liberal del nacionalismo es esencialmente de origen francés, pero arraigó profundamente en otros países europeos, sobre todo Italia. Teóricos italianos como Mazzini insistieron en el concepto de “conciencia nacional” como elemento desencadenante de la lucha a favor del Estado nacional.

4.- Los movimientos nacionalistas

El objetivo de las teorías nacionalistas es logar la autodeterminación o autogobierno de los pueblos, reajustando las fronteras de un único pueblo, soberano para realizar su destino e independiente de cualquier autoridad ajena.

Así pues podemos establecer distintas etapas en el desarrollo de los movimientos nacionalistas pues se ajustan a pautas comunes de comportamiento. La primera etapa está definida por un fenómeno cultural caracterizado por la recuperación y recreación de la lengua vernácula, unido a una fuerte investigación histórica que proporcione argumentos históricos a las reivindicaciones nacionalistas. Esta etapa se desarrollará entre 1815 y 1830, unido al liberalismo, en oposición a la Santa Alianza y la Europa de la Restauración. La segunda fase se desarrolla paralela al relevo de la idea liberal por el sentimiento democrático. Desarrollada entre 1830 y 1848, los movimientos de tipo nacional contienen, en casi todas partes, una fuerte ideología democrática. La última fase se desarrolla a partir de 1848, y sobre todo de las unificaciones italiana y alemana, pues el nacionalismo dejo de ser contemplado como un instrumento revolucionario, y fueron fuerzas conservadoras las que tendieron a instrumentalizarlo para consolidar los Estados nacionales decimonónicos. A partir de esta fecha, el nacionalismo sufre un desplazamiento hacia la derecha política.

Si hasta entonces podía hablarse de una evolución genérica del nacionalismo como cuerpo doctrinal y movimiento sociopolítico, a partir de este período existieron básicamente dos grandes concepciones nacionalistas, las cuales se negarán continuamente la una a la otra: el nacionalismo de Estado y el nacionalismo sin Estado, es decir, el nacionalismo disgregador.

4.1.- El Nacionalismo de disgregación.

La Europa del Congreso de Viena no había respetado las aspiraciones nacionalistas de los pueblos que habitaban los territorios de los dos grandes imperios europeos, el Otomano y el Austriaco. Igualmente la construcción de un Estado-nación a partir de la separación de una unidad política superior fue poco frecuente en la Europa del siglo XIX, siendo lo habitual el fracaso en estos intentos nacionalistas, destacando el caso irlandés.

Una primera oleada de movimientos nacionalistas disgregadores tuvo lugar entre 1820 y 1830, donde Bélgica y Grecia obtuvieron su objetivo, pero fundamentalmente debido al apoyo de las potencias internacionales. Sin embargo, otros movimientos, como el de Polonia contra la Rusia zarista fueron duramente reprimidos.

Una segunda oleada tuvo lugar en 1848, teniendo como escenario el gran imperio plurinacional europeo, el Imperio Austriaco. La llamada “primavera de los pueblos” sacudió al imperio con movimientos nacionalistas en Austria, Chequia, Cracovia y, sobre todo, Hungría. Sin embargo ninguna de estas insurrecciones consiguió sus frutos y se mantuvo la integridad del imperio.

4.2.- El Nacionalismo de Estado.

Este se denomina a las prácticas nacionalistas llevas a cabo desde el mismo aparato de la administración estatal, dando como consecuencia la creación del modelo de Estado nacional. Este proceso de nacionalización se llevo a cabo a través de la vertebración territorial y social, y el desarrollo de la conciencia nacional. Para ello fueron necesarios distintos medios:

  • Administración y funcionariado.- dando lugar a una centralización ligada a la administración estatal.
  • Policía y ejército.- fundamental en la vertebración nacional pues la policía hizo llegar al Estado a todos los rincones del territorio, y el ejército jugó un papel fundamental en la unidad de la población, pues a partir de este momento los ejércitos nacionales estarán formados por ciudadanos del propio Estado.
  • Planes de enseñanza.- se aplicaron planes homogéneos a todo el territorio para dotar a la población de una base cultural común y, sobre todo, unas referencias históricas y una lengua común.
  • Elementos identificadores.- se desarrollo una argamasa de la identidad nacional gracias a símbolos como la bandera, el escudo, el himno, etc.
  • Un enemigo externo o programa de expansión.- este hace partícipe de él a toda la población del Estado.
  • La economía nacional.- se identificaba los límites territoriales con el área de mercado, unido a la defensa de ésta frente a las economías extranjeras gracias al proteccionismo económico.
  • Las comunicaciones.- estas serán las que vertebren físicamente a todo el territorio nacional.

