Leer mirando
En la época de este vaso ático, el año 570 a.C, mirar una pintura era leer Homero. Aquí, el pintor Clitias «escribe» en los 66 centímetros de la vasija, cinco historias acerca de la heroicidad de la juventud (los héroes en pos del jabalí de Calidón) y la muerte, trágicamente truncada como en el caso del pequeño Troilo, o trágicamente anunciada desde las bodas de sus padres como en el caso del famoso Aquiles.
La precisión de las figuras y sus nombres, escritos amorosamente junto a cada uno de ellos, revela la intención narrativa del pintor, el cómo expresa escénicamente los mitos que eran patrimonio común.
Es conmovedor que no sólo sean los humanos o los dioses los que lleven un nombre. La fuente, el cántaro, el asiento donde Príamo recibe soliviantado la noticia de su hijo muerto, también tienen su nombre.
El pintor nombra para contar. Y el lector espectador recrea y se regocija en la belleza. No solo entonces, porque la verdadera maravilla más allá del propio objeto es que se nos haya sido dado conocerlo: lo cuenta la profesora de Arte Antiguo de la Universidad Autónoma de Madrid, Carmen Sánchez, en este vídeo.
El Museo de Arte Cicládico de Atenas ha sido el único en el mundo capaz de conseguir que el Arqueológico de Florencia le ceda esta pieza para una exposición. En el vídeo, más sobre el misterio de esta pieza única.