Segundo premio Concurso ESO IES Delgado Hernández. Alejandro Valdayo Hernández

IES Delgado Hernández, Bollullos Par del Condado, Huelva.
I Concurso de Ensayos Filosóficos “Cogito ergo sum”.

Curso 2020/2021.

Alejandro Valdayo Hernández.

LIBERTAD COACCIONADA 

Escribo este ensayo filosófico para dar mi opinión sobre si la vacuna de la COVID-19 debería ser  obligatoria o no. 

Cualquier decisión que afecte a la salud del individuo debería ser tomada por él mismo, ya que  el Estado no es el encargado de poner en duda los ideales de cada persona sino el responsable  común, por lo que debe tener un abanico de posibilidades con las que satisfacer el bien común  sin dañar la libertad individual. Por consiguiente, opino que la vacuna de la COVID-19, al igual  

que cualquier otra vacuna, no debe ser obligatoria. 

La obligatoriedad de la vacuna es un tema abierto hoy en día, como en su día lo fue la de la  viruela propuesta por Jenner en 1913, la de la gripe, la malaria, etc. Ninguna de ellas fue  obligatoria, ¿por qué la del coronavirus sí debería serlo? 

Al vivir en comunidad, el conjunto de la sociedad tiene la obligación de mirar por el bien común,  ya lo decían ilustrados como Voltaire o Montesquieu, pero cuando el individuo deja de ser  realmente libre y cede parte de su libertad por tal de seguir en ese grupo, se ha coaccionado  indirectamente a esa persona. Apoyándome en la idea de la libertad individual de Benjamin  Constant, pongo en una balanza los beneficios de la vacunación contra la pérdida de esa  libertad, que el ser humano ha estado luchado por conseguir durante toda la historia, y  actualmente a ojo pesa más el bienestar que nos ofrece la vacuna, pero si nos paramos a pensar  en la sangre que se ha derramado en cada lucha, revolución y manifestación que se han llevado  a cabo en busca de escapar de la represión de una minoría sobre el resto, ¿realmente vamos a  dar ese paso atrás? 

Con esto no quiero decir que no haya que vacunarse ya que a día de hoy es la opción más fiable  de controlar la pandemia, pero a qué precio. No es muy lógico que según tu posición social y tu  cartera te pongan una u otra. Se está dividiendo a la gente en grupos según la importancia que  tienen en la sociedad, si no se puede proporcionar a todos la vacuna con más fiabilidad porque  

no se dispone de fondos para adquirirlas, algo se está haciendo mal. El dinero mueve el mundo y  ahora más que nunca son visibles las consecuencias. Empezando por la discriminación entre  clases sociales, siguiendo por pasaportes de vacunación que limitan la libertad de  desplazamiento a los que no quieran vacunarse, hasta llegar a la impunidad de los grandes  influyentes ya sean políticos o sociales que recurren a otros países para costearse su  vacunación, anteponiendo su egoísmo a todo lo demás. Entonces quien tenga poder económico  se verá en posición de pagarse un viaje a Dubái para vacunarse y posteriormente conseguir su  pasaporte de vacunación europeo.  

Otro factor a tener en cuenta cuando hablamos de obligatoriedad es la justicia, ¿cuál debe ser el  castigo para los que no acepten la vacuna? De ser una sanción económica, volveríamos al tema  de antes, el Estado recaudaría dinero y se ahorrarían las vacunas que no pudieron comprar  desde el primer momento. Si fuese una pena de cárcel, estarían condenando a una persona por 

sus ideales y no por sus actos, lo que sería inmoral y anticonstitucional. Esa sentencia violaría los  derechos humanos por lo que cualquier individuo podría alzarse contra esas imposiciones. 

Muchas personas coinciden en la idea de querer vacunarse, pero cuando sepamos si la dosis  tiene efectos secundarios. El fin justifica los medios, es decir, si para saber si es seguro  vacunarse deben morir personas da igual; mientras no sea yo está bien. Esta idea proviene de  una frase escrita por Napoleón, aunque popularmente se le atribuye a Maquiavelo. No creo que  esto sea éticamente correcto ya que como he argumentado antes, el bien común debe dominar  ante el bien individual, eso sí, ambos tienen su importancia. La libertad de una persona acaba  donde empieza la de otra. No podemos vivir anárquicamente porque sería como vivir en una  casa de heno, pan para hoy y hambre para mañana.  