Todas estas prácticas y transformaciones contribuyeron a una creciente nacionalización del Estado, donde la nación pasó a ser el centro integrador de los ciudadanos y sus iniciativas. Sin embargo tuvo dos consecuencias políticas directas: por una parte, el movimiento obrero se distanció impulsando el internacionalismo; y por otra parte, las fuerzas conservadoras, y sobre todo reaccionarias, se apropiaron del nacionalismo hasta hacerlo consustancial a su base ideológica, degenerando en formulaciones radicales basadas en el antirracionalismo, el militarismo, el fundamentalismo, el racismo y la xenofobia.

5.- Las unificaciones de Alemania e Italia.

En el proceso de construcción de las naciones de la Europa del siglo XIX, los dos ejemplos clásicos serán las unificaciones de Italia y Alemania. Ambas se encuentras divididas, Alemania en 39 estados e Italia en 7 estados. Sus procesos de unificación presentan algunas similitudes: tienen lugar en las décadas de 1860 y 1870; se desarrollan en medio de conflictos bélicos con potencias externas; disponen de un reino que actúa como agente unificador (Prusia en el caso alemán y Piamonte en el caso italiano); y cuentan con la participación de dos figuras preponderantes, el piamontés Cavour y el prusiano Bismarck. Los resultados también presentan algunos puntos comunes: el primero es la creación de una monarquía que desarrolla un Estado muy fuerte; y la segunda, la rápida construcción de los mitos de la unificación.

5.1.- La unificación de Alemania.

5.1.1.- El Pangermanismo.

El despertar nacional de Alemania, que cobra fuerza a partir de 1800, estuvo dirigido principalmente contra Napoleón, como reacción de sus conquistas del territorio germano. Los alemanes comenzarán a sentirse fascinados por la idea de la unidad política y de la grandeza nacional. Un gran Estado nacional sería así la expresión del volkgeist (espíritu del pueblo) y, por lo tanto, la solución a todos los problemas.

El movimiento estaba capitaneado por profesores, estudiantes e intelectuales. Las universidades estaban en el centro de irradiación de las ideas nacionalistas y liberales. Hasta 1848, las manifestaciones nacionalistas, carecen de consistencia, y el 48 se cerró, como ya estudiamos, con una gran frustración.


“Todos los que hablan un mismo idioma (…) hállanse unidos entre sí desde el principio por un cúmulo de lazos invisibles (…) de modo que los hombres no forman una nación porque viven en este o el otro lado de una cordillera de montañas o un río (…).

Así la nación alemana, gracias a poseer un idioma y una manera de pensar comunes, hallábase suficientemente unida y se distinguía con claridad de los demás pueblos de la vieja Europa (…).

Quien había nacido dentro del ámbito de la lengua alemana era considerado ciudadano por partida doble; por una parte, era ciudadano del Estado en que había nacido, a cuya protección era encomendado; por otra, era ciudadano de toda la patria común de la nación alemana (…). Allí donde hay una lengua específica, debe existir también una nación especifica con derecho a ocuparse de sus asuntos con autonomía y a gobernarse ella misma (…)»

Johann Gottlieb Fichte. Discursos a la nación alemana. 1808.


5.1.2.- Los antecedentes políticos y económicos: la Confederación Germánica y el Zollverein.

Desde el Congreso de Viena (1815), se estableció la Confederación Germánica, que agrupó 39 estados alemanes incluyendo Austria, que ejercía la presidencia. Su función era garantizar la seguridad del desaparecido Sacro Imperio Romano Germánico y poseía una Dieta, que no debemos confundir con un parlamento representativo, pues sus miembros eran legados que no eran elegidos por representación popular.

