Hay un espacio en nuestro instituto donde el mundo calla y la imaginación comienza a hablar.
Un oasis, a espaldas del bullicio del resto de adolescentes en otros espacios del centro, un chico o una chica abre un libro y el mundo se reabre con olor a nuevo, a página fresca, recién nacida en una mente.
No es sólo una estancia con estanterías. Ese lugar-mundo es nuestra biblioteca.
Es una respiración dentro del cuerpo del centro, un pálpito de pulmón de dragón soñando: un ritmo que late subrepticio, como las raíces que no se ven pero sostienen y hacen crecer a nuestros chicos.
Desde que ocupa el antiguo espacio de la cantina escolar, la biblioteca ha nutrido las cabecitas que pasan por ella. No sólo por sus muebles o por la luz que la atraviesa ahora por fin, sino por lo que ocurre dentro: un silencio poblado de voces, una mágica quietud que despierta.

Bajo la dirección de Marina Novoa Bretones —que ha hecho de su tarea una forma nutricia de mentes— y con la implicación constante de Carlos López Pérez y Patricia García-Rojo Cantón, se ha convertido en algo más que un espacio compartido.
Marina no sólo gestiona préstamos; organiza actividades, recibe libros nuevos o cataloga fondos. Marina escucha. Marina escucha lo que el alumnado busca, incluso cuando no sabe nombrarlo. Y responde con lecturas, con espacios, con propuestas que tienen algo de promesa. Escucha lo que el profesorado necesita y trata de conseguirlo.
La biblioteca sostiene buena parte de nuestro Plan de Lectura Planificada. Aporta libros, cuida los lotes que usan los departamentos en sus clases, sugiere caminos, acompaña.
Este curso ha sido especialmente fértil: los préstamos han aumentado considerablemente. Y no sólo eso. También se han creado fanzines, se ha organizado yincanas y concursos literarios, se ha jugado con las palabras y las palabras han jugado felizmente con nosotros.
Las efemérides han dejado de ser fechas para convertirse en actos. Octubre, el mes de las escritoras, puso nombres en las paredes. Abril, el Día del Libro; CIMA: “Los viajes de Odiseo”. Sonia Ordóñez y Juanjo Montero colaboraron también siendo nuestros magos de «lecturas con ciencia».
La biblioteca ha estado en el corazón del Programa CIMA. No sólo con el expositor “Un mar de libros” o con las lecturas del Mediterráneo, sino con su presencia constante en la línea de Educomunicación. En esa apuesta por hablar, leer, escribir y pensar desde dentro. Hay también un punto violeta. No como gesto decorativo, sino como espacio real de visibilidad, con libros que cuentan otras formas de estar en el mundo.
Queda mucho por hacer. Un toldo que permitiría extender la biblioteca al patio, nuevas ideas, más manos que ayuden. Pero lo que ya tenemos basta para saber que allí late algo esencial. No hay otra palabra. Esencial como el comer: aprender a pensar.
Gracias a quienes lo hacen posible. A Marina, por su entrega serena. A Carlos, por surcar con los chicos el Océano de los Libros. A Patricia, por traer su voz de escritora a estas paredes. Y al alumnado que entra, que lee, que pregunta, que recomienda a sus compañeros.
Si queréis saber más… aquí tenéis el enlace al instagram de nuestra Biblioteca.