Ya lo decía Hobbes, la presión del grupo y el miedo a la exclusión, nos condiciona en nuestras  decisiones. Ver todos los días los datos es preocupante y nos crea una sensación de angustia,  queremos que la pandemia acabe cuanto antes solo para dejar de escuchar lo mismo día tras  día. Pero no nos damos cuenta de las consecuencias futuras de nuestros actos, que no tienen  por qué ser malas, sin embargo, hay que tener los pies en la tierra y no dejarnos llevar ni  

influenciar por factores externos. Por mucho que pensemos que no tiene fin, no es así. Las  noticias están enfocando solo a este virus, pero sigue habiendo muchos otros temas  importantes a tratar. Y perder tiempo prohibiendo el derecho de elección individual es  únicamente un atraso. 

La vacuna es necesaria pero la libertad también. Somos hijos de la Ilustración, la razón nos abre  la mente y pensando bien, sin libertad no somos nada, no hay avance; una minoría no decide  sobre el pueblo. Cuando sea mi turno, acudiré a vacunarme para aportar mi granito de arena,  no obstante, iré libremente y sin que nadie decida sobre mí. Por todo esto concluyo en que la  vacuna de la COVID-19 no debe ser obligatoria. 

Participante: Alejandro Valdayo Hernández 

Curso: 4ºESO C 

Centro: IES Delgado Hernández 

Primer premio Concurso. David Díaz Rebollo. IES La Palma.

IES Delgado Hernández, Bollullos Par del Condado, Huelva.
I Concurso de Ensayos Filosóficos “Cogito ergo sum”.

Curso 2020/2021.

David Díaz Rebollo. Primer Premio Bachillerato.

¿Debe ser la inyección de las vacunas del Covid19 obligatoria?

“Mi libertad se termina donde empieza la de los demás” enunció Jean-Paul Sartre. Y es que son la ética y la libertad las que marcan la respuesta de este controversial tema, o quizás más de una. Cabe pensar que la obligatoriedad de la inyección de la misma está relacionada con la existencia de consecuencias negativas (sanciones administrativas) en el caso de que la persona no ceda a recibir la vacuna. Por tanto, uno de los presupuestos para la libertad no se daría, la ausencia de coerción, siendo el individuo menos libre en su elección y poniéndose impedimentos para que él mismo elija lo que desea (libertad negativa). Por otro lado, también cabe pensar que si la vacuna no es obligatoria y hay un sector en la población que decide no inyectársela se estaría violando la libertad de los demás al poner en peligro su salud.

Es, por tanto, importante conocer el concepto de libertad y lo que implica, para, recurriendo a la alegoría platónica de la caverna, dejar las opiniones y creencias atrás (doxa) para ir más allá de la superficie de las cosas y llegar a la verdad o al menos acercarnos a ella, teniéndola como horizonte. La libertad es la condición necesaria para que haya vida moral, la capacidad del ser humano de elegir entre diferentes opciones sin ser coaccionado por nada ni nadie. Encontramos como presupuestos de la libertad: la ausencia de coerción, el conocimiento, la reflexión y la previsión.

Asimismo, es necesario realizar un breve análisis sobre la sociedad en la que vivimos, ya que es a la que afecta la inyección de la vacuna, la sociedad del “like”, conocedora del falso conocimiento y que toma por verdadero aquello encubierto por apariencias por el simple hecho de ser publicado por un “influencer” (falacia ad hominem) o cualquier bulo. No pensar es cómodo, pero también te hace menos libre (según el concepto anterior). La masa, que no se esfuerza por reflexionar ni contrastar la información que se encuentra, es cautiva de ella misma y a su vez más manipulable, ya que en vez de hacer variado el número de opciones para elegir y consecuentemente ser más libre, se encierra en una burbuja ignorante, llena de opinión y creencia. Una burbuja llena de información externa, para la masa irrefutable, que no pasa por el juicio de la razón y que automáticamente se convierte en verdadero aun siendo información falsa o simples falacias. Y esto puede ser peligroso, ya que al contrario de Descartes, no lo dudan todo, sino que se lo creen todo. Incluso me atrevería a decir que se caracteriza la masa de hoy en día por ser “antirracionalista”. Esto es: no dudo de todo, ni siquiera dudo de que dudo pues no pienso; “no pienso, luego existo”. Por ejemplo, alguien cree que la vacuna es un mecanismo del gobierno para introducir microchips en el cuerpo pero duda de que simplemente cree linfocitos B de memoria, por tanto se niega a inyectársela. El resultado sería poner en peligro la salud de uno mismo y de terceros, fruto de una falta de libertad debido a la ausencia de conocimiento.

