Ganador postobligatoria 2º Premio
4 febrero, 2014
Manuel Caballero Alba 1º SMR
Era una noche lluviosa de abril, y desde el sendero se vislumbraba una luz al fondo del bosque. El chico se puso su capucha, se frotó las manos y emprendió el camino. Buscaba esa cara que se le aparecía todas las noches en sueños. No sabía por qué, pero la cara, esa cara, provocaban en él un efecto raro, era mezcla de terror y curiosidad. Esa cara pertenecía a una chica pelirroja de unos dieciocho años, más o menos de su edad, que incesantemente parecía hacerle gestos con las manos señalando el final del sendero.
El chico siguió adentrándose en el camino dejando a un lado un laberinto de árboles y arbustos y a otro lado un espeso follaje que a la luz de la Luna parecía una niebla blanca y lechosa sin fin.
Continuó su camino pensando si esa chica pelirroja podía ser el motivo de su insomnio. Eran seis noches seguidas los que recodaba que llevaba ya levantándose exaltado y sudoroso en mitad de la noche.
El camino parecía ir abriéndose y llegando a su fin y aunque el sentimiento de angustia crecía, su curiosidad crecía aún más. Al fin alcanzó a ver el final del camino. A lo lejos vio una tirada en una cuneta del sendero. Se acercó aterrorizado le quitó una manta que la cubría y observó aterrado el cadáver de una chica en estado de descomposición. Lo siguiente que recordaba fue el levantarse exaltado en la cama. Todo había sido un sueño.
No contó nada a nadie, nunca volvió a coger por esa parte del bosque. Cuatro días después, escuchando las noticias en el salón de su casa vio la foto de una chica desaparecida en esa zona hacía dos años. Nunca habló del tema.