Desde el punto de vista económico, en 1834 se fundó el Zollverein, una unión aduanera de los estados alemanes del norte (sin Austria) que facilitaría la desaparición de las fronteras y los impuestos correspondientes, así como la libre circulación de personas y mercancías dentro de esos estados. Anteriormente, había tantas monedas, políticas económicas, barreras arancelarias… como estados. Esto dificultaba enormemente el comercio. Los estados alemanes no estaban entre los más desarrollados dentro del contexto de la I Revolución Industrial, pero dicha unión facilitó el desarrollo de estos estados y, especialmente, del Reino de Prusia  A partir de 1850, la economía alemana inicia una expansión sin precedentes. Las causas de esta expansión fueron: el buen funcionamiento del Zollverein, y con ello la existencia de un mercado unificado amplio dentro de Alemania; la aparición y rápido desarrollo del ferrocarril, y de los canales fluviales; la aparición de extraordinarios yacimientos de carbón y de hierro en Westfalia; la coyuntura económica internacional favorable.

5.1.3.- Grupos sociales y nacionalismo.

Hay que partir de la base de que en Alemania tiene más influencia el nacionalismo que el liberalismo. En lugar de razones políticas y liberales, son más bien razones económicas, militares y culturales las que impulsan la unificación. No es el pueblo alemán el protagonista de la unificación, sino la burguesía y el ejército prusiano.

Sin embargo, la burguesía, era más liberal que nacionalista. Conforme avanzaba el proceso de industrialización, exigía la abolición de las aduanas interiores y la creación de un mercado alemán unificado. Los burgueses también reclaman la creación de un régimen representativo: querían participar en el gobierno, y el reconocimiento de libertades públicas y derechos individuales. Además, insistirán en la necesidad de alcanzar la unidad nacional desde “arriba”, para evitar los disturbios revolucionarios del 48. El estado prusiano parecía el más idóneo para lograr esta unidad desde arriba, por su potencial económico y militar.

En Prusia, el grupo social dominante es la burguesía agraria, los llamados “junkers”. Bismarck, el artífice de la unificación alemana era un junker, o sea, un aristócrata de la tierra. Esta aristocracia de los junkers basaba su poder en grandes propiedades de tierras que explotaban con una mentalidad capitalista, ya que producen para el mercado. Los Junkers no eran nacionalistas. Piensan en la unificación alemana como condición necesaria para el fortalecimiento de Prusia y exaltar el papel del ejército, el ejército prusiano, en el que los junkers forman la oficialidad. Bismarck no era un nacionalista alemán, sino prusiano: para él, liberalismo, democracia y socialismo eran ideas que le repugnaban por igual. La idea de una unión alemana se fue desarrollando en su pensamiento sólo gradualmente, y como condición necesaria para fortalecer a Prusia.

Cuando Bismarck consiga la unificación, la burguesía pactará con la aristocracia prusiana, renunciando con ello a llevar a cabo una revolución liberal por miedo al radicalismo de las masas.

5.1.4.- El proceso de unificación.

El Reino de Prusia fue el que tomó la dirección del proceso de unificación, con dos proyectos: una Gran Alemania que incluyera a Austria o una Pequeña Alemania, liderada por Prusia.

En 1861 accedió al trono prusiano Guillermo I y, un año más tarde, nombró a Otto von Bismarck canciller. Estos dos personajes, especialmente el segundo (gran político y perfecto conocedor de la diplomacia internacional) serán los grandes protagonistas de la unificación. En la unificación alemana podemos diferencias tres fases:

1) LA CONQUISTA DE LOS DUCADOS DANESES (1864).-

Los ducados de Schleswig y Holstein, tenían mayoría de población germana y culturalmente estaban vinculados a Alemania. Sin embargo, a pesar de los deseos de sus ciudadanos de pertenecer a la Confederación Germánica, pertenecían a Dinamarca. En 1864, Prusia y Austria declararon la guerra a Dinamarca y se repartieron los ducados.

2) LA GUERRA AUSTRO-PRUSIANA (1866).-

Pocos meses más tarde (1866), por la disputa sobre Schleswig y Holstein, Prusia entra en guerra con Austria y la mayoría de los demás estados alemanes. La guerra duró poco, un mes: sólo hay una gran batalla, Sadowa, en la que los austriacos son derrotados.