Las redes sociales y algunos medios de comunicación son los protagonistas de este proceso, así como los usuarios que actúan como entes “no pensantes”. Entes que relacionan un alto número de seguidores y likes con que la opinión de estas mismas personas influyentes es incuestionable y verdadera, meras apariencias. Un usuario lee información falsa y pseudocientífica de lo que un cantante ha publicado sobre la vacuna del Covid 19 y automáticamente pasa a ser información verdadera para este, sin lugar a

preguntas ni a dudas. Con lo cual, ante el debate de obligatoriedad o no obligatoriedad de la vacuna partimos de una masa esclava, desinformada e ignorante. Una masa prisionera, dentro de la cueva.

Una vez realizado este breve análisis, no sería descabellado pensar que antes de tomar la decisión entre ser o no ser obligatorio, el principal objetivo ahora es hacer más libre a la masa. O lo que es igual en este caso, hacerla menos ignorante, más conocedora de la verdad provisional científica sobre la vacuna y consecuentemente hacerla reflexionar. Siendo el conocimiento y la reflexión dos presupuestos de la libertad, en síntesis, el objetivo antes de elegir entre que sea obligatoria o no la vacuna es hacer más libre al pueblo para elegir. Evitando que los medios de desinformación más que de información difundieran información falsa, lanzando campañas que acerquen la ciencia a la población con un vocabulario más familiar a través de fuentes oficiales del Estado (típico de la pseudociencia el no usar términos técnicos, pero esta vez con el respaldo científico. Simplemente con esto se conseguiría acercar la ciencia a la población con menos tecnicismos, pero siempre sin tergiversar datos desfavorables, descansando sobre la lógica, proponiendo nuevas hipótesis,etc.),… De manera que se lleven a cabo unas “misiones pedagógicas” como hacía Lorca el siglo pasado para hacer al pueblo más culto, más conocedor de la verdad, aunque esta verdad sea provisional (ya que es científica).

Desde un punto de vista biológico, el cerebro está hecho en un principio para sobrevivir, y no para ser felices o para conocer la verdad. El ser humano va a intentar sobrevivir a toda costa. Sin embargo, con un falso conocimiento se puede ver afectada la supervivencia de la especie. Eso sí, va a intentar hacerlo con lo que cree que es beneficioso para que sobreviva. Si un individuo piensa que la inyección de la vacuna va a ser perjudicial evidentemente no va a apoyar introducirla en su cuerpo. Por el contrario, si piensa que es beneficiosa querrá inyectarla en su cuerpo. El problema se hace explícito cuando el individuo actúa de forma que cree que beneficia a la supervivencia pero realmente no es así, sino más bien todo lo contrario. En este caso, teniendo en cuenta que la vacuna es el único medio a través del cual un mayor número de individuos dentro de la especie va a sobrevivir, sería erróneo y perjudicial tomar la decisión de pasar la vacuna por alto. Aquí entra la responsabilidad moral, y se dividiría en dos vertientes.

Por un lado, el individuo que toma la decisión perjudicial para él y para el resto consciente de lo que hace y libre en su elección. Al ser responsable y creador de las consecuencias de sus actos, serían unas consecuencias inmorales. En cambio, si no es consciente y por tanto no es libre en su elección y la acción del individuo tiene consecuencias negativas que afectan a terceras personas, se hablaría de unas consecuencias amorales. Algo queda claro, y es que sean morales o inmorales las consecuencias, afectan negativamente y de igual manera al tercero. Es decir, si un individuo no se inyecta la vacuna ya sea consciente del peligro que conlleva o no lo sea, cabe la posibilidad de, hasta en el peor de los casos, contagiar a un tercero y hacer que muera.

En resumen, se parte de una masa esclava que no abre el rango de opciones para elegir y por tanto se hace menos libre y prisionera ella misma. De una sociedad que no cuestiona y no duda, constituida por medios de desinformación y entes no pensantes encerrados en la caverna moderna: redes sociales, programas de televisión basura, … donde cualquier persona no formada, mal instruida, desinformada,… tiene una completa

autoridad sobre su público. Un público conformista el cual no lucha por ser libre, por ir más allá de sombras y figuras, y desde que no lucha procede a cavar su propia tumba y a ser fácilmente manipulado por élites. La ciencia nunca conseguirá una verdad absoluta, y si así fuera no sería ciencia. Sin embargo, consigue verdades provisionales a través de las comprobaciones formales y materiales de hipótesis hasta deducir una predicción observando experimentos. Atendiendo a la fiabilidad de la vacuna y al peligro que supone la no inyección de esta, así como a todos los factores anteriores, lo más correcto sería que fuera obligatoria. En un Estado de derecho en el que su actividad se regula por las leyes y se vela por el beneficio y bienestar del ciudadano, no es descabellado legitimar la obligatoriedad de la misma para así, como individuos obligados a hacer el bien mayor, beneficiar al mayor número de personas posible. Dejando la decisión de vacunarse o no en una masa ignorante y guiada por sus impulsos sensibles no racionales, las “sombras y figuras” provocarían inevitablemente malestar, enfermedad, muertes y nuevas olas pandémicas.

