12 marzo, 2012
A principios de los años 90 J.K. Rowling se fue a vivir a Oporto, en el norte de Portugal, donde se casó, nació su primera hija y se ganaba la vida dando clases de inglés. Entonces, aunque ya tenía concebida la idea del personaje de Harry Potter, aún no había escrito ninguno de los libros de la serie, y quedaban todavía algunos años para que se convirtiera en la escritora de éxito que hoy todo el mundo conoce.
En Oporto descubrió la librería Lillo Irmao, un lugar lleno de magia y que iba como anillo al dedo a ese mundo de fantasía que daba vueltas en su cabeza. Un edificio neogótico construído en 1906 en la Rua dos Carmelitas, en pleno centro de la ciudad, repleto de libros y estanterías de madera labrada desde el suelo hasta el techo, con la altura de dos plantas, tan altas que en el centro del establecimiento se colocó una fantástica escalera, también de madera, que sube hasta el segundo piso y se abre en dos brazos que comunican los dos lados de la librería como un puente. En el techo, una preciosa vidriera de colores filtra la luz natural y completa el efecto de hechizo que ejerce el lugar.
Viendo las fotografías, es fácil adivinar en qué pensaba la escritora cuando describía la biblioteca de Hogwarts, donde Harry y sus amigos aprendían magia, y tampoco resulta difícil comprender que haya servido de escenario para rodar algunas de las escenas de las películas de nuestro joven héroe.
Esta entrada fue publicada el lunes, 12 marzo, 2012 a las 18:24 y esta archivada en blogs de Educación Primaria, Blogs de Secundaria, General.
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