La parte más estrecha del tubo se coloca en el interior de la llama de un mechero de laboratorio (puede ser de alcohol o de gas) y se sopla por la parte más ancha. Con un poco de práctica, se consigue una lengua de fuego muy estrecha y calorífica que se hace incidir sobre un trozo de carbón, en el que se ha depositado una pequeña cantidad de la sustancia a analizar. El comportamiento de esta muestra (explosión, fusión, etc.) y las características del residuo que deja sobre el carbón permiten, en algunos casos, identificarla.