Rumores

 

Desde el punto de vista psicológico, existe la idea inconsciente de que en el mundo hay justicia, de que cada persona se merece lo que le sucede, ya sea bueno o malo, y que tarde o temprano se nos pagará de la manera que nos merecemos. El refranero popular expone en algunos de sus dichos esta idea y así lo vemos en los refranes, “Ya pagará el francés el vino que se bebió” o “A todo cerdo le llega su San Martín”.

Este mecanismo psicológico nos hace sentir tranquilos y nos lleva a creer, de forma infundada, que si hacemos lo correcto no nos va a pasar ninguna desgracia.

Por ello para muchas personas las víctimas de un delito no están totalmente exentas de responsabilidad, tienen parte de culpa en lo que les ha sucedido y opinan que en cierto modo se lo merecían . Es más, hasta la propia víctima llega a considerarse  responsable de lo sucedido.

Si nos centramos en los delitos de violación o abuso sexual, nos damos cuenta de que  lo anteriormente dicho se cumple mucho más que cuando se trata de otros delitos: la víctima se culpa a sí misma, la culpa su entorno y tanto las instituciones como la sociedad en su conjunto, también argumentan en su contra. 

Lamentablemente, encontramos muchísimos ejemplos en las instituciones en los que  no se respeta a la víctima.

Este mismo año, dos policías locales malagueños  que violaron a una chica de 18 años evitaron la cárcel tras un pacto entre la Fiscalía y las partes, a cambio de un curso de educación sexual y una indemnización monetaria. En la misma línea, un empresario agrícola de Murcia violó a una de sus jornaleras, pasó seis meses en prisión y a pesar de haber confesado el crimen se libró de la cárcel tras llegar a un acuerdo económico con la víctima. Basándonos en estos casos, cualquier violador puede librarse de la cárcel si tiene dinero y la mujer violada lo necesita. ¿Cómo es posible que existan leyes que acepten que un violador pague para librarse cuando en otros delitos graves esto sería impensable? 

Una jueza pregunta a la víctima si ha cerrado bien las piernas, en el caso de la manada de Pamplona el juez admite como prueba que la víctima de la agresión múltiple hacía vida normal y por eso no podía haber sido violada. 

Y podríamos seguir……

La sociedad  prefiere creer al abusador, ponerse de su lado y darle el beneficio de la duda antes que creer a la víctima. Los violadores tienen más respaldo que la víctima a la que se avergüenza, critica y juzga. Por todo ello, la víctima calla y se culpa. Muchísimas violaciones y abusos no terminan en denuncias sino en silencio.

Los argumentos que se utilizan para criticar y responsabilizar a una mujer violada o abusada son de tres tipos: el comportamiento que tuvo, la situación que vivió y sus características personales. 

Así escucharemos que se juzga si había bebido, si caminaba sola, si fue a una fiesta, si se montó en un coche, si se puso tal o cual ropa, si se resistió lo suficiente, si provoca a los chicos, si es coqueta, si es promiscua, si está loca, si se hace respetar, si ha tenido novios, si su familia es problemática  ……………..

Todos estas críticas olvidan lo fundamental: EL ÚNICO CULPABLE DE UNA VIOLACIÓN ES EL VIOLADOR  ya que lo mismo que decide violar, puede decidir no hacerlo y no existe ningún tipo de justificación que le libre de la responsabilidad de ese grave delito.

¿Por qué la idea de que el culpable de un delito es el que lo comete, que parece tan clara en otro tipo de delitos no lo parece en el caso de los delitos de violación?

Imagina lo ridículo que sería decir que si te pegan un tiro  tienes parte de culpa porque no te agachaste para que la bala no te diera. Imagina que entran en tu casa a robar  y alguien dice que la culpa es tuya por tener una casa. O, peor aún, imagina que la sociedad y las instituciones fuesen más favorables al asesino y al ladrón que a la víctima, y que estos pudieran librarse de la cárcel pagando una indemnización.

Ante los delitos de violación, los argumentos que en otros suenan ridículos se convierten en aceptables y esto supone una falta de respeto a las mujeres, una discriminación por motivos de género y una violencia contra la que hay que luchar mediante la educación en igualdad.