David Díaz Rebollo

2º Bachillerato C – Ciencias de la salud

IES La Palma

Primer premio Concurso ESO IES Delgado Hernández. Nuria Díaz Barrera.

IES Delgado Hernández, Bollullos Par del Condado, Huelva.
I Concurso de Ensayos Filosóficos “Cogito ergo sum”.

Curso 2020/2021.

Nuria Díaz Barrera.

Ética de la invasión corporal 

La vacunación obligatoria parece sencilla, todos se vacunan y se supera la pandemia, pero esto  no sucede así. No todo el mundo se quiere vacunar, ¿quién controla eso? ¿El personal  sanitario que ya está desbordado? ¿Los mediadores sociales que no hay? ¿La policía contra la que ya se está cargando supuestamente por el abuso de su autoridad? ¿Los jueces, que tienen  el poder pero no los medios? Según el último barómetro del CIS (Centro de Investigaciones  Sociológicas) “el 28% de la población española se niega a vacunarse.” ¿Por qué deberíamos  obligarlos? La OMS estima que hará falta vacunar aproximadamente a un 65% de la población  para controlar el COVID – 19. Si hacemos cuentas, alrededor del 72% de la población española  se vacunaría voluntariamente, es decir, que el virus se podría controlar. ¿Qué necesidad hay  de obligar a ese 28% a vacunarse, a quitarles su derecho fundamental a la intimidad corporal? 

En España no es obligatoria la vacunación y hasta ahora la cobertura de personas inmunizadas es muy alta y los colectivos antivacunas tienen muy poco impacto sobre la sociedad, por  ejemplo, la cobertura de vacunación infantil está alrededor del 95%. En cambio, en Italia, la  cobertura de vacunación infantil es totalmente obligatoria y sin embargo se encuentra por  debajo del 90%, los padres prefieren ser sancionados antes que vacunar a sus hijos (interponen los sentimientos y actúan acorde a ellos, el empirismo de Hume y Locke). Esto fue  impuesto en 2018, desde entonces los colectivos contra la vacunación crecieron en Italia. Otros estudios sicológicos demuestran que si las personas obligadas a vacunarse y qué ya eran  reacias a la idea sufren problemas de salud después de esa vacunación lo asociaran a ella,  creando así mártires y generando un rechazo mayor en personas que están dudosas de  vacunarse o drásticamente cambiando las ideas de otras que sí optaban por hacerlo (la  influencia del entorno según Hobbes y Rousseau). 

Todos los medicamentos, incluidas las vacunas, pueden desencadenar reacciones adversas  leves u otra más grave. La primera vacuna que llegó a España fue la Pfizer en la que un 74,2%  de personas tuvieron algún efecto secundario leve; dolor en el lugar de la inyección hinchazón  o enrojecimiento, cansancio, dolor de cabeza, dolor muscular, escalofríos, dolor en las  articulaciones, fiebre, náuseas, ganglios linfáticos inflamados (linfadenopatía), diarrea y  vómitos. Los únicos efectos graves informados de esta vacuna son reacciones alérgicas a  determinados componentes. La segunda vacuna que llegó a España fue la Moderna en la que  un 89,9% de personas tuvieron efectos secundarios muy parecidos a los de la Pfizer. Aunque  los efectos de ambas vacunas son leves, ¿por qué se debería de someter obligatoriamente a  las personas a ellos? ¿No creen que sería mejor que cada persona elija si quiere o no  someterse a esos efectos? No debemos quitarle esta libertad al individuo, es él quien debe de  tener el derecho a elegir si desea o no dicho tratamiento médico, si desea o no tener estos  efectos secundarios o por el contrario arriesgarse a contraer el virus. Como he citado antes  solo el 28% no optaría a la vacunación por lo que el virus se podría controlar y no afectaría a la  salud común. Así, podríamos mantener una estabilidad entre la libertad de elección del  individuo y la salud común (como dice Constant). Por otra parte, las personas que no opten  por la vacunación podrían cambiar de idea al presenciar que los efectos secundarios en otras  personas no dejan ningún tipo de secuela y que son totalmente seguros, es decir, que estás  vacunas son seguras (volvemos a la influencia del entorno de Hobbes y Rousseau).

