αθόρυβες ταφές (tumbas silenciosas)

Las fuentes antiguas por lo general describen a Atenas como una polis más civilizada que la nación espartana, en la que ni había extranjeros integrados en la sociedad (metecos) ni un buen ciudadano era el que amaba la democracia, sino el que ofrecía su vida al predominio militar de Esparta. 

Un dato característicamente brutal es que los espartanos eliminaban con acerbidad a los niños nacidos con defectos o con demasiada fragilidad para servir al estado. Niños con labios leporinos, con debilidad articulatoria, sin suficientes defensas para sobrevivir a una meningitis, eran desechados. ¿Y en Atenas? ¿Tan superiores eran moralmente en Atenas?

Recientes hallazgos e investigaciones arqueológicas responden: NO. En todo el mundo griego, en Eretria, en la antigua Messene, en la dorada Atenas, es frecuente encontrar fosas comunes con enterrados anónimos, no solo ejecutados salvajemente, sino enterrados masivamente por razones que se desconocen, pero que no dejan de ensombrecer e incluso oscurecer muy negramente la cara luminosa de la historia que nos gusta creer que conocemos. 

En Atenas, al menos desde el siglo VII hasta el siglo V a.n.e., cuando se empieza a preferir el uso del envenenamiento por cicuta para ejecutar la pena capital, fue habitual una pena de muerte similar a la crucifixión en tiempos menos remotos, según la cual dejaban los cuerpos a la vista de todos hasta morir lentamente. Un ejemplo es el hallazgo conocido como «los encadenados de Falero», fosa común de setenta y nueve esqueletos descubierta en marzo de 2016 durante las obras de construcción de la Fundación Cultural Stavros Niarchos.

Los restos que se han encontrado corresponden a tres grupos de fosas datadas en el siglo VII a.n.e: una primera con varones de entre 20 y 22 años de edad, junto con dos jóvenes de entre 12 y 16 años; una segunda con varones de entre 30 y 45 años, también sujetos con cadenas como los primeros; una tercera con restos de cuerpos ejecutados en el mismo momento a golpes en las sienes. 

Los encadenados de Falero. Fuente: periódico Kathimerini 06.02.2020

En el lado oeste por fuera del ágora ateniense, al norte del templo de Hefesto, junto a un pozo, se han encontrado los restos de 449 cadáveres de niños acompañados de 150 cadáveres de perros. 

La ubicación junto a los pozos es un denominador común en muchas tumbas colectivas, por la razón de que el pozo conducía simbólicamente al inframundo, al lugar de los muertos. Los perros son animales relacionados por lo general con el mundo subterráneo (el famoso Cerbero es un can), y con Hécate, divinidad de las puertas, las encrucijadas y lo limítrofe, mediadora entre mundos antagónicos como son el mundo de la luz de los vivos y el de la oscuridad de los difuntos. 

Enterramientos comunes, sin estelas ni epitafio, anónimos, últimas moradas de seres humanos no honrados por la sociedad, sino indeseados, dan fe de que las sociedades antiguas a menudo han sido demasiado benévolamente idealizadas en los libros, sublimadas artísticamente por un imaginario que siempre ha preferido limar asperezas y preservar superficies lisas, impolutas.

 

 

 

Vista del templo de Hefesto y el ágora. LBM1948CC BY-SA 4.0, via Wikimedia Commons.

 

Fuente: LIFO podcast «Ιστορία μιας πόλης-Αθήνα», episodio «Οι ανεπιθύμητοι νεκροί της αρχαίας Αθήνας», en Spotify. 

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