IES Delgado Hernández, Bollullos Par del Condado, Huelva.
I Concurso de Ensayos Filosóficos “Cogito ergo sum”.
Curso 2020/2021.
Nuria Díaz Barrera.
Ética de la invasión corporal
La vacunación obligatoria parece sencilla, todos se vacunan y se supera la pandemia, pero esto no sucede así. No todo el mundo se quiere vacunar, ¿quién controla eso? ¿El personal sanitario que ya está desbordado? ¿Los mediadores sociales que no hay? ¿La policía contra la que ya se está cargando supuestamente por el abuso de su autoridad? ¿Los jueces, que tienen el poder pero no los medios? Según el último barómetro del CIS (Centro de Investigaciones Sociológicas) “el 28% de la población española se niega a vacunarse.” ¿Por qué deberíamos obligarlos? La OMS estima que hará falta vacunar aproximadamente a un 65% de la población para controlar el COVID – 19. Si hacemos cuentas, alrededor del 72% de la población española se vacunaría voluntariamente, es decir, que el virus se podría controlar. ¿Qué necesidad hay de obligar a ese 28% a vacunarse, a quitarles su derecho fundamental a la intimidad corporal?
En España no es obligatoria la vacunación y hasta ahora la cobertura de personas inmunizadas es muy alta y los colectivos antivacunas tienen muy poco impacto sobre la sociedad, por ejemplo, la cobertura de vacunación infantil está alrededor del 95%. En cambio, en Italia, la cobertura de vacunación infantil es totalmente obligatoria y sin embargo se encuentra por debajo del 90%, los padres prefieren ser sancionados antes que vacunar a sus hijos (interponen los sentimientos y actúan acorde a ellos, el empirismo de Hume y Locke). Esto fue impuesto en 2018, desde entonces los colectivos contra la vacunación crecieron en Italia. Otros estudios sicológicos demuestran que si las personas obligadas a vacunarse y qué ya eran reacias a la idea sufren problemas de salud después de esa vacunación lo asociaran a ella, creando así mártires y generando un rechazo mayor en personas que están dudosas de vacunarse o drásticamente cambiando las ideas de otras que sí optaban por hacerlo (la influencia del entorno según Hobbes y Rousseau).
Todos los medicamentos, incluidas las vacunas, pueden desencadenar reacciones adversas leves u otra más grave. La primera vacuna que llegó a España fue la Pfizer en la que un 74,2% de personas tuvieron algún efecto secundario leve; dolor en el lugar de la inyección hinchazón o enrojecimiento, cansancio, dolor de cabeza, dolor muscular, escalofríos, dolor en las articulaciones, fiebre, náuseas, ganglios linfáticos inflamados (linfadenopatía), diarrea y vómitos. Los únicos efectos graves informados de esta vacuna son reacciones alérgicas a determinados componentes. La segunda vacuna que llegó a España fue la Moderna en la que un 89,9% de personas tuvieron efectos secundarios muy parecidos a los de la Pfizer. Aunque los efectos de ambas vacunas son leves, ¿por qué se debería de someter obligatoriamente a las personas a ellos? ¿No creen que sería mejor que cada persona elija si quiere o no someterse a esos efectos? No debemos quitarle esta libertad al individuo, es él quien debe de tener el derecho a elegir si desea o no dicho tratamiento médico, si desea o no tener estos efectos secundarios o por el contrario arriesgarse a contraer el virus. Como he citado antes solo el 28% no optaría a la vacunación por lo que el virus se podría controlar y no afectaría a la salud común. Así, podríamos mantener una estabilidad entre la libertad de elección del individuo y la salud común (como dice Constant). Por otra parte, las personas que no opten por la vacunación podrían cambiar de idea al presenciar que los efectos secundarios en otras personas no dejan ningún tipo de secuela y que son totalmente seguros, es decir, que estás vacunas son seguras (volvemos a la influencia del entorno de Hobbes y Rousseau).
No puedo evitar nombrar a la tercera vacuna que llegó a España, la AstraZeneca, sus efectos leves varían muy poco de las dos anteriores. Pero, su efecto secundario grave más conocido ha sido los casos de trombosis en personas que se habían puesto dicha vacuna. Comenzaron en varias personas de Austria, una de ellas falleció, también se han dado en personas de otros
países. Al principio, no asociaron estos casos de trombosis a la vacuna pero los países llegaron a la conclusión de que alguna relación había. Se suspendió su administración en varios países (Francia, Alemania, Países Bajos, Dinamarca, etc.), y en España el 16 de marzo, pero se reanudó el 24 del mismo mes. El porcentaje de trombosis es bajísimo, por lo que tomaron la decisión de seguir administrando dosis porque el PRAC (Comité para la Evaluación de Riesgos en Farmacovigilancia europeo) concluyó que “los beneficios de su uso superan a los riesgos”, pensaron en la salud común (como harían Descartes y Aristóteles anteponiendo la felicidad y el bienestar de la mayoría). ¿Pero qué pasa con los episodios de trombosis que pueden suceder? ¿Quién piensa en ellos? El porcentaje es tan bajo que han hecho como si no existiera, pero es real y esas personas pueden morir, ¿sería justo, sabiendo esto, obligar al individuo a vacunarse con la AstraZeneca?
La anterior pregunta me lleva a otra, ¿por qué el individuo que quiere vacunarse debe hacerlo con la vacuna que le asignen? No hay mucha diferencia respecto a la inmunización pero en los efectos secundarios graves sí, ya que la AstraZeneca los puede tener aunque sea un porcentaje
pequeño. ¿Por qué las autoridades se arriesgan a que sucedan casos de efectos secundarios graves? En la AstraZeneca cada dosis cuesta alrededor o más de 15 euros menos que en la Pfizer y la Moderna, ¿puede que prefieran arriesgarse debido a esa diferencia de precio? ¿Anteponen el precio a la salud de algunos individuos para beneficiar a la salud común?
Dependiendo del grupo de edad al que pertenezcas o de si tienes alguna enfermedad te asignan una vacuna u otra, a las personas de riesgo (mayores o con enfermedades) le asignan la vacuna que menos efectos secundarios ha causado, pero al hacer eso están demostrando que otras son más dañinas que esa, lo que provoca que algunas personas que estaban decididas a vacunarse tengan dudas ya que tendrían que recibir dosis de una vacuna con más efectos secundarios que otras, por esto no sería justo obligar a un individuo a recibir una vacuna menos segura y con menos inmunización en comparación a otras. Algo que nos imponen y que es inamovible es la asignación de la vacuna, si la quieres recibir estás obligado a hacerlo con la que las autoridades crean oportuna, si la vacunación es voluntaria y el deseo del individuo tiene importancia, el derecho fundamental a la intimidad corporal no sería invadido y sicológicamente la sociedad optaría por la vacunación porque cuando le das al individuo el poder de escoger, teniendo interiorizado que podrías obligarlo a hacerlo, tiende mayoritariamente a escoger lo que le recomendaba quién le entregó dicho poder.
En España se alcanzaron altos niveles de cobertura de vacunación precisamente después de que se suprimiera la obligatoriedad en 1986. Es preferible educar e informar sobre los beneficios de la vacunación no solo para el bienestar del individuo también para el del colectivo (equilibrio de bienestar según Constant). La confianza, la libertad de elección y la transparencia favorecerán la relación del individuo con las autoridades médicas. Las vacunas son estadísticamente seguras es más sencillo convencer y demostrar con hechos su inmunización antes que recurrir a la obligación.
Nombre y apellidos: Nuria Díaz Barrera Curso: 4° ESO – C
Centro educativo: IES Delgado Hernández