No puedo evitar nombrar a la tercera vacuna que llegó a España, la AstraZeneca, sus efectos  leves varían muy poco de las dos anteriores. Pero, su efecto secundario grave más conocido  ha sido los casos de trombosis en personas que se habían puesto dicha vacuna. Comenzaron  en varias personas de Austria, una de ellas falleció, también se han dado en personas de otros  

países. Al principio, no asociaron estos casos de trombosis a la vacuna pero los países llegaron  a la conclusión de que alguna relación había. Se suspendió su administración en varios países  (Francia, Alemania, Países Bajos, Dinamarca, etc.), y en España el 16 de marzo, pero se  reanudó el 24 del mismo mes. El porcentaje de trombosis es bajísimo, por lo que tomaron la  decisión de seguir administrando dosis porque el PRAC (Comité para la Evaluación de Riesgos  en Farmacovigilancia europeo) concluyó que “los beneficios de su uso superan a los riesgos”,  pensaron en la salud común (como harían Descartes y Aristóteles anteponiendo la felicidad y  el bienestar de la mayoría). ¿Pero qué pasa con los episodios de trombosis que pueden  suceder? ¿Quién piensa en ellos? El porcentaje es tan bajo que han hecho como si no existiera,  pero es real y esas personas pueden morir, ¿sería justo, sabiendo esto, obligar al individuo a  vacunarse con la AstraZeneca? 

La anterior pregunta me lleva a otra, ¿por qué el individuo que quiere vacunarse debe hacerlo  con la vacuna que le asignen? No hay mucha diferencia respecto a la inmunización pero en los  efectos secundarios graves sí, ya que la AstraZeneca los puede tener aunque sea un porcentaje  

pequeño. ¿Por qué las autoridades se arriesgan a que sucedan casos de efectos secundarios  graves? En la AstraZeneca cada dosis cuesta alrededor o más de 15 euros menos que en la  Pfizer y la Moderna, ¿puede que prefieran arriesgarse debido a esa diferencia de precio?  ¿Anteponen el precio a la salud de algunos individuos para beneficiar a la salud común? 

Dependiendo del grupo de edad al que pertenezcas o de si tienes alguna enfermedad te  asignan una vacuna u otra, a las personas de riesgo (mayores o con enfermedades) le asignan  la vacuna que menos efectos secundarios ha causado, pero al hacer eso están demostrando  que otras son más dañinas que esa, lo que provoca que algunas personas que estaban  decididas a vacunarse tengan dudas ya que tendrían que recibir dosis de una vacuna con más  efectos secundarios que otras, por esto no sería justo obligar a un individuo a recibir una  vacuna menos segura y con menos inmunización en comparación a otras. Algo que nos  imponen y que es inamovible es la asignación de la vacuna, si la quieres recibir estás obligado a  hacerlo con la que las autoridades crean oportuna, si la vacunación es voluntaria y el deseo del  individuo tiene importancia, el derecho fundamental a la intimidad corporal no sería invadido  y sicológicamente la sociedad optaría por la vacunación porque cuando le das al individuo el  poder de escoger, teniendo interiorizado que podrías obligarlo a hacerlo, tiende  mayoritariamente a escoger lo que le recomendaba quién le entregó dicho poder.  

En España se alcanzaron altos niveles de cobertura de vacunación precisamente después de  que se suprimiera la obligatoriedad en 1986. Es preferible educar e informar sobre los beneficios de la vacunación no solo para el bienestar del individuo también para el del  colectivo (equilibrio de bienestar según Constant). La confianza, la libertad de elección y la transparencia favorecerán la relación del individuo con las autoridades médicas. Las vacunas  son estadísticamente seguras es más sencillo convencer y demostrar con hechos su inmunización antes que recurrir a la obligación.

Nombre y apellidos: Nuria Díaz Barrera Curso: 4° ESO – C
Centro educativo: IES Delgado Hernández

Mención especial Concurso. Juan Porcel Salguero. IES Ibn Jaldun

IES Delgado Hernández, Bollullos Par del Condado, Huelva.
I Concurso de Ensayos Filosóficos “Cogito ergo sum”.

Curso 2020/2021.

Juan Porcel Salguero. IES Ibn Jaldun

¿Qué más da quién te lo cuente? 