Bismarck anexionó Schlewig, Holstein, Hannover y tres pequeños estados alemanes del norte. Además, creó la Confederación Alemana del Norte, en la que una Prusia ampliada se unía a 21 estados, dejando fuera a los del sur del río Main.

Para la nueva confederación, Bismarck dictó una constitución. Su estructura seguía siendo federal, pero era más fuerte que la confederación de 1815 ahora desaparecida. El rey de Prusia era el jefe hereditario de la Confederación que tenía un parlamento con dos cámaras: el Bundesrat o cámara territorial y el Reichstag o cámara baja elegida por sufragio universal.

3) LA GUERRA FRANCO-PRUSIANA (1870).-

Pero Bismarck pensaba que la guerra entre Prusia y Francia precipitaría a todos los estados del sur a la unión con Prusia, ya que estos estados temían a Francia, y de esta manera, Austria quedaría sola.

El detonante es el ofrecimiento de la corona de España a un príncipe prusiano, por dos veces con las correspondientes protestas de Francia, provocando una entrevista entre ambos países en el balneario de Ems, cuyo resultado fue manipulado por Bismarck para conseguir el apoyo de la opinión pública. El 19 de julio de 1870, el irresponsable gobierno de Napoleón III declara la guerra a Prusia. Una vez más la guerra fue corta, y una vez más Bismarck había tenido cuidado de aislar internacionalmente al enemigo.

Por primera vez se realiza el sueño nacional alemán: gracias a las maniobras de Bismarck, todos los estados alemanes participan en la guerra contra Francia: el 2 de septiembre, tras la batalla de Sedán, el principal ejército francés se rindió a los alemanes. El propio Napoleón III fue hecho prisionero. A los dos días una insurrección popular proclama en París la III República. Las tropas alemanas pusieron sitio a la capital, estando cercada y asediada durante 4 meses. En la firma de la paz, Alemania se anexiona Alsacia y Lorena, acto que tendrá importantes consecuencias en el futuro.

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5.1.5.- El nacimiento del II Reich.

Bismarck hizo proclamar el Imperio Alemán el 18 de enero de 1871. El Rey de Prusia recibió el título hereditario de Emperador Alemán. Los demás estados, excepto Austria, aceptaron la autoridad imperial; por su parte, Francia, en el tratado de paz cedió Alsacia y Lorena: los habitantes de estas zonas, a pesar de hablar alemán, se sentían franceses y protestaron.

La consolidación de Alemania transformó Europa, ya que el Imperio Alemán recién nacido era el estado más fuerte del continente. A partir de la unificación se industrializa rápidamente, con lo que todavía se hacen más poderosos. Bismarck había hecho lo que muchos estadistas europeos habían dicho que era preciso evitar a toda costa.

El Reich alemán recibió sustancialmente la constitución de la Confederación Alemana del Norte. Por lo tanto, era una federación de monarquías, cada una de las cuales se basaba teóricamente en el derecho divino o hereditario. Por otro lado, el Reichstag (cámara baja), es elegido por sufragio universal, pero los ministros eran responsables ante el Emperador, no ante la Cámara. Cada Estado conservó sus propias leyes, su gobierno y su constitución. El emperador, que era también rey de Prusia, controlaba la política exterior y militar del Imperio.

5.2.- La unificación italiana.

5.2.1.- Precedentes. El liderazgo de Piamonte-Cerdeña.

Al igual que en la futura Alemania, los estados italianos vieron cómo un sentimiento nacionalista italiano se extendía como consecuencia de la invasión napoleónica de la Península Itálica. Nació así il Risorgimento, proceso de afirmación cultural y política de la población italiana que conduciría a la unificación algunas décadas más tarde y que ya estaba lo suficientemente extendido en la revolución de 1848.

En la Península Italiana existían ocho estados diferentes, cada uno con sus leyes, gobierno, organización económica y tradición. De estos ocho estados, Austria controlaba Venecia y Lombardía, y de forma indirecta gobernaba los ducados centrales de Toscana, Módena y Parma. Los Estados de la Iglesia estaban gobernados por el Papa; mientras que el Sur estaba dominado por el Reino de Nápoles Dos Sicilias. Finalmente, al Noroeste, existía una pequeña monarquía, dominada por la casa de Saboya: el Reino de Piamonte-Cerdeña, uno de los más industrializados y desarrollados de Europa, desde donde se impulsará el proceso de unificación.

