«Nadie entre sin saber geometría» (ἀγεωμέτρητος μηδείς εἰσίτω)

 En la Academia de Atenas se debatía, se cuestionaba y se buscaba la verdad desinteresada.

El diálogo del mundo clásico enmudeció y fue sustituido por el monólogo del dogma cristiano. De hecho, en Grecia la enseñanza de la filosofía no se retomó hasta 1837, cuando se estableció la primera universidad del estado moderno en Atenas. 

(María Belmonte, En tierra de Dioniso. Barcelona, Acantilado, 2021, pág.128)

 

La academia fundada por Platón en Atenas en torno al año 387 a.n.e. fue el primer centro de estudios creado con una vocación de ofrecer un «conocimiento universal». Fue la primera universidad de Occidente. Cobijó una biblioteca de las más solventes de la antigüedad, en la que se formó Aristóteles, y sus enseñanzas cubrían amplios ámbitos de estudio: filosofía, ciencias de la naturaleza, física, astronomía, y como conocimientos principales las matemáticas y la geometría, caminos directos hacia el mundo de las Ideas y la Divinidad según el filósofo. «Que no entre nadie que no sepa geometría», rezaba en el umbral. En este sentido la escuela platónica supuso un avance con respecto al pitagorismo, desde el momento en que separó el estudio de la geometría del estudio de la aritmética, al tiempo que introducía el estudio de la armonía musical entrelazado con el estudio de la astronomía. 

Desde mucho tiempo antes, este lugar había sido consagrado a los Dioscuros, los hermanos espartanos de la famosa Helena, razón por la cual no fue arrasado por los enemigos de Atenas cuando asolaron el Ática en el año 413, durante la Guerra del Peloponeso.

En la época arcaica de las tiranías, Pisístrato y los Pisistrátidas habían hecho de la academia un centro religioso de primer orden, en cuyo bosque, consagrado al héroe local Academo, alimentaban sus raíces los doce olivos de los que se hacía el aceite sagrado con que se ungían los vencedores de los juegos panateneos.

Durante la ocupación romana de la ciudad de Atenas, el embrutecido general Sila destrozó el bosque sacro, sin interrumpirse por ello mucho tiempo el funcionamiento de la escuela platónica. De hecho, estuvo en funcionamiento a lo largo de mil años, hasta su cierre definitivo en el año 529 por mandato de Justiniano. No en vano para muchos estudiosos el final de la academia se considera el principio de la Edad Media (bizantina en el imperio de oriente) y la definitiva victoria del cristianismo. 

Otra innovación platónica en la academia fue la del papel del lector (o lectora, hubo discípulas mujeres), no limitado a la lectura de obras filosóficas o diatribas sofistas, origen de muchos de sus Diálogos, sino ampliado a la función de crítico (o crítica) de los textos de estudio. Además de las lecciones dirigidas al círculo de académicos/as, había «conferencias» destinadas a un amplio público al que se invitaba a participar de la dialéctica y del ejercicio del pensamiento autónomo, armas eficaces contra la vana sofística. 

Fuentes: Konstantinos Sp. Staikos en Enciclopedia de Platón y los arqueólogos Matina Damianaki y Konstantinos Ouranós en Η Ακαδημία Πλάτωνος.

Imágenes del recinto arqueológico de la Academia de Platón. Martha Frintzila en facebook. 

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