Ardía el granito para saciar la sed misticista. La planta del Nilo se reducía a ascuas, al igual que lo hizo años antes con Julio César. Hipatia y otros sabios se apresuraban por salvar la raíz del conocimiento antiguo. Se perderían las memorias que Escipión escribió para perpetuarse en este convulsionado Imperio, sumido en el caos de la nueva doctrina cristiana. Se destruyó el símbolo del saber, se redujeron a cenizas años de desarrollo… 

Le contaba Alfonso X a Buenaventura de Siena paseando por el Palacio de Sigüenza: — Por ello, querido amigo mío, he de realizar esta empresa. ¡Fomentar la cultura! ¡Sanar la raíz! 

— ¡Oh, gran señor, bien es merecedor de su apodo! —Exclamó Buenaventura— Gran sabio es usted al reconocer el conocimiento como forma de gran desarrollo, derrocar a los ignorantes bárbaros, que entumecen la grandeza de su trono con sus flechas impregnadas con el veneno de la ignorancia. 

Alfonso contemplaba los bellos arcos mudéjares que reflejaban la radiante luz del verano toledano y al fin contestó: 

— Bien se sabe que la influencia no se ejerce solo con la espada del Cid, más afilado puede llegar a ser las palabras de un necio que inviten a hundir lo que ya otros crearon. Como fiel defensor del pensar, he de realizar este proyecto: la Escuela de Traductores de Toledo. 

— Por ello, a tí, mi alumno, Johann, te he trasladado lo más valioso que tiene una persona, el pensamiento crítico. De esta historia inspiré mi lema: “¡Atrévete a pensar!” —Relataba Immanuel saboreando la última gota de vino de Alsacia— 

Fichte, con el rostro iluminado por el relato de su mentor, le respondió: — ¡Qué influenciables son las personas y qué incapaces otros de saborear el néctar del saber! 

— Sí, ojalá que sean tan capaces de amar el conocimiento como yo de disfrutar un buen vino en una noche en Königsberg. —Contestó Kant con el licor ardiendo en vena, sintiendo el narcótico efecto— 

— Animales son aquellos que aniquilan el trabajo de los sabios. —Añadió el joven tratando de sacar más jugo a la que sería una de las últimas conversaciones con su maestro— La inteligencia es lo mejor que jamás le pasó al ser humano.

El anciano miró colorado y escéptico, un poco decepcionado con la respuesta de quien veía su estudiante más brillante. 

— La inteligencia no es ni de lejos lo mejor, querido alumno, es un arma peor que la pólvora, que hace imprudente a quien la posee y feliz a aquellos besugos que no se esfuerzan por domesticarla. Mas lo único capaz de hacer uso de tan poderoso obsequio es la razón, el pensamiento crítico, lo que hace destruir o crear, tanto puede urdir la congestión del sistema, como puede crear obras del calibre de La Flauta Mágica. ¡Cómo podría desembocar en algo tan bello y tan bárbaro! ¡Cómo existir personas capaces de incitar a otras al más profundo escorzo! 

Contaba Judith en una acalorada charla. 

— Chico, todo lo que leas por Internet no es real. Algunos artículos son falsos, como te he enseñado en el relato. Tienes que entender las cosas y no dejarte llevar. Tienes que tener más pensamiento crítico. Tienes que atreverte a pensar y no ser quien incite a tener pensamientos tan absurdos como los de quienes nos controlan con las vacunas. —Prosiguió la filósofa— 

— ¡Nos controlan! ¡Lo han dicho Miguel Bosé o Bunbury! ¡Implantan chips para saber todo sobre nosotros! —Respondió el niño respirando entrecortado por su rabieta a viva voz— 

Wendy, la pareja de Butler, con impaciencia y hambre se adelantó a la réplica de su mujer y le agarró de la camisa. 

— Judith, no vale la pena seguir. Isaac y yo tenemos hambre. ¿Por qué tratas de hablar con un niño que está gritando en la cola? ¡Déjalo ya! No te esfuerces más. No lo va a entender.— 

— Wendy, si dejamos que le grite a su madre y que siga creyendo en estupideces, ¿qué clase de filósofa humanista sería yo? ¿Qué ejemplo le daríamos a Isaac? 

Volvió la cabeza al chico y prosiguió: 

— Mira, si nos controlan. ¿Por qué iban a vacunarse personas importantes o iban a colarse obispos en las colas de la vacunación? 

El niño hizo un amago de responder, pero la filósofa siguió: 

— ¿Acaso no nos controlan ya por nuestra huella digital, por nuestros móviles y cualquier dispositivo electrónico? Sería de idiotas pensar que no. 

El chico, intimidado por lo sólido de los argumentos en su contra, se giró y se fue. Pero, Judith, en su preocupación decidió hacer un concurso de ensayos filosóficos sobre si se debería poner o no la vacuna. 