Al igual que en el caso germano, en Italia existiría un rey, Víctor Manuel II, y su primer ministro, Camilo Benso (conde de Cavour), que fueron los artífices del proceso de unificación.

Este Risorgimento fue apoyado por fuerzas ideológicas, políticas y económicas muy distintas. Por un lado, aquellos grupos comprometidos con la revolución (en escalada desde 1815: carbonarios, la Joven Italia, la Joven Europa); por otro, los comerciantes y nuevos industriales que desean eliminar las barreras interiores (había 22 aduanas a lo largo del río Po), tener un sistema de comunicaciones entrelazado y un solo patrón de medidas y moneda que permitiera mejorar sus negocios, postura que también apoyan algunos propietarios de tierras avanzados; aunque minoritario, también el elemento popular, urbano o rural, confluía con los grupos más avanzados (demócratas) en un intento de mejorar su suerte; por último, también en minoría, apoyaba el movimiento cultural que exaltaba un idioma común y un pasado glorioso.

No obstante había bastantes diferencias sobre qué modelo político debía presidir una Italia unificada. Los más conservadores pensaban en una federación de estados presidida por el Papa, mientras las clases populares y algunos héroes de la unificación como Mazzini o Garibaldi, pedían una república democrática. Finalmente triunfaría una tercera vía: una monarquía constitucional a cuyo frente se situó la casa de Saboya, gobernante en Piamonte-Cerdeña.


Somos un pueblo de 21 a 22 millones de hombres, conocidos desde tiempo inmemorial con un mismo nombre -el pueblo italiano-; vivimos entre los límites naturales más precisos que Dios haya trazado jamás -el mar y las montañas más altas de Europa-; hablamos la misma lengua,(…) tenemos las mismas creencias, las mismas costumbres y hábitos, (…) nos sentimos orgullosos del más glorioso pasado político, científico y artístico que se ha conocido en la historia europea (…).

No tenemos ni bandera, ni nombre político, ni un puesto entre las naciones europeas (…) Estamos desmembrados en ocho Estados (…) independientes unos de otros, sin alianza, sin unidad de destino, sin relación organizada entre ellos (…). No existe libertad ni de prensa, ni de asociación, ni de palabra, (…); nada. Uno de estos Estados que comprende la cuarta parte de la península, pertenece a Austria: los otros padecen ciegamente su influencia.

Mazzini “Italia, Austria y el Papa” (1845).


5.2.2.- El proceso de unificación.

La unificación italiana se llevó a cabo durante el reinado de Víctor Manuel II de Saboya. La figura principal del proceso fue la del primer ministro piamontés Camilo Benso, conde de Cavour. La unificación italiana podemos diferenciarla en cuatro fases:

1) LAS ADQUISIONES EN EL NORTE DE ITALIA (1859-1860).-  La defensa de Cavour de la unidad de todos los territorios italianos le hizo ganarse a muchos adeptos, sobre todo a Garibaldi, dentro del territorio italiano. Sin embargo, Cavour sabía que sin la ayuda internacional, el pequeño estado del Piamonte-Cerdeña no podría vencer al enemigo austriaco. Por ello, Cavour propició la participación del Piamonte, junto a Gran Bretaña y Francia, en la guerra de Crimea de 1851 para ganarse el apoyo diplomático de la primera y el apoyo militar y financiero de la segunda. Por lo tanto, las relaciones diplomáticas de Cavour dieron su fruto alcanzando en 1859 una alianza con la Francia de Napoleón III para enfrentarse a Austria. Tras las victorias francopiamontesas en Magenta y Solferino en 1859, el territorio de la Lombardía pasaría a formar parte del reino del Piamonte-Cerdeña.

