IES Delgado Hernández, Bollullos Par del Condado, Huelva.
I Concurso de Ensayos Filosóficos “Cogito ergo sum”.
Curso 2020/2021.
Alejandro Valdayo Hernández.
LIBERTAD COACCIONADA
Escribo este ensayo filosófico para dar mi opinión sobre si la vacuna de la COVID-19 debería ser obligatoria o no.
Cualquier decisión que afecte a la salud del individuo debería ser tomada por él mismo, ya que el Estado no es el encargado de poner en duda los ideales de cada persona sino el responsable común, por lo que debe tener un abanico de posibilidades con las que satisfacer el bien común sin dañar la libertad individual. Por consiguiente, opino que la vacuna de la COVID-19, al igual
que cualquier otra vacuna, no debe ser obligatoria.
La obligatoriedad de la vacuna es un tema abierto hoy en día, como en su día lo fue la de la viruela propuesta por Jenner en 1913, la de la gripe, la malaria, etc. Ninguna de ellas fue obligatoria, ¿por qué la del coronavirus sí debería serlo?
Al vivir en comunidad, el conjunto de la sociedad tiene la obligación de mirar por el bien común, ya lo decían ilustrados como Voltaire o Montesquieu, pero cuando el individuo deja de ser realmente libre y cede parte de su libertad por tal de seguir en ese grupo, se ha coaccionado indirectamente a esa persona. Apoyándome en la idea de la libertad individual de Benjamin Constant, pongo en una balanza los beneficios de la vacunación contra la pérdida de esa libertad, que el ser humano ha estado luchado por conseguir durante toda la historia, y actualmente a ojo pesa más el bienestar que nos ofrece la vacuna, pero si nos paramos a pensar en la sangre que se ha derramado en cada lucha, revolución y manifestación que se han llevado a cabo en busca de escapar de la represión de una minoría sobre el resto, ¿realmente vamos a dar ese paso atrás?
Con esto no quiero decir que no haya que vacunarse ya que a día de hoy es la opción más fiable de controlar la pandemia, pero a qué precio. No es muy lógico que según tu posición social y tu cartera te pongan una u otra. Se está dividiendo a la gente en grupos según la importancia que tienen en la sociedad, si no se puede proporcionar a todos la vacuna con más fiabilidad porque
no se dispone de fondos para adquirirlas, algo se está haciendo mal. El dinero mueve el mundo y ahora más que nunca son visibles las consecuencias. Empezando por la discriminación entre clases sociales, siguiendo por pasaportes de vacunación que limitan la libertad de desplazamiento a los que no quieran vacunarse, hasta llegar a la impunidad de los grandes influyentes ya sean políticos o sociales que recurren a otros países para costearse su vacunación, anteponiendo su egoísmo a todo lo demás. Entonces quien tenga poder económico se verá en posición de pagarse un viaje a Dubái para vacunarse y posteriormente conseguir su pasaporte de vacunación europeo.
Otro factor a tener en cuenta cuando hablamos de obligatoriedad es la justicia, ¿cuál debe ser el castigo para los que no acepten la vacuna? De ser una sanción económica, volveríamos al tema de antes, el Estado recaudaría dinero y se ahorrarían las vacunas que no pudieron comprar desde el primer momento. Si fuese una pena de cárcel, estarían condenando a una persona por
sus ideales y no por sus actos, lo que sería inmoral y anticonstitucional. Esa sentencia violaría los derechos humanos por lo que cualquier individuo podría alzarse contra esas imposiciones.
Muchas personas coinciden en la idea de querer vacunarse, pero cuando sepamos si la dosis tiene efectos secundarios. El fin justifica los medios, es decir, si para saber si es seguro vacunarse deben morir personas da igual; mientras no sea yo está bien. Esta idea proviene de una frase escrita por Napoleón, aunque popularmente se le atribuye a Maquiavelo. No creo que esto sea éticamente correcto ya que como he argumentado antes, el bien común debe dominar ante el bien individual, eso sí, ambos tienen su importancia. La libertad de una persona acaba donde empieza la de otra. No podemos vivir anárquicamente porque sería como vivir en una casa de heno, pan para hoy y hambre para mañana.
Ya lo decía Hobbes, la presión del grupo y el miedo a la exclusión, nos condiciona en nuestras decisiones. Ver todos los días los datos es preocupante y nos crea una sensación de angustia, queremos que la pandemia acabe cuanto antes solo para dejar de escuchar lo mismo día tras día. Pero no nos damos cuenta de las consecuencias futuras de nuestros actos, que no tienen por qué ser malas, sin embargo, hay que tener los pies en la tierra y no dejarnos llevar ni
influenciar por factores externos. Por mucho que pensemos que no tiene fin, no es así. Las noticias están enfocando solo a este virus, pero sigue habiendo muchos otros temas importantes a tratar. Y perder tiempo prohibiendo el derecho de elección individual es únicamente un atraso.
La vacuna es necesaria pero la libertad también. Somos hijos de la Ilustración, la razón nos abre la mente y pensando bien, sin libertad no somos nada, no hay avance; una minoría no decide sobre el pueblo. Cuando sea mi turno, acudiré a vacunarme para aportar mi granito de arena, no obstante, iré libremente y sin que nadie decida sobre mí. Por todo esto concluyo en que la vacuna de la COVID-19 no debe ser obligatoria.
Participante: Alejandro Valdayo Hernández
Curso: 4ºESO C
Centro: IES Delgado Hernández