— Por ello, propongo a la clase ser partícipes de este concurso y ayudar a esta figura de la Filosofía a propagar el pensamiento crítico sobre los jóvenes. —Explicaba el profesor de Filosofía de mi instituto—

— Esta actividad será evaluada con nota de examen. Si queréis comentar algo de la tarea dedicaré la clase de hoy a un debate sobre la misma. Colocaos por opiniones. Los que opinan que la vacuna es mala, a la izquierda y los que es buena, a la derecha. 

Yo fui el único que se situó a la izquierda. Todos los demás se fueron a la derecha. — ¡Sergio, como siempre, llevando la contraria al mundo! —Respondió en tono irónico su docente— 

— Y abriremos el debate con el grupo minoritario: ¿Por qué no deberíamos ponernos la vacuna? 

Mi alma prendió, en el instante de la pregunta como la Roma de Nerón y sin absoluta dilación me alcé como Gravina en Trafalgar, como él, esperaba una batalla sin rival, un viento a favor, una corriente del alma. 

— Estas vacunas causan enfermedades, como la de Pfizer, que crea malestar, fiebre o dolores. O en la Astrazeneca que ocasiona hemorragias y trombosis. Además, una mujer murió tras ponérsela. —Ataqué primero— 

— Aún así, es mejor los efectos secundarios de la vacuna que tener el virus del COVID. Respecto a la mujer, revelaron que su fallecimiento nada tenía que ver con el tratamiento. —Replicó Víctor, el chico repelente que a todos caía mal y tenía la fama de tozudo y de nunca llevar razón— 

— Cabe la posibilidad de que estos sean placebos. Se han hecho experimentos y éstos funcionan. Las grandes farmacéuticas podrían haber utilizado esta metodología para ahorrar. —Dije yo buscando reanudar por otra vertiente el frente derribado— — Sergio, alma de cántaro. —Soltó Donna, una agradable catalana de voz de seda— Si las vacunas las paga el Estado en su mayoría, ¿para qué iba a invertir en algo que saben que es ineficiente?— 

Tratando de sacarme a mí mismo de este traspiés eché el guante del relativismo, que tan enigmático aliado es de la realidad. 

— Bueno, aún así, no se ha mostrado la eficacia de la vacuna. Al fin y al cabo, ¿por qué no dársela entonces a mayores de 60 o a embarazadas?— 

— ¡Sí que están probadas! Las personas que la tienen no se contagian. —Continuó Donna— Pero es que todos los medicamentos tienen sus prospectos y como tal podría dañar los sistemas de las personas con esas condiciones, puesto que su sistema es más vulnerable. De todas formas se tienen que seguir probando, ya que, lo único que se ha demostrado es que evitan el contagio de la enfermedad. 

— Por eso, ha habido casos de personas que les ha ocasionado problemas como patologías varias y, por favor, no digas que provocan autismo. Porque el autismo se etiqueta antes de los dos años y la vacuna no se puede poner a esa edad.—Añadió el profesor— Las vacunas han sido un gran avance, nos han librado de enfermedades tan horribles como la polio. ¿Realmente piensas eso, Sergio? 

Esas palabras, por algún motivo, me helaron la sangre. No supe qué responder. Pero, en cualquier caso, mi lengua bailó antes que mis pensamientos:

— Digáis lo que digáis son sinsentidos que os inducen a creerlo. Yo seguiré sin creer. 

— Por eso estoy aquí, Caronte. —Terminé de contar mi historia— 

Él no me miraba. Supongo que ni siquiera merecí su rostro. Era un oscuro paisaje, sacado del impresionismo. Una sátira de Velazquez, un río del que la sombra es su principal afluente, del que se apodera el baile de lúgubres juegos de macabras figuras en contraste con la parsimonia del barquero, al que su único atributo visible para mi era su raquítica espalda, sus harapos remendados y su enfermiza piel. 

— Ya no hay nada más que contar, sólo mi dolor de los últimos instantes de mi vida. 

Por primera vez vi el perfil de su cara, una barbilla resaltada a juego con su nariz aguileña, que junto a sus profundas ojeras hacen honor a quien se llevó al mayor pesimista, ya que la desesperación y el saber se hacían palpables en su mirar. 

— ¡No te sirve de nada vivir! Ya lo decía Hegel: “Bienvenido sea el dolor siempre que provoque el arrepentimiento”. Pero ya es tarde, esas palabras murieron junto a ti. Su rival sempiterno, Schopenhauer, complementa mi crítica: “Más vale vivir sin honor que morir con honor; el honor se puede recuperar, la vida no”. Y tú, por ironías del destino, moriste sin honor. ¡Pobre de ti! Toda una eternidad sometido a una auto-humillación. —Impugnó el navegante de la laguna Estigia— 

Su voz era un trueno que rajaba mi corazón como el grito de Aníbal que abrió paso a su ejército por los Alpes, un relámpago de neón que ha cegado la estupidez. Tenía razón, tengo neurosis colectiva, la debilidad intelectual, la influencia sociológica, la escasa capacidad de razonamiento. 

