Testimonio de Cory Moreno Moreno, ex-alumna de nuestro centro que en 2014 participó en la visita Comenius a Capo d’Orlando (Sicilia, Italia).
¿Que qué ha sido el proyecto Comenius para mí? Pues bien, si tengo que responder a esta pregunta, lo tengo claro, ha sido LA MEJOR EXPERIENCIA DE MI VIDA.
Recuerdo que todo empezó cuando, en el verano de 2013, nuestra profe Cecilia nos daba la noticia de que nuestra petición para participar en el proyecto Comenius había sido aprobada, por lo que trabajaríamos, durante dos años, con estudiantes de seis países de Europa… Al comienzo del curso 2013/2014, se creó el grupo de «Students participating in Hand in Hand for Future», mediante el cual pudimos agregar a los estudiantes que iban a participar en el proyecto y empezar a conocerlos.
Después de varios meses de espera entre planificación, preparativos, carteles y villancicos, ese 16 de marzo de 2014 llegaba. Es curioso pensar que la noche empezara ante una situación un tanto extraña, no sólo por el hecho de que estuviéramos en la puerta del instituto a las una de la madrugada, a oscuras, sin farolas y con un perro muerto en mitad de la carretera, sino porque, para empeorar la situación, la familia que acogía a Kostas (uno de los chicos griegos) no vino. Hay un dicho que dice que «lo que mal empieza, mal acaba», pero nosotros no estábamos dispuestos a que esos «pequeños» imprevistos nos arruinasen la semana, por lo que lo solucionamos rápido, mi papi nos alumbró con las luces del coche, el hermano de Bea quitó el perro muerto (bendito David), y Kostas se quedó en casa de Antonio. A pesar de que empezó de una forma memorable, la semana que vivimos como anfitriones fue realmente maravillosa… transcurrió entre viajes, visitas y actividades, de los que caben destacar el taller de hacer pan en el que todo el mundo acabó con la cara blanca a causa de la harina, o ese «European Show» en el que cada país cantó o bailó alguna canción. Pero esos días no fueron inolvidables sólo por el hecho de que visitáramos monumentos tan importantes como la Alhambra o por ver ciudades tan bonitas como Salobreña, sino porque en todo momento estábamos disfrutando juntos, riendo, cantando, bromeando, jugando… , pero entonces, cuando no podíamos estar mejor, llegó la hora de que nuestros nuevos amigos se marcharan y les dijimos «adiós» entre lágrimas y llantos… los íbamos a echar mucho de menos, pero estábamos seguros de que volveríamos a vernos.
Tras la partida de nuestros huéspedes, nos pondríamos manos a la obra y pasaríamos las entrevistas para el viaje a Sicilia. El tiempo pasó volando y cuando menos nos lo esperábamos , ese día tan esperado había llegado, estábamos dispuestos a viajar para repetir la experiencia, pero esta vez, los papeles serían invertidos, y en lugar de ser anfitriones, seríamos los huéspedes.
Aún no eran las dos de la madrugada cuando emprendíamos el viaje a Madrid para coger nuestro avión con destino a Sicilia. Una vez sentada en el autobús, mirando por la ventanilla y viendo la mirada de mi papi, que reflejaba una mezcla de inseguridad y preocupación, no podía creer lo que me estaba pasando. Después de cinco meses intentando convencer a mi padre, me había dejado viajar a Italia para realizar un intercambio durante ocho días, me habían dejado a mí, que pensaba que nunca sería capaz de conseguir algo así …, pero si lo conseguí fue gracias a el poder de convicción de mis profesores (os quiero, lo sabéis, ¿no?) y mis dotes de niña consentida (en parte también se lo debo a la peli de Buscando a Nemo). Fuera como fuese, estaba allí, ya no había marcha atrás, ese sería el comienzo de la que sería la semana más increíble de mi vida (junto a la del meeting en España).
Aunque el viaje fue cansado, pudimos combinar sueño, risas y ronquidos durante toda la noche. Tras pasar algunos imprevistos con la facturación de maletas y una inolvidable anécdota con un café bombón y un guapísimo camarero, subimos en el avión y todos pudimos experimentar el tiovivo de emociones que se sienten al volar por primera vez… En el avión tuve la suerte de conocer a un simpático matrimonio de Alicante, con los que sigo manteniendo el contacto. Tras un vuelo perfecto, llegamos a Catania y desde allí nos dirigimos a nuestro querido Capo d’Orlando.
Nuestro gran momento se acercaba, estábamos impacientes y nerviosos, pero la bienvenida que nos dieron los italianos fue muy bonita. ¿Y qué puedo decir de esa semana? Pues que fue increíblemente PERFECTA … desde ese primer día en el que todo el estadio gritaba «Cory, Cory…» obligándome a participar en un partido de voléibol del que salí con dos balonazos (luego me preguntáis que por qué odio el deporte…), mi inolvidable 16 cumpleaños que pasamos visitando las preciosas islas de Lipari y Vulcano… hasta ese último día en el que Antonio acabó lesionado tras un partido de fútbol y todos los niños nos perseguían al hospital recordándonos a los ratoncitos del Flautista de Hamelín… Tras una semana única, de nuevo teníamos que despedirnos de nuestros amigos (hermanos, mejor dicho), estábamos tristes, pero también felices de haberlos conocido. Ese día fue la última vez que nos vimos, pero hoy (más de un año después), seguimos en contacto con la misma ilusión que el primer día…
Giulia (la niña que me acogía, «my supersister«) y yo hicimos una promesa, tenemos que volver a vernos y cumplir nuestra promesa, esa promesa que hicimos la última noche que dormimos juntas, volveremos a compartir un proyecto COMENIUS, pero no como alumnas, sino como profesoras.
Miles de momentos inolvidables, cientos de personas irrepetibles, amistades únicas, lugares preciosos, amores platónicos, anécdotas graciosas, una gastronomía deliciosa… todo ello ha formado parte de una misma experiencia, la experiencia COMENIUS, mi experiencia COMENIUS, esa que me permitió conocer a las personas más increíbles que existen sobre la faz de la tierra, ese proyecto con el cuál pude practicar y mejorar mi Inglés (también aprendí un poco de italiano), ese que me hizo capaz de compartir y entender mejor las culturas de otros países, el mismo que hizo posible que consiguiera cosas que nunca pensé que conseguiría, ese intercambio que hizo que a día de hoy, yo tenga una hermana en Italia y otra en Grecia, ése que me hizo sacar una sonrisa tras otra, el cual compartí con los mejores compañeros y profesores, ése que me hizo vivir momentos inolvidables… ese proyecto que me hizo FELIZ.
Siempre recordaré cada uno de los días vividos en los meetings, todos y cada uno de los momentos compartidos, cada hora, cada minuto, cada segundo, cada instante perdurarán en mi mente y corazón hasta la eternidad. En definitiva, el proyecto COMENIUS me ha cambiado la vida, por eso recomiendo a todos los alumnos y estudiantes del mundo (y a los profesores también) a que participen cuando tengan la oportunidad, porque realmente MERECE LA PENA.
Gracias a este magnífico proyecto europeo, gracias a todas las personas que lo hacen posible, gracias a todos los alumnos, padres y profesores, gracias a mi familia de acogida, y gracias a ti Cecilia, por TODO, mil gracias y un millón de gracias más.