Sin embargo Francia, ante el temor de un apoyo de Prusia a Austria, deja de apoyar al Piamonte en su intento de conseguir Parma, Módena y Toscana. Sin embargo, la acción de Cavour dentro de estos territorios, propiciando el levantamiento general de la población contra los gobernantes austriacos, hace que en estos territorios se celebre un plebiscito donde se aprueba la adhesión de estos territorios al reino del Piamonte-Cerdeña. Ante este vuelco en la situación, Francia apoya al Piamonte, y tras el Tratado de Turín en 1860 se crea el reino de la Alta Italia. A cambio del apoyo francés, Piamonte le cede a su vecino los territorios de Niza y Saboya.

2) LAS ADQUISICIONES EN EL SUR DE ITALIA (1860-1861).- El papel fundamental en este período recaerá en los revolucionarios de Garibaldi, los “camisas rojas”. La insurrección surgida en Sicilia, por las noticias llegadas del norte de Italia, hará que Garibaldi parta desde Génova para apoyar a los rebeldes frente al rey de Nápoles. Pese a la presión internacional, sobre todo de Francia, desde los territorios sicilianos Garibaldi invade Nápoles, terminando de esta manera con la conquista del reino de Nápoles y Dos Sicilias. Nuevamente un plebiscito celebrado en estos territorios da como resultado la adhesión al reino de la Alta Italia. Por lo tanto en 1861 se crea el reino de Italia y se proclama a Víctor Manuel II como su rey.

3) LA ADQUISICIÓN DE VENECIA (1866).- La incorporación de Venecia al reino italiano no es comprensible sin conocer la situación internacional. Venecia seguía siendo parte del imperio austriaco, este se enfrentará en 1866 a Prusia en Sadowa. La dura derrota austriaca favorecerá los intereses italianos, pues aprovechando la coyuntura se producirá un levantamiento general de los venecianos contra el poder austriaco. El apoyo de Francia a Italia será fundamental para que en 1866 Venecia se incorpore de pleno derecho al reino de Italia.

4) LA CUESTIÓN ROMANA (1870).- Desde que Mazzini proclamó la “república romana” en 1849, el Papa Pío IX solicitó y obtuvo el apoyo de la Francia de Napoleón III para mantener los Estados Pontificios. Nuevamente la coyuntura internacional favorecerá la unificación italiana. Pues la derrota de los franceses en Sedán en 1870 frente a Prusia supondrá el fin del IIº Imperio francés, por lo que el Papa se quedará sin su principal defensor. Cuando las tropas francesas abandonan los territorios pontificios, las tropas italianas entraron en estos y tras un plebiscito quedaron anexionados al reino de Italia, proclamándose rápidamente a Roma como la capital del reino. Este hecho romperá las relaciones entre el Vaticano e Italia, hasta que se normalizan con los Tratados de Letrán en 1929.

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6.- Los Balcanes y la cuestión de Oriente.

Los pueblos eslavos también participaron en la oleada nacionalista del s. XIX contra Austria al norte y Turquía en el resto de la Península Balcánica. Recordemos que ésta última era una potencia en decadencia y que en 1829 Grecia había conseguido la separación de ese imperio plurinacional. Por su parte, tanto Austria como Rusia pretendían extender sus fronteras a los Balcanes.

Los serbios provocaron frecuentes y sangrientos levantamientos contra los turcos, ya que éstos pretendían tener un papel similar al del Piamonte en Italia o Prusia en Alemania. Su intención era crear una Gran Serbia en los Balcanes, incluso a costa de otros pueblos que habitaban en el mismo territorio.

Tras la Guerra de Crimea (1853-1856), que enfrentó a Rusia contra Turquía y que implicó a otras potencias europeas como Francia, Austria o Gran Bretaña (que no veían con buenos ojos el expansionismo ruso y su protección de la causa serbia, dado que ellos eran también eslavos), se firmó el tratado de paz de París (1856), que reconocía la independencia de Rumanía y de Serbia. No obstante, el control que ejercía Austria sobre los pueblos eslavos del norte (eslovenos y croatas) y el control otomano del sur de los Balcanes (Bosnia, Herzegovina, Montenegro, Albania y Macedonia) siguió alimentando un conflicto que se definió como la cuestión de Oriente.

Archivo:Balkans 1856-es.svg

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Updated: 25 marzo, 2020 — 10:47 am

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