— ¡Sergio! —Siguió ese siniestro personaje que sellaría mi destino— De nada sirven tus lamentos. La vacuna no era por tí. Era por tu madre, tu abuelo, tu abuela, tu hermano pequeño… ¿Has visto? ¡Cuánto daño hace un ignorante a su entorno! Como un caldo de cultivo en el que germina la desconfianza en la gaya ciencia por culpa de una escasa capacidad intelectual propia y un escaso conocimiento. ¿Realmente crees que ellos lo merecían? Antonio Machado una vez me dijo: “Un corazón que no siente no es un corazón”. Pues, una mente deja de serlo cuando no piensa. 

Esas fueron las últimas palabras que intercambié con ese extraño ser. Su voz se plantea en mi memoria en cada uno de los recuerdos que me quedan de mi existencia, en un ramo de rosas de sólo espinas. Mi alma recita esas palabras. Esas que se clavan en mí como la Navaja de Ockham: ¿Realmente ellos se lo merecían? Ya no tengo por qué lamentarme. No los volveré a ver. Aunque eso me haga mirar al pasado con cierta melancolía. Ya no tengo familia, no tengo amigos, no tengo cuerpo, no me tengo a mí. Ya de nada sirve encoger mi alma en busca de restos para rebañar con lágrimas. Soy lo que pude haber sido, Y eso, es lo que me ha hecho ser quien ahora soy, un muerto. Lo único que puedo hacer es contarte la historia de mis errores. Y hacer que tú, querido lector, querida lectora, despiertes de este sueño que te he

inducido y veas la realidad con ojos de quien ha encarado la muerte. Para mí ya es tarde, me quedaré con Neruda y Hesse. Tal vez ya sea el Lobo Estepario. Tal vez, Leonor. Tal vez, Siddharta. Tal vez, Matilde. ¿Qué más da quién te lo diga y quien ahora yo sea? 

Nombre: Juan Porcel Salguero 

Centro: Ibn Jaldun 

Premios concurso de ensayos. IES Delgado Hernández.

IES Delgado Hernández, Bollullos Par del Condado, Huelva.
I Concurso de Ensayos Filosóficos “Cogito ergo sum”.

Fallo del jurado:
Premio alumnos/as de Bachillerato mayores de edad, Centros de Andalucía.
Declarado desierto.
Premios alumnos/as de Bachillerato menores de edad, Centros de Andalucía.
1º David Díaz Rebollo. IES La Palma.
2º Desirée Lara Moreno. IES Catedrático Pulido Rubio.
Mención especial exalumno/a IES Delgado Hernández.
Declarado Desierto.
Mención especial ensayo original (forma literaria).
Juan Porcel Salguero. IES Ibn Jaldun
Premios alumnos/as del IES Delgado Hernández curso Cuarto de la ESO.
1º Nuria Díaz Barrera
2º Alejandro Valdayo Hernández
3º Triana Domínguez Alcántara

El jurado quiere agradecer a todos los participantes y todos los profesores de los diferentes Centros que han hecho posible este concurso de ensayos.
Se recuerda que los ensayos premiados y el conjunto de ensayos participantes seleccionados se publicarán en los diferentes medios del Centro y en los blogs. Participar en el presente concurso es autorizar esta publicación.
Jurado:
José Ángel Sánchez Galán
Antonio Daniel Herrera Burgos
Ignacio Escañuela Romana.

Dudas: ignacioesro@institutodh.net / o bien llamar al IES Delgado
Hernández 959439921 y preguntar por Ignacio Escañuela, profesor de Filosofía.

Acta premios concurso de ensayos IES DH

Emilio Prados. 4 de marzo.

4 de marzo de 1899 nace Emilio Prados, poeta de la Generación del 27.

 

Incluimos un poema:

CANCIÓN PARA LOS OJOS

Lo que yo quiero saber
es dónde estoy…
Dónde estuve,
sé que nunca lo sabré.
Adónde voy ya lo sé…

Dónde estuve,
dónde voy,
dónde estoy
quiero saber,
pues abierto sobre el aire,
muerto, no sabré que, soy vivo,
lo que quise ser.

Hoy lo quisiera yo ver;
no mañana:
¡Hoy!