Canto II, de Enrique Gracía-Máiquez

Munch, Inger en la playa, 1889
CANTO II

Me gusta
                verte aquí, dormida
sobre el colchón despierto de la playa
y ajena a ese reloj que gira en tu muñeca.
Frente al tictac, intacto, está tu tú;
y, aislado de los ruidos,
le oigo emerger su espíritu de música.
Con lento pensamiento,
yo voy rindiéndome a tu fina estampa.
Tu creciente belleza, que escapa de mis fotos
y no puedo aparcar entre dos versos,
refulge en un relámpago apacible.

Me gustas
                  más, mujer, cuando me hablas
porque pareces lo que eres.
Aunque sea ideal, es ideal
que te abrace y me abrase entre tus frases,
que te bese la gracia y la sonrisa
y que coja la mano de nieve de tu empuje.

Amiga mía,
de las distantes orcas asesi-
nadas, del monte y su espesura, de
los niños ppobres, de los pobre niños
de pobres vientres desmadrados
y hasta de la familia numerosa,
tú siempre andas enganchada
a las banderas verdes de la vida.
Salgo del blanco y negro de mis temas
a la gozada iris de tu cielo
por recibir esas limosnas tuyas,
profundas y sencillas.
Tú me animaste
a amar el mundo apasionadamente,
tú entimismaste mi persona
y tú me enriquehiciste, oro
de mi mediocridad.
No debo ser poeta porque apenas
se me ocurre exclamar «gracias,
que Dios te premie tantos dones». Y ofrecerte
tres verdades difíciles y obvias:
que la fe no madura a duras dudas
que la esperanza alegra porque es larga
que el amor es el juego donde nos la jugamos

También te podría gustar...

Descripción general de privacidad

Este sitio web utiliza cookies para que podamos brindarle la mejor experiencia de usuario posible. La información de las cookies se almacena en su navegador y realiza funciones como reconocerlo cuando regresa a nuestro sitio web y ayudar a nuestro equipo a comprender qué secciones del sitio web le resultan más interesantes y útiles.